Bailen en Calzoncillos: Lo Mejor del 2011.
Se acerca el fin de año y, como buen neurótico obsesivo fanático de las listas, comienzo a pensar un balance de aquellos discos que más me gustaron. Durante muchos años hice una lista de lo mejor del año acá y antes en Modern Life Is Rubbish. Pero el año pasado me hice el boludo, porque, para decirles la verdad, estaba cansado, cubierto de trabajo y sin ganas de agarrar y escribir 20 o 25 textitos justificando porque cada disco merece su atención.
Y este año tampoco tengo ganas de hacer eso. La verdad, si quieren que les confiese, es que hace dos años que escribo una columna mensual de música en la revista Haciendo Cine y, si bien es un buen ejercicio que me obliga a seguir escuchando nuevos lanzamientos y pensar sobre ellos, también es agotador. Es cansador tener que pensar dos o tres textos de 800 caracteres por mes vendiendo un disco y no repetirse. Si fuese un escritor honesto, lo que haría es subir todas esas reseñitas y dejar en evidencia cuantas veces uso los mismos adjetivos, cuantas veces justifico algo por la emoción que produce, cuantas veces hablo de rock electrónico y robot y de “tecladitos”. Pero la verdad que soy un farsante, y no tengo ganas de someterme en ese ejercicio.
Escribir la lista de fin de año hubiese sido escribir de nuevo esas reseñas, volver sobre mis pasos, aburrirme. Ya no hace falta. Ahora ustedes, gracias al crecimiento de las redes sociales y los servicios de streaming, pueden experimentarlo con sus propios oídos. En alguna época hacía una lista sin siquiera links de descarga. Que regresivo que sería eso ahora.
Entonces, lo que hice fue armar un playlist de Grooveshark (ese servicio de streaming musical tan nacional y popular, indispensable en fiestas y oficinas) con lo mejor (para mí) del año. Es un work in progress, todavía no pude agregarle los tema del disco de The Fall de este año, ni escuché el de Mountain Goats o el de Robyn Hitchcock con atención, ni sé que agregar del de Kate Bush. Hay obsesiones continuas (Electric Six, Art Brut, Malkmus, Antolín, 107 Faunos), bandas nuevas (Das Racist, The Vaccines, Posavasos) y de todo un poco. Y hasta contiene una pequeña trampa: un tema de Solletico del 2010 que descubrí este año y que me parece tan, pero tan genial (además de que su EP salió a finales del año pasado) que merecía estar aquí.
Vayan, escuchen, comenten, pónganlo en sus casas, bájense los discos después. Lo hermoso de esta época es que no necesitan un sabio que les guie infaliblemente alrededor de que bajar.
Ah, y el disco de Lady Gaga es muy malo, tanto que casi me arrepiento de haberle dado un lugar preferencial a su debut hace unos años.
Actualización Mayo 2013!
Grooveshark es una porquería que se puso la gorra y comenzó a borrar temas a mansalva de todas las listas. Como consecuencia, también se comió varios de los temas de ésta. Por lo tanto, decidí cortar por lo sano y volver a lo natural y subirla para que se bajen (incluyendo algunos cambios y agregados). Espero que lo disfruten.
01 – Relax (Das Racist)
02 – Dystopia (The Earth Is On Fire) (Yacht)
03 – The Great Pan Is Dead (Cold Cave)
04 – Running On Nothing (Fucked Up)
05 – If You Wanna (The Vaccines)
06 – Cachorros (107 Faunos)
07 – Clever Clever Jazz Man (Art Brut)
08 – Nunca Seré Una Canción En La Radio (Valentín y los Volcanes)
09 – Mexican Grand Prix (Mogwai)
10 – Brand New Dance (Das Racist)
11 – Banana Ripple (Junior Boys)
12 – Warm In The Winter (Glass Candy)
13 – Die Tonight (JJ)
14 – Sleep Rules Everything Around Me (Wugazi)
15 – I Just Had Sex (Lonely Island ft. Akon)
16 – Friend Of The People (Lupe Fiasco ft. Dosage)
17 – When I Get Back (Handsome Furs)
18 – Fallout (Neon Indian)
19 – Quantum Leap (John Maus)
20 – Solo En La Ruta (Adrián Cayetano Paoletti)
21 – Asalto Comando (Antolín)
22 – Boris Becker (Compañero Asma)
23 – Ace of Hz (Ladytron)
24 – Kidz (Take That)
25 – Ritual (Ladytron)
26 – Scars (Moon Duo)
27 – Short Version (Wild Flag)
28 – Electric Band (Wild Flag)
29 – Icons Of Summer (Cold Cave)
30 – It Gets Hot (Electric Six)
31 – Sexy (Art Brut)
32 – Heartbeat (Childish Gambino)
33 – Death Rays (Mogwai)
34 – New Adventures (Future Of The Left)
35 – The Hunter (Melody Club)
36 – Breaking Up With God (The Ark)
37 – Cosmic Cars (The Dirtbombs)
38 – Chew It Like a Gun Gum (The Death Set)
39 – Yo David Chase! You P.O.V. Shot Me In The Head (The Death Set ft. Diplo)
40 – Rocky (The Lonely Island)
41 – Free Samples (Electric Six)
42 – Slow Like That (Wugazi)
43 – Gangsta (Tune-Yards)
44 – Joaquin Phoenix (Lupe Fiasco ft. Lil’ Ronnie)
45 – Audio, Video, Disco (Justice)
46 – Dreamer’s Wasteland (Melody Club)
47 – Tema de Eduardo (Maximiliano Farber y los Traductores)
48 – Senator (Stephen Malkmus & The Jicks)
49 – Please Take (Wire)
50 – My Terrible Friend (The Pains Of Being Pure At Heart)
51 – Baby Missiles (The War On Drugs)
52 – Nobody Knows (The Feelies)
53 – Free All The Monsters (The Bats)
54 – Calling All Demons (The Mekons)
55 – Yonkers (Tyler, The Creator)
56 – Happi Song (The Fall)
57 – Eso Que Decías (Posavasos)
58 – Chica Mala (Solletico)
59 – El Día Del Huracán [Versión Acústica] (El Mató a un Policía Motorizado)
60 – Eight Letters (Take That)
61 – Shangri-La (Yacht)
El Último Año De La Primera Década Del Nuevo Siglo.
(El año en que publiqué mi lista tarde y en el que no tiene un número par de entradas que sea múltiplo de cinco. Sin embargo, debo decir, que probablemente disfruté de todos los discos que están en esta lista mucho más que algunos que ponía en listas de años anteriores para llegar al relleno. Ah! Y no hay compilado, pero si me rompen las bolas lo hago.)
01. Fever Ray – Fever Ray
Casi el único disco del año que me movilizó lo suficiente como para escribir sobre él a lo largo del mismo, el disco de Karin Dreijer Andersson es realmente una desvío fantástico de su tarea como la mitad de The Knife, que toma todo lo que esta banda tiene de amenazador y lo potencia, abandonando por completo las pretensiones a algún tipo de musicalidad pop.
O sea, lo que queda aquí es gélido y claustrofóbico. Hace poco lo puse de nuevo, en la casa de una amiga, en medio de un día “bochornoso” como dicen los medios, de ventilador y cerveza helada. E inmediatamente sentí que el sudor se secaba y comenzaba a correr un viento frio y que estaba en un lugar donde todo el tiempo podían apuñalarme por la espalda.
La comparé con “Let The Right One In” y ahora agregó otra cosa a la que me remitió en las últimas semanas: el mediometraje “Jenifer” de Masters Of Horror, dirigido por Dario Argento. Véanlo y después me dicen.
02. Lady Gaga –The Fame Monster
¿Qué es lo que molesta tanto de Lady Gaga? ¿Será su capacidad y descarada intencionalidad para procesar cualquier tendencia de la cultura consumista contemporánea y convertirla en canción? ¿Será su expreso deseo de modelarse como una gran súper estrella pop? ¿Será que ha logrado su objetivo y ahora sus canciones suenan en todos lados, provocando la urticaria de los adeptos a la “música de verdad”? ¿Será su manipulación transparente de su imagen? ¿Serán sus vestidos?
Es probable que sea un poco de todo ello. Después de todo, la gente detesta sentirse manipulada y Lady Gaga cuenta con esa capacidad como un superpoder. Pero más allá de todos estos detalles (que, si me preguntan a mí, en realidad la vuelven más grande e interesante como artista, es mejor que el mismo productor de la música esté a cargo de su imagen y su fantasía antes que sea un conglomerado de asesores de imagen sin cara) hay una excelente colección de canciones en su debut, que encima descolla mucho más con el agregado del ep que lo acompañó en su reedición de fin de año. ¿Cómo no rendirse frente a esa re-interpretación anfetamínica de “Fernando” que es “Alejandro”? ¿Cómo no amar un disco que empieza con la suprema confianza de “Just Dance”? ¿O no sentirse como un adolescente estúpido escuchando “Eh Eh (Nothing Else I Can Say)”?. Hasta “Poker Face” y “Bad Romance” aún no me han agotado, a pesar de haberlos escuchado mil veces en diversos contextos. Es música pop de excelente factura, consciente de que tiene buenos ganchos y que sabe usarlos, perfectamente adaptada para estos tiempos de aceleración informativa y creación de identidades múltiple. Deberían relajarse y disfrutarlo por ser exactamente lo qué es, sin pedir disculpas ni poner excusas.
03. Metric – Fantasies
Cuando escuché por primera vez el disco de Metric, allá por Marzo de este año, me sucedió exactamente lo mismo que me paso cuando lo puse recién para refrescarlo un poco: comienza el primer tema con esa batería marcial (y uno de mis grandes debilidades, en el terreno de la música, son las baterías marciales, los ritmos repetitivos que parecen llamar a la guerra) y Emily Haines se escapa del panorama musical para murmurar: “I tremble… / They’re gonna eat me alive” y se me pone la piel de gallina y se me eriza la garganta.
