Quirky Scottishmen (II)

The Yummy Fur fue una banda de Glasgow, que existió desde 1992 a 1999 y dejo atrás un puñado de discos maravillosos, algunas de las mejores frases de la década y un grupo reducido de fans fervorosos. Yo los descubrí allá por el 2004 en un blog que hoy ya no existe y me pase un tiempo armando una discografía que era bastante difícil de completar, incluso en estos/aquellos tiempos de Internet.
Pertenecientes a una escena relativamente aislada, un tanto alienígena y de bajo presupuesto, los Yummy Fur fue una de esas bandas “provinciales” que apenas tiene impacto más allá de su radio inmediato de acción. Me los imagino tocando en pubs de Glasgow para todos sus amigos y perdiendo dinero grabando discos que nunca terminan de sonar como quisieran, también muriendo de hambre en extrañas giras europeas.
Pero como dije, sus fanáticos son fervorosos. Y, por lo tanto, aquí he compilado 20 razones para amar a The Yummy Fur, una de las bandas más originales y hermosas de los 90.

1) Uno de sus primeros discos se llama Music By Walt Disney But Played By Yuri Gagarin (Thus A Political Record). ¿A que otra banda se le podía ocurrir una conjunción tan extraña de elementos? Yuri Gagarin + Walt Disney. Y es que el cosmonauta ruso es realmente un personaje de dibujo animado, el primer hombre en el espacio (pero no de nuestra calle), un titán de las estrellas detrás del telón de acero, el nuevo homo sovieticus. Me imagino que para los niños soviéticos, en algún momento, fue su Buck Rogers, su Superman, su Flash Gordon. Quizás en otro mundo hasta hubiese tenido una serie de cortos animados por los hermanos Fleischer… o Walt Disney.
Con esta melange capitocomunista se presentaba The Yummy Fur, bajo una tapa que parecía un collage dadaísta (o meramente incompetente y amateur) que mostraba a una mujer con un vaso y una pistola en cada mano, con una expresión que parecía entre divertida y llena de remordimiento.
Y su música reflejaba esta portada: una combinación de diversión y ansiedad que se traducía en salvos punk de 30 segundos cantados con la voz indefinida y, sinceramente, chillona de John McKeown, que parecían miniaturas de un grupo de músicos sobre-excitados, como adolescentes, que no podían tocar más tiempo porque las cuerdas de sus guitarras se disolvían de pura emoción y ellos eran presa de un ataque epiléptico.

2) Es una banda que nos retrae a un underground que ya parece prehistórico. Una banda tan ignota que no hay ningún sitio con sus letras en toda la internet. Que era lo suficientemente joven como para haberse visto directamente influida por The Fire Engines, The Swell Maps y Josef K. Que dependía y se amplificaba en el formato de sencillo de 7”. Que daba la sensación de que no ganaba un céntimo de su música y por lo tanto las copias de sus discos eran pocas, su búsqueda siempre complicada, su capacidad de promoción limitada y se mantenía, como tantos buenos grupos que han hecho música valedera, un poco oculta. Una banda que siempre fue un bicho raro en cualquier subcultura musical inglesa de los 90. Que ni se tocó con el brit pop o con el shoegaze y con la electrónica sólo de un modo muy oblicuo, fiel a su estilo. Que nos llena de una saludable “nostalgie de la boue” en estos tiempos de sobredosis de myspace.

3) Eran una banda propensa a la cita cultural, pero con humor y estilo, siempre descolocando lo referido de su contexto y dejándolo ligeramente en ridículo. Y, también, a ellos mismos por hacer esas bromas tan nerds.

