Algunas canciones
Magnetic Fields – The things we did and didn’t do
Se podria hablar largo y tendido de Merritt y quizas el más adecuado para esto sea Dario, pero que hace unos meses lo estoy escuchando mucho y le estoy agarrando mucho el gustito. Tenia pensado escribir acerca de como sus temas todos se podrian dividir en 3 elementos casi independientes: letra, la música (acordes y melodias) y la producción y el ‘estilo’ del tema, como 3 capas que podes moverlas y hacer temas casi diferentes. En el 69 Love Songs, se notan como lo estable de los temas son los primeros dos puntos, mientras que la producción y la cadencia cambia totalmente de tema a tema. Es algo que le divierte mucho a Merritt, y seguramente sea un efecto secundario ( y tambien, en cierta forma, buscado) de hacer semejante cantidad de temas. Uno se aburre y dice «fuck, voy a hacer un tema calypso».
Confesión que extrañará a pocos: Me cuesta horrores la producción de Merritt, siempre me costo. Esos sonidos cutres, de teclado berreta noventoso, esas baterias sin groove, ese uso deliberado y casi aleatorio de efectos en todos lados, todas esas cosas violan cada regla sagrada de como una producción de un disco electrónico deberia de ser. Años de Boards of Canada hicieron daño, ciertamente.
En fin, en este tema se da que todos los elementos funcionan perfecto, y justamente en un tema que podriamos considerar ‘menor’. Solo 3 acordes, una melodia que se repite, algun arreglo mínimo, y de las letras mejor logradas de merritt, usando sus aliteraciones tradicionales pero colocandolas de forma que solo se ve la mitad de la historia y deja todo abierto. Perfecto para el final de un disco.
All the things I knew I didn’t know and didn’t want to know that you told me just to tell me later that you’d told me so come flooding back to me now
Come on
Come flooding back to me now All the things you said you’d never say and you said anyway The things we did and didn’t do The things we did and didn’t do come flooding back to me now
Dr. Dog – Little Bird
Seguro que hay varios casos donde ocurren cosas similares, pero la verdad me sorprende como la producción recontra cutre y podrida de los demos y lados b de Dr.Dog le hace tan, tan bien a los temas. ¿La producción importa al final o no? Su anterior disco, ‘We all belong’, tiene un puñadito de grandes temas, pero mi corazón se queda en el Toothbrush, su primer disco, esa chanchada que hicieron pegando y cortando cintas para tener algo para vender en sus primeros shows.
Seguramente no sea solo la producción, sino el encare de grabar, esa cosa de grabar a las 5 de la mañana, quizas totalmente borrachos y drogados, y emocionandose por demás en cada coro y arreglo.
El Perro del Mar – How we did Forget?
O mejor dicho, «otro capitulo de Ezequiel en contra de las listas de mejores discos del año»
El segundo disco de El Perro del Mar salió sin mucha pena ni gloria, y a primera escucha, no pasa nada. Y eso es medio el secreto del disco, no pasa nada en casi todo el disco, es completamente chato, tranquilo, amable, y austero. No me refiero al despectivo «no pasa nada» de «no me generá ninguna emoción ni reacción», sino más bien un «pasa desapercibido». Todos los temas son muy mínimos, el disco dura media hora, de los 12 temas, dos son instrumentales, solo uno pasa los 4 minutos, y hay algunos que no pasan de ser una progresion de acorde mínima con una linea vocal que se repite hasta terminar.
Y a la insistente tercera o cuarta escucha del disco – que es facilisimo de escuchar – uno se da cuenta de que pasan bastantes cosas. El clima es ligeramente optimismo, como una mañana otoñal con una ligera niebla y con plantas llenas de rocío, con un ligero fresco inesperado que hace que uno se quede en su casa pero muy agradablemente. La diferencia con la angustia del primer disco es notable, pero me genera una sensación de que nadie va a nombrar jamas a este disco. Es casi transparente y demasiado hetéreo. Además se nota que fue compuesto con eso en mente, lo cual me genera una estima muy alta hacia Sarah Assbring, la chica detras de este proyecto.