Metric es una de esas bandas que solo parecen ser reconocidas furiosamente por sus fans, que los encuentran increíblemente sinceros, demoledores y concisos. En general, esta apreciación me parecía acertada ya que en sus discos anteriores se destacaban, sobre todo, por sus singles (“Combat Baby” y “Monster Hospital” son canciones arrolladoras, temibles). Pero este disco parece tener una determinación de lazer, una voluntad y sonido que, quizás, están perfectamente definidos en el título de su última canción: “Stadium Love”. Un disco desafiante, gigantesco, pero de la manera en que son los grandes sentimientos: de un modo un tanto privado, avasallador en el fuero interno. Sé que es una contradicción, pero no tengo otra manera de ponerlo. Es un disco de estadio para escuchar en los auriculares en el colectivo. Directo, certero al corazón, con una de las mejores cantantes del mundillo del rock “independiente”, expresivo y con baterías machaconas a rolete.
04. Jay Reatard – Watch Me Fall
Este fue el disco con el que Jay Reatard me confirmó no su talento, ni que puede escribir las mejores canciones de punk rock de la década, sino que también tiene una veta populista y qué, en un mundo más justo, sería el NOFX de nuestra generación.
Desde el primer tema (y single) “It Ain’t Gonna Save Me” combina deliciosamente una melodía para bailar en el pogo con una letra completamente deprecativa. Como llevaba por título uno de sus primeros discos como “The Reatards”, “Grown Up, Fucked Up”. Jay Reatard parece haber crecido lo suficiente como para, como dice él mismo, grabar un disco que está destinado para un sello, no como una colección de temas cuyo destino iba a ser dirimido a la hora de terminar de grabarlos. También parece haber crecido lo suficiente para adoptar métodos de producción más sofisticados (o al menos más limpios) que permiten, por ejemplo, una canción como “I’m Watching You” que parece retraerse a los años 50.
Afortunadamente, no creció lo suficiente como para abandonar la bilis y el resentimiento que habitan muchas de sus letras, la sensación de estar en completa falta de sintonía con el mundo, los ligeros tonos de acosador borracho y sus recitales completamente destruido por el alcohol. Quizás sea la primera estrella de la canción anfetamínica de este nuevo milenio y muchos se la están perdiendo.
(Nota: Originalmente este disco, probablemente, iba a estar en una posición inferior. Pero la maldita suerte de este mundo, la tristeza que me produce la desaparición de un artista de semejante vitalidad como Reatard, su estúpida muerte y la certeza de que no vamos a escucharlo llegar a los 30 años me obligan a colocarlo aquí, a exhortarlos a que lo escuchen, por favor, a que no quede olvidado como su cadáver en un cuarto de hotel. Tenía aún tanto para darnos…)
05. Madness – The Liberty Of Norton Folgate
Los buenos muchachos de Madness siempre han sido mi debilidad. Desde sus inicios como una banda de ska completamente anormal y epiléptica hasta su maduración en los mejores songwriters de la vida común inglesa de los 80s (y, quizás aún más, como los grandes songwriters de la vida londinense, un gen que comparten con grandes grupos como The Kinks, The Small Faces y Blur), los Nutty Boys me parecen uno de esos grupos injustamente ignorados por la gran narrativa justamente porque jamás se tomaron nada demasiado en serio y porque siempre crearon su música con un halo trabajador, poco pretencioso, solo con el objetivo de orfebre de manufacturar grandes canciones.
Esta década que pasó vio su reunión y, curiosamente, esta reunión se convirtió en una de las mejores en una década plagada de “ganemos dinero fácil a costa de nuestros viejos fans”. Su disco de 1999, “Wonderful” tenía uno de esos singles imperecederos que los caracterizan (“Lovestruck”) y, ahora, la década concluye con un magnífico disco doble (en su edición especial, que es la que escuché) en la que declaran una vez más su amor por todo lo inglés y por Londres específicamente. Y en el que acusan recibo de su completa madurez. O sea, es un disco que mayormente lidia con las ansiedades de la vida adulta, temática que, en un mundo como el del rock dominado por la adolescencia perpetua, siempre tiene todas las de perder. Pero desde la introducción entre feliz y resignada de “We Are London”, pasando por la meditación sobre la perdida de la diversión que es “Forever Young” y la oda a las amistades amargadas de “NW5”, concluyendo con la suite colosal que es “The Liberty Of Norton Folgate” (¡10 minutos de exploración casi psicogeográfica!) este es un disco sobre el envejecimiento de las personas, de las ciudades, sobre el aburguesamiento a que nos conduce la vida adulta y sobre las escasas maneras que tenemos de escapar de ello, de las cuales la que quizás funciona mejor es la creación resistente e imperecedera.
06. I Monster – A Dense Swarm Of Ancient Stars
Los I Monster (en conjunto con todo aquello que alguna vez se llamo “Escena de Sheffield”) son uno de esas ramas del árbol del pop electrónico de este siglo que parecen destinadas a ser olvidadas, podadas de la memoria colectiva. Su anterior disco, “Neveroddoreven” tenía temas deliciosamente extraños como “Daydream In Blue” o “Hey Mrs.” que en otro mundo habrían sido alabados por su selección instrumental, por su variación estilística y por su composición confiada y memética, pero que en este plano de existencia pasaron desapercibidos. Como evidencia, se tomaron 6 años para sacar su siguiente producción, que es el disco que nos ocupa en esta ocasión y que sin lugar a dudas tiene el mejor título del año.
Aquí, vuelven a demostrarnos que son brillantes camaleones estilísticos, cosa que me hace difícil hablar de ellos, porque siempre siento que me estoy perdiendo alguna referencia que para otros sería obvia. Desde su primer tema “A Sucker For Your Sound” que parece una canción de diva lounge amante de la tecnología; pasando por “Goodbye Sun”, una relajada “balada” con un fabuloso contrapunto entre la voz sedosa del cantante principal y los coros vocodereados; “Lust For Vampyr”, una canción de resentimiento y amor desigual repleta de vientos, palmas y una voz infantil que remarca la sensación de inequidad entre objeto de amor y amante; e “Inzects”, una canción que recuerda a los mejores tiempos de Add N To (X) en su freneticismo; éste es un disco que estalla por los cuatro costados con melodía, con innovación, con encanto y belleza. Y que, como suele suceder, ha sido universalmente ignorado en todas las listas de fin de año.
07. Junior Boys – Begone Dull Care
El disco con el que quizás haya más consenso en El Baile Moderno. Pura delicadeza, pura fineza. Los Junior Boys se despacharon con otro disco que parece filtrar todo el synth pop más delicado para construir un LP que a la vez es una imagen mental: ellos, vestidos de traje impecable y corbatas finitas, inclinados sobre sus bandejas y sintetizadores, sin sudar ni una gota, exudando frialdad, bebiendo un Martini. (Ezequiel me recordó, en las vacaciones, una de sus frases, que querían hacer “música triste, nada de robots tomando martinis”. Lo paradójico es que mucha de su música parece hecha por robots tomando martinis, robots infinitamente tristes que beben para olvidar).
Su primer tema (“Parallel Lines”) es una catedral del buen gusto y la elegancia, una cosa bella que me acompaño a pagar el gas y que no podía evitar cantar y tamborilear en frente de cadetes y amas de casa que me miraban azorados. “Bits And Pieces” es lo más cercano a un dancefloor hit minimalista, construido de unos cuantos beats orgánicos, unas líneas esporádicas de sintetizador, una voz que parece susurrar todo el tiempo y un ruido indescifrable que me recuerda todo el tiempo a un eructo (ahí quizás se les patinó la elegancia). “Sneak a Picture” es tan, pero tan suave que dan ganas de hacer el amor con una canción. El disco de guantes blancos del año.
08. Fuck Buttons – Tarot Sport
El disco anterior de Fuck Buttons me había parecido bueno pero un tanto monótono. Exceptuando una de las canciones, la última, en general se disolvía en un océano de disonancia donde la intención era mejor que la concreción.
Todo eso cambio para su segundo disco, una creación que logra aunar todas sus influencias (noise, un house retorcido, cierta música new age épica, Tangerine Dream, Spiritualized, Mogwai) en un caldo de cultivo que suena como la música de fondo para increíbles batallas espaciales.
Las imágenes que me trae a la mente: retorcidos montones de chatarra ardiendo, mechas en lucha sobre los restos de una ciudad, personas ascendiendo a los cielos propulsados por energías sobrenaturales, gigantescas ciudades que cobran vida, duelos de rayos laser entre dos hombres olvidados en planetoides alejados, destructores de mundos, dinosaurios en jet packs, vehículos con forma de esfera en rieles que se aproximan a altas velocidades y observan ciudades hechas de luz, enjambres de robots con forma de insectos, supernovas, agujeros negros que llevan a una vida mejor, gigantescos gusanos espaciales, planetas evolucionando.
El mejor disco del año para caminar por la ciudad y sentir que estas en el futuro.
09. Evil Cowards – Covered In Gas
En un año en el que la banda que más escuche, muy probablemente, fue Electric Six, el disco que sacaron durante el período fiscal no me ha terminado de seducir. Bah, excepto “Escape From Ohio” que es un temazo inmortal donde nombran a GBV y Devo en la misma frase.
Pero, al mismo tiempo, nuestro hombre en Detroit, Dick Valentine, pergeñó un proyecto paralelo acompañado por William Bates de la banda Fall On Your Sword (de la cual no tengo la más mínima idea). El template es más o menos similar: bases electrónicas, la voz de Dick cantando cosas políticas y ridículas, distintas versiones del rock pasadas a través del prisma de la desfachatez y la parodia de las cosas más feas del país del norte.