4) Eso hace que tengan frases increíbles, referencias inverosímiles, en medio de los temas, que están dichas con tal autoconciencia que producen dos cosas en el oyente: primero que se ría del chiste interno y luego que se ría de si mismo, por reconocerlo. Mi frase favorita de estas, con la cual inclusive me hice una remera es “I’d like to make a civilized costumer complain / Why is Throbbing Gristle considered inappropiate in discos?”. Esta frase aparece en lo que (en mi mente solamente) es su hit más grande: “Deathclub”, del disco Sexy World. Es difícil de explicar porque me gusta tanto, pero creo que es porque la combinación de cortesía y civilidad que exhibe la queja te hace pensar por un momento en que es un pedido absolutamente razonable (¿y quien dice que no lo es? ¿Qué ley indica que Throbbing Gristle NO es aceptable en las discos?) hasta darte cuenta de la barbaridad que están pidiendo y de que, quizás, la intención oculta sea perforar unos cuantos oídos con la legendaria banda industrial y reírse del pánico que crea en la pista. Quemen la discoteca, un ataque de psicosis colectiva de un montón de ravers perdidos.
Nadie entiende de qué carajo habla mi remera, por otro lado.

5) “No veíamos ninguna razón por la cual uno no podía tocar melodías estándar realmente tontas y ridículas, pero tocarlas como si tu vida dependiese de ello, realmente intenso, porque todo el mundo parece todavía tener la idea de que si tocas intensamente, debes tener momentos muy serios en tus canciones, lo cual es un montón de mierda.”

6) Una de las cosas más fantásticas de The Yummy Fur es el modo en que florecen de un modo inesperado para terminar siendo una banda pop de teclados capaces de tocar una canción como “British Eyeballs Ltd.” con su colchón de teclados apenas audible y amable, su guitarra similar a una persona tocando con insistencia un portero eléctrico y su estribillo extrañamente amenazador. Una canción sobre una persona cuyos ojos se encogen “hasta parecer alfileres” y que mezcla una melodía inocente y aniñada con la imagen un tanto perturbadora de una persona con ojos de alfiler y piel picosa. En otras palabras: que conjuga la sensación pesadillesca/fantástica de un sueño infantil.

7) Y esa evolución está reflejada en los discos, en donde se los ve cada vez más confiados, más capaces de sostener un ritmo, más interesados en tocar canciones largas, más sofisticados en la yuxtaposición de instrumentos y la textura del sonido. Los lleva muy lejos de la mera copia de dos centavos de The Fall que parecían ser en un principio. Hace mucho tiempo que no puedo decir eso de una banda.

8) Tenían uno de los frontmans más inverosímiles en la historia del rock. John McKeown es un tipo que le da a la palabra desgarbado un nuevo sentido, con sus mejillas hundidas, sus dientes ratoniles y sus anteojos siempre demasiado grandes. ¿Qué hacía un tipo como ese liderando una banda? Supongo que es parte del conjunto de factores que hacen que The Yummy Fur sea a la vez una banda furiosamente personal y perdedora por siempre.

9) Ya dije que no existen sitios con letras de The Yummy Fur. Por eso me gusta imaginarme a Male Shadow At Three O’Clock, su genial ep de 1998, como una obra conceptual que habla sobre la persecución de la Inquisición cristiana, el protestantismo y la suave comodidad de la religión, pero situado en un centro comercial de Canadá en donde Torquemada es jefe de la seguridad de un inmenso poli-rubro donde uno encuentra de todo. Desde aspiradoras hasta rock and roll pasando por zeppelins. Pobre Coronel Zeppelin, nunca se esperaba a la Inquisición española.

10)Una frase de ese disco “Oh Lord preserve us from those catholics / They got the stupidest nuns and the most humorless saints/ Bar none!

11) Y además es un pequeño disquito que suena de la san puta madre. Aquí su maestría del gancho oblicuo está totalmente dominada; todos los temas son totalmente infecciosos a la vez que no sabes exactamente de que se tratan, como un mundo surrealista recordado a medias. Las guitarras, por ejemplo, son punzantes pero jamás llegan a ser abrasivas, en vez de eso disolviéndose en sonidos que se asemejan a la risa. Mis temas favoritos son, seguramente, el primero y el último. El primero, “St. John Of The Cross” tiene unas guitarras que suenan a bostezo, a vagancia y una letra que habla de San Juan pero que nunca he podido descifrar realmente. Además de un puente singularmente amenazador. El último, “Young F**Ks Need Fingers” es una especie de humanoide disonante que anticipa su floración final como banda pop en su siguiente disco, Sexy World. Repleto de sintetizadores como cajas de música averiadas y un final apropiadamente mugroso, parece la marcha de un ejército de hojalata.

