La República Posible
Había una época, no tan lejana, en la que las compañías de comics norteamericanas publicaban lo que fuese, esperando que algo pegase entre su audiencia, un tiempo en que el genero superheroico no ejercía una dominación tan completa y las ideas extravagantes se filtraban entre las grietas.
Ese período probablemente llego a su punto mas alto en los años 70, década que ha sido caracterizada por muchos como el momento mas amorfo de la evolución de los comics norteamericanos, en que cualquier cosa podía tener una chance de pegarla y en la que los editores se volvieron hacia géneros que luego virtualmente desaparecerían, como el comic de terror y de artes marciales. Hay una teoría que de esos diez años de experimentos fallidos, el único que nacería y crecería más allá y alcanzaría, finalmente, un éxito insoportable, serian los X-Men. Pero en el camino quedaron muchísimas propuestas que no llegaron a nada.
Y en estos días me encontré leyendo una de las más psicodélicas y extrañas: Prez, de Joe Simon y Jerry Grandinetti. Joe Simon, para los que no saben, es el co-creador del Capitán América, junto con Jack Kirby. Ese es su trabajo mas recordado, pero Simon pertenecía a la época en que la industria se comía a la gente y durante años siguió trabajando, dibujando comics románticos por kilo y creando cosas como Brother Power, The Geek (otra serie maravillosamente demente de los 70 DC). Sigue vivo aun hoy, demostrando una longevidad bastante impresionante y siendo uno de los pocos autores de la Golden Age aun entre nosotros.
Prez, el comic del que hablamos, es un producto surrealista de su época: parte comentario político, parte comedia adolescente, parte serie de aventuras. El protagonista es Prez Rickard, un jovenzuelo de blondos cabellos y sonrisa perfecta, cuya popularidad surge de poner en horario TODOS los relojes de su ciudad natal. Esta popularidad coincide con un decreto del gobierno que disminuye la edad para votar a 18 años y también la edad a la que los congresistas pueden ser elegidos. A raíz de esto, un oscuro personaje llamado “Boss Smiley”, un especie de jefe mafioso intocable, le propone que convertirlo en senador. Prez es un joven impresionable e idealista y dice que si, solo para enterarse luego de las verdaderas intenciones de su sponsor, controlarlo y, a través de el, a la juventud de América (realmente es así, no miento). Finalmente rompe con él y logra llegar al Congreso primero y a la presidencia luego.
Una premisa como esa seria riquísima para enfrentar temas de identidad juvenil y diferencias intergeneracionales, pero Joe Simon lo que hizo fue convertirla en una continua comedia exagerada, surrealista, en la que la acción no se termina de explicar del todo, hay saltos de lógica en la narración que no tienen sentido y por momentos uno no sabe si se están riendo del personaje principal o si están de acuerdo con su positivo e idealista punto de vista. Además, que se puede esperar de una serie en la cual el protagonista principal se enfrenta a VAMPIROS SIN PIERNAS y JUGADORES DE AJEDREZ MALVADOS?.
Sin embargo, y más allá de las deliciosas divergencias de Simon y compañía (que le dan a la serie una sensación de hermosa libertad y despreocupación ausente de la mayoría de los comics mainstream actuales) la serie puede ser leída como un comentario sobre esa quimera: el Sueño Americano. Prez es, básicamente, la representación hecha carne del sueño americano: desde su origen en un pueblito pequeño, de clase media burguesa (no white trash, por favor), lugares que sabemos que en el imaginario norteamericano han sido desde siempre marcados como “la cuna de la democracia” hasta su apariencia (WASP por donde se lo vea) hasta, bueno, obviamente, sus ideales. Prez es el ideal del “político perfecto” que ha perseguido la democracia en general y la norteamericana en particular. El político que en general se imagina la ley, impoluto, creyente, honesto, siempre tomando la decisión que sirve al bien común y el contrato social.
