Hipster: The Dead End of Western Civilization por Douglas Haddow en Adbusters.
The camera is mightier than the rock, la respuesta de Momus en Click Opera.
I am angry, I am ill and I’m as ugly as sin…, respuesta de Mark K-punk a los dos.

AdBusters sacó de nota de tapa una crítica de la cultura hipster señalándola como el callejón sin salida definitivo de la contracultura y la cultura joven occidental y aunque pueda parecer excesivamente apocalíptica suena a verdad y algo debe haber porque logró indignar a un buen grupo de personas. Momus se puso la camiseta hipster y le responde con un post en su defensa que me parece que falla miserablemente en ver todos los puntos importantes de la discusión, no pasa del ad hominem como argumento principal y solo prueba que está demasiado metido en el bosque para ver los árboles y que los hipsters al ser una cultura que en su afán por aferrarse a nada ni defender nada también es una en la que no hay de donde agarrarse para defenderla de ningún ataque. Finalmente Mark le contesta a los dos artículos y necesita la mitad de longitud que los otros dos para demoler tanto la cultura hipster como el post de Momus. Como siempre K-punk delivers.

(Quiero escribir y voy a escribir más sobre la cultura hipster, pero ahora es muy tarde y me levanto muy temprano, así que dejo esto por ahora y en los próximos días posteo más.)


Let's talk about porn

Se habló por arriba de este tema hace poco acá mismo y casi simultáneamente se discutió también en un post en el blog del Rufián, pero eso ya pasó y no puedo explayarme tanto sobre un tema solo en comments así que creo que ya es hora de hablar de pornografía.

I. La pornografía es el único momento del capitalismo en el que la instrumentalización del cuerpo es un fin en sí mismo en vez de un medio para un fin. Esto convierte a la pornografía en la instrumentalización última del cuerpo, la expresión máxima del capitalismo.

II. Esa instumentalización del cuerpo está acompañada por su objetivización. El cuerpo se convierte en un producto más de la producción industrial de imágenes.

III. Usar como argumento a favor de la pornografía que sea algo consensual, que sus partícipes sean voluntarios, sería igual a usar como argumento a favor de los sweatshops que los empleados son voluntarios y no esclavos. Así como los límites de lo voluntario no son claros en el espectáculo («el adulto, dueño de su propia vida, no existe en ninguna parte» decía Debord en la tesis 62), lo consensual del sexo en la pornografía se puede (se debe) poner en duda.

IV. Ya dijimos que la pornografía es parte de la producción espectacular de imágenes. Estas imágenes son independientes de la gente que las produce, de sus participantes. Las imágenes siguen funcionando independientemente de cualquier responsable, están vivas en seno del espectáculo y son independientes. Si alguien retratado en esas imágenes quisiera que dejaran de funcionar no podría hacer nada para lograrlo. En ese momento, ¿todavía es consensual? ¿todavía es voluntario? ¿el afectado no sería una víctima?

V. No perdamos el punto de la discusión. No quiero hablar de moral, no quiero hablar de corrección política. Los reproches morales con para los curas, los conservadores y los padres de familia. Y no soy ninguna de las tres. Tampoco voy a criticar el consumo de pornografía. Nadie es lo peor, ni un pervertido despreciable por mirar pornografía. También todos miramos tele y sabemos que es lo peor, y escuchamos música pop que sabemos que es un producto, y miramos películas que sirven para que algún productor se compre otra mansión más. La diferencia está entre hacerlo ciegamente o poder poner las cosas en su lugar, estar conciente de que es lo que está en juego. Y como esto no se trata de reproches morales sino de política, cuando hablo de una víctima como en el punto anterior no hablo de una pobre víctima inocente de la que se aprovecharon los sucios pornógrafos, hablo de una víctima del capitalismo y espectáculo.

VI. Aunque por años las feministas discutieron sobre si la pornografía era degradante para las mujeres, supongo que esa discusión está obsoleta ante el panorama actual de la industria. La degradación de las mujeres, la humillación y la violencia son la tendencia en la pornografía actual. Ya no tiene sentido preguntarse si es una objetificación de la mujer o si es machista. La degradación está ahí, presente, a la vista de todos, es el objeto de cambio.

VII. Si vemos una violación actuada, o humillación consensuada en una película porno, ¿qué la diferencia de una violación o un acto humillante real? Alguien puede decir que una violación tiene que ser necesariamente forzada, pero no existe tal cosa como la humillación actuada. ¿Cómo se puede insultar a alguien sin insultarlo efectivamente? No existe la actuación. Incluso la idea de que una violación fingida no es una violación es falsa. Las imágenes resultantes son las imagenes de una violación, y, al igual que una el interés en una falsa snuff sería que se cree que es verdadera, no son consumidas porque están actuadas, sino porque son de una violación. Aún sabiendo que no es real, la imagen, el fetiche, es el de la violación. La violación es por tanto una imagen más dentro del mainstream del consumo cultural. La violación que se lleva a cabo tal vez no sea la de ninguno de los participantes efectivos de las imagenes. La violación es la del concepto entero de la mujer, es la imagen de la mujer como idea del espectador la que es constantemente violada.

VIII. Una discusión seria o un estudio de la pornografía tiene que ser encarado desde el la semiología acorde a la primera definición de Saussure, como el estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social.