12) No sé porque nunca antes tuve el coraje de escribir sobre ellos. Tuve un proyecto alguna vez de escribir sobre cada canción de su disco Kinky Cinema, una compilación de 60 temas de muy pocos minutos cada uno, que reúne los primeros años de su historia. Era un proyecto faraónico y el cual jamás inicie más allá de unas muy escasas notas preliminares. Quizás esto sea porque es una banda tan cercana a mi corazón, del modo en que lo son las bandas que uno siente que le pertenecen individualmente (esa sensación que aúna la escasez de material y una cierta cepa pretenciosa con el atractivo individual de un determinado grupo) que sentía que no había modo de encarar un artículo que no se disolviese en pura hipérbole vacía. Pero The Yummy Fur tienen algo más. Pongámosle: si la historia siempre vuelve como farsa, y la cantidad de grupos engominados, de expresiones serias, trajes y sonidos electrónicos que han surgido en los últimos cinco años son el post punk como farsa, The Yummy Fur es el post punk como parodia, que no es lo mismo, tomando una veta de la historia distorsionada de ese movimiento, que comprende al legado escocés del mismo pero también a Gang Of Four o The Fall y re-enfocando su interés lirico en infinitas expresiones del absurdismo, con una filosofía de no tomarse nada muy en serio.

13) A veces actuaban como jóvenes hiper-hormonados, con canciones como “Prostitutes”, “Male Slut” o “Pink Pop Girls”. Pero todas exudaban un aire completamente underdog, como las fantasías sexuales de un grupo de jóvenes con gafas, angustiosamente breves y precoces. Además, “Pink Pop Girls” no solo es una imagen, al menos para mí, completamente encantadora (algo así como jovencitas del futuro en minifaldas espaciales y extraños cascos, como Judy Jetson) sino que es una canción completamente instrumental que se asemeja al aumento de los latidos del corazón a medida que nos dirigimos a nuestra primera cita.

14) Kinky Cinema, por otro lado, es un disco que se entromete en tu subconsciente de una manera completamente inesperada. Escuchándolo de nuevo para escribir esto me di cuenta de cuantas canciones me sabía y recordaba, aunque durante mucho tiempo me había parecido solo un conjunto de divertidos espasmos pop. ¡Pero qué capacidad para variar sobre el mismo template! Como “Flappy Clown Garry”, que incluye lo que parece xilofones en una canción con una línea de bajo gorda como una casa, seguramente grabada en el sótano de algún tugurio, o la gloriosa versión new wave de “Plastic Cowboy”, aquella canción que abría su primer disco, Night Club, en donde el cowboy del título iba a bailar a 120 BPM mientras el bajo sonaba de manera laberíntica y un conjunto de coros hacen “yop, yop, yop!”. Siempre me gustaron los discos de canciones cortas, creo que desde que escuché Short Music For Short People, y este es un conjunto de canciones punk grabadas “just for the hell of it” que mezcla mujeres, monstruos, quejas a la autoridad y guitarras chirriantes en dosis iguales. Y además tiene esta maravillosa tapa:

15) El nombre viene del comic homónimo de Chester Brown, aunque a McKeown le gustaba más Eightball, debido a que su hermana (de la banda riot grrl Lungleg de Glasgow) tenía un sticker pegado en su guitarra con el nombre y, en el momento de ponerse a buscar uno, les pareció bueno. Pero tiene una cierta lógica: el mundo discordante, sexualmente amenazante y arbitrario de “Ed, The Happy Clown”, la línea temblorosa, escatológica y perversa de Brown tienen bastante que ver con su música; y ambos proyectos vienen de un mundo muy similar, independiente, medio cochambroso y difícil de clasificar. Ellos sacaban singles, Brown publicaba comic books antes que “novelas gráficas”. Además, “Yummy Fur” suena, apropiadamente, como una mezcla entre lo adorable y lo sexual, entre lo amenazante y lo absurdo, muy similar a su música. Como vello púbico hecho de algodón de azúcar.

