Néstor.
En el 2002 yo tenía 17 años y cursaba mi último año de secundaria. Con uno de mis compañeros, un tipo alto que jugaba al básquet, con un padre abogado con libros de política y de la dictadura en su casa, hablábamos de política aunque no sabíamos aún que hablábamos de política. En ese año a caballo, un tanto desdibujado, me decía: “A mí me gusta Kirchner, lo veo como un político polenta, pero para el 2007”. Quién sabe quién elucubrábamos como el candidato con más chances para el año siguiente. A veces me acuerdo de López Murphy. Todo se precipitó y en el 2003, la primera vez que voté, con 18 años flamantes, voté a Néstor Kirchner sin saber muy bien por qué. Me acuerdo de Menem saliendo por el televisor del bar de la facultad diciendo que nunca había perdido una elección y que se retiraba triunfante.
Hoy y ayer fui a la Plaza de Mayo, conmocionado, triste. Había chicas con marcos de anteojos blancos. Viejos con sacos gastados y bigotes gigantes comiendo hamburguesas. Una mujer cambiando los pañales de su hijo sobre un banco. Un morocho todo vestido de azul con pantalones cortos frente de los móviles de la televisión. Una joven vestida de hippie a metros nuestro que saltaba y lloraba y cantaba al mismo tiempo. Mucha, mucha, gente en silla de ruedas, en muletas. Sindicalistas gordos que aplaudían y mostraban los dientes. Una cola de gente increíble, que seguimos durante cuadras, donde las caras mareaban y confundían. Donde se mezclaban trajes, chombas, musculosas, zapatillas y zapatos. Lo que casi todos tenían en común eran sus ojos húmedos, una catarata donde no había vergüenza en sacarse los anteojos y limpiarse con la manga de la remera.
Me encontré el miércoles con mi amigo Fabrizio, al que conocí en mi primer año de Historia, lloraba y decía “Esto es lo lindo, ¿no?”. Con él nos juntábamos en el 2003 y 2004 a fumar porro y hablar de ese gobierno que comenzaba y del que veíamos muchas cosas a ritmo de vertigo. Él no tenía trabajo, yo tampoco, para él el menemismo era algo presente, para mí era un recuerdo difuso, yo no me había dado cuenta de que el país se caía a pedazos hasta el final. Venía de una familia donde la Marcha Peronista sonaba desde chico y yo de una familia donde mi padre se definía peronista pero se sentía en la obligación de defender a Menem, a veces, con dudas, como si siempre se esperase que volviese a ser lo que alguna vez prometió.
En el medio no sé que nos pasó. Bah, puedo saber que me pasó, que creo que es lo que les pasó a varios: nos recibimos, trabajamos precarizadamente, vimos luchas que se perdieron y momentos en los que todo estaba mal y también vimos triunfos fulgurantes, nos pusimos de novios y nos peleamos y aprendimos sobre el compromiso y también sobre ser un poco hijo de puta, escribimos mucho, discutimos con amigos, de pronto comenzamos a ver como nacía algo en nosotros que ni nosotros sabíamos que estaba. Ese mismo agujero que intentábamos cubrir escuchando discos, leyendo comics y novelas, viendo películas producidas por jóvenes llorones de Nueva York.
Para algunos lo importante fue la conmoción inicial de ese presidente que se tiraba al público y se rompía la crisma, que agarraba el bastón al revés. Comenzábamos a leer blogs, aquellos primeros blogs rioplatenses del 2003 y lo veíamos comentado por tipos que oscilaban entre la incredulidad y el cinismo. Otros tantos quedaron indeleblemente shockeados por la obra de gobierno inicial de Néstor, por esos meses y años brillantes donde todos los días parecía haber una nueva decisión. Para otros lo importante vino después, circa 2008 cuándo de golpe todos te puteaban si decías que eras peronista (y mucho menos kirchnerista) cuándo te miraban con cara de suficiencia y cuando todo parecía perdido. Para otros fue la apuesta posterior, el redoble de tambores que de golpe dio vuelta la tortilla. Quizás para unos cuantos muchos fue El Bicentenario.
No importa. Lo que importa es que en el medio este tipo estrábico y su esposa nos metieron un cable de alta tensión en el culo y nos hicieron saltar.
Mariano Canal escribe que “se cierra un ciclo iniciado en 2001: el arco sentimental y político de mi (nuestra) entrada a la adultez”.