La diferencia se encuentra en que en este caso las bases electrónicas forman la parte más sustancial de la propuesta, que hay coritos femeninos súper simpáticos, y que todo parece una versión vaudeville o comedia musical de su principal proyecto. Impresión que se refuerza una vez que uno ve los videos de los muchachos bailando como estúpidos junto con dos bonitas señoritas, haciendo coreografías para cada uno de los temas.
Ahora que lo pienso, este disco es como la otra mitad de “Kill”, el disco de E6, uno es violento y sucio, otro es limpio y juguetón.
10. Handsome Furs – Face Control
A diferencia de mi querido co-equiper, a mi una de las cosas que más me gusta del disco de Handsome Furs son las bases electrónicas. Me encantan porque encajan perfectamente con el desesperismo del disco. O sea: Dan Boeckner tiene una de las voces más chillonas y anhelantes que escuché en mucho tiempo. Y las bases electrónicas la acompañan maravillosamente junto con esas guitarras puntiagudas.
Por otro lado, la interesante del disco es que parece, realmente, un artefacto perdido de los 80. Pero no de una manera superficial y aggionarada como tantos proyectos ochenteros de los últimos 10 años (en los cuales, más que nada, pareciera observarse un interés por agarrar un par de detalles de la década y meterle bases electrónicas al palo para ponerlos al día), sino como un disco perdido de los Psychedelic Furs o Devo. Tiene la misma urgencia, la misma sensación de outsider, muchas referencias a Rusia, un cantante personalísimo, un universo oculto en el bolsillo de los pantalones.
Y lo mejor son esas canciones como “I’m Confused” o “Radio Kalininbrad”, irresistiblemente pegajosas en su extrañeza, que, con un poco de suerte, en 20 años alguien escuchará, bajadas de internet directamente a su chip neuronal, y se preguntará como este grupo no dominó las radios.
11. The Pains Of Being Pure At Heart – Self Titled
En un principio, obviamente, su nombre me pareció el pináculo de la ridiculez. ¿“Los Dolores De Ser Puro de Corazón”? ¿Qué pelotudez es esta? Está impresión duró hasta que escuché el disco que, básicamente, es una gran carta de amor al C86, el twee y la música pop de entrecasa con, justamente, corazones sangrantes.
Es, graciosamente, un disco bastante depresivo en sus letras pero optimista en su música. “Come Saturday” me hace acordar siempre a “We Are Going Out” de Spearmint (uno de esos temas que es criminal que se ignoren tanto, un himno) aunque su temática es diametralmente opuesta. “This Love Is Fucking Right!” tiene una letra confusa y potencialmente incestuosa, pero la canción es arrolladora. Quizás el tema más abiertamente triste es “Stay Alive”, una de esas power ballads repletas de guitarritas “jangly” y con trasfondo de sintetizador y estribillo épico.
Pero, bueno, suenan como los Vaselines con Stephen Pastel cantando y los Field Mice manejando la base rítmica. ¿What’s not to like?
12. The Horrors – Primary Colors
Esta elección es tan sorpresiva para mí como para (supongo) ustedes. La última vez que habíamos visto a los Horrors, en el episodio de la semana pasada, eran una banda correcta de garage rock que, sin embargo, no lograba elevarse más allá de un gimmick. Eran simpáticos, tenían un video y un tema bastante buenos en “Sheena Was A Parasite”, pero estaban tocados con el beso de la muerte del NME y su ridícula costumbre de buscar salvadores para el rock. Y como buena banda evangelizada por el semanario inglés, todo el resto del mundo pensaba que eran un poco una broma.
Aparentemente ellos también sentían lo mismo, porque prontamente se dedicaron a intentar levantar su reputación tocando viejos éxitos garageros en sus recitales. Lamentablemente, a casi nadie que asistía a los mismos les importaban los temas de Chuck Berry y Los Seeds, solo pasear su nuevo peinado y ropas.
Por lo cual, para su segundo disco, utilizaron otro recurso del arsenal de trucos del músico desesperado por credibilidad: un completo cambio estilístico. Producido por Geoff Barrow de Portishead, en este disco los tonos garage de cotillón han desaparecido casi por completo. Lo único que resta es la suciedad en sus guitarras, pero ahora se han transformado en una banda glacial que combina el romanticismo de los años 50 con una buena dosis de nihilismo finales de los 70 y principios de los 80. El primer tema (uno de mis favoritos del año) marca la pauta: se inicia con un casi imperceptible ruido de percusión que parece la púa de un vinilo que se ha acabado y salta continuamente, y unos delicados arreglos de sintetizador más dignos de alguien como The Field. Luego ingresa una base de bajo completamente adictiva acompañada de una escalada electrónica que desemboca en unas guitarras podridas como viento Lovercraftiano. Y luego la voz del cantante, como si fuese Ian Curtis colgando de un poste. Banda de sonido del apocalipsis zombie sin lugar a dudas. La tónica se mantiene durante todo el disco, que tiene momentos de extrema belleza como el tema “Who Can Say”, en el que parecen están haciendo su propia versión de la alquimia Jesus And Mary Chain, transformando los hits bubblegum de los 50 en algo pervertido. O “Scarlet Fields”, con sus guitarras disonantes que parecen conjurar el lamento del último sobreviviente de un campo de batalla.
Es, realmente, un disco para levantar a los muertos, y la verdad que me tomó por sorpresa el volver a escucharlo, una y otra vez, colándose subrepticiamente en mis playlists y en mi mp4, a lo largo de todo el año, sorprendiéndome y exaltándome con su música, probándome que siempre se puede “rezar por una resurrección”.
13. Future Of The Left – Travels With Myself And Another
Andy Falkous es el tipo más gracioso del rock y nada de lo que nadie diga va a hacer que cambie de opinión. ¿Quién más, en este panorama, sería capaz de largar un single de ritmo marcial (en cuyo video están vestidos como una especie de soldado confederado) cuyo estribillo dice “Come join, come join / our hopeless force / come join, come join / our last cause”? ¿Quién más es capaz de cantar con ese supremo desdén, con esa furia precisamente dirigida a todo lo que odia? ¿Quién más puede berrear “You need Satan more than he needs you”, una verdad de perogrullo pero tantas veces ignorada a favor de echarle la culpa a fuerzas externas por nuestro comportamiento? ¿Qué otra personalidad de la música puede ponerle a una canción “Stand By Your Manatee”? (Y que encima dice: “Only the good die young / except when they don’t / it’s not exactly fair”).
Esta es otra de esas bandas (como Art Brut) con las cuales me resulta sumamente difícil ser objetivo: parecen diseñadas para mi diversión y disfrute, parecen hacerle cosquillas a mi hueso de la risa continuamente y reivindican que el cabecismo a veces es de lo más divertido.
14. Animal Collective – Merriweather Post Pavillion
Como bien dijo Eze, la banda polémica del año. Yo me aburría con ellos hasta este disco. Me parece maravilloso lo que hicieron con su música, dejando atrás mucha de la experimentación jipi de fogón lisérgico, o más bien incorporándola de manera casi natural en una composición mucho más enfocada que permite que brillen las melodías individuales, liberándolas de mucho del exceso de equipaje que sus discos anteriores tenían.
No creo que sea el disco trascendental del que muchos hablaron, pero en los primeros meses del año, cuando estaba en mi casa escribiendo mi tesis de licenciatura día tras día, sentado frente a la computadora con una pila de libros, este disco me lleno de una enorme felicidad. Especialmente “Also Frightened”, una canción evangélica, liberadora. Es, y esto es un cliché, un disco veraniego, de playas y soles, de cuerpos pegajosos y saltos en piletas. Si sobrevivirá al paso del tiempo es algo que solo el paso del tiempo podrá decidir, pero formó parte indudable de la banda de sonido de mi año, sirvió para que cambie mi opinión sobre una banda que me tenía indiferente y se puede cantar murmurando mientras uno anda en el colectivo o sube un ascensor, desconcertando a aquellos que viajan con nosotros con nuestras divagaciones de loco. Para mí eso es rescatable y perdurable.
15. Art Brut – Art Brut Vs. Satan
La ecuación es sencilla: mientras sigan sacando discos, probablemente van a seguir apareciendo en estas listas. Los adoro a ellos y toda su estética con locura y pasión. Pueden ignorar esto y continuar :)
16. Royksopp – Junior
Nunca había escuchado Royksopp antes. De “Poor Leno” lo único que recuerdo es su simpático video (del cual, sin embargo, no puedo recordar si su protagonista era un mapache o un niño con disfraz) y no mucho más.
Así que cuando me baje este disco no esperaba nada, solo me caía bien el guiño / reminiscencia-de-mi-panorama-personal a Junior Senior en el título. Y el primer tema es uno de los más lindos recuerdos de la risa que he tenido el privilegio de escuchar este año. Además tiene una balada sobre una chica y un robot, un tema cantado por Karin Dreijer Andersson que parece un outtake de The Knife, una canción épica con violines que se llama “Royksopp Forever” y una confección encantadora con la voz de Likke Ly que parece flotar en nubes de algodón de azúcar sorbiendo té de menta.
Otro de esos discos que no esperas escuchar tanto y se terminan volviendo parte fundamental de tu landscape musical del año.
17. Dan Deacon – Bromst
Una hondonada repleta de discos antiguos en vinileras configuradas para ir a la mayor velocidad posible (¿78 revoluciones por minuto? ¿99?). Estos discos, entonces, se ponen a funcionar y pronto lo que hay es una cacofonía de ruidos en donde lo que más se nota son los agudos y las percusiones. Alguien los graba y luego les prende fuego, cosa que hace que suenen aún más mutantes y que algunas voces se cuelguen en un loop perpetuo, después ese alguien lleva las grabaciones a su casa y compone música con las mismas.
