Sed De Mal.
Muerto, adj.: Dícese de lo que ha concluido el trabajo de respirar; de lo que ha acabado para todo el mundo; de lo que ha llevado hasta el fin una enloquecida carrera; y de lo que al alcanzar la meta de oro, ha descubierto que era un simple agujero.
(Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo)
El punk esta tan muerto que incluso preguntarse por su descendencia es una ridiculez. Porque además cuando yo me pregunto, en aquellas noches tristes, que es fue de su espíritu, lo que me imagino es algo que jamás ha existido: algo que tiene la inflexibilidad ética de Fugazi, la amplitud creativa de The Clash, la furia justificada de Sex Pistols, el intelectualismo de Wire. Algo que tenga lo mejor de todos los mundos, una fuerza vital llegada a la tierra para poner orden en ese sucio negocio lleno de ratas y mercaderes que es la industria discográfica, en nombre del Arte. Lo cual explica, probablemente, mis constantes depresiones al intentar encontrar algo en el arte que, evidentemente, solo existe en un mundo más feliz.
Pero de vez en cuando aparece un disco como el de Los Punsetes, un disco propiamente punk, que tiene la energía correcta, el espíritu de la historia de su lado, que sin embargo se las ingenia para sonar contemporáneo, inclasificable, como si fuese un médium canalizando el alma muerta de un movimiento, pero con interferencia de radio que lo obliga a inventar palabras en el medio de su discurso. Un disco que da fe. A primera vista puede parecer un conjunto de guitarras, con voz de adolescente aniñado y algunas frases memorables. Pero su personalidad es única y acarrea una oscuridad cínica e implacable, en una época en que la música parece hecha solo para los días soleados en gigantescos complejos de diversión de silicona y plástico.
En primer lugar, Los Punsetes están morbosamente obsesionados con la muerte. Pero sin temerle ni causarles angustia, sino con desdén, con resignación, con absoluta falta de respeto, con profundo asco por la gente que hace que todo esto sea más parecido a la muerte. Parecen verse rodeados de ella, ya sea en los comerciales, en los relatos de asesinos seriales, en los policías que arruinan el fin de semana con toda la fuerza represiva del Estado (tan mala como la de los delincuentes, pero aprobada), en los accidentes morbosos.
Y frente a ello reaccionan de dos maneras: por un lado con una non-chalance extraordinaria, un sentimiento que podría traducirse en el grito de guerra de “vamos a divertirnos acá en la pila de cadáveres, en los restos de la civilización aniquilada, se lo merecían de cualquier manera”. Y por otro lado con una fuerza sombría espeluznante. Su música esta teñida por el ambiente depresivo y cansino de una ciudad en la que la luz del sol no se filtra, en la que las calles están cubiertas de polvo, en la que los dos estados de ánimo posibles son la rabia y la tristeza.
Lo asombroso, lo que hace que valga la pena prestarle atención a estos chicos, es la manera en que logran hacer de estos temas el centro de su disco, de sus preocupaciones líricas, sin que este sea triste o depresivo, sino vibrante y liberador. No es una obra neurótica, enrollada en sí misma, sino preocupada sobre todo con la liberación del cuerpo, con las pocas oportunidades que nos presenta este mundo, con divertirse a pesar de que todo esté jodido y parezca que va a estarlo hasta el fin de los tiempos. Es un disco gozoso que de vez en cuando se ve abrumado por el peso de los muertos, por el deseo de robar/dejarse influir por un ideal rancio y por el mero hecho de vivir en estos tiempos.
Todo conspira en su contra: es un lp influido por un género muerto, por una misantropía importante y una tristeza existencial profunda. Y, sin embargo, tiene canciones que se pueden bailar o, por lo menos, que se sienten emocionantes y llenas de vida cuando se escuchan en las calles repletas de automóviles. Es, en otras palabras, un gran triunfo en estos tiempos que parecen de final de milenio.
Lo que me gusta de esta canción es la manera en que comunica, de un modo sintético y completamente realista lo que se siente vivir bajo la mirada de las fuerzas de la ley. Todos los que tenemos comportamientos que no son criminales pero tampoco son aceptados por la sociedad y las fuerzas del estado lo hemos sentido alguna vez, la paranoia de caminar con porro encima, de haber bebido un par de cervezas de más, el miedo y los intentos de comportarnos “normal” al pasar frente a una pareja de policías.
Y entronca bastante con mi estado de animo reciente, desde que tuve un encontronazo con los controles de alcoholemia y desde que nuestro gobernador parece empeñado en poner la mayor cantidad de uniformados en la calle, de hacer circular camionetas y autos de policía flamantes y colocar controles con gendarmería insospechados en calles céntricas. Un estado policial que no parece, que nos arruina el fin de semana con su sola presencia.
Esta canción, por su parte, me encanta porque se podría ver como la contraparte de la anterior, al revelar la amenaza que se esconde no solo en las agencias de control, sino en cualquier persona. La letra es sencilla: un chico (en realidad la voz de Los Punsetes es chica, pero mantengámoslo así porque pareciera cantar desde el punto de vista de un hombre) se ofrece a llevar a una chica a su casa y ante su (real o prevista) negativa se escuda clamando que no es un asesino serial, describiendo con lujo de detalles lo que NO va a hacerle, afirmando que es un buen pibe que solo quiere hacer una acción caritativa, pero sugiriendo, también, una corriente de interés en ella y exudando una ligera amenaza porque, bueno, si puede imaginarse esas cosas, ¿quién dice que no es capaz de hacerlas?.
Es esa corriente casi imperceptible de seudo-lujuria, la que vuelve a esta canción irresistible (además del crescendo continuo que construyen las guitarras y la batería en versión marcial). Nos obliga a escucharla desde el punto de vista de él y desde la vulnerabilidad de ella, simultáneamente. Lo sexual esta latente, aunque el tipo no sea un “tarao”. De este modo todo el mundo es una amenaza, todos los hombres, en última instancia, tienen malas intenciones, la sociedad esta podrida. Es, en otros términos, una canción que explicita muy bien lo que es ser mujer y sentirse expuesta ante los ojos de un hombre o, como dicen nuestras madres de nuestras hermanas, “Es diferente, ella es una chica”.
(El disco de Los Punsetes, en una actitud admirablemente punk, se encuentra disponible para bajar en su página).