Ezequiel, un amigo de Tucumán que en estos años perdió a su madre y tuvo que comprar una casa y aprender a vivir completamente solo, quién fue uno de mis primeros interlocutores a la hora de discutir sobre Néstor y Cristina, me manda un mensaje: “Intente tocar ese cajón, compañero”.
Dario, uno de aquellos con quienes en estos años comencé una de las empresas colectivas más lindas en las que participé, que jamás fue nada que se le pueda achacar K me escribe: “Me emocioné en la plaza, gran consigna Néstor con Perón el pueblo con Cristina”.
Mi novia, a quién la escuche defenestrar la asignación universal por hijo, lloró como nunca todo el miércoles, todo el jueves, no entendía que le pasaba, no podía estar en la plaza más de dos horas porque todo la abrumaba. Se enojaba, me puteaba por cosas que no tenían razón y sin saber por qué.
Yo no había dormido todavía cuándo me llamó mi primo Facundo, un tipo con el que discutí mil veces, un liberal clásico que detesta aquello difuso que se llama peronismo, el primero que me habló, notablemente conmocionado y me dijo “Viejo, sorry que te despierte pero creo que tenés que estar despierto ahora. Se murió Kirchner”. Y yo no lo podía creer.
Y creo que todo se resume en esas palabras de Diego Vecino, que fueron dos twits que casi pasaron desapercibidos y que cada vez que leo me conmueven y me llenan de lágrimas: “Néstor le enseñó muchas cosas a mi generación, compañeros. Casi casi que nos salvó. Hace diez años yo no me hubiese imaginado a mi generación llorando a sus líderes o llorando por nada.”
Es eso, compañeros. De la nada surgió alguien que, de golpe, nos hizo creer que se podía triunfar en algunas cosas, con todos sus defectos, con todas sus limitaciones. Que, quizás, la política podía servir para las mejores aspiraciones humanas, para no tener que caminar por las calles de una ciudad argentina cualquiera y sentirse tan solo, tan abrumado por todo aquello que vemos, ya sea pobreza, tristeza o apatía. El reverso de eso que vivimos, que al fin y al cabo fue ese momento de nuestras vidas donde todo se vive más intensamente que el acero al rojo, son todas esas lágrimas que no pudimos contener.
Nuestra identidad se marcó, se construyó, al mismo ritmo con la política que con el arte o el amor. Y por ello, eternamente agradecidos, Néstor.
Quirky Scottishmen III
O, algunas breves palabras sobre Lloyd Cole And The Commotions.
Lloyd Cole And The Commotions – Sense & Sensibility (A Compilation)
1. Perfect Skin (Rattlesnakes)
Me podrán decir: ¿qué carajo hay para escribir sobre Lloyd Cole? ¿Quién es Lloyd Cole, de cualquier manera? Tiene nombre de músico de salón, además, que feo, que de enfermo egocéntrico, que es poner su nombre antes que el de su banda. Por otro lado, si a uno le describen Lloyd Cole superficialmente, no suena tremendamente atractivo: un cantautor (¡que ni siquiera es escocés! Aunque el resto de su banda si y por ello vamos a doblar las reglas un poco) que compone canciones demasiado conscientes de su propia intelectualidad, con referencias a Truman Capote o Norman Mailer, ex estudiante de filosofía, con una voz afectada de mocoso lector que intenta demostrar todo el tiempo que tiene un “alma vieja”.
Bueno, eso es lo que uno puede pensar hasta que escucha el primer tema de su primer disco, que es coincidentemente el que inicia este compilado. (Dicen que) Los comparaban con los Smiths, lo cual se entiende en parte por la estupendísima guitarra de Neil Clark, que dibuja arabescos sin tener nada que envidiarle a Johnny Marr. Pero también se entiende porque parece que en algún momento de la historia del indie británico todo se comparaba con los Smiths mientras tuviese voz plañidera y letras curiosas. Si hasta los Housemartins nos parecían los Smiths. Pero Lloyd Cole tiene muy poco de la afectación y el sentimiento resbaloso de identificación que caracteriza a Morrissey y los suyos. Es demasiado consciente de sus propio origen, de que es la música de un pretencioso joven intelectual. Y eso funciona a su favor, dándole en muchas ocasiones dobles y triples perspectivas a sus canciones, composiciones cristalinas y emotivas donde el punto de vista nunca es lo que parece y el significado está oculto detrás de una capa de auto-conciencia y, en más de una ocasión, empatía con sus personajes.