Algo así es como suenan los discos de Dan Deacon. El anterior tenía un tema maravilloso (ese que hacía con la voz del Pájaro Loco) pero no se sostenía en su entereza. Este cae como un ladrillo a la cara, sin ninguna sutileza, poco ignorable. Parecería que nos quiere abrumar con música, que es un niño con ADD que aprieta botones. Es encantador y es adictivo. Uno quiere mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo cientos de veces, hasta que se marea y vemos doble y triple, nos caemos y volvemos a empezar.
Otros comentarios cortos porque no tengo tiempo y los discos no han sido propiamente escuchados o no han atrapado mi interés como otros, pero seguramente serán importantes en el futuro.
El disco de Yo La Tengo tiene una de mis canciones favoritas del año (“Periodically Double Or Triple”) pero no lo escuche lo suficiente como para dar opinión sobre las otras 11… El de Black Moth Super Rainbow pierde un poco la novedad, pero sin embargo está muy bien y “Born On A Day The Sun Didn’t Rise” es una hermosa composición… El de Wild Beasts lo escuché mucho, mucho, pero se queda un poco corto a la hora de ser coherente como obra completa. “We Still Got The Taste Dancing On Our Tongues” y “All The King’s Men” son A+, though… El de Luke Haines parece otra pequeña gran obra maestra del tipo con más personalidad del Reino Unido, hay que escuchar mucho “White Honky Afro”… El de Rihanna tiene uno de los inicios más espeluznantemente buenos del año (la combinación “Madhouse” + “Wait Your Turn”) pero después me sabio a poco… El de Dizzee Rascal es una bomba adrenalínica a la que debo prestar más atención… El de los Flaming Lips ni lo escuche, pero tengo fe de que puede cambiar mi espantosa opinión actual de la banda de Wayne Coyne… El de Telepathe esta bueno, pero no sé por qué no puedo sacudirme la sensación de que es algo completamente pasajero y trendy… El de Calle 13 es genial, pero es más bien el emergente del fanatismo hacía ellos que me acogió este año… Los de Sparks y Eels no los escuché, y sé que me voy a arrepentir de no haberlo hecho… El de Peter Bjorn & John es un muy buen disco-de-después-de-un-éxito-fenomenal pero su propio éxito los condenó a pasar desapercibidos (¿qué, acaso creen que un hit como “Young Folks” se consigue todos los días?)… El de Melody Club tiene “Eighteen” una de esas baladas adolescentes tan maravillosas que le salen tan bien, pero es medio irregular… El de Taylor Swift me cayó simpático pero no sostuvo mi atención… El de Golden Silvers tiene “True Romance” un hit de novela, pero no mucho más (y hasta es molesto por momentos)… El de los Arctic Monkeys está mucho muy bien pero se vuelve un tanto monótono…
Castellano.
Monoambiente – La Fabrica de Éxitos Cerró
El primero en la categoría “Los Discos de mis Amigos”. El primer disco de cual dijeron que estaban conformes. Un artefacto que destaca, sobre todo, su creciente sofisticación, la incorporación de nuevos instrumentos y nuevos músicos, la realización de un recurrente sueño de orquesta, la supremacía de la composición. Una versión completamente cambiada pero reconocible de “The Man Who Sold The World”. Una canción alegremente melancólica sobre la dejadez. Una composición casi hippie sobre la luz. Una muestra de maravillosa ingeniería de estudio. Una demostración suprema de confianza.
Amelia – Segundo Nombre.
El segundo disco que ingresa en la categoría de “Los Discos de mis Amigos”. Si el primer disco de Amelia era una carta de presentación encantadora con las usuales timideces y nerviosismos de una banda primeriza, este disco desde su primer declaración (“Si les traigo una canción / No sé que pensarán /Muchas veces creo que es el hit / Y es solo una más”) se muestra más autoconciente y, paradójicamente, más libre, relajado y confiado. Es un disco largo y repleto de sabores: la desesperación eléctrica y meditada de “Escena Postal”, la electrónica cuasi española y muy elegante de “Tenías Que Ser Ella Y Fuiste Vos” (un título atrapante, desde el primer momento, por su extrañeza), la arrolladora condición de hit juvenil absoluto de “Pendiente”, la catarsis casi borracha de “Últimos Días”, la fragilidad efímera de “Future Time”, la resignación cotidiana de “Madagascar”. Un disco que merece muchas escuchas.
Antolín – Diarios Íntimos del Futuro.
Probablemente la única producción gramofónica que me deprimió activamente este año. Lo de Antolín, por algún motivo difícil de dilucidar y que seguro tiene que ver con el talento, se siente absolutamente verdadero. Es solo guitarra y voz y algún que otro arreglo extra, cosa que sería una combinación perfecta para el fracaso en manos menos aptas. Pero es un LP hermoso dedicado a todo aquello que alguna vez se perdió: las ex novias, los dinosaurios, Volver al Futuro (y la visión del futuro que ahora ya es perimida), las figuritas, los amigos y la chocolatada, la época en que los cantautores sencillos eran conmovedores y no aburridos.
Jorge Serrano – Alamut
El disco de mitad del año, sin lugar a dudas, escuchado hasta el hartazgo en infinita sucesión de reuniones amistosas. Es un disco diseñado para esas funciones y ocasiones que, sin embargo, revela infinita sabiduría. Algo que tiene Serrano que es encantador y buenísimo es que es uno de los pocos autores de canciones en este país que no tiene empacho en envejecer. Que combina amor por la composición con un envidiable perfil bajo y una sensación continua de que el Serrano que habla en las canciones es el único Serrano que existe y que sus letras siguen desglosando los miedos, alegrías, triunfos y tragedias de una clase media argentina recortada de expectativas pero que sin embargo subsiste. Las letras en este disco detallan distintos estados de ansiedad y desidia, momentos oscuros (“Lóbulo Frontal” o “Babia”) que son contrarrestados por su inhumana capacidad para componer melodías gancheras (“Hay Que Cantar y Bailar y Reír”). Lo bueno es ver que una persona como Serrano sigue siendo tan humana como todos nosotros y que es capaz de utilizar su disco solista como una exploración de su (aparentemente) complicada psique, de su individualidad, como una obra completa, no como una colección de hits individuales descartados por los Auténticos Decadentes.
Travesti – Travesti
Los Travesti son una banda difícil, controvertida, que parece tener tanta gente que no los soporta como fans acérrimos. En un principio eran noticia por sus recitales confrontacionales y ruidosos; ahora porque sale Moria en su tapa y porque su música evoluciona (ya desde hace un par de años) a planicies muchísimo más pop, obsesionada en iguales partes con el “chonguismo”, con esa desmesura plástica de la celebridad que parece representar tan bien Moria y la farándula argentina, que al mismo tiempo se combina muy bien con su extraña veta religiosa / sacrílega y con sus arrebatos punk del inicio.
Así, tenemos en un mismo disco una canción que celebra a la celebridad, lo más parecido a un hit que han tenido estos muchachos, con sintetizadores llenos de aire, tambores, guitarras sedadas y coros frívolos (“Celebrity Total”), seguido de un tema que se burla absolutamente con un potente desprecio de otra obsesión del mundillo que están retratando (la salud, en el tema “Fitness-Footing”). Y estos temas conviven con un inicio completamente tribal-electrónico que combina las frases “Aceite de avión / Para la operación / Sobre las lolas del nuevo testamento”. Y con un tema que advoca abiertamente la falta de estudio, nada más punk.
Travesti sigue siendo una banda demasiado original para este empobrecido panorama musical argentino, una banda que ha construido su propio universo lírico y su propia postura frente a la música y la performance y eso, probablemente, es porque tanta gente no los soporta.
Actualización Mayo 2013!
Otro post de fin de año que no tenía compilado para bajarse, situación que fue corregida para el relanzamiento del blog. El compilado fue realizado en base al orden de los discos enumerado arriba, así que tampoco esperen mucho flujo de un tema la otro :)
2009 (El Baile Moderno). (Bajar)
01 – When I Grow Up (Fever Ray)
02 – Alejandro (Lady Gaga)
03 – Stadium Love (Metric)
04 – Gimme Sympathy (Metric)
05 – It Ain’t Gonna Save Me (Jay Reatard)
06 – I’m Watching You (Jay Reatard)
07 – The Liberty Of Norton Folgate (Madness)
08 – A Sucker For Your Sound (I Monster)
09 – Lust For Vampyr (I Monster)
10 – Parallel Lines (Junior Boys)
11 – Olympians (Fuck Buttons)
12 – Soldiers Of Satan (Evil Cowards)
13 – Love Pigs (Evil Cowards)
14 – I’m Confused (Handsome Furs)
15 – Stay Alive (The Pains Of Being Pure At Heart)
16 – Come Saturday (The Pains Of Being Pure At Heart)
17 – Mirror’s Image (The Horrors)
18 – New Ice Age (The Horrors)
19 – Stand By / Your Manatee (Future Of The Left)
20 – The Hope That House Built (Future Of The Left)
21 – Brother Sport (Animal Collective)
22 – DC Comics And Chocolate Milkshake (Art Brut)
23 – Happy Up Here (Röyksopp)
24 – Paddling Ghost (Dan Deacon)
25 – Woof Woof (Dan Deacon)
26 – Chrome’s Not On It (Telephate)
27 – True Romance (Golden Silvers)
28 – Born On A Day the Sun Didn’t Rise (Black Moth Super Rainbow)
29 – Eighteen (Melody Club)
30 – Celebrity Total (Travesti)
31 – Lóbulo Frontal (Jorge Serrano)
32 – La Sombra (Monoambiente)
33 – Pendiente (Amelia)
34 – Vigilante de la Oscuridad (Antolín)
I Grew Up Too Fast.