Al mismo tiempo, “Prez” también puede ser leído como un comentario sobre la distancia que media entre esa representación ideal, tan importante para construir la legitimidad de la democracia norteamericana, y su existencia real. El comic fue publicado entre 1973 y 1974 y, en plena debacle de la presidencia Nixon, no es un detalle menor. Por momentos, al leerlo, me parecía ver que lo que querían hacer Simon y Grandinetti era aggiornar a Kennedy, sobre todo por la juventud del protagonista, su presencia, su mística. No es menor tampoco el hecho de que la fuerza social en la que se asienta Prez sean los jóvenes, abanderados de la revolución contracultural de los 60 y cuya combatividad, en el momento en que la serie fue publicada, estaba en descenso, mientras los setentas se asentaban, hedonistas sin conciencia, inevitables. Parecería que hay una nostalgia por tiempos más turbulentos pero esperanzados. Sin embargo, Kennedy es solo la última actualización de este pensamiento “mesiánico-democrático” norteamericano, de su inagotable fe en la democracia perfecta. Kennedy murió en el momento perfecto para convertirse en el mártir de los mejores años de democratismo de post guerra, justo antes de la contracultura.
La historia demostraría que ni el ambiente social ni el mercado editorial estaba listo para una idea tan extraña como la que proponía Prez, para una combinación tan ridícula (y uso este término de la mejor manera posible) entre comentario político light y humor absurdo y la serie terminaría cancelada luego de solo 4 números.
Sin embargo, Prez fue rescatado en dos ocasiones y utilizado mucho más apropiadamente como un vehículo de comentario político.
La primera de ellas se la debemos al maestro supremo del pastiche: Neil Gaiman. En un número auto conclusivo de Sandman se recuenta la historia de Prez, cambiando algunas cosas, agregándole detalles pop, volviéndolo mas contracultural y definiendo mejor sus políticas. En definitiva es una historia simpática, potenciada por el hecho de que en el momento de ser publicada Prez hacia años que no había sido utilizado ni mencionado. Pero hay dos cosas que se destacan: en primer lugar, se revela al final que Prez fue siempre manipulado por Boss Smiley y, en segundo lugar, luego de abandonar el gobierno, Prez languidece, se vuelve un espectro, deambula por las autopistas y las ciudades y finalmente desaparece. ¿Que parecería ejemplificar esto?. En primer lugar, que los escritores de los 90 ya no son tan ingenuos como los de los 70 y que hoy en día, al escribir sobre el gobierno de Estados Unidos no se escribe de política pura (en el sentido de impoluta), porque siempre existe algún tipo de interés oculto por detrás. Los norteamericanos son los padres y obsesos mas grandes de la teoría conspirativa y es obvio que a partir de Watergate y el asesinato de Kennedy, nadie puede creer que su gobierno es inmaculado. En otras palabras: la única manera en que el sueño americano puede sobrevivir, es siendo manipulado por fuerzas oscuras. Boss Smiley es un perfecto ejemplo de esto, tanto por la ubicuidad de su diseño, que se apropia de uno de los símbolos mas repetidos a lo largo del mundo (y signo de los setenta como ninguno), como de la incapacidad de probar que existe. En un momento le dice a Prez: “Como podes ser amenazado por un hombre que no existe?”. Y básicamente es eso: Boss Smiley podría ser los conglomerados de armas, las agencias de seguridad, las empresas petroleras, cualquier cosa que complete nuestra imagen de una fuerza en las sombras y rellene nuestra paranoia.
Pero es el segundo punto el más interesante, porque resuelve el nudo gordiano entre la política real y la política ideal. Prez no puede ser el presidente de los Estados Unidos indefinidamente y no puede moldearlos a su imagen porque continuamente se entromete la realidad mugrosa y sucia de los políticos, las componendas, las transas y la corrupción. Que, parece decirnos Gaiman, es parte integral de la democracia norteamericana. De ese modo, la única manera en que puede sobrevivir la corporización del Sueño Americano, del puro ideal, es como un espectro, un drifter, un extraño que se mueve de pueblo en pueblo. La política mata a Prez antes de que muera efectivamente.
