Material de Estudio.
Hace mas de 20 años (en 1982, precisamente) Josep Toutain se mando la quijotada (para ese momento) de publicar una historia de los comics en español, en fascículos que se distribuían en los kioskos de revistas y que cubría casi todo el comic mundial, con millones de colaboradores y, lo mas deslumbrante para un niño de 10 años, reproducciones de fragmentos de comics importantes en sus páginas centrales.
Esa colección estaba en mi casa mientras crecía, menos unos cuantos números que mi padre perdió, y recuerdo la manera obsesiva en que me lancé a su lectura (aunque, seamos sinceros, mas bien leía los comics en el medio antes que los artículos) descubriendo desde Krazy Kat hasta Akira, con todo en el medio. El lugar donde leí por primera vez a Kurtzman, Eisner y Kirby. Su diseño de tapa, simple, icónico, colorido (cada portada da para hacer pequeños cuadros) sigue pareciéndome hermoso.
Y hoy, dando vueltas por la internet (Grande y Gloriosa) encontré este magnífico link a toda la colección escaneada. Recomendadísimo perder una tarde bajándolos y darse cuenta cuan ecuménica, concisa e informativa sigue siendo.
People.
(La ley de Sturgeon)***
En estas últimas semanas estuve sumergiéndome en la blogosfera comiquera estadounidense. Debo admitir que me estuvo chupando bastante tiempo, ya que la frecuencia de los posteos es alarmante y la longitud y calidad de las discusiones sorprendente.
Hay varias cosas que la distinguen y la vuelven bastante interesante. En primer lugar, su organización. Una serie de blogs centrales que funcionan básicamente como blogs de noticias pero que de vez en cuando publican ensayos u opiniones mas largas (The Beat, Blog@Newsarama, Journalista!, The Comics Reporter) y luego una serie de blogs personales que recogen las noticias y generan discusión.
En segundo lugar la amplitud de los temas cubiertos. El objetivo de estos blogs es cubrir la mayor cantidad de noticias en el campo amplio y ancho de los comics: manga, superhéroes, indie, europeo, etc. Esto no es un rincón aislado que se centra en el comic de superhéroes y cuyo tema de discusión es quien ganaría en una pelea, ¿Superman o Hulk?
Lo cual me lleva al tercer punto: la calidad y la frecuencia de las discusiones. Sean estas sobre el manga para adultos que se puede comprar en Estados Unidos, el último escándalo sobre Eightball o la nueva estatua de Mary Jane, todas son en general se producen entre personas con una alta capacidad discursiva y de redacción, informados sobre el tema del que están hablando y donde se proponen *gasp!* ¡argumentos!. Esta bien que algunas de ellas terminan cerrándose sobre si mismas o debatiendo boludeces (las feministas suelen ponerse bastante densas), pero siempre generan lectura interesante que se responde de blog a blog. Creo que esa era una de las utopías de la blogosfera rioplatense cuando comenzó, ¿o no?. Así nos fue, también.
Y, por último, pero no menos importante, estos blogs alojan una masa crítica bastante interesante. Es curioso como ha florecido la crítica de comics en Internet. Esta bien que no tiene aun el nivel alcanzado en otras artes, que le falta un léxico propio y que, en definitiva, es un oficio que se encuentra en desarrollo. Pero parte del encanto es justamente ver como evoluciona en tiempo real y, por otro lado, mucha agua ha pasado debajo del puente desde el modelo “Wizard” consistente en bromas estúpidas para adolescentes retardados y repetición de datos estériles como si de una oficina compiladora de estadísticas se tratara. Solo hace falta leer a Jog, a Dick Hyacinth, a Marc Singer, a los Savage Critics, para comprobarlo.
Ahora, bien, de entre todos los tópicos, la discusión que sigue surgiendo con alarmante regularidad es aquella que se viene peleando hace por lo menos 30 años: comics de superhéroes, ¿si o no? Si bien la retórica se ha calmado últimamente y los manifiestos a favor de la muerte y reemplazo de los hombres en capas por otras formas “más artísticas” han disminuido, aun ocupa demasiados caracteres en las pantallas del mundo.
Los motivos para esta calma son dos: en primer lugar, es obvio que la aceptación de los comics por parte del mainstream (literario y de los otros) viene por el lado de lo que (hablando mal y pronto) podemos denominar “indie”. Chris Ware, Daniel Clowes, Craig Thompson y Alison Bechdel, entre otros, continúan la tradición iniciada por el polémico Pulitzer a Maus y se presentan como la avanzada de los “comics-como-medio-respetable-para-gente-que-piensa”. Ayudados por la apertura del canal de distribución en las librerías, las obras de estos autores son consideradas la avanzada de los “comics literarios”.
