Epitafio

Luego de 3 años y medio de compartir momentos todos los días, todo se ha acabado. Hoy, oficialmente, murió mi querido Nokia 1100. Y aunque suene ridículo, me puso bastante triste.

En la batería indica la fecha que lo compre : Julio del 2006. Luego de años, años, y años de luchar contra el consumismo rampante y la moda de los celulares, las propagandas, y todos mis amigos, desistí. Caí en el primer local que encontré por 18 de julio, puse mi mejor cara de orto y y le dije a la vendedora: «Dame un celular. No importa cual. El más barato que tengas.»
Me fui a mi casa con mi 1100. Seamos sinceros: La razón principal para comprarme el celular fue poder comunicarme con ella. Pero desde ahí el teléfono siguió conmigo, en el bolsillo izquierdo del pantalón, junto con las llaves. Todo el tiempo. La relación con ella duró un año y medio hasta que no funciono más para ambos. Meses después me mudé solo. Su alarma me despertó todos los días de ahí en adelante. Mañana me voy a tener que despertar con el despertador del teléfono de línea, y va a ser extrañísimo.
En mi celular anote decenas de telefonos, montañas de recordatorios, correos, direcciones, etc. Lo usaba como mini-agenda, incluso cuando iba a Buenos Aires, aunque el celular no tenía señal ahi. Jugué al snakes con una sola mano, en la sala de espera de cirugía, esperando a la doctora para que me saque el yeso de la otra mano. Su linternita me salvó de más de un apagón.

Llegue a usar mi celular de slide en un par de shows en vivo. Era lo que tenía en el bolsillo.

Con los años, cada vez le agarraba más cariño. Mis conocidos cambiaban de celular. Se quejaban de su funcionamiento. De que consumían mucha batería. De que sacaban fotos en pésima calidad. Que el mini-joystick del teléfono se rompía y se volvía una tranza para poder utilizarlos. Y mi 1100 seguía ahí, y empezaba a tener orgullo de tenerlo conmigo. Pero tardé bastante en saber cual era el modelo de mi celular. Odiaba todo lo que tenía que ver con los celulares, algo quizás extraño para alguien medio nerd como yo. Pero no quería saber de nada. Me había asqueado hasta la medula como la industria nos construyó (a todos) la obligación de tener un celular. Los odiaba. Pero bueno, uno se vuelve grande y se deja de joder un poco.

Un día averigué el modelo y lo busqué en la Wikipedia. Y ahí mi celular me empezó a gustar aún más: Primero, el 1100 fue diseñado exclusivamente para paises en vías de desarrollo. Su sistema de membrana para las teclas esta hecho para que sea resistente a la humedad, al polvo y a la arena. ¡Un celular para utilizar en el Sahara, o en el Amazonas!. Lo otro que leí era aún mejor: El 1100 es el gadget electrónico más vendido del mundo. Más que cualquier otro celular, mp3s o lo que sea. Se vendieron 200 millones de Nokia 1100. Es el Ford T de los celulares. Es la Fender Telecaster del mundo de los móviles.  Totalmente working class. Hace solo lo que tiene que hacer, y lo hace perfecto. ¿Que más puedo necesitar?

En su último año de vida se le empezaron a notar las nanas. No por su funcionamiento, sino que la membrana con los números, por tanto uso, se empezo a borronear, gastar y a tomar un color  amarillento. De a poco, seguir con mi maltrecho y baqueteado nokia dejo de ser algo honroso para ser bueno.. medio penoso. Estaba feo, sucio, gastado. Pero yo ya le tenía afecto. Por unos días tuve unos ataques de «bueno, podría actualizarme y COMPRAR OTRO!» pero nunca logré sucumbír. El teléfono siguió conmigo.

Hasta ayer. Porque me tuve que emborrachar, intentar ver la hora en el teléfono mientras meaba y el celular se cayó por el agujero en un baño turco. La puta madre. Si, metí la mano y lo saque. Seguía andando. Pero como soy medio tarado no lo sequé, solo superficialmente. Hoy cuando me desperté, se había apagado. Lo prendí. Andaba. A la hora se apagó. Mierda. Anote todos los teléfonos en un doc. Ahora prende sólo por unos segundos. Se acabó.

Todavía no se bien que hacer en el futuro próximo. Eso será para otro post. Pero puta que le agarre cariño al bichito blanco de plástico. No fue muerte natural, y no tuvo mucho glamour que digamos, pero su muerte fue en cierta forma, apropiada. Lo guardaré con mis otros recuerdos, o lo enterraré y le fabricaré una pequeña tumbita en su honor. Se lo merece.

Adiós, pequeño amigo.