El segundo autor en utilizar a este jovenzuelo es Ed Brubaker, en un especial del 95 que se llama “Prez: Smells Like Teen President” en el que un supuesto hijo de Prez, perteneciente a lo que en algún momento se llamó “Generacion X” se embarca en un road trip con dos amigos para buscar al que cree es su padre.
El especial no es perfecto solo porque tiene un par de bajadas de línea sobre “el cáncer que se esta comiendo a América”, pero tiene demasiadas cosas buenas como para pasarlo. En primer lugar, demuestra que Brubaker es un escritor afinadísimo para captar el pulso y la marcha de ciertas subculturas musicales (como ya lo mostraba “Deadenders”) e incorporarlas en una narrativa sin que en ningún momento aplasten a la historia. En segundo lugar, tiene un timing perfecto: 1995, a solo un año de la muerte de Kurt Cobain y, ex profeso supongo, el muchachito protagonista tiene un parecido muy similar con el cantante de Nirvana. En tercer lugar, la historia abandona hacia el final cualquier ambigüedad que podía contener con ser un mensaje de “gran política” y adopta una postura “lo personal es político”. Al final Prez sigue muerto y el protagonista no es su hijo. Pero en ese viaje iniciático descubre que la enseñanza final es que hay que resolver primero nuestros problemas para luego preocuparse por los del mundo.
De este modo “Prez. Smells Like Teen President” se vuelve epitafio y respuesta para un movimiento musical y social al mismo tiempo que le da una vuelta de tuerca al personaje original. En un momento como el de mitad de los 90, con una juventud como la de la generación X, las únicas soluciones parecían ser la muerte o la apatía. Brubaker toma ese punto de partida y resuelve la situación a favor de un tercer contrincante inesperado: la responsabilidad personal y el optimismo. Y por ello es que Prez es tan funcional a esta tesis, revolucionaria para estar dirigida a la generación a la que estaba dirigida, pero un Prez tomado como un ícono, ya desaparecido, que forma parte de las brumas de los mitos (norte)americanos, capaz de inspirar pero no de guiar. Eliminado por la real politik. Pero, paradójicamente, más efectivo para salvar a una generación.
De este modo el sueño americano retorna al lugar donde descansan las ideologías nacionales, ese territorio difuso e impreciso entre lo intelectual y lo real, ese paraíso de las buenas intenciones y las mejores promesas que por nunca podremos alcanzar.
.Prez (Todo en un cómodo paquete)
Thank God For Mental Illness
¡Señoras y señores, entren al gran circo y exposición de freaks del señor Bellini!. ¡Maravíllense ante su selección!. ¡Aquí observaran los mas grandes errores y fantasías de la madre naturaleza!. Contemplen: ¡El esqueleto humano!. ¡Admírense ante el Hombre Murciélago!. ¡Teman al horrible Gigante de Mongolia!. ¡Y sientan ternura por el increíble cabezón GREGORY!.
(Se produce un completo silencio en la sala, acompañado por la sonrisa expectante del presentador. De golpe, un sonido atronador)
I GREGORY!.
(Un niño con cabellos escasos en su cabeza enorme, ojillos que parecen un manchón de tinta y camisa de fuerza corretea por el pequeño espacio de su celda, chocando son las paredes, gritando inarticuladamente. Todo con una sonrisa en la cara)
¿Me están diciendo que ustedes no están familiarizados con este fenómeno de la naturaleza? ¿Que no conocen a nuestro pequeño cabezón?. El jovencito que ustedes ven aquí en alguna época gozó de cierta fama. Siempre hemos sido un espectáculo apreciado por aquellos de imaginación enfebrecida y talentos artísticos. En estos pasillos hemos captado tanto a lo más alto de las letras como a la lacra de los pasquines.