1) No sé si tengo mucho que decir sobre el último disco de Art Brut. Es difícil decir cosas nuevas sobre una banda que, en realidad, no esta tan interesada en hacer avanzar su música o influencias sino en trabajar sobre variaciones de los mismos sonidos que sirven vehículo para un front-man carismático.
2) Con el tiempo, en realidad, me he dado cuenta de que en realidad lo que más me gusta de Art Brut (por si queda alguna duda) es Eddie Argos. No hay mucho misterio en el porqué: parece un tipo divertido, alguien de quien me gustaría ser amigo, es ingenioso en sus letras y nunca se toma demasiado en serio a sí mismo, es un nerd al que le gusta la música y esa clase de gente es justamente la que debería estar haciendo música, le gusta el punk y el garage y la música que básicamente dice «fiesta!» y «diversión!», le gusta beber y escribe canciones sobre ello y, sobre todo, pareciera ser optimista y no dejar que nada lo ponga de mal humor.
3) “Art Brut Vs. Satan”, su último disco, es quizás aún menos inmediato que sus dos discos anteriores, no tiene ningún “Started A Band”, casi que ni tiene un “Pump Up The Volume”. Es un disco de más bajo perfil, como aceptando finalmente que no van a tener ningún hit, felices en su condición de underdogs. No demuestra la interminable ansiedad y hambre de fama de sus primeros singles. Es, definitivamente, un “grower”, que revela sorpresivamente cierta maduración.
4) Desde la tapa (dibujada por Jeff Lemire, cartoonist indie de cierta reputación, sobre todo por su trilogía “Essex County”) parece plantearse una dicotomía entre la ciudad y el campo, la vida tranquila y sin aspiraciones y los sueños de fama y de rock. O quizás es una representación del hecho de que uno puede “lograrlo” (sacar un disco, salir en revistas, cantar frente a gente) y sin embargo eso no quita que pueda seguir siendo un borracho imbécil, un faux-casanova que no llega a cumplir con las expectativas o un nerd demasiado entusiasta que no consigue que entiendan que es lo que hace. Eddie Argos se mudó a L.A. y no solo no se codea con las estrellas, sino que también tiene que tomar demasiados colectivos y todo el dinero aún se lo gasta en el fin de semana.
5) Frente a esta situación, Argos decide la inmersión en el mundo obsesivo que siempre le ha dado un hogar: los discos. La tendencia a ponerle nombres famosos a las canciones continua en este lp, igual que las referencias continuas a la música como algo que empapa todo momento de la vida (“You like the Beatles and I Like the Stones / But those are just records our parents owned”, “How can you sleep at night when nobody likes the music we like?”) y las pequeños detournements de frases de canciones famosas (“I fought the floor and the floor won”) pero todo transportado a un ambiente de la más pura normalidad, de los combates cotidianos de todo pobre palurdo, alejadísimo de la connotación inmediata que tienen esos referentes como parte de la historia del rock y sus sueños. Es totalmente amable y totalmente idealista, como diciéndole al chico que va al lado suyo en el colectivo, que acaba de salir de un trabajo espantoso de 8 horas y que está molido hasta los huesos que si, la música si tiene la capacidad para salvar algún pequeño pedacito de tu alma, aún cuando él venga de grabar un disco que quizás no se venda.
6) La producción de Frank Black es probablemente lo que más me entusiasmo del disco en un principio y lo que me hacía esperar cosas que al final el disco no entregó (como, no sé, su propia versión de “Debaser”, una canción que arrase con todo lo conocido en tu cerebro en ese preciso momento, obligándote solo a pensar en ella mientras la escuchas con puños levantados y a ponerla de nuevo, inmediatamente, cuando termina). En realidad la producción de Black resalta cierta limpieza de las guitarras, un mayor protagonismo de los coros en ciertos momentos (“Summer Job”, “What A Rush”) y bajos mucho más al frente. Les da cierto brillo que no viene mal, pero hubiese estado bueno una sinergia un tanto más avasalladora.
7) Pero todo esto es solo un preámbulo para lo que realmente importa. Si hay un motivo por el cual ahora lo quiero más a Eddie Argos es por su confesado y vocal fanatismo por los comics. Desde mitades del año pasado tiene una columna en el sitio web Playback donde habla de sus recientes lecturas, pero el golpe maestro lo dio en este álbum, donde incluye una canción llamada “DC Comics And Chocolate Milkshake”, en la que en vez de sumergirse en la nostalgia de la infancia la traslada al presente, sin culpa ni vergüenza, apuntalando la filosofía de que hay cosas que son demasiado buenas para dejarse en la niñez y que los comics son escapismo, si, pero escapismo de la mejor clase, en este mundo de oficinas, ordenes, sistemas y arreglos.
A raíz de esa canción, los muchachos de Art Brut consiguieron una invitación a visitar las oficinas de DC Comics, que se puede apreciar en toda su magnifica nerdidad en este set de Flickr.
En él se puede notar la cara de asombro y timidez de Argos, su postura ligeramente extraña, la intimación de su panza, su sonrisa de niño en tienda de golosinas. Dios quiera que pronto le pidan guionar algo. ¿Cómo podría no gustarme esta banda?
Fantasmas y Apariciones.
Una de las características más sobresalientes del horror como género (al menos para mí) consiste en la anticipación. En esa cualidad que te hace esperar con ansias la aparición del monstruo pero que gana sus mayores monedas emocionales cuando el monstruo no aparece, o apenas se ve detrás de una pantalla de niebla y sombra, cuando podría estar ahí, detrás tuyo, mirándote desde la repisa de los libros.
La necesidad de observar el horror siempre termina traicionada, como cuando de niño veías las cajas de los VHS de terror en los videoclubes y leías el escueto resumen que incluían atrás e, inspirado por las imágenes de horror en sus tapas y por su descripción vaga, imaginabas cosas mucho más horribles que aquello que tenía la película. ¿Cuántas veces vi la caja de Leprechaun, o Creepshow o Fright House e imaginé espantos que iban mas allá de la cordura?
is it dark already?
how light is a light?
do you laugh while screaming?
is it cold outside?
(I’m Not Done)
En cambio la anticipación siempre es verdaderamente terrorífica. Son los lugares oscuros donde creemos ver ojos, aquello que se mueve justo en la periferia de nuestra visión, la sensación de estar con alguien, lo que acecha en el umbral. Es justamente aquello que no podemos ver. Por algo los cuentos de Lovecraft siempre terminan con gente loca y sus bestias son imprecisas e incomprensibles (por eso es también que tantas adaptaciones de Lovecraft al cine son tan malas [exceptuando la genial “In The Mouth Of Madness”]: el cine de terror tiene que mostrar al monstruo en algún momento [si es que lo hay], cuanta gente paga la entrada por eso solamente?). El horror no debe ser presenciado por el ser humano, y probablemente descansa en la mente tanto como en el afuera.
dangling feet from window frame
will i ever ever reach the floor?
(If I Had A Heart)
Esta larga introducción es solo la manera de adentrarme en el primer y último disco de Karin Dreijer Andersson. ¿Que quién es esta chica? Bueno, es la mitad de The Knife, junto con su hermano Olof Dreijer, aquel dúo sueco que les voló la peluca a varios con su segundo disco del 2006. Lamentablemente, su disco bajo el nombre de Fever Ray este disco ha sido recibido (en tanto y en cuanto puedo ver por mi recorte de the internets) con tibieza y, sobre todo, con silencio.
i’m very good with plants
when my friends are away
they let me keep the soil moist
(When I Grow Up)
Esto es quizás entendible. Es un disco mucho más monocromático que el trabajo en conjunto con su hermano. No tiene canciones que podrían ser hits en la pista de baile mutante. No tiene beats que no intuyan a algo ominosamente siniestro y oscuro. Es un disco de la profundidad de los bosques. De la tundra helada. Conjura casas abandonadas y espectros que se aparecen justo en el límite de las ciudades. Edificios en construcción sin terminar. Estaciones de servicio en medio de la ruta. Es un disco que parece grabado en una pequeña ciudad de Finlandia, muy al norte, donde nieva tanto que las personas viven en extraños iglús calefaccionadas y cada año deben acumular provisiones y pasar seis meses cubiertos por el hielo, solos en sus casas, sin internet ni cable. Y durante uno de esos largos inviernos donde la gente se suicida en sus domos blancos, esta chica se dedicó a grabar un disco gélido.
i leave home
at seven
under a heavy sky
i ride my bike up
i ride my bike down
(Seven)
Todo el disco parece procedente de otro lugar. Los teclados y sintetizadores salen como de una rocola fantasma, las bases (con ciertos toques orientales) se asemejan a los ominosos sonidos del pasillo hacia la batalla con un jefe final en un videojuego, hay continuas líneas de teclado que parecen silbidos o vientos ululando entre arboles con cara. La voz de Karin se pierde en infinitos efectos, sonando por momentos como una mujer muy muy vieja, o como un pequeño demonio japonés o como una multitud de voces incorpóreas. Todo da la impresión de que hay alguien en tu casa, revisando tus cosas y cantándote cosas al oído. Lo peor de todo es que el disco también transmite la sensación muy precisa de la claustrofobia, de no poder escapar de ese lugar en donde hay algo que nunca podes enfocar con claridad compartiendo la habitación.
crushed and filled with all i found underneath and inside
just to come around
more, give me more, give me more
(If I Had A Heart)
Me recuerda al Horla, de Guy de Maupassant, ese ser invisible que se alimentaba de la respiración de su víctima, (también, por motivos obvios de ubicación, a esa película maravillosa que es “Let The Right One In”) y a los vampiros en general, sobre todo en ese precepto, tantas veces ignorado, que aclara que no pueden entrar en una casa a menos de que sean invitados. Porque tiene algo de terrible el hecho de que uno haga pasar al mal a su casa, ese momento en todas las películas de terror en el que los protagonistas toman la decisión que los va a conducir a la sangre y las tripas.
stands outside my window
sucking on the berries and
eats us out of house and home
keeping us awake
keeping us awake
(Triangle Walks)
Pero también me recuerda a otras cosas. Al folklore japonés y su idea tan particular de la coexistencia casi continúa del mundo espectral con el nuestro. Las letras parecen, por momentos, la compilación y descripción de un grupo de onis japoneses:
last night i drew a funny man
with dark eyes and a hanging tongue
(When I Grow Up)
you’ve got cucumbers on your eyes
(When I Grow Up)
my fur is hot, my tongue is cold
on a bed of spider web
(Keep The Streets Empty For Me)
Y también me recuerda a los cuentos de M.R. James, con sus pequeñas bolas de pelo y garras ocultas en iglesias apartadas, en casas derruidas, esperando la aparición del interesado en sitios antiguos para saltarle en la cabeza desde su rincón oscuro.
