Algunas notas sobre El Eternauta.


I.
Leí El Eternauta, ese elefante en la habitación de la historieta argentina, por primera vez hace un par de semanas. Si, soy un mal historiador, lo sé, pero cuando tenía 9-10 años me había parecido un plomo y, en definitiva, las obras le llegan a uno en el tiempo en que le llegan y aun no he visto Citizen Kane.

II.
Lo primero que me sorprendió del asunto es la insoportable sensación de “survival horror” que empapa a todo el comic. Durante sus primeras 100 o 200 páginas, hasta que la nevada mortal para, lo único que les preocupa a sus personajes es sobrevivir, encontrar comida, agua, salir a la calle sin morir, entrar a las casas con la mayor precaución del mundo. La analogía mas precisa es una película de zombies: un grupo de gente, los últimos supervivientes de una catástrofe, huyendo y ocultándose en un ambiente que antes les era familiar y ahora es mortal. Es atrapante y desesperante observar las preparaciones de hormiga que Juan Salvo y sus amigos realizan para ganarle unas horas a la muerte.

III.
Y es en esas preparaciones que uno se da cuenta de lo mas impactante de El Eternauta, que es la manera en que Oesterheld y Solano Lopez manejan el suspenso, el crecimiento de la invasión y la amenaza, haciendo aparecer con tranquilidad y con gran tensión a los cascarudos, los manos, los gurbos y dejando a los ellos en suspenso e incógnita. Demuestran una gran maestría en la manipulación de los tiempos de lectura y, además, es adictivo como la puta madre, haciendo que uno se devore el comic como si fuese m&m’s. Un método sobretodo efectiva en la introducción de los gurbos, que se prolonga a lo largo de incontables páginas en los que uno (por mas que ya los conoce de memoria) desea ver de una puta vez esas incontenibles maquinas de destrucción.

IV.
Solano Lopez es bueno, bastante bueno. Se nota la influencia de Pratt y de los grandes maestros de aventuras, sobre todo Raymond y Caniff, pero sus personajes están delimitados, sobre todo, por el negro. Grandes manchones de tinta en lo que son sus caras, unas cuantas líneas oscuras para marcar sus arrugas, su transpiración, su cansancio. Los personajes principales son todos blancos, los enemigos son todos negros (ta bien, los manos no, pero se visten de negro), aumentando en tamaño hasta llegar a la mole de los gurbos, la oscuridad total. Es muy bueno el modo en que aprovecha el escenario de la nieve mortal para generar un contrapunto con pequeñas figuras que se mueven en enormes escenarios blancos y desolados, con pequeñas manchas de nieve que caen y caen y caen sobre sus trajes. Sin embargo a veces sus figuras son demasiado estáticas, duras, sus caras se deforman y aparecen comprimidas y le faltan dos cosas: mas líneas cinéticas y mas onomatopeyas. Por momentos las escenas de acción parecen chatas y aburridas, poco emocionantes por la falta de estos elementos de movimiento e inmersión. Aunque quizás sea solo un prejuicio de un lector de comics del año 2008, acostumbrado al kineticismo de los comics norteamericanos (o, mejor dicho, al lenguaje visual que Jack Kirby creó).

V.
Como aventura, es impecable. Es inteligente, es divertida, es atrapante, tiene algo de la buena ciencia ficción dura, que es el hecho de que todos los aparatos y seres que aparecen son plausibles, dentro de todo, y que su introducción esta tan bien regulada que su carácter poco fantástico nunca se torna aburrido, inclusive se vuelve una virtud, al presentarlos como seres que no son completamente malos, solo víctimas de las circunstancias.
Al mismo tiempo tiene algo de ciencia ficción blanda en que no quiere explicar todo, en que deja partes de la historia y del origen de las razas invasoras deliberadamente oscuro, que no nos bombardea con datos técnicos sobre sus naves o su rayo mortal. Por momentos la narración se torna pesada, con demasiados cuadros de texto que explican lo que ya se ve en los dibujos, pero mayormente este vicio (entendible por la época) es poco visible. Es, sobre todo, una obra magníficamente estructurada, con ese final magistral digno de Alfred Bester o Kurt Vonnegut y con la escala de la lucha, los triunfos y las derrotas, dosificados de un modo tal que nunca creemos en la derrota o el triunfo absoluto de ninguno de los dos bandos. Hasta el final, claro.