Hace ya más de una década solía visitarnos un jovencito particularmente curioso, llamado Marc Hempel. Pequeño y con una sonrisa maniaca, se la pasaba garrapateando figuras en blanco y negro en un cuaderno: matones geométricos, hombrecitos que parecían a punto de quebrarse como una caña, casas perfectas, construidas por el dios de la escuadra.
¿Que es lo que oigo?. Tu, jovencito, ¿conoces al héroe de nuestra historia?. ¿El de las “Kindly Ones”?. Bueno, muchacho, ¡el viejo Bellini no conoce nada de las Kindly Ones, pero te apuesta que el opus que nuestro autor le dedicó al pequeño Gregory es ampliamente superior!.
¿Que como puedo probar eso?. ¡Pues vea, señora, este apabullante despojo humano!. ¿Usted cree que de este hatajo de nervios en constante excitación, sin destino ni libre albedrío, renegado tanto de Dios como del demonio, se podría sacar un relato digno de ser leído?. Ahhhh, ¡lo sospechaba!. ¡Sospechaba su perplejidad ante el acertijo que le planteo!.
Y, sin embargo, ¡nuestro joven autor consiguió lo improbable!. Aunque el mundo de los dibujos y las viñetas le es casi ajeno a este viejo presentador, las breves pinceladas que he tenido el placer de contemplar, tanto adelante como detrás de la escena, ¡pintan un escenario similar al de mi oficio de tratar con fenómenos y rechazados de la naturaleza!. ¡Y puedo afirmarles que en mis largos y añejos años pocas obras tan excelsas he observado como “Gregory”!. En el momento de maquinarlos, lo juro por el espíritu inmaculado de P.T. Barnum, ¡el joven Hempel no parecía un artífice prácticamente novel, sino que plasmaba su energía y su furia en las paginas como un enloquecido Zeus!. ¡Oh, la sustancia poética que fue capaz de extraer de nuestro miserable Gregory fue suficiente para moverme hasta las lagrimas!.
¡Por momentos su manejo de la perspectiva y los puntos de vista eran suficientes para confundir, marear, perder y asombrar, todo en un mismo movimiento a este hombre del espectáculo, curtido y acostumbrado a observar los espectáculos mas caleidoscópicos!. Me recordaba a las épocas de gloria en que los alegres circos desplegaban todo su arsenal de colores en las calles, sus payasos que reían y aterrorizaban, sus elefantes entrenados, sus leones feroces, su fanfarria y su tragedia. Y cuando volvía mis ojos ante la pagina y la contemplaba como si fuese la primera vez… ¡volvía a notar su exquisito monocromo y me preguntaba si mis sentidos no estarían jugando conmigo!.
Ah, es bien cierto que nuestro joven autor tomó lo que llamaríamos licencias poéticas. Distinguida concurrencia: ¿ven ustedes alguna rata, ratón u otro animalejo afiliado a la familia de los roedores en esta celda?. ¡No! ¡Claro que no!. ¡Porque el Sr. Bellini se enorgullece de ser un proveedor de entretenimiento serio, que trata a sus criaturas con el amor que se debe a un hijo!. Entonces la existencia de Herman Vermin y Wendell, aquellos dos roedores, uno suicida y existencialista y el otro glotón y despistado, ¡no puede tener ningún asidero en la realidad y solo proceder de la desbocada imaginación de nuestro artista de marras!.
Y, sin embargo, ¡que adición mas feliz!, ¡que ejemplo mas adecuado de que el arte solo sirve para remodelar nuestro mundo y proveernos así de un mayor conocimiento del mismo!. Desde que este maestro de ceremonias no era un niño en las montañas de Turín que no reía tanto. Y lo que es mas curioso: ¡inmediatamente la sonrisa se transformaba en una horrible mueca de tristeza y piedad!. ¡Cada muerte de Herman, la pequeña rata negra, me dolía en el alma como duele la separación del ser amado!. Por suerte, como nos enseñan nuestro padres espirituales, los griegos, la comedia funciona con otros códigos, alejados del aburrido y mundano paisaje de nuestros días, y en la siguiente historia ¡su carbónica cola una vez mas desafiaba impávida a la autoridad!.