Esta canción combina academia con romance y sexualidad dándose cuenta todo el tiempo de lo ridículo de tal yuxtaposición, una historia de jóvenes intelectuales atraídos por mujeres “normales”, de lo estúpido y fútil que sus credenciales son para el romance. Y por supuesto ayuda que la canción sea un pequeño cañonazo, irresistible en la manera en que son irresistibles las canciones que parecen diseñadas para aprovecharse de nuestro amor a las guitarras rodantes.
2. Rich (Easy Pieces)
Este es el primer tema del segundo disco, llamado “Easy Pieces” y producido por Clive Langer y Alan Winstanley, artífices, en parte, del enorme éxito de Madness y empujados a los brazos de Lloyd y compañía por la discográfica. En alguna nota de la Internet leí que el bajista (que aparentemente ahora se dedica a ser un periodista de golf) odia este disco. Para mi es excelente, con momentos que superan ampliamente al primero, al menos en “bombast”, lo cual, para ser sinceros, es probablemente por lo cual querían a Clanger en el primer lugar. Lo importante a recordar es que las baterías suenan FUERTES, al menos aquí, mucho más arrogante que el primero. Hasta que entra una guitarra escuálida que los traiciona completamente.
La novedad es que cuerdas y trompetas, en gran parte, son utilizadas con un fuerte tenor eufórico, antes que contemplativo o lánguido como en gran parte del primer album . El tema parece compuesto al galope y es uno de los mas “fitzgeraldianos” de Cole (curioso que nunca haya namedroppeado a Scott jamás): un millonario gris y solitario, alcohólico y nostálgico, cuyas relaciones han sido truncadas todas por su insensibilidad pero aún eso no lo afecta. Lo curioso es que el tema está cantado desde una perspectiva de tercera persona por Cole, cosa que se reconoce en el estribillo cuando dice “Rich is what to be forsaken /grey and giving it away” y sus sentimientos parecen los opuestos a su personaje. El efecto es simultáneamente celebratorio y burlón, como si Cole se riese de su pauperismo (y celebrase su juventud) al mismo tiempo que anhelase profundamente su vida de playboy, sus mujeres
y sus bebidas. Y el dinero necesario para pagarlas.
3. My Bag (Mainstream)
El primer tema de su tercer disco, “Mainstream”, para completar la trilogía de inicios de discos. Un tema rarísimo porque habla de la cocaína abiertamente y porque es lo más cercano que los Commotions se acercan a un difuso sentimiento sórdido. Los Conmociones eran más bien una banda amable, niños bien de Glasgow, profesionales, seguramente tomaban Coca Cola después de los recitales.
Y es una exploración de la cocaína al estilo Lloyd Cole, que no se priva de frases como “20 storey non stop snow storm”, para terminar siendo demasiado inteligente para su tema, muy poco rockera, una visión ligeramente removida de la situación, lo cual es más curioso porque está narrada en primera persona. No se termina de saber si el tema es positivo o negativo, aunque parecería decidirse más bien por un lugar intermedio y poco molesto, admitiendo que todos tenemos nuestra bolsita. Sin embargo, es efectivo por la base de bajo suena ominosa, como un tono del bajo mundo; por la guitarra del estribillo, que suena exactamente a como uno se siente bajo el efecto de la cocaína, con todas las neuronas electrificadas disparando en direcciones múltiples; y por el carácter repetitivo de muchas de las líneas de Cole, tan parecido a estar charlando sin fin y sin tomar aliento.
4. Rattlesnakes (Rattlesnakes)
El tema que da nombre a su primer disco y la primera aparición de una frondosa galería de mujeres en las letras y canciones de los Conmociones. En este caso la protagonista es una tal Jodie que usa sombreros aunque no llueva y lee Simone de Beauvoir. Pero lo que en otras manos hubiese degenerado en cliché obvio e insoportable, en manos de Cole es una hermosa romantización de una imagen perdida. Una mujer de entreguerras, una chica que modeló su vida bajo la cruz del dinero, del glamour pero también de la intelectualidad, bajo los polos opuestos de Audrey Hepburn y Virginia Woolf, profundamente dañada, incapaz de amar y amante del peligro.