IX. Una eterna discusión es si la pornografía solo reproduce un deseo que está presente en la sociedad o si genera esas imagenes. ¿Reproduce las fantasías del público o actúa como un agente homogeneizador que implanta las mismas fantasías en todos los consumidores? En el documental The Merchants of Cool Douglas Rushkoff se preguntaba lo mismo sobre el consumo cultural en los adolescentes y el comportamiento sexual que se les muestra en los medios destinados a ellos. ¿representaba realmente como se comportaban los adolescentes o los adolescente imitaban lo que veían? En algún momento Rushkoff llega a la conclusión de que es un loop cultural constante, una retroalimentación. El espectáculo vende imágenes, el consumidor las imita, el espectáculo lo recoge y lo vuelve a vender. Simple. Creo que eso mismo se aplica a todo el consumo cultural y la pornografía entra ahí también. Me pregunto si hay alguna forma de consumo cultural más baja que el consumo de imágenes. Esta forma de consumo de sexo igualado a consumo de imágenes es, citando a los situacionistas, la sexualidad de la miseria, la miseria de la sexualidad.

X. Reductio ad absurdum. Si lo consensual de la pornografía puede ser puesto en duda, si las imágenes son dueñas de sí mismas y funcionan más allá del control de nadie, si la gente va a seguir viendo a alguien teniendo sexo y ese alguien no va a poder hacer nada para impedirlo, ahi donde la idea de consenso ya no sirve de nada, ¿qué podría diferenciar a la pornografía de la violación? La respuesta es obvia, toda pornografía es violación.


¿Por qué están los 80s de vuelta? (o Nada nuevo sobre la industria cultural como una sucesión infinita de oposiciones dialécticas)

Hace algún tiempo había pensado escribir en mi ahora ya fallecido ex-blog sobre lo mismo que escribía Quese un par de posts más abajo. Bueno, no exactamente sobre lo mismo, pero sí sobre la imagen que queda de una década o una tendencia o lo que sea cuando termina y es reemplazada por otra.

Si pensamos en eso no es nada raro que en cualquier momento la década anterior (considerada como el conjunto de tendencias que se sucedieron en ese momento) sea mal vista. En la industria cultural no puede haber una multitud de tendencias-producto conviviendo pacíficamente, la hegemonía es indivisible. Toda nueva tendencia, moda o producto tiene como condición de existencia la negación de lo precisamente anterior, o como diría Debord, toda nueva mentira del espectáculo tiene implícita la revelación de la mentira anterior.

Aclaración: no estoy diciendo que no coexisten nunca en un mismo momento más de un productos. Estoy diciendo que no conviven pacíficamente. Varias tendencias pueden coexistir negándose mutuamente o con los de menor importancia manifestándose como oposición de los de mayor importancia. Pero en cualquier caso siempre todas coinciden en la negación de lo anterior. (Pueden leer acá un genial post de K-punk donde Mark reflexiona sobre la posible pérdida de esta capacidad de negación por parte del pop actual).

No es muy difícil ver esto en la música pop. La invasión británica y la Beatlemanía desterraron al pop à la Phil Spector. La furia punk estaba en realidad dirigida casi toda contra el prog-rock sinfónico y demás atrocidades de los 70s. El grunge era el anti-glam rock 80s, género que necesitó de un único golpe mortal conocido como Nevermind para desaparecer de la faz de la tierra y, más importante, de los charts.

El momento en que una tendencia-producto está agotada y a punto de ser reemplazada siempre es obvio, es incluso completamente predecible para cualquiera que esté atento, pero es intangible. Su muerte no está marcada por un hecho particular (hay excepciones como la famosa «muerte del disco» el 12 de julio de 1979). La agonía se percibe en el aire en forma de una época de tedio, de hartazgo generalizado ante ciertos aspectos de la industria cultural. Es un zeitgeist.

Después que un producto cultural está definitivamente muerto (o no-muerto), al menos por algún tiempo, solo puede ser visto como objeto de broma y desprecio, solo los peores aspectos pueden ser recordados para ser ridiculizados. Así es como recordamos a los 60s como una década de hippies ridículos antes que como la década en la que surgieron bandas tan opuestas a eso como Velvet Undergound, Red Krayola o The Stooges. A los 70s como una espantosa época de lentejuelas, solos infinitos, producciones grasa y escenarios grandilocuentes antes que como la época del kraut y la explosión punk. Asociamos a los 80s con sintetizadores horribles, power-ballads y un terrible gusto para la ropa y los peinados en lugar de pensar en el under (las bandas buenas que surgieron en los 80s son incontables y tal vez sumen un número mayor que el de bandas malas). Y finalmente la imagen de los 90s tiene que ser la de un tipo con camisa leñadora escuchando Creed, aunque podría ser reemplazado por un hipster indie escuchando el Bee Thousand, 69 Love Songs o Slanted and Enchanted.

Pero la peor estética de los 80s, por ejemplo, solo puede ser rescatada con el más posmoderno ánimo kitsch (si alguno no sabe muy ben de que hablo debería ver la genial Pretty in Pink o podría ver este igualmente genial video de A Flock of Seagulls). De cualquier otra manera sigue siendo espantosa. Y todos lo sabemos pero aún así nos cae simpática ahora mientras que las camisas leñadoras no. Entonces la cuestión que creo que abría que plantearse (me gusta esto de escribir un pos entero para llegar a una pregunta en lugar de a una conclusón) es por que pasa eso. ¿Es snobismo, es el efecto residual del posmodernismo sobre nuestras mentes, es nostalgia o es verdadero disgusto con el estado de la cultura pop actual?

Hasta esta cuestión es que puedo y pienso llegar por ahora.

(Nota: cuando pensé en escribir este blog planeaba empezar a escribir a partir del cine adolescente de los 80s y mi gusto casi patológico por el, así que con la mención de Pretty in Pink ahí arriba dejo como una cuenta pendiente escribir sobre esas aún no suficientemente reivindicadas glorias cinematográficas)