16) “Stuart es quizás la persona que he conocido por más tiempo en Glasgow – desde el 86 o algo así. Él siempre fue como la persona con menos probabilidades de triunfar, y la menos probable de armar una banda. Stuart trató de formar una banda de kraut-rock conmigo y Lawrence una vez, hacer esto, hacer lo otro, y siempre era “Si, si, Stuart. Otra de las ideas locas de Stuart”. De hecho su grupo solía llamarse, antes de que formase Belle and Sebastian, La Pastie De La Bourgeoisie. Mi hermana, Jamie y yo vivíamos al frente de Greggs (una panadería) y pintamos eso con aerosol. Queríamos hacer un slogan que sea como Jean Luc Godard mezclado con el 68, pero que sea una declaración vacía, realmente vacía. Pero Stuart debe haber visto eso escrito en la pared de Greggs y se lo apropió o algo así, lo cual yo creí que era muy simpático.

17) Ninguno de sus discos esta comprimido ni nada de esas “novedades” de la nueva competencia musical tronante. Hay una evolución en el sonido, claro, pero esto nunca lleva a que suene, de ninguna manera, brillante, profesional, perfecto. Esto provoca ciertas discrepancias, ciertos momentos en que parece mal grabado o en que el volumen no se siente correcto para nuestros oídos malacostumbrados a “remasterizaciones” que solo intentan que las canciones suenen más fuerte en la radio (Dios sabe que durante mucho tiempo busque una copia de “Sexy World” que sonase más musculosa), pero con el tiempo uno se da cuenta de que en realidad esto es una ventaja, porque su música tiene escala, tiene ascensos y descensos, momentos en los que parece insoportablemente ruidosa y momentos en los que realmente es más sedada. De igual modo, sus baterías suenan secas, reales, austeras, verdaderamente tocadas, probablemente en un set muy barato.

18) Eran amigos de The Country Teasers, Lungleg y Mogwai, lo que demuestra su buen gusto y amplitud de miras. Por otro lado, tengo que escribir algún día sobre The Country Teasers, probablemente una de las bandas más ofensivas, acidas y graciosas del mundo.

19) Su mejor disco es Sexy World, el último. Lanzado en 1998, es un disco extraordinario, lleno de canciones que se merecerían sonar en la radio, sintetizadores viejos escondidos en cada recoveco, vocoders, baterías más precisas que nunca (a las que se agregan programaciones), ambiciones ligeramente espaciales y las melodías mas pegadizas que un hombre puede querer. Acá está “Deathclub”, himno inmortal con una guitarra similar a una sierra eléctrica. Acá está “Young Pop Things”, con su batería metronómica y su ambiente relajado de película sobre futuro utópico donde todo es blanco y la gente flota en el espacio. Acá está “801” con su increíble sensación de aceleración y jubilo, sus sintetizadores a lo rayo laser. Y aquí está la canción que les daría el único video de toda su carrera, “Shoot The Ridiculant”, una de esas cosas que son tan estupendas que uno no se puede imaginar mejor canción con la cual cerrar una carrera. Tiene dos versiones, una con guitarras y otra solo con sintetizadores, las dos son maravillosas, las dos están cantadas con puro vocoder y parecen una versión de bajo presupuesto de un grupo dance de mitad de los 90. McKeown habla de dispararle al “ridiculant” (¿el ridículo o el que ridiculiza? Nunca termine de decidirlo) y la banda continúa su camino por unas planicies soleadas en su transporte anti gravitacional hecho de partes de repuesto, que de vez en cuando se ve interrumpido por furiosas lluvias de guitarras.
El video, como la canción, es absolutamente de clase b, con la banda tocando sus tecladitos enfrente de un fondo completamente blanco, poniendo un disco con la enseña de los Ghostbusters o imitando a Kraftwerk.