En segundo lugar, el lugar del mainstream que era ocupado ubicuamente por los superhéroes ha sido usurpado por el manga. Es evidente que lo que sucede es que Estados Unidos ha terminado poniéndose al día con el fenómeno mundial y que los jóvenes (y acá hay otro dato de fuste: los fanáticos cuentan en sus filas con una abrumadora cantidad de mujeres) consumen manga a niveles insospechados.
Esto deja a los superhéroes en una posición incomoda: una especie de tierra de nadie que alimenta a una fanbase que disminuye continuamente, que no se renueva, mas interesada en el periodismo al estilo Wizard y las minucias de la continuidad que en las buenas historias. Y con una industria que se dedica a alimentar sus peores instintos, dándole basura como Alex Ross y Brad Meltzer.
Es significativo, justamente, que esta fanbase sea la que rechaza con más virulencia a aquellos escritores y artistas que intentan ampliar las fronteras del género. Son los típicos nerds que repudian a gente como Milligan, Morrison o inclusive Bendis por considerar que están “violando a su infancia” al cambiar a sus personajes, que sus comics son “difíciles de leer”. “By golly, Batman, good writing doesn’t have a place in superhero comics!”. Lo cual demuestra su estupidez y anquilosamiento. Son equivalentes a los dinosaurios: especimenes que parecen destinados a desaparecer por su incapacidad congénita para adaptarse y reproducirse.
Y sin embargo, aun se ven discusiones como esta, en la cual se ataca a un crítico eficaz y ameno como Paul O’Brien con el solo argumento de que se dedica predominantemente a los comics de los X-Men y que eso inmediatamente le quita su habilidad discursiva. Lo cual es perder el punto de su X-Axis espectacularmente y habla mas de los prejuicios de sus interlocutores que de su actividad crítica. O’Brien declara sin ningún tipo de ambigüedad que es un fan de género, que lo que le interesan son los superhéroes y la franquicia X-Men, pero mas de una vez se ha dedicado a cubrir comics indie y su punto de vista cuando se acerca a estos comics protagonizados por personajes en mallas y leotardos esta informado predominantemente por las preguntas “¿Funciona como una historia?”, “¿Tiene buen storytelling?”, “¿Cumple con las reglas mínimas de la legibilidad?”, “¿Presenta ideas interesantes?”, “¿Cómo funciona dentro del marco mas extenso de la franquicia de manera temática y estilística?” etc. En otras palabras: lo que le interesa es ver como una historia se desarrolla y crece dentro de los marcos propuestos por un universo compartido y un género especifico y no determinar porque Wolverine actúa de una manera en un comic y de otra en otro y de que manera esto viola la Gran Biblia Claremont de La Escritura Correcta. Es una tarea loable, creo yo, y sus esfuerzos son muy entretenidos de leer. Además ayuda que sea uno de los tipos con más sentido del humor para destrozar comics tremendamente malos y que su actitud sea aquella tan digna de “do not suffer fools, ever”.
Por otra parte, existen dos filtros con los cuales yo leo estas discusiones: en primer lugar, como habitante de un país que no tiene industria del comic (si, si, ahora hay una pequeña explosión, hay avenidas por las cuales toda una generación de artistas consignados al anonimato o la marginalidad de la auto-publicación están consiguiendo exponer sus obras. Pero sigue siendo una llama pequeñísima, un primer grito sobre el cual hay que construir muchísimo. Estamos muy lejos de tener nuestra Drawn And Quarterly) y en segundo lugar, como fanático del género superheroico.
El primer filtro causa que pueda observar estas discusiones con cierta distancia que desnuda su cuota de ridículo: vamos, muchachos, deberían estar agradecidos de vivir en un país donde Adrian Tomine publica un nuevo numero de Optic Nerve y es un acontecimiento digno de conseguir cobertura en algunos de los medios escritos mas importantes. Mierda, ¡el solo hecho de que alguien como Adrian Tomine pueda hacer una carrera publicando comics debería ser motivo suficiente de alegría!