Alguien que solo puede haber terminado mal, suicida o alcohólica, corriendo con su auto en estado de profunda intoxicación, un símbolo de queel exceso de dinero, de conocimiento y de vitalidad solo produce tristeza y soledad. Pero la llave de la canción es la misma de muchos de los temas de Cole, que es que estos personajes, estas creaciones, habitan canciones alegres, emotivas, efímeras e intensas. O sea, mientras otros hubiesen hecho una balada insoportable e indigesta, Cole se descuelga con una canción que quiere obligarte a que te guste, limpia, veloz y bailable.
5. Sean Penn Blues (Mainstream)
Si bien Cole se cansa de nombrar a personalidades importantes y melancólicas del catálogo cultural del siglo XX, en esta canción por primera vez se mete con una persona cercana temporalmente a su momento, con un icono pop de los 80. Con la mega estrella, bah, el protagonista de los tabloides. ¡Y encima lo pone en el título! Sin embargo, hay que mencionar que dentro del catálogo de los Conmociones, estas preocupaciones aparecerán una y otra vez: el dinero y la cultura como dos maneras de habitar un mundo diferente, quizás mejor, e infinitamente más romántico (de hecho, este es, prácticamente, la obsesión de “Mainstream”). A esta preocupación se le contrapone o una exploración de los momentos más solitarios o patéticos de estos personajes “larger than life” o la observación de segundones y normales, de momentos pequeños en la vida de gente pequeña, condenados a desaparecer sin dejar rastro.
La canción es una observación con mucho cariño al Sean Penn de los 80, a quien Cole ridiculiza como un tipo atrapado por su imagen, por su condición de “Mr. Madonna” que continuamente frustra sus intenciones de ser tomado en serio, de leer a los beats en bares y protestar por la política. Hay una profunda sensación de “americana” en la canción, puntuada por el uso juicioso de una armónica y por el intento en los versos de acercarse a una canción rock. Pero al final la imagen que nos queda del petiso Penn es la de un pobre tipo, aplastado por su famosa esposa, con marcas de zapatos de tacón por todo el cuerpo, como dice el estribillo. Que, curiosamente, es el momento en que la canción parece relajarse y aceptar su condición, descartar su pretensión de ser un poeta beat para ser meramente una celebridad.
6. Grace (Easy Pieces)
Esta canción retorna a los protagonistas femeninos, y parece describir a una mujer a la cual cumplir 28 años la ha vuelto amargada y depresiva, creyendo que sus mejores días están detrás. Hasta que uno se da cuenta de que quien canta realmente es su pareja y que todos los índices de su declive están dados por este narrador poco confiable. Quizás es él que la ve más amargada y pálida. Quizás el no puede soportar la idea de que la belleza desaparezca. Quizás confunde amargura con desamor. Poco a poco nos damos cuenta de que es una canción profundamente resentida y que por momentos (en ese “ooh, is it hard to take / ooh, is it hard to swallow, is it” que Cole canta con supremo desdén) parece estar directamente burlándose de la pobre muchacha, de sus inseguridades y malos humores. Ni siquiera la última estrofa, que parece ser un perdón, lo salva. Y no ayuda, por supuesto, que la banda suene como un triunfo, aerodinámica, bella, con unas guitarras que podrían cortar queso y unos toques de teclado que parecen risas.
7. Jennifer She Said (Mainstream)
Continuando con un tríptico falsamente femenino (lo cual es una constante en las canciones de Cole: hablan de mujeres siempre a través de la óptica de un hombre que tiene algún interés o distancia de la situación) una canción absolutamente fantástica sobre los errores de los tatuajes. Un amigo decía que todas las casas de tatuajes deberían tener un letrero que diga “El 70% de las personas que se tatúan a los 18 años se arrepiente a los 21. Espere”. Esta canción podría ser el sonido de esa afirmación. Un pobre tipo se tatúa el nombre de su novia para luego descubrirse abandonado. La canción alcanza un patetismo tan absoluto que sale por el otro lado, y se convierte en profunda empatía. O sea, me imagino un amigo mirando con apenas disimulada diversión a otro, quien se acaba de pelear, y riendo por dentro de su ridículo tatuaje con el nombre de su ex novia. Pero al mismo tiempo comprendiendo el dolor de la separación real. Toda la canción refuerza ese sentimiento, desde las líneas “oh forever you said, that’s forever you said” y “her name on you” que Cole canta con suprema emoción, suavidad y convencimiento, pasando por el hecho de que la última estrofa sea un despreciativo “you change like the weather / but this is the rain”, hasta el hecho de que su primera escucha te convence de que es una canción de amor, cuando es precisamente lo contrario.
