Fantasmas y Apariciones.

Una de las características más sobresalientes del horror como género (al menos para mí) consiste en la anticipación. En esa cualidad que te hace esperar con ansias la aparición del monstruo pero que gana sus mayores monedas emocionales cuando el monstruo no aparece, o apenas se ve detrás de una pantalla de niebla y sombra, cuando podría estar ahí, detrás tuyo, mirándote desde la repisa de los libros.
La necesidad de observar el horror siempre termina traicionada, como cuando de niño veías las cajas de los VHS de terror en los videoclubes y leías el escueto resumen que incluían atrás e, inspirado por las imágenes de horror en sus tapas y por su descripción vaga, imaginabas cosas mucho más horribles que aquello que tenía la película. ¿Cuántas veces vi la caja de Leprechaun, o Creepshow o Fright House e imaginé espantos que iban mas allá de la cordura?

is it dark already?
how light is a light?
do you laugh while screaming?
is it cold outside?
(I’m Not Done)

En cambio la anticipación siempre es verdaderamente terrorífica. Son los lugares oscuros donde creemos ver ojos, aquello que se mueve justo en la periferia de nuestra visión, la sensación de estar con alguien, lo que acecha en el umbral. Es justamente aquello que no podemos ver. Por algo los cuentos de Lovecraft siempre terminan con gente loca y sus bestias son imprecisas e incomprensibles (por eso es también que tantas adaptaciones de Lovecraft al cine son tan malas [exceptuando la genial “In The Mouth Of Madness”]: el cine de terror tiene que mostrar al monstruo en algún momento [si es que lo hay], cuanta gente paga la entrada por eso solamente?). El horror no debe ser presenciado por el ser humano, y probablemente descansa en la mente tanto como en el afuera.

dangling feet from window frame
will i ever ever reach the floor?
(If I Had A Heart)

Esta larga introducción es solo la manera de adentrarme en el primer y último disco de Karin Dreijer Andersson. ¿Que quién es esta chica? Bueno, es la mitad de The Knife, junto con su hermano Olof Dreijer, aquel dúo sueco que les voló la peluca a varios con su segundo disco del 2006. Lamentablemente, su disco bajo el nombre de Fever Ray este disco ha sido recibido (en tanto y en cuanto puedo ver por mi recorte de the internets) con tibieza y, sobre todo, con silencio.

i’m very good with plants
when my friends are away
they let me keep the soil moist
(When I Grow Up)

Esto es quizás entendible. Es un disco mucho más monocromático que el trabajo en conjunto con su hermano. No tiene canciones que podrían ser hits en la pista de baile mutante. No tiene beats que no intuyan a algo ominosamente siniestro y oscuro. Es un disco de la profundidad de los bosques. De la tundra helada. Conjura casas abandonadas y espectros que se aparecen justo en el límite de las ciudades. Edificios en construcción sin terminar. Estaciones de servicio en medio de la ruta. Es un disco que parece grabado en una pequeña ciudad de Finlandia, muy al norte, donde nieva tanto que las personas viven en extraños iglús calefaccionadas y cada año deben acumular provisiones y pasar seis meses cubiertos por el hielo, solos en sus casas, sin internet ni cable. Y durante uno de esos largos inviernos donde la gente se suicida en sus domos blancos, esta chica se dedicó a grabar un disco gélido.

i leave home
at seven
under a heavy sky
i ride my bike up
i ride my bike down
(Seven)

Todo el disco parece procedente de otro lugar. Los teclados y sintetizadores salen como de una rocola fantasma, las bases (con ciertos toques orientales) se asemejan a los ominosos sonidos del pasillo hacia la batalla con un jefe final en un videojuego, hay continuas líneas de teclado que parecen silbidos o vientos ululando entre arboles con cara. La voz de Karin se pierde en infinitos efectos, sonando por momentos como una mujer muy muy vieja, o como un pequeño demonio japonés o como una multitud de voces incorpóreas. Todo da la impresión de que hay alguien en tu casa, revisando tus cosas y cantándote cosas al oído. Lo peor de todo es que el disco también transmite la sensación muy precisa de la claustrofobia, de no poder escapar de ese lugar en donde hay algo que nunca podes enfocar con claridad compartiendo la habitación.

crushed and filled with all i found underneath and inside
just to come around
more, give me more, give me more
(If I Had A Heart)

Me recuerda al Horla, de Guy de Maupassant, ese ser invisible que se alimentaba de la respiración de su víctima, (también, por motivos obvios de ubicación, a esa película maravillosa que es “Let The Right One In”) y a los vampiros en general, sobre todo en ese precepto, tantas veces ignorado, que aclara que no pueden entrar en una casa a menos de que sean invitados. Porque tiene algo de terrible el hecho de que uno haga pasar al mal a su casa, ese momento en todas las películas de terror en el que los protagonistas toman la decisión que los va a conducir a la sangre y las tripas.

