La Segunda Guerra Mundial en versión para ton-tons (macute) y antropomorfizada por Angus McLeod. Estúpida y divertida, hay algo en las expresiones tan sencillas de los países que me hace reír. Y me encanta como hablan Japón y Rusia.
(Vía The Ephemerist)
El Multiverso Es Un Lugar Extraño.
(o: 5 comics curiosamente metaficcionales)
1. Batman, Josh Simmons.
El creador indie Josh Simmons, famoso por sus comics de horror, le roba Batman a Warner Brothers y produce un comic de 16 páginas tremendamente inquietante que ilustra, como en una de esas historias imaginarias de otros universos, una de las muchas maneras en que la carrera de Batman podría terminar. Un Batman solitario y delirante se arrastra por los techos de Gotham City para castigar a los criminales, solo que esta historia te hiela la sangre y te pone la piel de gallina de un modo que nunca podrían hacerlo diez mil páginas de un Batman ultra-violento “oficial”. Su combinación de cotidianeidad y rutina decadente (“I’ve been Batman for a long time”) junto con el aire de completa irrealidad y locura que sobrevuela al comic producen una sensación de terror psicológico insuperable.
2. In Pictopia!, Alan Moore y Don Simpson.
Si creen que Alan Moore es un viejo cascarrabias que solo amaba el pasado ahora, ¡deberían haberlo visto en 1986! En esta historia publicada en la antología Anything Goes! de Fantagraphics (que tenía como objetivo reunir fondos para que la editorial se defendiera en uno de sus muchos juicios, en este caso contra Michael Fleisher), Moore imagina una ciudad poblada por creaciones de tinta y papel, en la cual solo los superhéroes tienen color. Extraordinariamente oscura y deprimente, es quizás la declaración más fuerte de Moore en contra del género, brillantemente ilustrada por Simpson imitando diferentes estilos (la cara-desesperada-a-lo-Kurtzman de una de las últimas páginas es magnífica), y termina siendo mucho más interesante que sus últimas entrevistas.
3. Wolverine: Dying Time, Jeffrey Brown.
Muy similar al caso del Batman de Josh Simmons, Brown se roba un ícono corporativo porque tiene demasiadas ganas de decir algo a traves de él. Nunca publicada, al principio parece solo apropiarse de ciertos elementos de los X-Men clásicos de Claremont para luego llevarlos a un lugar devastador que pone en clara evidencia la absurda trampa del eterno retorno que es una parte fundacional de los comics de superhéroes. Digamos que hasta la última página uno espera un giro milagroso que nunca se cumple, clavándonos en la panza toda la tristeza de lo que sucedió y revelándonos como los estúpidos que somos. Y ahora tengo ganas de leer Bighead.
4. Superman Villains Origins, Stuart Immonen.
En 1998, mucho antes de que se vaya a Marvel (¿para siempre? snif…) Stuart Immonen era parte del equipo de creadores de Superman, en aquellos años extraños post-Byrne y post-muerte. Y resulta que un numerito completamente descartable, uno de esos extraños especiales Secret Origins que solía publicar DC en los 90, le dio la oportunidad de realizar esta maravilla: los orígenes de algunos de los villanos más prominentes (en ese momento) de Superman realizados como si fueran tiras de Little Nemo. Hermosos, demuestran la simpleza de línea, casi caricaturesca, que se volvería la marca de Immonen y tienen ese sabor a fábula que nos hace olvidar del mal, incluso cuando aparece la muerte de Superman.
5. Les Schtroumphsons: The Waffleman Affair, Ty Templeton.
O los Simpsons conocen a Hergé y Peyo. Un homenaje de Ty Templeton que funciona demasiado bien y que tiene la gracia extra de “tener una traducción directa de los autores”, lo cual resulta en una multitud de frases falsamente acartonadas, como si fuera una traducción real, una especie de eco lingüístico de la dureza del dibujo. El dibujo, sin embargo, es el plato fuerte: todo lo brillante y colorido que se podía esperar de un Hergé con la máxima capacidad de sus poderes. Observen las aventuras de Bartbart y Lislis en una tierra donde todos fuman y comen pommes frites. ¡Incluye aparición especial de Jean Claude Van Damme!
No tengo personalmente mucha simpatía por Jason Rohrer. Usualmente me parece pretencioso y snob y sus ideas sobre los videojuegos no me dicen nada. Después del Passage estaba convencido de que era una one hit wonder, el Gravitation y el Between no me interesaron para nada, el hype que lo rodea me aburrió y no le perdono que haya hablado mal del Shadow of the Colossus. Pero su último juego me gustó bastante a pesar de que, al contrario de los anteriores, la mayoría de la gente lo odió. Es un juego de tablero con reglas simples y nada más. Me gusta que en su momento de mayor hype haya hecho un juego tan poco pretencioso como este, aún a pesar de que pueda tener fallas en las reglas como muchos dicen por ahí y de que básicamente debe apuntar a hacer plata entre los usuarios de iPhone. Salió hace un par de semanas así que ya todo el mundo lo cubrió antes que acá pero no importa. Pruébenlo ustedes mismos bajándolo acá.