8. Pretty Gone (Easy Pieces)
Completando la trilogía de perspectivas torcidas, una canción de ese siempre popular género “estúpidas parejas que no saben cómo estar juntas”. Sedada y tranquila, la virtud del tema es que en este caso el histérico es el hombre, quién, como en muchos casos, tiene a una chica bajo su influjo y no tiene la más mínima idea de cómo manejarla. Es una canción bellísima que se revela como tal solamente cuando uno la escucha bastante y descubre el emocionante contraste entre la mayoría de la misma, tocada con el relajamiento y la profesionalidad de una vieja banda de bar de las Vegas, y la última estrofa, en donde entra un teclado evangélico, la guitarra se decanta en un loop que sugiere el momento previo a toda decisión liberadora, puro entusiasmo y esperanza, y luego aparecen unos vientos que directamente nos dan ganas de hacer un puño. Pequeña claustrofóbica maravilla.
9. Charlotte Street (Rattlesnakes)
Esta es una de esas canciones que parecen completamente artificiales y que son redimidas, en gran parte, por la maestría de la banda que acompañaba a Cole en estos años, por su capacidad para enhebrar melodías que sonaban a la vez serias y ligeras. Es una canción que retorna (como gran parte de su primer disco, en el que parecía que tenía demasiado que probar) al territorio de los romances intelectuales. Como en tantas otras canciones, el protagonista es un joven poeta frustrado y ligeramente cruel que no ha aprendido a manejar sus sentimientos ni las cosas que le suceden, que está perpetuamente atrapado entre sus aspiraciones y su realidad diaria, que le informa que no es muy útil. Si algo tiene de bueno Lloyd Cole es que ponía en entredicho continuamente su propia imagen y lo que quería proyectar, que era un compositor profundamente consciente de sí mismo y que no tenía miedo en perseguir sus obsesiones ligeramente snob al mismo tiempo que se burlaba de ellas.
10. Mr. Malcontent (Mainstream)
… Una tendencia que tiene su expresión más profunda en ésta canción, que no por nada está en su último disco. Pareciera hablar todo el tiempo de si mismo. “A waste of space and alcohol / drinking rain and eating soil / and slogans off the wall”. Es como el despertar de la larga adolescencia en la que descubrimos que las cosas que nos identificaban y creíamos que nos hacían mejores que los demás son en realidad lugares comunes, mentiras pre-fabricadas que han perdido todo su potencial para hacernos especiales, y en el fondo solo tenemos pequeñas miserias y pequeñas alegrías, como el resto de la raza humana. El señor descontento en el fondo es solo otro snob insoportable.
Casi, casi, es un tema enojado. Con algunos riffs (muy suavizados) en el estribillo y dos minutos finales en los que Lloyd esta lo más cerca que lo escuchamos de abandonar su “politeness” habitual (¡hasta se lo escucha reír con desprecio!) y arañar su jaula auto-impuesta, y un Neil Clark que de golpe parece haberse vuelto un vaquero.
11. Lost Weekend (Easy Pieces)
“Lost Weekend”, por otro lado, es un retorno a esas canciones que romantizan otro tiempo y otro lugar. Quizás sea solo mi interpretación de fan, pero al escucharla, con solo un par de referencias (neumonía y Amsterdam) yo me imagino una historia de amor del Siglo XIX, entre dos personas pobres y sin la posibilidad de comprar medicina, en una habitación de hotel de mala muerte, vestidos con harapos y en un solo colchón comido por las pulgas y las chinches. Bebiendo ajenjo, quizás.
Es una canción encantadoramente arcaica, al menos en mi mente (la letra, en realidad, no da más precisiones), es una balada trágica, pero al mismo tiempo fue el éxito más grande de la banda en Inglaterra. Y se nota porqué: la música es saltarina como una canción popular para que bailen las muchachas en ronda, Cole canta con alegría y convencimiento, la guitarra parece un manantial de agua cristalina y tiene unos pianitos encantadores que enmascaran de mil maravillas la misma tristeza que muchas veces asomaba la cabeza en Madness.
