I Grew Up Too Fast.
1) No sé si tengo mucho que decir sobre el último disco de Art Brut. Es difícil decir cosas nuevas sobre una banda que, en realidad, no esta tan interesada en hacer avanzar su música o influencias sino en trabajar sobre variaciones de los mismos sonidos que sirven vehículo para un front-man carismático.
2) Con el tiempo, en realidad, me he dado cuenta de que en realidad lo que más me gusta de Art Brut (por si queda alguna duda) es Eddie Argos. No hay mucho misterio en el porqué: parece un tipo divertido, alguien de quien me gustaría ser amigo, es ingenioso en sus letras y nunca se toma demasiado en serio a sí mismo, es un nerd al que le gusta la música y esa clase de gente es justamente la que debería estar haciendo música, le gusta el punk y el garage y la música que básicamente dice «fiesta!» y «diversión!», le gusta beber y escribe canciones sobre ello y, sobre todo, pareciera ser optimista y no dejar que nada lo ponga de mal humor.
3) “Art Brut Vs. Satan”, su último disco, es quizás aún menos inmediato que sus dos discos anteriores, no tiene ningún “Started A Band”, casi que ni tiene un “Pump Up The Volume”. Es un disco de más bajo perfil, como aceptando finalmente que no van a tener ningún hit, felices en su condición de underdogs. No demuestra la interminable ansiedad y hambre de fama de sus primeros singles. Es, definitivamente, un “grower”, que revela sorpresivamente cierta maduración.
4) Desde la tapa (dibujada por Jeff Lemire, cartoonist indie de cierta reputación, sobre todo por su trilogía “Essex County”) parece plantearse una dicotomía entre la ciudad y el campo, la vida tranquila y sin aspiraciones y los sueños de fama y de rock. O quizás es una representación del hecho de que uno puede “lograrlo” (sacar un disco, salir en revistas, cantar frente a gente) y sin embargo eso no quita que pueda seguir siendo un borracho imbécil, un faux-casanova que no llega a cumplir con las expectativas o un nerd demasiado entusiasta que no consigue que entiendan que es lo que hace. Eddie Argos se mudó a L.A. y no solo no se codea con las estrellas, sino que también tiene que tomar demasiados colectivos y todo el dinero aún se lo gasta en el fin de semana.
5) Frente a esta situación, Argos decide la inmersión en el mundo obsesivo que siempre le ha dado un hogar: los discos. La tendencia a ponerle nombres famosos a las canciones continua en este lp, igual que las referencias continuas a la música como algo que empapa todo momento de la vida (“You like the Beatles and I Like the Stones / But those are just records our parents owned”, “How can you sleep at night when nobody likes the music we like?”) y las pequeños detournements de frases de canciones famosas (“I fought the floor and the floor won”) pero todo transportado a un ambiente de la más pura normalidad, de los combates cotidianos de todo pobre palurdo, alejadísimo de la connotación inmediata que tienen esos referentes como parte de la historia del rock y sus sueños. Es totalmente amable y totalmente idealista, como diciéndole al chico que va al lado suyo en el colectivo, que acaba de salir de un trabajo espantoso de 8 horas y que está molido hasta los huesos que si, la música si tiene la capacidad para salvar algún pequeño pedacito de tu alma, aún cuando él venga de grabar un disco que quizás no se venda.
6) La producción de Frank Black es probablemente lo que más me entusiasmo del disco en un principio y lo que me hacía esperar cosas que al final el disco no entregó (como, no sé, su propia versión de “Debaser”, una canción que arrase con todo lo conocido en tu cerebro en ese preciso momento, obligándote solo a pensar en ella mientras la escuchas con puños levantados y a ponerla de nuevo, inmediatamente, cuando termina). En realidad la producción de Black resalta cierta limpieza de las guitarras, un mayor protagonismo de los coros en ciertos momentos (“Summer Job”, “What A Rush”) y bajos mucho más al frente. Les da cierto brillo que no viene mal, pero hubiese estado bueno una sinergia un tanto más avasalladora.
7) Pero todo esto es solo un preámbulo para lo que realmente importa. Si hay un motivo por el cual ahora lo quiero más a Eddie Argos es por su confesado y vocal fanatismo por los comics. Desde mitades del año pasado tiene una columna en el sitio web Playback donde habla de sus recientes lecturas, pero el golpe maestro lo dio en este álbum, donde incluye una canción llamada “DC Comics And Chocolate Milkshake”, en la que en vez de sumergirse en la nostalgia de la infancia la traslada al presente, sin culpa ni vergüenza, apuntalando la filosofía de que hay cosas que son demasiado buenas para dejarse en la niñez y que los comics son escapismo, si, pero escapismo de la mejor clase, en este mundo de oficinas, ordenes, sistemas y arreglos.
A raíz de esa canción, los muchachos de Art Brut consiguieron una invitación a visitar las oficinas de DC Comics, que se puede apreciar en toda su magnifica nerdidad en este set de Flickr.
En él se puede notar la cara de asombro y timidez de Argos, su postura ligeramente extraña, la intimación de su panza, su sonrisa de niño en tienda de golosinas. Dios quiera que pronto le pidan guionar algo. ¿Cómo podría no gustarme esta banda?