How we did Forget es uno de los temas mas llamativos del principio, con ese aire ‘noir’ y esa genial linea de bajo repetitiva. Quizas es de lo más parecido al otro disco, pero igual ya se nota otro perfil un poco más relajado.
Having Fun With Reruns.
¿Vale la pena escribir o decir algo sobre los B-52’s hoy?
Es una pregunta que me vengo haciendo sinceramente desde el momento en que logré escuchar entero su último disco, “Funplex”, editado luego de 16 años sin sacar nuevo material.
Porque, por principio, yo tiendo a oponerme a los retornos. Y a pesar de que los B-‘52’s nunca se “fueron” del todo, más bien pasaron a una certificada insignificancia, esto es una suerte de regreso. Y hace mucho que no me entusiasmaba tanto un disco de un retorno. No es un “glorioso regreso a la forma”, como se dice de tantos discos malos en los que un artista sencillamente le da a su audiencia lo que estos deseaban, un facsímile mas o menos idéntico de su mejor momento. Nada podrá igualar el mejor momento de los B-52’s, mucho menos ellos mismos. Pero es un regreso al fin y al cabo y no es un regreso particularmente innovador, tampoco. Es un muy, muy buen disco dentro del estilo B-52’s, pero eso no quiere decir que ese estilo sea radicalmente diferente. Siguen habiendo grandes frases kitsch y ridículas, sigue existiendo esa maravillosa relación entre la voz de Fred Schneider (¿como puede ser que este tipo no haya actuado en alguna película de John Waters?) y las voces de Kate Pierson y Cindy Wilson, siguen produciendo canciones para bailar sin ningún tipo de disculpa al respecto. ¿Se puede reclamar algo mas? Quizás si, y quizás mi amor por este disco revele una veta hipócrita en mi persona, pero hay que tomar en consideración dos cosas: en primer lugar, la ínfima cantidad de bandas como los B-52’s en nuestro mundo y la dificultad que tienen todos los pseudo grupos new wave para sonar con una porción de la alegría de estos atenienses. Y, en segundo lugar, el hecho de que esta hermosa banda con nombre de avión no realiza ninguna apología de su estilo, no se presenta con pretensiones, no intenta venderse como la segunda venida de Cristo. Solo como lo que son, incansables animales fiesteros a los que no les interesa revolcarse en la nostalgia, porque las mejores fiestas siempre son en el aquí y el ahora, con cuerpos sudorosos y blackouts. Y eso los dignifica y los pone lejísimos de tantos retornos impulsados por el vil metal.
Creo que lo que me mas me gusta de esta canción es la manera en que parece una balada para el siglo XXI: una canción que ni de cerca es de las mas bailables del disco, una misiva de optimismo a una hipotética muchacha reprimida, una suerte de balada con sintetizadores de los años 80 reinterpretada en versión Cindy / Kate y que podría ser cantada por Sophie Ellis Bextor o las Sugababes, que tanto le deben a estas mujeres, con una producción entre sutil y ampulosa, con coros que parecen los espíritus del título, grandes colchones de sintetizadores y guitarras y rápidos tecladazos que puntean, como si hiciese falta, el placer y la liberación del estribillo, místico y gozoso al mismo tiempo.
Es una obviedad, quizás, remarcar una canción con ese título y decir que es uno de los mejores ejemplos de lo que los B-52’s hacen mejor: la canción de fiesta irresistible, con arreglos de guitarras eufóricos / surf / rockabilly (otra cosa que sorprende del disco: la manera en que las guitarras funcionan de una manera diferente a cuando estaba Ricky Wilson, mas musculosa, menos omnipresente y saltarina, como una producción FUERTE para el siglo XXI y no ese jangloso chan chan chan de Wilson) y un duelo verbal fantástico entre Fred y las chicas, con él cantando los versos con mínimo arreglo musical y ellas ESTALLANDO en el estribillo. Pero es que les sale tan bien, tan convencidos de que el baile y el disfrute corporal y musical es ABSOLUTAMENTE IMPRESCINDIBLE para ser fanático de la música que me rindo ante la obviedad, ante estos hermosos fantasiosos de una Athens, Georgia multisexual, bacanal, con su moda retrofuturista, con su Fred Schneider, ídolo de grandes y chicos, cantando “Go to church on Sunday / Party on Monday / And every other day of the week”.