¡Cuan emocionante era, por otro lado, la sutil humanidad que unía a Gregory y a Herman a pesar de ser perfectos incomprendidos el uno para el otro!. ¡Cuanta luz echa su amistad sobre las cualidades mas felices de los hombres!. Su lealtad y preocupación por el otro me recuerdan otras relaciones famosas, incluidas en las conocidísimas parábolas chinas “El tigre y el niño” y “El cabezón y el perro”.
Ahhh, las horas de esparcimiento que esos pequeños cuadernos me proporcionaron…Desde ese día mire a este pequeñajo con nuevos ojos, plenos de comprensión y dulzura. Desde ese día comprendí que la idiotez es una forma de felicidad que nos completa y que cada hombre que se considere a sí mismo un optimista debería aprender de este jovencito, que en su continuo correr y chocarse, en su apreciación de las pequeñas cosas, nos da una lección de honestidad y valor…
Como han puesto a este antiguo presentador…la nobleza de nuestro insigne Gregory siempre me emociona…
Pero el show debe proseguir!. Síganme, damas y caballeros y pasemos a ver el espeluznante JOVEN LAGARTO!. Ustedes no creerán sus ojos!. Tras de mi!…
Gregory I
Gregory II
Gregory III
Die Forever
Todos recordamos el momento en el que comenzamos a escuchar música “denserio” y los grupos que nos impactaron tanto que pasaron a formar parte de nuestra personalidad. Es algo que salió a la superficie recientemente, cuando hablábamos de Pavement y, debo admitirlo, la discusión que se generó en ese post me llevo a escribir sobre este comic.
“Phonogram” es un comic extraño y polarizante. En primer lugar, la manera más sencilla de describirlo es decir que es sobre el britpop. ¿Que otro movimiento de los últimos 20 años ha sido mas vilipendiado?. Hueco, vacio, nacionalista, retro, auto glorificante, ladrón. Miles de adjetivos horribles se han utilizado para hablar mal del momento en que Blur y Oasis parecía que se iban a comer el mundo. Y este, un pequeño comic independiente, de dos ingleses ignotos, se revuelve en la gloria y la mierda del britpop, se recubre de su brillantina inútil y ¿encima se propone celebrarlo?.
La historia es básicamente así: David Kohl, el protagonista, es un John Constantine de la música. Un mago (un “phonomancer”) que utiliza la energía que nos da un single, el amor a un disco, el placer de bailar una canción hermosa, para hacer magia. Hasta aquí todo bien, Kohl es el típico anti-héroe, demasiado cool para ser verdad, demasiado ácido e inteligente, la perfecta “mouth piece” para los autores. La cuestión es la siguiente: Kohl se inició como mago en la época del britpop y tiene su identidad firmemente afincada en ese período. Un día, como es costumbre, se mete en problemas y tiene que investigar la posibilidad de que estén intentando revivir a “Britannia”, la diosa del britpop. A partir de ahí, es un nostalgia fest, con apariciones de Damon Albarn y Luke Haines (rey del decadente reino del britpop y guía respectivamente), alusiones oscuras a singles de Kenickie, escenas musicalizadas con Common People y muchas, muchas referencias mas.
Obviamente, esta aproximación causó controversia. Pareciera que por cada persona a la que le gustó, hay otra que lo odia con intensidad. Y es completamente natural por su adhesión tan explicita a un cadáver tan frío, por su ejercicio de nostalgia, por su intento de reivindicación. Y no ayuda el hecho de que todo tenga un tono tan de “cátedra de música” (con glosario incluido al final!) y hasta exista un personaje que se llama Indie Dave.