VI.
Es perfectamente entendible porqué atrapó la imaginación de la gente como lo hizo: Buenos Aires es un personaje, un personaje reconocible y ajeno, cambiado por la destrucción pero representado con tanto detalle que lo hace familiar. La gente debe haber flipado un montón viendo las calles que caminaba todos los días cubiertas de nieve, los monumentos destruidos. Además es un comic que hace un uso preciso y fundamental del espacio, que no podría suceder en otra ciudad.
Y me pone a pensar en la relación entre la gente y las ciudades y el hecho de que parecemos siempre mas atrapados por imágenes distópicas, derruidas de las ciudades que conocemos o imaginamos (piensen en El Planeta de los Simios) que en ver imágenes de una utopía en la cual son brillantes y sofisticadas. Pareciera que la raza humana sabe que hay algo antinatural en el crecimiento urbano, en el laberinto en el que se van convirtiendo nuestras ciudades y que en algún lugar de nuestra psique colectiva sabemos que Todo Esto Solo Puede Terminar Mal.

VII.
A pesar de todas estas virtudes, hay algo que me sigue incomodando: la lectura del Eternauta como una obra que exalta, sobre todo, la lucha del Héroe Colectivo. Si, hay algo de eso, pero me parece que es más bien una lectura a contramano, una visión que se ha impuesto al comic a raíz del destino político de Oesterheld, vicio común y bastante molesto de casi todos los comentadores, que exaltan a Oesterheld como héroe de la historia política argentina hasta el punto de obscurecer sus habilidades y limitaciones como historietista.
No sé cuanto de ello hay en las secuelas, que no leí, pero acá la fábula del Héroe Colectivo parece mas bien subordinada a las necesidades de avanzar la historia, los personajes están puestos ahí porque cumplen una función al desarrollar la aventura, no porque sean una gran alegoría sobre la raza humana. Mí visión es algo así: Juan Salvo es el everyman, el tipo que Oesterheld pone ahí para introducir a los lectores en la historia, el que los guía de la mano y nos muestra, a través de sus ojos tan poco entrenados como los nuestros, lo que va pasando; Favalli es el “científico”, el que hace falta para “explicar” ciertos artefactos, para generar soluciones en esas primeras páginas de aislamiento; Franco es el músculo de la operación, el que sería el héroe en otra versión de la historia, el hombre arrojado, sin miedo; Mosca es el comic-relief, el tipo gracioso que aliviana los momentos de tensión; finalmente, el Cabo Amaya es la representación de la organización, de lo poco que queda de los cuerpos de control y orden, del estado. Pero mas allá de eso los personajes no están muy delineados, no son tan interesantes mas allá de la función que cumplen en la historia, no sabemos mucho de ellos mas que algunos datos: Juan Salvo ama a su mujer y a su hija, Favalli es inteligente y más bien pesimista, Mosca es un optimista un tanto chalado. Están subsumidos en la misión, en la narración, su función es mover el plot adelante. Hay referencias al espíritu inquebrantable del ser humano, pero no son suficientes como para fundar toda una línea de análisis que se ha vuelto predominante. Y al final pierden. ¿Que clase de héroe colectivo es ese?.
Me parece, en definitiva, que es una visión que arroja luz mas sobre las falencias de la obra que sobre sus virtudes, una lectura forzada que no piensa en el comic como comic sino en el comic como panfleto político y que, justamente, es una de las cosas que evita ubicarlo y analizarlo en sus propios términos. “El Eternauta” es una obra magnífica dentro del género de aventuras y dentro del género de la ciencia ficción, es algo increíble para haber sido producido a finales de los 50, una obra adulta e inteligente, que de haber sido publicada en otro país, hubiese fundado todo un subgénero.
Pero que también hubiese sido, tarde o temprano, sobrepasada. La veneración de la que es producto “El Eternauta”, veneración que se mezcla con la de su autor, me parece que es uno de los bloques mas grandes en el crecimiento del comic argentino (junto con los lamentables vaivenes político-económicos). Nadie hace concursos en los cuales se redibujan historias de Milton Caniff o de Tezuka en el 2008. Ninguna escena de comics mundial presenta la obra de un tipo que lleva muerto más de 30 años como su mayor logro.
Creo que lo que quiero decir es que ya va siendo hora de asesinar al padre, de sacudir un poco el canon tácito del comic argentino. “El Eternauta” es muy bueno pero tiene fallas como cualquier otro comic, es el producto de un lenguaje de hace medio siglo, evolucionadísimo desde entonces. Es hora de producir obras del Ahora, de dejar de mezclar una historia de vida admirable con su producción artística. Es solo un buen comic, no la Biblia.