Bonus track: Cactus sacó un juego de ping pong (WTF?) | Auntie Pixelante sigue sacando juegos para dos jugadores | Todavía no le pude ganar a esto pero apareció un visualizador que lleva el juego totalmente a otro nivel.
A mountain range in love
SuperChunk – 100.000 Fireflies
(cover de Magnetic Fields)
Dario ya puso la versión original de este tema en su compilado de Magnetic Fields. Aquí va el cover por superchunk que me gusta bastante más que la original.
«100.000 Fireflies» no parece a primera escucha un tema muy particular de Merritt. Usa sus melodias tradicionales, arreglos y progresiones de acordes típicas, y timbres y producción electrónica rústica. La letra es deprimente y tristísima – como casi todas sus canciones – pero en este caso a Merrit parece que se le va la moto.
Generalizando un poco, Cada una de sus composiciones siempre funciona como una caja hermética y perfecta, que trata un solo tópico específico, una idea o concepto, y se mueve y lo analiza. Cada canción del 69 Love Songs se puede resumir en un solo concepto («All My Little Words», nada que pueda hacer puede hacer que te tenga, «Nothing Matters When We’re Dancing», la hipérbole del momento romántico perfecto, etc). Pero en «100.000 Fireflies» la angustia es tal que la canción se desborda de imágenes e ideas muy jodidas y tristes, y el núcleo principal de la canción es muy difuso y solo se puede reducir a una relación gastadísima que se desarma y la desesperación de intentar que se reconstruya. Pero desvaría y la canción constantemente va pasando de una imágen a otra como si fuesen diapositivas.
I have a mandolin
I play it all night long
It makes me want to kill myself
I also have a dobro
Made in some mountain range
Sounds like a mountain range in love
But when I turn up the tone
On my electric guitar
I’m afraid of the
dark without you close to me
I went out to the forest and caught
A hundred thousand fireflies
As they ricochet round the room
They remind me of your starry eyes
Someone else’s might not have made me so sad
But this is the worst night I ever had
‘cause I’m afraid of the dark without you close to me
You won’t be happy with me,
But give me one more chance
You won’t be happy anyway
Why do we still live here
In this repulsive town?
All our friends are in New York
Why do we keep shrieking,
when we mean soft things?
We should be whispering all the time…
Quizás por esta estructura de ideas caótica el tema queda tan bien hecho en version indie-punk cabeza. La total desesperación y el intercambio entre imágenes bellísimas (estar suspirando todo el tiempo, las cien mil luciernagas rebotando en el cuarto) y caídas a tierra espantosas (dame una chance más para vivir contigo, igual no vas a ser feliz, que hacemos viviendo aquí) quedan como anillo al dedo a los gritos de Mac McGaughan y los power chords distorsionados. Algo que no funcionaría tan bien, quizas, con ningún otro tema de Magnetic Fields.
Por fin estoy de vacaciones y tengo tiempo para ver películas, tiempo que estoy aprovechando. Estas son cuatro de las primeras películas que vi. Podría agruparlas en pares, dos películas con estética «indie», una buena y una mala, y dos películas sobre ciudades, una buena y la otra mala.
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Vi Paranoid Park por múltiples recomendaciones y me gustó mucho. Creo que es la película que más me gustó de Van Sant hasta ahora (las primeras no las vi todas, aunque no me gustan tanto). Me llama la atención que después de tantos años y después de tantas películas en Hollywood y bodrios la estética indie melancólica y adolescente a la que apunta esta película le salga tan bien y tan naturalmente. Que filme una película sobre skaters quinceañeros y funcione. La narrativa fracturada, los tiempos muertos, las secuencias larguísimas en cámara lenta funcionan igual de bien. Nunca tiene la mirada de viejo cool que filma skaters ni en meter referencias forzadas o guiños para probar su credibilidad indie adolescente o que alguien en el público se sienta especial porque la entendió. Durante toda la película hace y dice lo mínimo necesario y ni en un solo momento parece que hiciese falta algo más.
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No sé muy bien que decir de Lost Book Found. Me cuesta mucho más hablar de las películas que realmente me gustan que de las que odio. Es porque las películas realmente buenas, cuando todo cierra, cuando todo esta púlido, cuando nada sobresale por bueno ni por malo, hacen que sea casi imposible señalarle nada por la falta de contraste. ¿Qué me gustó? ¡Todo! Si no tenía nada malo. A las malas les sobresalen cosas por todos lados y es fácil agarrarlas por donde uno quiera. Pero con Lost Book Found me pasa lo primero. Es una película tan perfecta que no sé que decir más que recomendársela a todos los que la vieron, o decir que es una de las cosas más hermosas y conmovedoras que vi en algún tiempo. Jem Cohen logra un retrato de la ciudad de New York completamente descontextualizado temporal y culturalmente lleno de melancolía y un sentimiento ambiguo hacia la ciudad. Su mirada carece de juicio o al menos se niega a dejarlo claro. Si tuviera que decir una sola cosa sobre esta película es que todos deberían verla ya mismo, que si no la vieron deberían empezar ya mismo a buscarla.