20) Luego de este último grito de gloria, se pasaron un año y medio tocando las mismas canciones, en los mismos clubs de pequeñas audiencias en los que habían comenzado, mientras veían como las bandas que habían tocado junto con ellos o se mudaban a Londres y comenzaban a tener más éxito o dejaban de tocar. Además, su formación se volvió algo así como una puerta giratoria, con miembros entrando y saliendo tan seguido que solo podían tocar las canciones más básicas y que mejor funcionaban en vivo, ya que eran las únicas que tenían tiempo de enseñarles.
A finales del 99 decidieron ponerle fin a la banda, agotados por el esfuerzo de producir disco tras disco que volaban perpetuamente por debajo del radar, se agotaban y desaparecían de la faz de la tierra, y al mismo tiempo considerando que ya habían llevado al grupo lo más lejos posible y que el siguiente disco sería solo Sexy World II. En palabras de McKeown “No quería cambiar el estilo, pero ¿para que escribir “Sexy World II” si ya dije todo lo que quería decir?”.
Y así como así, en medio de la falta de energías, desapareció The Yummy Fur, not with a bang, but with a whimper, en firme concordancia con sus orígenes independientes, con su estampa perdedora y con su estigma de bajo presupuesto.
Por suerte, como decía alguien, siempre nos queda la música, y los Yummy Fur dejaron un conjunto de discos tan chispeantes como chupar pilas alcalinas. No pierda más tiempo y escúchelos, hombre, ¿que está esperando? ¿Qué hace ahí parado que no está bailando?

The Yummy Fur:
1996 – Night Club
1997 – Kinky Cinema
1998 – Male Shadow At Three O’Clock
1998 – Sexy World

(Todas las imagenes y citas fueron robadas de aquí, un excelente sitio de fans)


Geriatric Teenagers.

El problema presentado por el hecho de que Sonic Youth no sean “drogadictos hechos mierda” no es de ninguna manera único a ellos – es inherente a toda la mitología del rock, y explica el porqué la supervivencia de The Stones / Who, etc ha desacreditado fatalmente al rock como una mitología, permitiendo su conversión en mero entretenimiento. Ni siquiera hace falta apuntar que si hay un mainstream ahora, es el rock alternativo – no solo el manifiesto y horrorizante conservadurismo comedido del BritIndie, pero también y especialmente, la supuestamente música experimental al estilo de Sonic Youth, que ahora es experimental en términos de identificación de marca, no en términos de propiedades formales

Mark K-Punk, nuestro teórico musical/político de cabecera, escribió dos posts en los que EVISCERA a Sonic Youth, comparándolos con el prog rock, declarándolos otro síntoma (como Juno) de la fagocitación de lo que alguna vez fue alternativo y básicamente poniéndolos en evidencia como los yuppies artie que en realidad son.
De más esta decir que leerlos me puso feliz como un marrano, me divirtió y despertó en mi cabeza miles de ideas y conexiones. Pero son muy recomendables no solo para aquel que, ejem, no tiene una buena opinión de ellos, sino también para el admirador, porque Mark escribe tan bien y desglosa tan excelentemente los motivos de su desprecio por los New Yorkinos que al menos con alguna imágen sugerente, con algún desafío a tus creencias largamente guardadas vas a salir de leerlos.

Si un grupo fuese desafiante y experimental, “extrañamente intensa enemistad” sería de esperar de algunos sectores. Pero el punto es que nadie, ni siquiera sus propios admiradores, realmente espera que Sonic Youth provoque ningún tipo de conmoción, solo genera una admiración blanda. Están de nuestro lado, son buenos tipos. Y, de hecho, es difícil generar algún tipo de respuesta emocional por ellos. La enemistad es un efecto de segundo orden a mi acción de primera orden, que es el aburrimiento (…) Esta re-normalización del aburrimiento, este re-establecimiento del consenso alrededor de “estándares aceptados” es lo que es tan pernicioso de Sonic Youth en estos momentos (…)
SY han desconectado el experimentalismo de la falta de adaptación social y existencial, de la misma manera en que el prog lo hizo. Pero mientras el punk aniquiló al prog después de solo media década de complacencia flatulenta, Sonic Youth todavía son alabados como héroes contraculturales a pesar de que han estado haciendo variaciones sobre el mismo disco por veinte años.”


Cross-Border Tax Arbitrage! Intangibles Fragmentation!

The Guardian is running a series of stories looking at the schemes UK companies use to avoid paying their fair share of tax. The names given to these ingenious tax dodges are strangely resonant – things like “The Double Luxembourg” and “Outward Domestication’. In fact, they sound very much like lost B-sides by Manchester songsmiths The Fall.