Es un disco para esta época del año, para los días cortos y las narices frías, para el momento en que te levantas y podrías jurar que algo se movió en tu habitación, para los retornos al hogar pisando hojas secas, para la penumbra de la tarde cuando caminas por la calle y no hay un alma a la vista. Es un disco para escuchar solo, mirando sobre tu hombro todo el tiempo, rogando que el diablo no te este siguiendo.
eyes are open the mouth cries
haven’t slept since summer
(Concrete Walks)
(Apéndice: no se cuanto de esta impresión proviene de la visión del video para el tema «When I Grow Up», una pequeña obra maestra de la amenaza y la inescrutabilidad. Veanlo:
2008: El Año Del Ornitorrinco.
(O: Discos del Año – Amadeo).
01. Crystal Castles – Crystal Castles
A pesar del hype, a pesar de las controversias y a pesar de que siento que son bastante dudosos moralmente, los Crystal Castles se convirtieron en el grupo que más resistencia tuvo durante este año, que más me acompaño, desde casi principios hasta ahora, combinando innumerables colectivos línea 12 y llegadas tarde a francés. Se vuelve difícil explicar porque fue tan significativo, pero, una vez más, seguramente tiene que ver con una mezcla de energía y melancolía: el disco parece haber sido compuesto por una pareja de aliens en una ciudad derruida, luego de la Guerra, intentando hacer andar su nave y crear un pedazo de arte que mantenga a las cucarachas mutadas alejadas de su campamento, que les de un sentido a sus vidas. Es un disco desolador por momentos, no parece hecho para la pista (aunque algunas de sus canciones podrían ser utilizadas para ello) y esa tristeza, la sensación de que esta centrado sobre todo en un “mood” contradictorio, antes que en golpes de efecto o en el último hit bailable, es algo que lo eleva y lo convierte en un gran disco.
02. Jay Reatard – Matador Singles
Jay Reatard, junto con un puñado de otros músicos, es la mejor esperanza del punk, un tipo garagero y distorsionado que nunca olvida que las mejores canciones garageras y disonantes eran memorables por sus melodías. Es, también, una reivindicación de su importancia en mi año, del rescate y escucha obsesiva (al fin) de Blood Visions, su primer disco, furioso y certero, que incorpora gran parte de la frustración y la desesperación que sentí hacia mitad de año. Estos singles están más pulidos que su primer disco, en cierto modo, pero siguen sonando como la obra de un mocoso arrogante y con nada que perder, como un tipo decidido a lanzarse sobre un misil, armado solo con su guitarra y su voz chillona, enseñándole a los jóvenes punk como se hace. Sobre todo es, creo, el tipo de música que amaría hacer si hiciese música. Pura catarsis en envase pop.
03. Girl Talk – Feed The Animals
Gregg Gillis quizás no sea un genio, pero es un músico de puta madre, un tipo que sabe poner el dedo en el pulso del pop y descubrir lo que funciona, entregarnos micro-dosis de hits capaces de mover al baile al mas cínico. De algún modo, su demente forma de componer, su estilo epiléptico y frenético, simplemente funciona. Es como micro-pop o quantum pop: una obra compuesta de porciones, de flashes, de elementos tan minúsculos que aíslan en segundos todo lo impresionante de sus canciones originales. Hay momentos gloriosos, como cuando aparece el estribillo de “Nothing Compares To U” y se trasmuta, resignificándose y perdiendo toda la sacarina que hemos llegado a asociar a esa canción para convertirse en algo genuinamente emotivo. Una extraña alquimia, la de Gregg Gillis.
04. Dirtbombs – We Have You Surrounded
El garage-rock formó una parte importante del léxico musical de mi año, este fue el año en que el playlist estuvo dominado por grandes grupos como The Gruesomes, The Fleshtones y The Black Lips. De cualquier modo, fue solo una profundización de un interés previo, que con el paso de los años se va haciendo más fuerte, quizás por la fe en aquello a lo que Lester Bangs llamó “la fiesta” en su INCREIBLE artículo “James Taylor Marked For Death”. La idea de que el rock and roll es, sobre todo, un estado de ánimo, una actitud, que debería estar apuntada sobre todo a ponerse estúpido y bailar y beber, y cualquiera que pretenda otra cosa del viejo rock and roll es un idiota.
Los Dirtbombs, en mis ojos, de algún modo son el emergente de esta corriente de pensamiento que me ha dominado a lo largo del año, de este estilo musical que tanto he apreciado por su capacidad inmediata de producir buen humor, por su convicción fundamental en la fiesta y en el rock, por su condición de refugio primigenio del punk. Los Dirtbombs son la “nueva” banda de Mick Collins, el gran músico que nos dio a los Gories, y tienen, hay que admitirlo, una veta un tanto más experimental y menos cavernícola que otras bandas del estilo, pero jamás olvidan su compromiso con la emocion primordial, con EL COMPLETO FREAK OUT. Basta escuchar esa maravilla que es “Ever’ Lovin Man”, una motosierra con los mejores coros del año. Ah, y además tienen una canción basada en un poema de Alan Moore y un conjunto de temas hacia el final del disco que son pura cacofonía. Far out, man.
05. Britney Spears – Circus.
No solo Circus, sino también Blackout, que escuché finalmente este año y que conforman un dueto de discos maravillosos sobre lo que significa ser una celebridad en el borde de un big crunch. Britney Spears, en los últimos años, se ha convertido en algo más que en una mera diva pop, se ha transformado en un especie de ícono que se súper-carga cada vez que aparece en un tabloide, cada vez que The Superficial postea alguna de sus freakeadas, cada vez que se cae durante la filmación de un video. Su posición pública es tan extraña que ya parece una mega estrella hillbilly, casi la protagonista de una película de John Waters.
Y lo más remarcable es el modo en que, como los verdaderos iconos pop, Britney Spears parece crecer ante el marasmo de su vida y componer su mejor material. Blackout es una obra maestra de la descomposición personal frente a las cámaras, un disco que parece, efectivamente, grabado bajo la contradictoria influencia de cantidades obscenas de cocaína y tranquilizantes. Circus no es tan bueno como Blackout, pero mantiene un sonido consistente, pleno de beats machacones, voces distorsionadas casi hasta lo irreconocible (como si en realidad fueran las voces en la cabeza de Britney, una miríada de chillidos de fans, pedazos de conversación escuchados a las corridas y el chirrido de máquinas de fotos y grabadoras) y unos espasmos de sintetizador que parecen andanadas de desprecio y paranoia. Son dos impresionantes discos: frenéticos, profundamente personales, populares e increíblemente meméticos. Un testamento del mejor pop de esta década.
06. Marit Larsen – The Chase
Marit Larsen fue uno de los mejores descubrimientos del año, una cantautora noruega que me encanta por la manera en que pervierte lo que comúnmente se entiende por “cantautor”: en general pensamos en ellos como hombres o mujeres con guitarras e instrumentación lo más sencilla o clásica posible, que intentan vender la ilusión de la autenticidad y la intimidad. Esto es, asumimos que componen desde su corazón o su perspectiva personal y les creemos y consideramos que sus canciones son la expresión de su personalidad, por lo tanto son, en un punto, intransferibles, están marcadas por su voz. Su potencia esta dada por la fuerza de su personalidad, real o inventada, y por la manera en que esa personalidad, esas “pequeñas verdades universales” de su repertorio conectan con nuestro estado de ánimo/personalidad.
Marit Larsen pervierte esto porque compone firmemente desde la trinchera del pop. O sea, le interesan las melodías pegajosas, le interesa cierto artificio y cierta idea de lo fabuloso y lo “más-grande-que-la-vida”, cierta rimbombancia, que esta en completa oposición con lo que comúnmente se asume como un cantautor. Y sin embargo su voz brilla y se impone justamente por estas elecciones. Todo suena personal y conmovedor, su modo de cantar es encantador, repleto de toques personales (como el modo susurrante en que pronuncia las “s” a veces) y además tiene el plus de que se puede cantar y, en el 90% de los casos, mejora tu humor del día. “Is It Love?”, “The Chase”, “Ten Steps”, son todas canciones hermosísimas con toques Abba, pianos juguetones y momentos épicos que no tienen miedo de “llevar el corazón en la manga”, admitir esos sentimientos que te levantan del suelo y ser exquisitamente alegres, algo que parece anatema entre la pandilla de barbas y camisas leñadoras.