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Juno se siente como una broma de mal gusto. Ezequiel ya la criticó bastante y después de tanto tiempo casi estoy pateando un caballo muerto, pero hubo dos cosas que me dieron ganas de escribir igual. Primero, que a pesar de que ya estaba podrido en general de estas películitas indies sensibles ninguna hasta esta me molestó tanto. Segundo, que el efecto se amplifica al verla en contraste con Paranoid Park. Si en la de Van Sant todo lucía natural, en Juno hasta lo más ínfimo luce forzado. Cada canción, cada referencia pop, cada chiste, todo luce inverosímil o como el guiño cómplice de alguien con quien jamás querrías ser cómplice de nada. Los diálogos con como de una sitcom mala con referencias pop que hacen tanto ruido que parecen puestas en la edición final como esas escenas hardcore que le ponían a algunas películas exploitation en los 70s. Y en realidad es exactamente como eso. Juno es indiexploitation. Hablan de Melvins, Stooges, Argento, Sonic Youth, no porque tenga algo que ver con algo o porque digan algo de los personajes, o lo que sea, sino porque, de la misma forma que esas escenas hardcore las ponían para que si a nadie le interesaba el resto de la película al menos iba a verla por el porno, algún adolescente hipster wannabe va a reconocer una referencia y sentirse más in, o porque algún padre (o crítico) va a no reconocer las referencias y pensar que así deben ser los jóvenes de ahora, al menos los norteamericanos. Roger Ebert describía en alguna reseña ciertos momentos en las películas que se sienten como si de repente algo rasgara la tela de la película, la agujereara, la rompiera y toda posibilidad de ilusión se rompe. En esta película todos los momentos se sienten así. O sea, ¿pueden siquiera imaginarse a alguien viendo The Wizard of Gore y diciendo «Uh, esto es mejor que Suspiria!»? Además de que seguramente cualquiera que le mostrara esa película a alguien y lo escucha decir eso, tacharía a ese alguien de su lista de amigos con gusto en películas, je.
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Me encontré reciéntemente discutiendo sobre el Woody Allen reciente. Ni siquiera quería hacerlo, yo habría apostado a que todo el mundo opinaba lo mismo de estas últimas películas. La cuestión es que la discusión me obligó a hacer algo que había jurado no volver a hacer después de ver Matchpoint, ver la última de Woody Allen, en este caso Vicky Cristina Barcelona. Mis sospechas eran ciertas, otros amigos me lo habían advertido, esta película es ridícula. No es peor que Matchpoint, al menos porque es menos pretenciosa, pero eso no es decir mucho porque está lleno de cosas que no son peores que Matchpoint. Viendo esta película uno no tiene ninguna forma de reconocer que sea Allen la haya filmado y no algún director de telefilms de Hallmark. Los diálogos son totalmente idiotas, los personajes son ridículos, tiene un narrador insoportable que subraya todo lo que pasa sin importar cuan obvio sea, por momentos está tan mal montada que da risa y su uso de Barcelona es espantoso. Al contrario de esas películas que realmente usan la ciudad como si hubiese sido hecha para la película, Vicky Cristina Barcelona podría haber sido filmada en cualquier lado y no cambiaba nada. Su visión de la ciudad es superficial y turística, a pesar de que de acuerdo a los personajes que eligió no debería ser así. Bottom line: Vicky Cristina Barcelona es una película tan ridícula que una de las protagonistas está estudiando un master en identidad catalana y no habla una palabra de español o catalán. Y su idea de aprender sobre Barcelona es ir mucho al Parque Güell. Los dos artistas notables que conocen en Barcelona pintan los mismos pastiches de expresionismo abstracto que en la actualidad no le podrían vender ni al coleccionista más estúpido. A pesar de que todos son intelectuales la discusión más profunda de la película es algo así como «-¿No crees que el amor verdadero le da significado a la vida? -Oh, pero el amor es tan fugaz» (no inventé esas líneas).
Hay una parte de estas fallas, sobre todo las relativas a la ciudad y a lo esquemático que son los personajes, para las cuales hay una excusa muy simple. El guión estaba escrito desde hace años, transcurría en San Francisco, y cuando el gobierno de Barcelona le ofreció a Allen pagar los gastos de producción si filmaba en su ciudad, él reescribió el guión para hacerlo encajar en Barcelona. Es por eso que todo lo referente a la ciudad parece tan relevante y vital para la película como las referencias pop de Juno.
Aún a pesar de todo esto está lleno de gente diciendo que esta es una gran película y discutiendo conmigo, críticos defendiéndola, y por lo visto le dieron un Oscar. Whatever.