Pero de alguna manera extraña funciona. Porque, en realidad, todo eso (“como el britpop mismo” dirán algunas malas lenguas) es solamente superficie. En el fondo la historia podría utilizar cualquier movimiento, cualquier período de la música para marcar su punto de la misma manera: esta es una historia sobre identificación, es sobre la manera en que construimos nuestra identidad utilizando pedazos plásticos de cultura pop. Que hayan elegido al britpop es, diría yo, otro detalle genial porque nos obliga a aceptar que somos también lo que escuchamos en nuestra estúpida juventud y que rechazamos desde entonces.
Kohl (y a través de él los autores) es un prisionero de la nostalgia, una persona que, a pesar de que logró reconvertir su personalidad mas o menos exitosamente luego de que el britpop implotara, todavía esta firmemente atado a ese movimiento, a esa tierra mágica de éxito y promesa que alguna vez representó. Y a través de su relación ambigua con el (como la relación ambigua de todos nosotros con nuestras obsesiones adolescentes) es que los autores exorcizan su propia obsesión. Es importante observar que en ningún momento es un comic condescendiente con el objeto de su análisis. Hay golpes bien dirigidos contra bandas emblemáticas y hasta se reproduce la visión del britpop como una fiesta decadente y sin sentido, como algo irrescatable. Pero en el corazón de Kohl hay algo más que (al igual que Constantine) lo vuelve algo más que un cínico insoportable: honestidad, pasión, la misma locura que nos lleva a escuchar la misma canción durante horas, sin importarnos el mundo exterior, buscando aniquilarlo y vivir en un lugar mejor.
Esta honestidad lo redime, por ella vislumbramos lo importante que fueron estas canciones, estas bandas, para un grupo de personas. Nos damos cuenta que, al menos en el micromundo de un puñado de personas, si importaba. Y si no les gusta el britpop, inserten el nombre de su banda favorita, de esos discos que les cambiaron la vida.
Pero, paradójicamente, lo último que vuelve a “Phonogram” la mejor reflexión sobre la identidad musical que leí en estos tiempos es que propone que la única manera de superar el pasado es aceptarlo y matarlo al mismo tiempo. Para Kohl esto significa gritar, en un momento de triunfo “I NEVER LIKED FUCKING KULA SHAKER!”. Pero que si le gusta algún que otro single de Echobelly.
Es apreciar que sin ese embrión no seriamos quienes somos hoy. Es recordar viejos amigos, viejos lugares por los que uno caminaba, canciones cantadas con gargantas resecas con cariño, pero nunca con el suficiente ímpetu para buscarlos, porque en el fondo estamos contentos de ya no ser esa persona.
Mas:
.El Sitio Oficial
.Una entrevista a los autores
Oh, Marvel, Thou Hast So Much To Answer For.
Hoy leí el número final de Civil War. Supongo que con eso termina la larga pesadilla / gestación / engaño / evento / aventura? con el cual Marvel nos vendió (o nos hizo leer) millones de comics durante los últimos 10 meses. La lista llega a algo así como 76, entre cross-overs, preludios, postludios, remembranzas y apostillas.
Ah. Que nadie sabe que es Civil War?. Que están entrando acá buscando chismes de The Arcade Fire?. Oh, perdón…
Veamos. A ver si puedo hacerlo sencillo. Manténganse conmigo durante esta explicación. El argumento es básicamente así: a causa de una explosión en un pueblito de mierda que mata a 600 personas, y en la cual participan los New Warriors, un grupito de tercera del universo Marvel, mientras luchaban con un grupo de villanos, el gobierno de los Estados Unidos decide aprobar una ley según la cual todos los héroes tienen que registrarse y pasar a trabajar para S.H.I.E.L.D., o sea, laburar para el gobierno. Inmediatamente los héroes se dividen en dos bandos: uno bajo el liderazgo del Capitán América, que se opone a la registración, y otro detrás de Iron Man, pro registración.
Lo que podría salir de esto, a primera vista, es algo similar a dos amigos comprando una enorme cantidad de muñecos de personajes de Marvel, separándolos en dos bandos y haciéndolos pelear. Una enorme y sin sentido escena de pelea. Quizás una historia divertida y vacua, confinada a una mini serie de 6 números y no vuelta a mencionar dos meses después de su publicación.