07. Wire – Object 47
Wire tiene dos momentos que la hacen una de mis bandas favoritas de todos los tiempos: en primer lugar, su pasaje fulgurante por el post-punk, sus haikus de 1 minuto y medio, sus experimentos sonoros y su compromiso con la experimentación económica y furiosa. En segundo lugar, su periodo aerodinámico de los 80, su reconversión a banda seudo-pop capaces de componer temas tan bellos y maravillosamente libres y veloces (como volar) como “Ahead” y “Kidney Bingos”. A ello se le suma el hecho de haber protagonizado EL mejor retorno en esta época de retornos, con esos eps magníficos que son Read And Burn y con Send. Este disco parece una especie de compresión de todo ello, de su sturm-und-drang y su faceta sofisticadamente electrónica, pero en realidad es solo los Wire haciendo lo que hacen mejor y siempre les ha interesado: música. Ahí esta “One Of Us” que ataca a la velocidad de la luz, ahí esta “Mekon Headman”, clásicamente Wire, con una letra que parece hablar de una extraña misión secreta militar o espía a buscar dios sabe que, ahí esta la repetición entre agobiante y estupefacta de “Patient Flees”. Un disco que con cada frase conjura imágenes en parte absurdas, en partes amenazadoras, de un mundo donde todos han sido reemplazados por clones.
08. Sparks – Exotic Creatures Of The Deep
NADIE en el mundo suena como Ron & Russell Mael, esos dos hermanos angelinos y totalmente chiflados (que sin embargo a veces suenan, oh, so british), que evolucionaron de ser una banda sumamente extraña que hacía synth pop a ser una banda sumamente extraña que hace una mezcla de music hall, glam y electrónica, con algunas de las letras más geniales de la historia de la música, todas tratando sobre escenarios improbables, exagerados o deformados hasta la risa, como si los Sparks habitaran un universo donde todos hablan y gesticulan a la onceava potencia y el abrir un bote de mostaza se convierte en un infinito problema.
Este disco entra dentro de un cierto comeback de los últimos años, cosa que a mi me pasa inadvertida, porque en realidad este fue el año en que finalmente me enamoré de ellos, de sus melodías histéricas, de la cara de nada de Ron Mael cuando tocan en vivo y de la cara de plastilina de Russell, gran actor dramático. Este disco contiene canciones sobre: un mono manejando, una persona que nunca se drogó, un chico rechazado porque no se parece lo suficiente a Morrissey, un hombre que queda embarazado y una persona tan simpática que es invitada a todas las fiestas. Todo cantado con infinita extravagancia, exageración y panache. Escuche Sparks, sea una persona más divertida.
09. Beta Satan – Girls
Los Beta Satan son los Tiger Tunes recauchutados, convertidos en una “banda de rock pesado” divertida y caricaturesca, con los viejos ritmos electrónicos de la banda danesa destripados de “saltarinidad” y funcionando de marco para un asalto de guitarras, con la voz de K.R. Hansen re-orientada en direcciòn a una ansiedad generalizada y maniática, antes que hacia la “desesperación del pequeño amor”. Ejemplifican esa veta del rock que tanto me gusta: bandas de tipos listos con actitud arrogante y confianza en sus habilidades, letras irónicas y repletas de sarcasmo y bilis y una cierta conjunción de elementos electrónicos y guitarras machaconas. Es un disco del que me cuesta un poco hablar, porque me veo abrumado por su awesomeness y porque te agarra de los pelos y te arrastra de principio a fin, alabando a Satan todo el recorrido y haciendo air guitar.
10. The B-52’s – Funplex
Lo que pasa con el disco de los B-52s es un poco lo que uno desearía que pase con cualquier retorno: un disco muy bueno que reconoce el paso del tiempo pero sin dejarse abrumar por él y que utiliza los puntos fuertes de la banda sin volverse un patético intento de recapturar *exactamente* la magia de años pretéritos. Es un disco sin pretensiones mas allá de ser un disco divertido y emocionante, de una banda que nunca dejo de pensar que hacer bailar a la gente era mas importante y vital y significativo para nuestra cultura que hacer discos “importantes” y “luminosos”. En un año lleno de retornos y discos muy buenos de bandas veteranas, este es quizás el que esta más cercano a mi corazón y el que más amo.
11. Fujiya & Miyagi – Lightbulbs
Este es el sonido de un millón de paradas de colectivos soportadas gracias al bamboleo inducido en el esqueleto de estos ingleses. Si hay algo que me gusta de ellos es el modo en que suenan tan condenadamente relajados, siempre suaves pero nunca aburridos, la manera en que tienen una sonrisa sabionda todo el tiempo en la cara, el modo en que mezclan estilos sin prejuicio, la manera en que jamás suenan exactamente lounge, ni exactamente kraut, ni exactamente funk, ni exactamente electrónica, y cuando parece que se acercan demasiado a un pastiche cambian sorpresivamente, el modo en que componen hits sugeridos, armados con un susurro, un nombre repetido incesantemente, una batería gimnástica y un bajo elástico. El modo en que parece que ni siquiera están intentando, pero componen música fresca como una sandia.
12. The Magnetic Fields – Distortion
El buen y viejo Stephin se merece el lugar en la lista que parecía que se le iba a regatear por haber tenido la desgracia de salir a principios de año (tengo el difuso recuerdo, incluso, de haberlo bajado el primero de enero). Es un disco muy muy bueno, que utiliza la distorsión como casi todos los elementos que utiliza Merrit: como una técnica para generar distancia, de cubrir las pistas hacia el corazón (o la verdad) con capas y capas de pedales y ruido de sintonizador AM. Y el ruido ambiente la verdad que combina muy bien con un disco que parece completamente dominado por la misantropía y el resentimiento, incluso el odio. Un disco que tiene frases hirientes contra las chicas de california, los homosexuales que se comportan como locas, el estúpido muérdago, los idiotas que creen en el amor, el amor en general. Como las partes del discurso que construyen dos personas enamoradas que se obscurece por el ruido blanco, la amplificación y el feedback, interrumpiendo la comunicación para siempre.
13. Kanye West – 808s & Heartbreak
Yo no le había dado pelota a Kanye jamás, así que me pareció muy asombroso, en primer lugar, encontrar el tiempo y la disposición para escuchar su último disco (y mucho de ello tiene que ver con la avalancha de genialidad que es “Paranoid”), y en segundo lugar, que me guste tanto. Me encanta su textura, la manera en que realmente suena como una vena pelada, con la voz tan procesada, quebrándose del modo en que una voz se quiebra, ridícula y payasesca, cuando uno discute o ha llorado durante horas, con esa máquinas de ritmo que hace todo sonar tan intenso como los nervios continuos y destructivos que uno siente en la cabeza, las piernas y el estómago luego de una ruptura. Me encanta el modo en que funciona como la contraparte del disco de los Magnetic Fields: si ese esta marcado por la utilización de una técnica para producir distanciamiento, este quiere usar la técnica para generar emoción cruda, y si Merritt esta preocupado con la amargura, Kanye esta preocupado por el dolor absoluto. Y de un modo extraño consigue un disco que es a la vez robótica y profundamente humano, desesperado y mecánico, sentido y alienado.
14. AC/DC – Black Ice
A esta altura del partido, cuando uno va en búsqueda de un disco de AC/DC ya sabe exactamente que va a encontrar: a AC/DC haciendo lo que saben hacer, grandes himnos roqueros sin vergüenza y con un toque supremamente fiestero, a los mismos tipos de siempre, con completa entrega a su material y a esos ritmos inmensos que los han convertido en la mejor banda del mundo para escuchar con los puños en alto y un vaso de cerveza en la mano.
Este disco es, bueno, exactamente eso. Pero la puta madre que bien que lo hacen. Uno no tiene más que rendirse ante lo directo de su música y la toxicidad de los riffs de dinosaurio de Angus Young y de la voz de Brian Johnson. El disco es un poco largo, pero esta repleto de perlas hard rock bailables a la manera de Mick Jagger, de bombas de tiempo anti-aburrimiento. Cada vez que lo escucho me mareo de tanto agitar la cabeza.
15. Of Montreal – Skeletal Lamping
A veces siento que a Kevin Barnes, en este momento de su carrera, le esta pasando lo mismo que a Grant Morrison con sus últimos trabajos superheroicos: son tan fragmentarios, rápidos y abarcadores, están tan interesados en hacerte pensar y ejercitarte sobre el arte que consumís, no simplemente utilizarlo de forma somática, que son incomprendidos y su trabajo despreciado como “un desastre” o carente de coherencia. Pero este disco de Of Montreal (que aún no termine de digerir, hay que admitir) es admirable: una obra maestra del collage y la ambición pop, con unas letras que apuntan a ese núcleo de ambigüedad sexual que siempre estuvo en el corazón del rock, tan polimorfo, tan rico en avenidas paralelas y tan católico en su aproximación a sus influencias, que solo puede ser clasificado como otra gran obra de un tipo interesado en empujar su música en la mayor cantidad de direcciones posibles y en fastidiar a todos aquellos que creen que lo tienen encasillado.
16. The Hold Steady – Stay Positive
Siguen estando aquí, y siguen apareciendo en estas listas porque, cuatro discos después, siguen siendo los mismos: un grupo capaz de aprovecharse de todos los tics de la radio FM y reprocesarlos con el corazón mas grande de Norteamérica. No hay nada realmente *nuevo* en este disco, solo el continuo crecimiento de la confianza de la banda y una veta aún más optimista que en los anteriores. Craig Finn parece por momentos desear salvar, él solo, a toda la juventud decepcionada, y cuando uno escucha canciones como “Sequestered In Memphis” o “Stay Positive” casi lo cree posible. Creo que lo que más me gusta de esta banda (en conjunción con sus letras) es el modo en que funcionan como antídoto a tanta música irónica que uno consume, su aspiración a la inclusividad, su concepción del rock como un gran estadio sing-along donde todos están invitados, su absoluta sinceridad y compromiso con la causa. Por algo son los descendientes de The Boss, uno de esos músicos a los que voy descubriendo poco a poco y cada día me gusta mas.
