A veces la clasificación «música outsider» me parece un poco ridícula. Es como una especie de tacho de basura donde se tira todo lo que no se puede poner en ningún otro lado. Pero al mismo tiempo es una clasificación útil porque cuando a uno le hablan de un artista outsider se puede hacer una imagen de lo que le espera mucho más precisa y certera que con géneros mucho más definidos. Uno se imagina cosas como las que voy a comentar a continuación, así que aunque a veces me parezca un poco ridículo, voy a decir que todo esto que estuve escuchando últimamente y que van a tener el placer (o no) de escuchar ustedes también, es música outsider.
Florence Foster Jenkins – Die Fledermaus
Reciéntemente un amigo me hizo ver un video de jazz latino donde todos eran virtuosos de sus instrumentos y había solos de todo y comenté que me gustaría ver eso mismo pero tocado por gente que apenas supiera tocar y que era una lástima que, a diferencia de la música pop, en el jazz y la música clásica no había músicos verdaderamente amateurs. En seguida me acordé que había un caso así, el caso de la que posiblemente sea la peor cantante de ópera de la historia, Florence Foster Jenkins. Después de divorciarse de su marido y de heredar una buena cantidad de plata de su padre, Jenkins, con más de cuarenta años, decidió cumplir el sueño de su juventud que su familia había aplastado, dedicarse a la música. Se codeó con músicos, estudió canto, no aprendió nada y empezó a montar óperas sin poder cantar absolutamente nada. Apenas tenía sentido del tempo, perdía el ritmo, desafinaba todo el tiempo y no podía mantener una sola nota, aún así estaba convencida de que era buena y sus shows se volvían tan divertidos para la gente que tenían éxito y respuestas favorables de todo el mundo, lo que sumaba a su idea de que realmente era buena. Escucharla es divertido, no tanto porque uno puede reírse de que cante mal (el chiste se acabaría rápido), sino porque su amateurismo y su desprolijidad genera una frescura que jamás sentí escuchando ópera (de hecho, no soporto la ópera).
Eilert Pilarm – Love Me Tender
Escuchar a un imitador de Elvis no suena como algo interesante, pero cuando el imitador es un finlandés que no se parece en nada a Elvis en ningún aspecto, no sabe cantar en lo más mínimo, no puede cantar en inglés y todas las canciones le salen raras las cosas toman otro color. La mayor parte del tiempo ni siquiera parece un imitador de Elvis sino la grabación de un borracho que no sabe inglés cantando cantando karaoke. Pero con Pilarm pasa lo mismo que con Jenkins, se nota que no es un tarado tratando de ser gracioso o una parodia sino que se lo toma totalmente en serio y eso es lo que lo hace digno de ser escuchado.
Wesley Willis – Rock and Roll MacDonald’s
Al contrario que pasa con otra gente como Daniel Johnston, en la música de Willis se nota claramente su enfermedad y cuando uno lo escucha es fácil pensar que solo un esquizofrénico podría haber grabado eso. La mayoría de las canciones son casi iguales y se tratan en gran parte de él hablando o repitiendo el nombre de la canción. Aún así son bastante divertidas y escuchar un disco entero es toda una experiencia porque es diferente a todo y después de un rato uno piensa que va a terminar volviéndose esquizofrénico también. Hasta su muerte en 2003 Willis consiguió un culto bastante considerable, grabó cientos de canciones, tocó muchos shows en vivo y pegó muchísimos cabezazos a su público. Esta canción es posiblemente la más clásica y conocido de un repertorio y una de las mejores y más divertidas.
Wild Man Fischer – Merry-Go-Round
Wild Man Fischer – Jennifer Jones
Esto es para mí lo más interesante del post y mientras los otros podrían ser escuchados por más de uno con ironía o como nada más que curiosidades, Larry «Wild Man» Fischer no se presta a eso. A Fischer, como a las Shaggs, lo conocemos gracias a Zappa que lo descubrió en los 70s por las calles de Los Angeles donde cantaba canciones a cambio de 10 centavos desde que había salido diagnosticado con esquizofrenia y desorden bipolar del psiquiátrico al que lo había confinado su madre después de haber sido expulsado del colegio por cantar y de haber atacado a su madre y un largo etcétera. Zappa le produjo su primer disco, An Evening with Wild Man Fischer, un disco doble donde están incluidos estos dos temas. Es un disco fragmentado que se escucha como un solo tema o como un solo viaje a través de la mente de Fischer, narrado en su estilo único de cantar a los gritos, con canciones increibles de un minuto seguidas de Fischer explicándolas o contando historias o de grabaciones de él en la calle cantando y conversando o cantando The Merry-Go-Round una vez más. Los artistas únicos como Fischer hacen cosas únicas como este disco y en el medio de todo el griterío y el salvajismo hay canciones fantásticas, temas gancheros y momentos de belleza intensa como el estribillo de «Jennifer Jones», todo teñido de ese tipo de inocencia que solo se encuentra en este tipo de artistas.