Hace un tiempo que Joystiq viene agarrando a game designers (especialmente de aventuras) y tirándoles una situación de aventura gráfica para ver que harían para solucionarla. No se si es una buena o mala idea pero no dio resultados muy divertido ni interesantes. Hasta que se lo hicieron a Tim Schafer, claro.
Guilty Unpleasures 03: M.O.R.
a) Encuentros.
01) En algún momento de mis 12 años decidí que era un buen momento para comenzar a escuchar Sonic Youth. No recuerdo como llegue a ellos, quien me los había recomendado, en que desaparecido pasquín leí su nombre por primera vez, porque a esa edad ya sabía que eran importantes y fundacionales.
Mi padre solo tenía “Experimental Jet Set, Trash And No Star” y un ep que contenía “Dirty Boots” entre otras canciones en vivo. Magra cosecha de discos poco importantes, lo cual no impediría que me acercase a ellos como si de textos sagrados se tratase, intentando descifrar cual era su secreto templario.
Luego de repetidas escuchas lo único que pude sacar en claro era que “Experimental…” se “parecía a Nirvana” y que del otro disco la única canción con un grado de melodía era la que le daba título.
02) Corría el año 2001 cuando intente nuevamente: esos discos eran malos, rejuntes de lados b, insignificantes. Algo debería haberme perdido en la primera vuelta, alguna migaja de verdad que se le escapaba a ese niño de 12 años precoz y engreído. Así que le pedí a un amigo, gran fanático, que me prestase algún disco para ver si lograba entender de donde venía su fama, convencido de que solo hacía falta voluntad para que los muchachos de Nueva York se ganen mi corazón.
El resultado fue el préstamo de una caja de zapatos, tamaño estándar, que contenía TODA la discografía del grupo hasta ese momento, TODOS los discos de SYR, Ciccone Youth y varias colaboraciones mas y hasta un par de bootlegs en vivo. De más esta decir que esa caja durmió en mi pieza durante meses, intimidante, sacándome en cara mi desidia a la hora de sentarme y escuchar ALGO de esa montaña de material.
Finalmente mi amigo me pidió, de una manera entendible, que se la devuelva. Y fue en ese momento en el cual, haciendo gala de un método que luego aplicaría para rendir casi todas mis materias, me dediqué a sentarme enfrente del equipo de música, con los auriculares puestos, y meter frenéticamente un disco después de otro, saltando temas, eligiéndolos al azar por los nombres, intentando reconstruir algún tipo de narrativa de miles de horas grabadas.
El resultado fue un notorio empacho musical, del cual salí puteando y prometiendo no escuchar nunca mas esa “banda de ladrones que no saben componer una puta canción ni aunque la vida de su perro estuviese en peligro”. Una declaración un tanto exagerada, concordaremos, pero entendible dada la situación en la que “intenté” aclimatarme con la banda. Me habían tirado en una pileta helada mientras afuera caía granizo.
03) Algunos años mas tarde me encontraba en la casa de unos amigos bebiendo vino barato y cerveza caliente mientras la noche se deformaba y mirábamos videos en YouTube y a alguien se le ocurrió que debíamos animarnos con la versión en vivo y extendida de «Teen Age Riot».
De esa experiencia recuerdo la furia de ciertos momentos y el estado casi tribal que me rodeaba, recuerdo la emoción genuina producida por ciertos pasajes de la canción y el aburrimiento en otros. Sobre todo recuerdo que me dio la suficiente curiosidad como para bajarme “Daydream Nation” al otro día.
Disco que luego de escuchar unas cuantas veces en noches tardías, como sonido de fondo absoluto, sin que jamás un riff, un solo, una letra, un susurro me mueva un pelo, archivé sin ceremonia en algún disco de mp3 cuyo número no recuerdo.