Esta bien que su audiencia es acotada, que no veremos a los escolares en sus colectivos rojos leyendo “Shortcomings”, pero esto no tiene que ver con el supuesto mal funcionamiento de la industria y el opresivo peso de los superhéroes. Tiene que ver con algo mucho más simple: la gente es estúpida, poco curiosa y abúlica. En la gran mayoría de los casos no les interesa el arte ni las ideas. Ese es el motivo por el cual los Pynchon y Vonneguts del mundo no venden tanto como los Coelho. ¿Por qué motivo de pronto “Acme Novelty Library” debería ser el comic que el americano medio lea antes de irse a dormir? ¿Porque tiene dibujitos y eso lo vuelve más digerible? Vamos, creo que ni siquiera querrían que el americano medio lea a Chris Ware. ¡No entendería nada! O lo entendería todo de una manera confusa y retorcida. ¿Realmente queremos eso?. Prefiero toda la vida una audiencia pequeña pero interesada y capaz de enriquecer el trabajo con sus lecturas, análisis y apreciaciones que la pantomima de construir una biblioteca porque es lo que da status y prestigio.
El segundo filtro da una lectura más parcial, pero me niego a pensar que completamente falsa. Todavía se produce mucho buen material dentro del género superheroico y es bastante idiota pensar que podes tirar todo solamente porque te cargaste al hombro la tarea mesiánica de rescatar a los comics de si mismos. Los Brubaker del mundo no deberían pagar por los errores de los Winick (aunque esos errores sean muchos, espantosos y desagradables). En este punto una critica inteligente capaz de señalar lo que vale la pena y defenestrar lo que no se vuelve importante. O, mejor aun, adoptar una actitud consciente que se traduzca en comprar y leer solo lo que nos da placer, para rescatar lo hermoso que existe en este medio y en ese género particular y no alimentar la maquina del hype y la perpetuación continua de trademarks agotadas. Obviamente que hay mucha (MUCHISIMA) basura, pero también hay gente talentosa produciendo cosas magnificas y yo creo firmemente que aquello válido artísticamente tiene una manera de manifestarse y brillar hasta el final y que algo como los Fantastic Four de Waid y Wieringo seguirán siendo leídos por las generaciones venideras, por su magia y amor a sus personajes y su medio, por su capacidad para construir historias emocionantes y geniales, mientras que las JLA meltzerianas terminaran siendo relegadas como lo que son: continuity porn, la paja de un fanático sobre sus héroes. Solo hay que tener fe y quitarse de encima los prejuicios. Los superhéroes le han hecho mucho mal al medio, pero hoy en día no son la amenaza, no son el enemigo y hay que dejar de darles ese status de cuco que se traga las aspiraciones artísticas porque a) hay demasiadas cosas buenas en ellos y b) ya no lo son.
Y, por otro lado, ¿cuanta basura se produce por el lado de los comics considerados “independientes”? Por cada “Fun Home” debe haber 10 minicomics inmundos que le roban el estilo de dibujo y los temas a Jeffrey Brown.
Una vez más, el problema radica en ser consumidores conscientes, capaces de separar la paja y el trigo y generar nuestros propios estándares estéticos. Claro que esto es mucho más difícil que armarse de prejuicios y odio y salir a quemar capas.
Update: luego de charlar un poco sobre el tema con Andrés Accorsi por mail, me doy cuenta que meter a Comiqueando en la misma bolsa que Wizard es, cuando menos, muy injusto. Si bien tengo mis diferencias estéticas y estilísticas con respecto al modo de encarar la crítica / periodismo sobre comics con quienes la realizan, es una revista que supera con creces el modelo Wizard, que creo todos podemos concordar es El Mal. Además, yo probablemente no sería fanático del comic de no haber leido la Comicú entre 1994 y el 2001. Por lo tanto, prefiero editar la frase donde la mencionaba para que quede «modelo Wizard». Creo que es más preciso y menos mala leche. No siempre hay que matar al padre.
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Si los comics son un tema que a muchos de ustedes les parece ajeno o misterioso, que opinaran sobre la historia, otra de mis pasiones. A esta disciplina que decidí estudiar la aquejan muchos de los mismos problemas que a los comics: inaccesibilidad, cerrazón, libros a precios prohibitivos, un lenguaje y presentación que desalienta al neófito y, sobre todo, una corporación que domina su conocimiento y difusión como si escondiese un secreto religioso. Y que esta mas interesada por su propia colocación individual y su capacidad trepadora que por comunicarle algo a su potencial audiencia.
