Fotolog: la muerte de la adolescencia.
(ilustración de Antolín, por supuesto)
Hace un par de días la gente se lamenta del aparente cierre del sitio Fotolog.com. Comentarios referentes a lo que fue esa época, hace ya 10 años, donde todos dabamos nuestros primeros pasos en la internet social y eramos unos tiernos post-adolescentes. Todo era cariño, y un ‘bueh, se acabó’. Yo estaba totalmente indignado. Me puse a revisar lo que decían los medios al respecto, y ahí me indigné muchísimo más. La desaparición de un sitio de tal envergadura es una tragedia gigante, y no le importa a nadie.
Todas las notas que leí al respecto tocaban el tema como si fuese un epitafio: Rememorando sus momentos, que hace 8 años era tremendamente exitoso, los floggers en abasto, las selfies y la fama de Cumbio. Pero todas, TODAS las notas consideran el cierre como algo normal, algo inevitable, totalmente lógico ya que el sitio ya no era tan popular y tenía demasiados pocos usuarios. Pero al igual que si una fábrica cierra es espantoso dejar a todos los trabajadores sin trabajo ni un despido, es totalmente impresentable que un sitio web haga pum y desaparezca como la nada.
Cruzando el Río.
(una guía práctica a los distintos barcos de Buquebus para cruzar el Río de la Plata)
Terminal de Puerto Madero
La terminal de Buenos Aires de Buquebus y Seacat es ultra modernosa, fría y desagradable. Tiene esas curiosas placas de metal con agua chorreando constantemente. En su segundo piso, la sala de espera. La gente se acumula, espera, hace una cola interminable de 30 minutos para darse el lujo de tener una mejor ubicación en el barquito.
Tanto en la terminal de Buenos Aires, como en la de Montevideo, como en cualquiera de los barcos, los precios para tomarte un café y comer una medialuna son exhorbitantes y ridículos. 45$ Argentinos (unos 135$ Uruguayos) por un café y 2 medialunas chiquitas. Con los viajes me acostumbré a surtirme siempre antes de viajar, con al menos una botella de agua rellenada inteligentemente antes de salir. Si tengo hambre, es morir en algún alfajor comprado en la parte inferior de la terminal.
Flecha de Buenos Aires
No conozco bien la historia, pero creo que originalmente «Seacat» – la empresa – incluía solamente este barquito, el Flecha de Buenos Aires. Más que un barco, es un barquito, un bondi. Entrás por adelante, tiene unas filas de 3 asientos a los costados, más una gran fila central, cortada por el minúsculo Freeshop que se dedica más que nada a vender alcohol y chocolates. Por su tamaño, el Flecha de Buenos Aires se mueve, y bastante. La única vez en que vi a los encargados del barco repartir alegres bolsas para vomitar fue en el Flecha de Buenos Aires. Pero también, por su tamaño, este barquito es el más ágil y rápido, ya que al ser menos pasajeros el embarque y desembarque es mucho más breve. Eso si: Lleno puede ser un infierno de gente empujandose, gritando, y luchando para colocar el equipaje en la parte superior. A veces se arma una divertida cola alrededor del freeshop (una cola que cubre todo el barco, prácticamente) donde la gente compra su surtido de Jim Bean, London Dry Gin y bolsas de Snickers, Mars y After Eights para regalar previsiblemente a compañeros de trabajo.