Pero Marvel quería que esto fuese un EVENTO. Y no solo un evento, sino que hablase de cosas IMPORTANTES. Entonces se pasaron los meses antes (y durante) la publicación promoviéndolo como una suerte de metáfora sobre los libertades civiles. O sea que era un comic político. Y hablaba de algo que afectaba a la Norteamérica de hoy!. ¿Dejar que el gobierno te investigue y se apropie de información sin pruebas de tu peligrosidad o abogar por una preservación de la privacidad y la libertad individual? Con el Capitán América e Iron Man representando cada uno de los dos lados de la discusión. Y Spider-Man (y Howard The Duck!) en el medio. Comics Aren’t For Kids Anymore!. Ahora somos relevantes!. Pero todavía tenemos un pato que habla!. Ese pato que habla debería ser la medida de todas las cosas que publican!.
Y aquí yace el dilema, porque, en el genero superheroico, la metáfora de las libertades civiles básicamente no funciona. En otras palabras: lo que quiere el Capitán América es que haya un montón de vigilantes sin supervisar dando vueltas por las calles, disparando rayos, levantando tanques, atrayendo la atención de razas extraterrestres, tiroteándose, muriendo, resucitando mientras nuevos surge todo el tiempo sin control y que la gente (ni el gobierno) digan nada. Claro, seguro, si Capitán.
Si los superhéroes funcionan en un universo como el Marvel es porque es un universo de genero, específicamente superheroico y hay un montón de concesiones, trucos y marcas del genero que nosotros compramos cuando hacemos ese pacto de suspensión de la incredulidad con ellos y que forman parte intrínseca del mismo. Lo interesante, quizás, era que se cuestionara una de las bases del género mismo: que a los superhéroes se los deja hacer y no se los controla. El problema es que eso implica un completo cambio en la manera en que funcionan los superhéroes. Lo que hay que reconocerle a Marvel es que tuvieron las bolas de apoyar el cambio y el final de Civil War deja sus futuras historias en un set up completamente distinto al anterior. Han decidido mover la casa de cartas y quizás esto traiga buenas historias en el futuro. Pero el problema es básicamente ese: Civil War ha sido pura preparación, pura anticipación sin nada a cambio, solo un puñado de momentos que parecen desperdigados, caídos del caramelo sin sentido que podría haber sido. Es que los mejores momentos del guion son los que apelan a la emoción del fan: el escape del Capitán en el primer número, el final del 6, Sue en la batalla con el clon de Thor, Hércules en el número 7. Pero esos momentos están tan aislados y la miniserie fue tan ingrávida que pareciera que Marvel quiso estirar un solo guión a los 70 tie ins. No sabemos muy bien como se nos trajo acá y los argumentos que se esgrimieron no fueron los más convincentes. ¿Dónde quedo la exploración meta textual?.
Quizás lo más interesante es la metamorfosis que el Capitán América viene sufriendo en los últimos años, que Civil War completa y que lo coloca casi a la izquierda del espectro político. Digamos que no es una idea nueva y que, en general, el Capitán ha servido de medio de expresión para muchos guionistas mas bien liberales que han aprendido a valerse solo de su código de honor y de sus ideales superlativos de justicia y honestidad para transformarlo en un la voz de la razón que muchas veces esta en contra de su propio gobierno. “El hombre es un ideal, no pertenece a ningún estado, demonios!”. Cuantas tapas del Capitán América abandonando su uniforme disgustado con Estados Unidos…(casi tantas como las de Spider-Man!).