4) El año pasado por algún extraño motivo apareció, en las casas de varios amigos, una copia de “Rather Ripped” original. Sumado al hecho de que el equipo de música de una de las casas solo funcionaba con originales, determinó que lo escuche mil veces en un período de seis meses. Y resultó que por primera vez me encontraba cantando o divirtiéndome o disfrutando de una canción de Sonic Youth. Era refrescante y un tanto irónico que una banda alabada por su avant-gardismo me terminase llegando con su disco mas tradicional, cabeza y para algunos mediocre. Me parecía que al fin habían encontrado la melodía, lo cual habla bastante de mi propio prejuicio con respecto a ellos: me aburren como avant gardistas y me aburren como punks, siempre en el medio, perdiendo el hilo, como sin decidirse de hacer una cosa o la otra. Lo cual probablemente me vuelve un purista o un cabeza, pero creo que no me importa.
5) A esta lista agregar: “Evol” pedido prestado y acumulando polvo desde el día en que me lo dieron hasta el dia en que lo devolví, dos años después; lo inquietante que me parecía el video de “Sunday” cuando lo veía por MTV hace ya 10 años; amigos borrachos poniéndome temas y resaltando (con air guitars y head banging) las partes emocionantes para que me enganche; escuchar “Washing Machine” en este preciso instante y descubrir que esta “bien”; la tapa de “Goo” en remeras que me parecían hermosas; muchas, muchas, muchas veces en que pensé: “tengo que escuchar más Sonic Youth”.
b) Una interpretación.
Creo que lo que me molestó siempre de Sonic Youth es lo que muchos ven como su principal virtud: su mezcla de elementos / furia / adolescencia punk con experimentación sónica y deseos explícitos de subvertir el concepto de canción. Hay algo en su aproximación a esto que me parece que queda a medio camino siempre. Cuando siento que tienen una buena melodía o que de golpe una de sus canciones es realmente brutal o catártica, se cuelgan con una larga-experimentación-con-guitarras-far-out-man! y mi mente inmediatamente se desconecta y piensa en unicornios bonitos. Y es que para escuchar experimentación noise prefiero escuchar algo cuyo único objetivo sea ese, que repita y machaque y me destroce los tímpanos.
Lo mismo me pasa cuando escucho sus supuestos temas sensibles: son tan lánguidos, tan anémicos, tan distraídos que me resulta estéticamente imposible que me despierten cualquier tipo de emoción real. A pesar de todo su supuesto enojo, en el fondo los Sonic Youth son frígidos, emocionalmente estériles, escudados detrás de su coolness newyorkina.
Lo cual me lleva al tercer punto: los SY no tienen humor, ni auto conciencia, ni ironía, son tan terriblemente serios. Con lo cual no pretendo realizar una critica comprensiva, no llegue a escuchar toda esa caja de zapatos, solo comunico una sensación que (me) transmite su música (y estoy seguro que hay videos en los que hacen bromas y que son tipos macanudos y todo eso). Y tampoco pretendo con esto expresar que el humor es necesario para la música. Pero muchas de mis bandas favoritas (de Mclusky a los B-52’s, de Pavement a The Kinks, de Butthole Surfers a The Fall) siempre incluyen un elemento del absurdo, de la ironía o de lo bizarro que les permite no tomarse en serio completamente su sonido y su misión en el mundo. Los SY parecen profesores universitarios, terriblemente convencidos de su lugar en la alta cultura, vestidos con chalecos y sacos, anteojos de marco negro y realizando reuniones en las que discuten en medio del humo del tabaco de exquisita calidad, con mucha seriedad y civilidad.
En definitiva, creo que lo único que esto devela es que soy un purista: SY no me parecen ni lo suficientemente punk, ni lo suficientemente noise, ni lo suficientemente furioso, ni lo suficientemente hermoso, ni lo suficientemente rockero, ni lo suficientemente divertido, ni lo suficientemente emocionante. Son como una especie de lugar medio, una plastilina que quiere ser muchas cosas y que al final (para mi) termina siendo ninguna.
Y ahí están los comentarios para que me digan “conservador!” o me copien tablaturas.
Excelente ensayo sobre los ascensores del New Yorker, contando su historia, conceptos sobre como funcionan, su uso, y muchas otras cosas, intercalados con la jodida anécdota de Nicholas White, hombre que quedó encerrado 41 horas en un ascensor.