Wichita Lineman Was A Song I Once Heard
Si hay algo que deberíamos lamentar en este blog es que nunca hayamos hablado de los inmensos KLF. Uno de los proyectos musicales/ artísticos más increíbles de la historia del pop, el dúo de Jimmy Cauty y Bill Drummond fue tan gigante que, quizás, excusa que no hayamos escrito más sobre ellos.
Para los no iniciados: The KLF estaba compuesto por los sres Drummond y Cauty que se especializaba en actos de anarquismo musical y burla artística. Entre sus muchos logros se cuentan: haber creado uno de los primeros mash ups comercialmente exitosos (“Doctorin’ The Tardis”, una mezcla entre la canción de Dr. Who y “Rock And Roll Part 1” de Gary Glitter), haber viajado a Suecia con un fotógrafo y periodista del NME buscando a Abba para que les permitan usar un sampleo de Dancing Queen en uno de sus discos luego de un fallo judicial (el viaje fue infructuoso y terminaron destruyendo las copias que restaban), haber escrito un manual (justamente llamado The Manual) para “conseguir un número uno de la manera fácil”, haber tocado en los BRIT Awards con una banda de noise extremo y luego haber depositado una oveja muerta en la puerta de una de las fiestas post-evento…
Sin embargo, los KLF no eran solamente payasos simpáticos, sino que realmente creían y entendían, por un lado, el poder del pop para construir personalidades míticas e inspirar actos gigantescos, y, por otro lado, la necesidad en un mundo (ya) tan surrealista como el pop de los 80 de utilizar tácticas artísticas de guerrilla, simultáneamente como una forma de burla y puesta en ridículo de esa industria pop y como una forma de introducirse en ella, llamar atención a su continua publicidad, construirse como fenómenos más grandes y más extraños que la vida misma. Como los discordianistas de los cuales tomaron su primer apodo (The Justified Ancients Of Mu-Mu) su misión era dar información falsa sobre la gran conspiración pop, mientras se volvían lenta e imperceptiblemente parte de ella.
La oportunidad para escribir de ellos tiene que ver con la entrada que me permite Ezequiel al haber hablado de “Wichita Lineman”. Durante años para mi esta canción no existía, solo existía su gemelo espectral “Wichita Lineman Was A Song I Once Heard” de los KLF, la canción de la que (nominalmente) trata este post.
Incluida en su álbum “Chill Out” en realidad es un poco injusto llamarle una canción. “Chill Out” es un disco conceptual en el cual los KLF componen la música para un viaje imaginario nocturno desde Texas hasta Louisiana, un lugar que no conocían pero que reconstruyen a partir de sampleos de predicadores, de viejas canciones, de mujeres emocionadas, de noticieros. Es un verdadero paisaje sónico que fue concebido como una sola pieza musical para ser escuchada de principio a fin.
Sin embargo, “Wichita Lineman…” es notoria por ser una de las porciones más identificables como canción. Y también porque funciona, en realidad, como la huella espectral de una canción, como un recuerdo de una mezcla de sonidos y melodías que se remontan a muchos años atrás. Comienza con el sonido de un auto pasando por la autopista e inmediatamente se inician los sintetizadores que puntuarán toda la melodía, unos sintetizadores que traen a la mente el viaje, pero no con la condición de aceleración y maquinización de muchas canciones que lidian con el desplazamiento, sino con un aspecto más bien de somnolencia en el medio de un periplo extendido (como cuando Sam Shepard dice que hay que manejar hasta que el cuerpo deja de existir y, entonces, surge algo diferente). Luego de unos segundos ingresa el otro elemento recurrente de la canción: un predicador sureño terriblemente arengador. No se entiende exactamente qué es lo que dice, pero parecería que está exhortando al hipotético viajero a continuar y no desfallecer jamás hasta llegar a su mítico destino. Y en algún momento comienza a sonar otra línea de sintetizador que parece salida de una de esas canciones que ponen en las películas de Hollywood en los finales felices, pura catarsis y elevación. En conjunción con el predicador causa que la canción se torne una oda a la liberación de la travesía y el espacio.
Sin embargo, hay algo que siempre se mantiene elusivo, que evita que coagule en una canción propiamente dicha. Justo en ese momento en que parece que todo se desencadena, la melodía se corta abruptamente, como si no lograse recordar su propio estribillo. Y sin embargo esos momentos leves de “ganchismo” hacen que la composición se quede en la memoria, que parezca más que una composición construida a base de elementos que parecen sacados del más puro aire.
Es, como dice su titulo, “una canción que alguna vez escuche”, una especie de memoria semi sepultada que resuena en nuestra cabeza y que no podemos completar, un testimonio a la potencia de la música para insertarse en nuestra cabeza y dejar huellas, que se asemejan al sonido distante de un tren en la noche.