Y a continuación, una lista de nombres donde hay que adivinar si son tecnicas de evasión de impuestos o canciones de The Fall. Link. Genial.
(
via)


You’re now chatting with a random stranger. Say hi!

(nota publicada en Brecha, hace 2 semanas)

Siempre me pareció fascinante como – en Internet – a un concepto se le puede cambiar una o dos variables y convertirlo en algo totalmente diferente. Ejemplos : Twitter, que es como un Blog, pero limitado solo a 140 caracteres. La Wikipedia, una enciclopedia con el detalle de que cualquier usuario la puede editar. Fotolog, como un Blog pero solo para fotos, Etc. La limitación como detonador de la creatividad y nuevas ideas. Eso es lo que ocurre con Omegle, pequeño sitio web con una premisa muy sencilla: Ingresas y te conectas a chatear con otra persona anónima al azar. Nada más. Omegle fue creada por Leif K-Brooks, un joven estudiante de informática de Vermont de tan solo 18 años.

Esta reformulación del chat es muy reminiscente a lo que era chatear en la época en que se popularizó Internet, en los años 95-97, donde era muy novedoso y uno todo el tiempo charlaba con desconocidos y era sumamente divertido. Ahora uno sólo charla con familiares, amigos o gente con la que uno sabe que tiene cosas en común. A cualquier otra charla se la considera una perdida de tiempo. En Omegle es distinto: Es una casualidad excitante cuando uno charla con un desconocido total y encuentra alguna cosa en común. Más refrescante es encontrarte con alguien con quien a primera vista nunca te hubiera interesado, pero al charlar, uno puede tener intercambios interesantes.
El hecho de que Omegle reduzca el chat solo a charlas al azar causa un montón de efectos interesantes en la forma en que uno se comunica con los otros usuarios. Primero, en poco tiempo uno se da cuenta que el lapso de atención de los usuarios suele ser muy corto: Si no le parecés interesante, te desconectan en seguida y se re-conectan con otro usuario. Cada charla tiene posibilidad de ser totalmente efímera, inocua, pero quizas podes terminar hablando durante 40 minutos con un joven francés con quien uno nunca se hubiese interesado en charlar, pero ahí esta, hablando de cualquier cosa, escondidos detrás de una capa de anonimato absoluto. Lo cual nos lleva a otra característica del servicio: No hay nada que nos evite mentir y decir que somos un millonario bengalí, japonés yakuza o futbolista yugoslavo.
El servicio es terriblemente adictivo, ya que permite ir saltando de charla en charla durante horas en conversaciones surrealistas, profundas y extrañas. ¿Aburrido? Empezás otra charla. Y otra vez. Y otra. Un baterista portugués que toca en una banda Hardcore. Una chica holandesa con problemas de agorafobia por los cuales no puede salir de su casa. Un programador en Sudáfrica. Quince-añeros que te tiran barbaridades para luego desconectarse. Etc, etc. Internet convertido en una selva aleatoria.
En el Blog de Omegle el creador comenta de ver algunas formas de evitar a la gente que tira barbaridades o hace publicidad, pero se nota a kilómetros que cualquier cambio o agregado al Omegle lo arruinaría. Nada de distinciones entre países, edades, sexo, nada. Para que realmente funcione, Omegle tiene que ser 100% aleatorio y despojado, ya que eso es lo que lo hace especial y único.
Algunas sugerencias para ingresar a este pequeño mundo: Hay muchísima gente de Holanda, Brasil y China. No hay una razón coherente para ello, simplemente se fue desperdigando la aplicación por esos países primero. Segundo, por la naturaleza del chat no hay forma de distinguir entre idiomas, así que lo más conveniente es hablar en ingles ( es más, hay muchos usuarios que lo utilizan para mejorar su habi. Y tercero, muchas veces las charlas más interesante surgen empezando una conversación de la forma más rara e inesperada posible, en vez de simplemente decir «hola» o preguntar donde vive la otra persona.
Quizás lo más importante sobre este sitio es la conclusión a la que se llega sobre la comunicación interpersonal en general. En 3 minutos estoy charlando con un completo desconocido: ¿Era realmente necesario que existiese el Chat y que – luego de que el chat perdiera su encanto original – sea re-inventado en el 2009 para que eso vuelva a suceder?