12. Minor Character (Mainstream)
“Minor Character” lidia con un evento que nos ha sucedido a todos nosotros en algún momento de nuestras vidas: darnos cuenta que, en la vida de alguien que evidentemente nos importaba demasiado, somos solamente un personaje secundario, que de golpe es expulsado mientras el protagonista continua con su vida normalmente. Y también sobre los momentos posteriores, la horrible sensación de preguntarse que estará haciendo, con quién pasará el tiempo. La espantosa posibilidad de convertirse en un extraño. Comparada continuamente con la vida “normal”, anterior al quiebre, transmite todo el efecto de la absoluta impotencia en ese tipo de situaciones, e incluso posiciona el suicidio como una respuesta absurda y aniñada. Lo peor de esto es que hay que seguir viviendo.
13. 2CV (Rattlesnakes)
Leí en alguna entrevista que Lloyd Cole decía que esta era la canción más cercana a su propia experiencia que había escrito para su primer disco, y se nota mucho. Es casi una canción de cuna de iniciación sexual, que recuerda con mucha ternura una escapada a un hotel con una chica la cual parecería ni siquiera haber sido muy cercana a nuestro autor.
Es hermosa por la manera en que transmite con completa verosimilitud la expectación y la magia de esos primeros encuentros juveniles con el sexo opuesto, la vulnerabilidad y la necesidad de compañía que se resuelve con personas que, probablemente, nunca formen parte de la lista de nuestros grandes amores. El ritmo es completamente relajado, como el sol del verano bajo el cual los amantes gastaban el tiempo. Recuerda a un personaje secundario de una manera diametralmente opuesta a la canción anterior, con mucho cariño y no poca nostalgia. Captura perfectamente un momento, que puede ser resumido en la frase, brillante como pocas, “All we ever shared was a taste in clothes”.
14. Are You Ready To Be Heartbroken? (Rattlesnakes)
Que esta sea la canción por la cual se recuerda a Lloyd Cole y The Commotions no tiene nada de injusto. Es, de hecho, una canción grandiosa y perfecta, una combinación de emoción e inteligencia (combinación que, como notarán, obsesiona a Cole en estos tres discos, una combinación de honestidad emocional con la pretensión e “inteligencia” de alguien que se cree superior a esos sentimientos) en cantidades precisas, una disección de un estereotipo y una celebración del poder devastador del amor.
Básicamente, Cole le canta a un personaje “X” que parece vivir una vida bohemia pero sin ningún compromiso con los corazones partidos y el sufrimiento cosa que, para Lloyd, es prácticamente escandalosa y necesaria para un tipo de vida de esa naturaleza. Impertérrito, sonríe frente a sus amigos y los hace sentir culpables por su falta de alegría. Pero no sabe lo que es estar descorazonado, no sabe lo que es sufrir.
La banda, por su parte, pela su mejor cara lounge, con un bajo que domina la canción como si fuese un día de otoño en un pub escocés, una batería reducida a su mínima expresión y un Lloyd Cole que amenaza continuamente, que promete dolor pero sin superioridad, solo con conocimiento de causa y tristeza por lo que le espera al protagonista y unos deliciosos coros femeninos cincuenteros. Luego de que Cole canta “Are you ready to bleed?”, los últimos 30 segundos son un hermoso colchón de cuerdas que parece decir “si, así de genial y así de terrible es estar enamorado”.
15. These Days (Mainstream)
Y, finalmente, la última canción del último disco de Lloyd Cole And The Commotions, una ínfima maravilla de sintetizadores con apenas la voz de Cole encima. ¿Vieron como siempre describen a algunas canciones como “invernales”, lo cual generalmente significa “canciones para escuchar apretando con alguna chica bajo las mantas”? Bueno, esta es una de las pocas canciones (como “Spider And I” de Brian Eno) que realmente pueden apropiarse de ese adjetivo. Es como dormir sobre nubes adentro de una casa mientras afuera la nieve cae y cubre al mundo. Es como si un fantasma velase a una chica solitaria.
Cole canta “You don’t need a lover in this climate / you don’t need a boyfriend in your bed / these days / put a blanket round you, baby” y todo suena frágil, encantador, callado. Pareciera que está intentando disuadirla, que está deseando que lo espere, que en el verano van a poder estar juntos y por favor no se enganche con otra persona. Es vulnerabilidad pelada y profundamente arrobadora y es una excelente manera de despedir a uno de los grandes compositores ignorados de los 80. En estos días, la sensibilidad ya no se usa como antes.