Supongo que cualquier estudiante de humanidades se enfrenta al mismo problema y que, si es minimamente inteligente, se asquea de la manera en que la corporación de los profesores se maneja como si fuesen camarillas mafiosas, desesperadas por acumular recursos y arrastrar a sus enemigos por el barro. No es que los estudiantes sean mejores, de cualquier modo: o son imbéciles a los cuales la revolución setentista dejo atrás y que se enmascaran en un falso altruismo y activismo de corto plazo, ideas izquierdistas vencidas e idealismo francamente impracticable (cuyos estándares, por otra parte, de ser aplicados a ellos los revelarían tan podridos como aquellos que quieren combatir), detalles todos que revelan su completa ignorancia sobre el accionar político efectivo; o son pichones de esos mismos profesores, destinados a reproducir su accionar inmundo y a investigar cosas insignificantes, detalles arcanos, completamente desconectados del ahora e incapaces de generar discusión o intercambio de ideas. Su futuro reside en la reproducción del sistema de congresos en donde todo lo que importa es el certificado y quizás una publicación de segunda en alguna editorial universitaria.
¿A que viene todo esto? Hace un par de semanas se realizaron las XI Jornadas Interescuelas de Historia, aquí en San Miguel de Tucumán, el congreso mas grande de Argentina, el lugar donde se supone que la corporación de los historiadores se reúne a discutir ideas y a ponerse al día con lo que se viene investigando. ¡Una gran reunión de mentes! ¡Un acontecimiento científico sin parangon! ¡Un lugar donde la creme de la creme se reúne a iluminarse mutuamente!.
Patrañas. Lo que realmente son las Interescuelas es una gran usina expendidora de certificados, una bolsa de gatos donde hay más de 1500 trabajos y donde lo único que importa es decir tu parte y quizás chuparle la pija a alguna personalidad consagrada. El tamaño solamente de la reunión vuelve completamente imposible articular algún tipo de discusión interesante. Uno se mueve por los pasillos y aulas como un zombie, esperando encontrar alguna mesa decente. Temas e hipótesis perimidos son repetidos por personas a las que lo único que les preocupa es tener su papelito dictaminando que expusieron y largarse de ahí. Los asuntos de los que más se hablan en los pasillos no tienen que ver con nuevos avances en el conocimiento histórico o con intercambios intelectuales de altura, sino con luchas de poder entre camarillas y clavadas de puñales varios. Las mesas destinadas a temas contemporáneos que se salgan un poco del molde “politicasociedadeconomia” son mínimas. El concepto de fuente es vetusto y ridículo.
Caveat: yo este año fui solo…2 horas creo. Pero esas dos horas fueron suficientes para mandarme huyendo hacia las colinas y para confirmar lo que ya sabía: todos los idiotas que se quejan porque las masas consumen la versión para mogólicos de Felipe Pigna de la historia se lo tienen merecido. ¡¿Que es lo que proponen a cambio?! ¿Aburridas investigaciones sobre un gremio insignificante en los años 30? ¿Análisis demográficos de la colonia? ¿“La importancia de los exiliados rumanos en la Argentina del centenario”?. Fuck ‘em. La gente todavía se hace pajas pensando en la “revolución intelectual de los Annales”. Claro que olvidan mencionar que tiene…70 AÑOS. Todos son tan cautelosos para cuidarse los traseros y los contactos que la posibilidad de que surja un grupo dentro de la corporación que busque diferenciarse de sus precursores es ínfima. Todos buscan reproducir lo que ya se sabe, lo que esta probado, lo que ya se ha investigado, solo reduciendo el marco de análisis cada vez mas, hasta niveles microscópicos, que no tienen ningún sentido en el gran esquema de las cosas. Imaginemos una ucronía: el punk nunca sucedió, ni en espíritu, y ELP dominan los charts en el 2007. Bueno, algo así es la mafia de los historiadores profesionales.
Y aquellas voces que se alzan en descontento son aun peores. Durante las Interescuelas los estudiantes se reunieron y realizaron una de esas grandes asambleas donde chillan mucho y deciden nada. Una de sus conclusiones fue: “Se repudia el carácter elitista y alejado de las problemáticas sociales que se evidencian en estos congresos, expresado de manera exponencial en la apertura que se realizó este año con la charla de Chartier sobre Cervantes y Cardeña”. O sea que o nos entregamos al academicismo estéril o caemos en brazos de la dictadura del activismo social y político. “No señor, ni se le ocurra escribir sobre la Historia de la Moda (o de los comics, o de la masturbación o del diablo o de la Guerra Civil Española o de la Revolución Rusa o de los anarquistas sudamericanos) porque AQUÍ SE HABLA DE LAS PROBLEMÁTICAS SOCIALES”. ¡Espero con ansias que su auto designación como censores de lo que es políticamente correcto investigar nos guié a un futuro brillante! Seguro ellos ya están ahí, con sus trabajos punzantes sobre la protesta social y la lucha de clases. Ah, ¿no? ¿Que estaban muy ocupados intentando conservar sus míseros espacios de poder en centros de estudiantes y tomando vino barato? ¡Caramba! ¿Que será de nosotros sin su brillante ingenio para guiarnos? No, claro, se comprende, ¡la revolución es algo MUY DIFICIL de organizar!