En fin, que de combatir a terroristas islámicos hace tres o cuatro años, el Capitán ahora es un un héroe de la libertad civil y de expresión y un tipo capaz de destruir al robot gigante del Red Skull al mismo tiempo. Para un personaje que cae podría ser fácilmente anacrónico, conservador e inmovilista, es un cambio que lo vuelve mucho más rico. Civil War, en primer lugar, lo transforma en un tipo decidido e inquebrantable y lo convierte en el personaje por el cual tenemos que sentir simpatía. Y finalmente lo transforma en un mártir, lugar del que va a ser muy divertido observar su inevitable retorno a la gloria (mientras lo escriba Brubaker!).
Y, por otro lado, Civil War también nos dio cosas como:
• Convertir al superviviente de los New Warriors, Speedball, un personaje moldeado sobre Spider-Man (alegre, feliz, bromista) en un torturado que se llama Penance (Penitencia. Sutil, muchachos!) y utiliza un traje que dentro tiene 600 púas, una por cada muerto en Stamford (El Pueblito Que Estalló) que se le clavan en la piel y liberan su poder. Porque ahora su poder lo libera el dolor. Los 90 están de vuelta!.
• Hacer que Reed y Sue se separen por medio de una carta y se reúnan por medio de otra carta llorona de Reed. Supongo que, como tantas otras cosas, la caracterización imperfecta se resolverá en su propio titulo. A bajar más comics…
• Algunos héroes se van a Canada y forman Omega Flight que, con Oeming escribiendo, puede ser divertido.
• Los Avengers están divididos en dos grupos, uno “del” Capitán América, que lidera Luke Cage y otro con Iron Man. Esto es interesante, al ver como se balancean el uno al otro tanto por su posición (uno es legal y el otro no) como por sus diferencias ideológicas.
• La identidad de Spider-Man es pública y se pone el traje negro de nuevo. Peter, cuanto daño te han hecho en los últimos…¿20 años?. Deberías estar muerto…
• Los Thunderbolts se convierten en el Suicide Squad y los escribe Warren Ellis. Este es el lado b de lo que pasa con Penance, un comic de superhéroes oscuro y cínico que de hecho funciona. Un montón de villanos con Norman Osborn (Green Goblin, Duende Verde) de jefe que persiguen héroes no registrados. Lo mejor del primer número son los juguetes que muestran al Capitán América como villano. Ellis en su elemento.
• Vuelve el Capitán Marvel (no, no Shazam, el otro, el extraterrestre. Si, ya se que es complicado) luego de 25 años muerto. Y, ¡shock!, a nadie le importa!.
En fin, que Civil War nos obligó a leer o comprar muchos comics pero no nos dio mucho sustento. Y ahora tendremos que comprar o bajar muchos otros comics para ver si el pay-off vale la pena.
Y es que todo forma parte del modelo de publicación que han elegido tanto DC como Marvel en los últimos años, en lo que lo que se privilegia es el universo compartido, las grandes sagas que unen todo, el funcionamiento orgánico y no las historias individuales, los detalles, las flores raras a las que se les permite crecer en medio del pantano.
Pero resulta que los comics deberían ser sobre los duendecillos de la quinta dimensión, los hombres gigantes que se comen planetas, los gorilas parlantes que dan mucho miedo y tienen poderes psíquicos, los adolescentes que se transforman en hielo. Las flores raras del pantano.
Earths Will Live, Earths Will Die…
Yo se que probablemente a casi nadie le interese, pero si les gusta la buena critica sobre comics, deberían leer un intercambio entre Jim Roeg y Marc Singer sobre el multiverso de DC Comics. Comienza siendo una crítica de Infinite Crisis y después deviene una discusión sobre políticas multiculturales, la identidad en estos tiempos postmodernos, las implicancias ideológicas de los comics de superhéroes y el postmodernismo blando. Completamente fascinante, al menos para mí, y me mantuvo despierto anoche hasta las 6 de la mañana.
Y, para otra visión de Crisis On Infinite Earths, mas centrada en la dinámica editorial, aquellos involucrados y las consecuencias a largo plazo, recomiendo esta serie de artículos en Howling Curmudgeons, que es particularmente interesante en la manera en que describe como una empresa con un orden editorial tan férreo pudo crear tan increíble concepto.