17. Metronomy – Nights Out
Esto es pop, esto es canción, este es uno de esos discos de electrónica que salen de la nada y se posicionan siempre entre mis discos del año. ¿Por qué? porque me hacen sentir que debajo de los bleeps, las líneas de teclado y los ruidos simpáticos están intentando decir algo, trasladar una emoción a música. Soy un amante de la música completamente sintética y emotiva que me provee, a la vez, de la relación emocional que en general obtendría de un songwriter + una buena dosis de ganchos que, seguramente, incitaran a mi cerebro reptil al baile o al tamborileo de partes corporales. Creo que es porque prefiero la sinceridad envuelta en artificialidad antes que la artificialidad envuelta en sinceridad cliché (guitarras, voces suaves, ruido de lluvia). Los Metronomy entran perfectamente en esa categoría con un disco descrito como “un mal disco conceptual sobre la idea de salir una noche y pasarla mal”, que tiene en “Heartbreaker” una de esas canciones infecciosas, repleta de arreglos inteligentes y sutiles que se multiplican, como miles de cajitas de música, sincronizándose en una composición hermosa. Un disco con corazón y líneas de bajo de mercurio.
18. R.E.M. – Accelerate
Mi relación con R.E.M. es curiosa y torcida. Comencé a escucharlos a principios de los 90, movido por su mega-estrellato a partir de Automatic For The People y saltándome por completo su etapa indie. Durante todos los 90s (los que recuerdo, al menos) seguí su carrera, escuchando todos los discos que publicaron en ese período, mi admiración creciendo de un modo sutil y subterráneo. Descubriendo sutilezas y belleza en todos ellos pero, sobre todo, en dos discos injustamente ignorados como Monster y New Adventures In Hi-Fi. Inclusive siguiéndolos durante Up y Reveal, dos discos que me gustaron en su momento pero hoy en día tengo miedo de revisitar. Pero con Around The Sun me di por vencido, y jamás hice ni el intento de escucharlo. R.E.M. parecían perdidos en las nubes del AOR contemporáneo y eso me ponía un poco triste.
Hasta este año, en el cual descubrí su maravilloso primer disco, Murmur, que me acompaño antes y después de una fallida entrevista de trabajo, levantándome el animo con canciones como «Catapult», tan frágiles y saltarinas como mi propio ánimo. También trajo un disco nuevo de R.E.M. que parece ser un intento consciente de retornar a esas raíces sureñas y jangly con una buena dosis de la agresión de Monster. Es un disco vital, emocionante y sobre todo, muscular, que por suerte abandona los lamentos bien pensantes de Michael Stipe (o, mejor dicho, los viste de nuevo, en una hermosa tela sónica) para intentar decir algo, para llamar la atención, para levantar el animo y animar a las tropas y traer esperanza, en la banda y en esta época de aceleración capitalista. Es un excelente disco, que brindó una buena dosis de combatividad y optimismo en un año por momentos difícil.
19. Girls Aloud – Out Of Control
La verdad que no entiendo porque a la gente no le gusta tanto este disco de Girls Aloud, a mi me parece incluso mejor que el anterior, con mas espíritu y renovación en su sonido y, sobre todo, con mas hits. Creo que lo que molesta es cierto abandono de su veta de gamma-ultra-pop a quantum 5 que las caracterizó durante mucho tiempo, pero creo que les viene bien una renovación, ya que ya habían llegado muy lejos en esa direcciòn. En este disco suenan con cierto aire Motown en temas como “The Promise” o “Love Is The Key” o completamente synth-pop ochentoso en “Miss You Bow Wow” o “Live In The Country” (que tiene unos sampleos de maullidos encantadores). Es un disco más tradicional, quizás, de Girls Aloud, pero me parece que la falta de necesidad de volver a innovar les permitió concentrarse en las melodías y eso, al tener tantas canciones buenas, lo vuelve irresistible.
20. Portishead – Third
Creo que la primera impresión que me produjo el disco de Portishead fue el modo en que varias de sus canciones se cortaban cuando parecían entrar en la recta final, nada de fade out ni aviso, solo el corte como si fuese un mp3 defectuoso. Creo que eso define para mi lo que siento cuando escucho Third: es un disco que a la vez parece desvanecerse en el aire (no puedo evitar verlo como una suerte-de-continuación del maravilloso disco de Beth Gibbons, uno de esos discos que realmente se ganan el calificativo de disco de invierno, destinado a ser escuchado en una cabaña en medio del bosque, sepultado en nieve) pero su desaparición es traumática, violenta, mala onda. Hay momentos preciosos y fugaces como “Deep Water” que se sientan al lado de canciones abrasivas y metronómicas como “We Carry On” o “Machine Gun”. Es un disco que por momentos te duele y por momentos te enajena, una pequeña maravilla de la atmósfera y el sonido.
21. Annie – Don’t Stop
Esta bien, admitámoslo, no es un disco gigantesco, ni es mejor que Anniemal, pero tiene algunos momentos muy excelentes, como el desafio y confianza de “My Love Is Better”, su primera canción, con sus guitarras cabalgantes; o la repetición rutinaria de sintetizador viejo de “What Do You Want (The Breakfast Song)”; o el encanto twee de “Heaven And Hell”. Es un disco impar y que sobresale por sus mejores canciones (hay un par de baladas espantosas), pero que sobrevive a la expectativa y demuestra que Annie puede superar “the sophomore slump” y que tiene suficiente personalidad para seguir enamorando a los poptimists del mundo.
Castellano.
01. Los Punsetes – Los Punsetes
Ya hable sobre ellos aquí. Es el disco del año en castellano, sin lugar a dudas. Pura actitud, personalidad, inmensas melodías, punk y gritos.
02. El Mató A Un Policía Motorizado – Día De Los Muertos
Acá esta mi reseña sobre el mismo, baste agregar que es un ep de floración, de renacimiento, de evolución, que suena como El Mató (yo creo que ya a esta altura solo les interesa sonar como ellos mismos, obstinados como son) pero al mismo tiempo lo siembra de cosas nuevas, de canciones más rellenitas, de sonidos mágicos que te hacen anhelar el fin del mundo.
03. Victoria Mil – Están Despedidos
El otro disco en castellano del año, una oda al hedonismo y a la música, las únicas dos cosas que hacen que esta vida, por momentos, valga la pena ser vivida. En continuo repeat desde mitad de año, y, además, protagonistas de uno de los mejores recitales que vi durante este ciclo terráqueo, una clase de comunión con la audiencia y de grandes canciones. Reseña aquí.
04. 107 Faunos – 107 Faunos
Que geniales son los 107 Faunos, con sus canciones de pura energía adolescente, que parecen grabadas en un verdadero garage por amigos super-entusiastas que no pueden esperar a descargar toda su felicidad en disco. “Pequeña Honduras” y “John Henry” son hits fantásticos, y todo el disco exuda una sensación de desconcierto ante la posibilidad de crecer y madurar que encaja muy bien en estos mid-20s que estoy viviendo.
05. Norma – Norma
Las mejores y más divertidas letras del año, otra banda obsesionada con el modo en que la música se infiltra en nuestras vidas, un lp brillante como un auto nuevo. Reseña aquí.
06. Shaman y los Hombres en Llamas – En El Mundo De Fuego.
Desértico, desolado y profundamente lisérgico, otro disco que encaja perfecto con el fin del mundo y la posibilidad de escapar a otros planetas. Reseña aquí.
Canciones Para Un Año Bisiesta.
Disco 01.
(bajar)
01. Fantastic 6 (Alphabeat)
02. If U Seek Amy (Britney Spears)
03. Far Away (Cut Copy)
04. My Love Is Better (Annie)
05. We Were Witchy Witchy White Women (Electric Six)
06. Peryglus Lucifer (Hemme Fatale)
07. Runaway (Ladytron)
08. Paranoid (Kanye West)
09. Polychords (Matmos)
10. Heartbreaker (Metronomy)
11. Vanished (Crystal Castles)
12. Bright Tomorrow (Fuck Buttons)
13. Night Of The Hunter (Tussle)
14. Hands In The Air (Girl Talk)
15. Repetition Kills You (The Black Ghosts ft. Damon Albarn)
16. Miss You Bow Wow (Girls Aloud)
17. Is It Love? (Marit Larsen)
18. Another Day (Jamie Lidell)
19. One Pure Thought (Hot Chip)
20. Uh (Fujiya & Miyagi)
21. Funplex (The B-52’s)
22. Lighten Up, Morrissey (Sparks)
23. I’m A Lady (Santogold)
Disco 02.
(bajar)
01. Ever Lovin’ Man (The Dirtbombs)
02. Rave Kenneth (Beta Satan)
03. Anything Goes (AC/DC)
04. Sequestered In Memphis (The Hold Steady)
05. An Ugly Death (Jay Reatard)
06. Pinta De Tarao (Los Punsetes)
07. Simple (Norma)
08. Supernatural Superserious (R.E.M.)
09. One Of Us (Wire)
10. We Started Nothing (The Ting Tings)
11. Brave Bulging Buoyant Clairvoyants (Wild Beasts)
12. An Eluardian Instance (Of Montreal)
13. Good Old Vinyl (Jim Noir)
14. John Henry (107 Faunos)
15. Los Niños (Shaman Y Los Hombres En Llamas)
16. Mi Próximo Movimiento (Él Mató A Un Policia Motorizado)
17. Never Stops (Deerhunter)
18. Hola (Monoambiente)
19. La Vagancia Es Sagrada (Victoria Mil)
20. Un Verdadero Cajón De Madera (Banda De Turistas)
21. Home (David Byrne & Brian Eno)
22. Mi Otro Mundo (Abducidos)
23. Please Stop Dancing (The Magnetic Fields)
24. The Rip (Portishead)
25. As My Mother Lay Lying (Jonathan Richman)
(sí, ya se que las longitudes son más largas que un cd, no se hagan los vivos, si todos escuchan su música en digital).