“Pero Amadeo” me dirán, “el objetivo de esas jornadas no apunta a llegar al gran publico. ¡Es una MAGNÁNIMA obra de construcción colectiva! ¡En esas reuniones se ponen los ladrillos para el futuro!”. Basura, basura, basura. Para lo único que se ponen los ladrillos es para construir la muralla alrededor de la historia que la vuelve estéril y tan poco atractiva para un ser normal. Deberían quedarse en sus casas escribiendo, analizando y leyendo hasta llegar a construir algo que de hecho aumente el conocimiento histórico, que ayude a progresar a la disciplina. El talento de todos los grandes historiadores proviene de su ambición, de su capacidad para tomar muestras aparentemente insignificantes y a partir de ello pintar una imagen global. Thompson puede haber escrito sobre la lucha de clases en Inglaterra en el siglo XVIII, pero lo que lo vuelve un genio es la manera en que esa muestra aun nos habla sobre la manera en que funciona el capitalismo a escala global. Lo que lo vuelve un genio es su incansable insatisfacción intelectual, no el caer rendido ante formulas fáciles. Pero bueno, caer rendido ante formulas fáciles siempre es mas simple que pensar.
Y sobre todo, deberían aprender a escribir. ¡Por dios! Pocos grupos tan grises y aburridos de escritores he encontrado como los historiadores argentinos en estas reuniones. ¡Que poco preocupados por el estilo que están! ¡Que tremendamente carentes de vida que son sus trabajos! ¿Acaso no les interesa lo que investigan? ¿Acaso no se refriegan las manos como científicos locos ante el descubrimiento de un dato nuevo? ¿Para qué carajo estudiaron historia? ¿Para ser burócratas del conocimiento?
Llámenme iconoclasta o loco o reaccionario, pero creo que la única base para el estudio de la historia debería ser la pasión. La manera en que funciona el gremio tiende a convertirnos en engranajes, pedazos de una maquinaria que se perpetúa y nos hace olvidar todo lo hermoso que podría existir (y existe en obras increíbles) dentro de esta disciplina, el hecho de que en el fondo combina todo lo bueno de un detective, un escritor y un (seudo) científico. Las enormes cantidades de información que nos brinda y nos enseña a manejar. La manera en que ayuda a enriquecer y complejizar un mundo que la mayoría de las veces vemos en tonos de blanco y negro. La satisfacción que da poder entender las causas de un proceso. Lo hermoso que es poder relacionar todas las facetas de la actividad humana como en un puzzle que se extiende inconmensurablemente. La libertad de comprender que todo es historia y que podemos investigar sobre lo que queramos mientras lo hagamos con altura y conocimiento de causa. Y, sobre todo, el hecho de que siempre va a estar incompleta, de que siempre habrá algún debate nuevo, algún punto a discutir, algún espacio oscuro.
¿Hay algo mas satisfactorio y emocionante acaso para el practicante de una disciplina intelectual interesado en el discurso el saber que este nunca se va a acabar? ¿Y que los descubrimientos de hoy van a ser las discusiones del mañana, continua e infinitamente aumentando nuestra conocimiento?. Yo creo que no. No hay que dejar que los hombres grises del status quo oscurezcan este detalle maravilloso sobre la historia.
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El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
(Italo Calvino, Las Ciudades Invisibles).
Jon Savage, el hombre que nos dio «England’s Dreaming», escribe «Teenage: The Creation Of Youth Culture», un libro que trata sobre la invención de la categoría de adolescente desde finales del siglo XIX hasta mitades del XX, mas precisamente, hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Hermoso proyecto que me hace cosquillas en todas mis obsesiones: historia, cultura popular, siglo XX y periodismo.
Camille Paglia lo reseña aquí y Michelangelo Matos hace lo propio en The Onion. Quien me lo regala para mi cumpleaños?