stands outside my window
sucking on the berries and
eats us out of house and home
keeping us awake
keeping us awake
(Triangle Walks)

Pero también me recuerda a otras cosas. Al folklore japonés y su idea tan particular de la coexistencia casi continúa del mundo espectral con el nuestro. Las letras parecen, por momentos, la compilación y descripción de un grupo de onis japoneses:

last night i drew a funny man
with dark eyes and a hanging tongue
(When I Grow Up)

you’ve got cucumbers on your eyes
(When I Grow Up)

my fur is hot, my tongue is cold
on a bed of spider web
(Keep The Streets Empty For Me)

Y también me recuerda a los cuentos de M.R. James, con sus pequeñas bolas de pelo y garras ocultas en iglesias apartadas, en casas derruidas, esperando la aparición del interesado en sitios antiguos para saltarle en la cabeza desde su rincón oscuro.

Es un disco para esta época del año, para los días cortos y las narices frías, para el momento en que te levantas y podrías jurar que algo se movió en tu habitación, para los retornos al hogar pisando hojas secas, para la penumbra de la tarde cuando caminas por la calle y no hay un alma a la vista. Es un disco para escuchar solo, mirando sobre tu hombro todo el tiempo, rogando que el diablo no te este siguiendo.

eyes are open the mouth cries
haven’t slept since summer
(Concrete Walks)

Fever Ray – Fever Ray

(Apéndice: no se cuanto de esta impresión proviene de la visión del video para el tema «When I Grow Up», una pequeña obra maestra de la amenaza y la inescrutabilidad. Veanlo:


Para Pianistas Principiantes

Plone es una banda electrónica inglesa, de finales de los 90s, que edito un solo disco, para el sello Warp. Con estos datos uno podría imaginarse ya un tipo de música, muy en la onda de Aphex Twin o Autechre, ritmos complejos y fracturados, sonidos super sintéticos y todo ese olorcito a avant-garde electrónico de esa época. Pero lo que hacían los muchachos de Plone era bastante diferente.
No hay mucho experimental en lo que hace Plone, más bien esta su forma particular de manejar timbres y melodías y como componen. Plone hacen canciones instrumentales, en su mayoría bastante alegres y juguetonas, con un montón de teclados antiguos, sonidos super analógicos, pianos percusivos y theremines tenebrosos que no asustarían a nadie. Algunos temas parecen chiptunes, temas de algun videojuego que nunca existió. Más bien son un grupo de nerds con teclados haciendo música y divirtiendose, sin importarles un carajo y sin preocuparse de encajar en ningún lado, utilizando un montón de sonidos que uno jamás podría ver funcionar en otro contexto, pero aquí quedan perfectos.
El disco es sumamente variado y tiene canciones synthpop con vocoder (‘Plock’), temas totalmente infantiles (‘Marbles’, ‘Bibi Plone’), temas oscuros y tenebrosos que recuerdan tanto al Castlevania como a Massive Attack (‘Press a Key’, ‘Top And Low Rent’) y un final bellísimo (‘Summer Plays Out’) cerrando un disco que dura menos de 40 minutos. ¿Que paso con ellos luego? Aparentemente ninguneados por Warp, un segundo disco sin terminar que nunca fue editado (aunque se puede descargar) y cada uno de los miembros en algún otro proyecto por separado. En fin.

Plone – For Beginner Piano


Yo tengo la Luna, vos tenes la Internet.

En la música electrónica hay ciertos parámetros estéticos que siempre se cumplen, tanto en la música que esta hecha para el baile como para la que funciona simplemente como un wallpaper sonoro o para escuchar en cualquier situación. La electrónica esta asociada constantemente con la tecnología, con la modernidad y el avance tecnológico. También, con la técnica. La electrónica es eficiente, y todo esta en su lugar por una razón precisa y fríamente calculada. Si esta fuera de lugar, es porque esta fuera de lugar de una forma también calculada y pensada. Existe el error causado por un algoritmo que crea un pulso arrítmico, no el error causado por hacer cualquier cagada tocando una guitarra. Cada sonido, timbre, ritmo, esta armado para que sea lo más bello o groovy o perfecto posible. Es parte de la esencia de la imagen del techno, la música futurista, o al menos de ese futuro en el cual la gente creía antes.

Por todo eso, me parece genial que The Field haga la música que hace. Porque por un lado es música electrónica tradicional, tirando un poco al ambient, bastante poco apropiada para la pista pero que te hace mover la cabeza amablemente. Pero el «Yesterday and Today» es un disco desprolijo, no tanto compositivamente sino en el plano sónico. Uno escucha las baterías y son correctas, adecuadas. El bombo funciona, pero no es el BOOM perfecto al que uno podría estar acostumbrado. Esta bien. La mezcla de la bateria esta ahi, me recuerda un poco a los inicios del techno experimental, onda el selected ambient works 85-92 de Aphex Twin o los primeros intentos de Orbital o Future Sound of London. El disco incluso ni siquiera suena demasiado fuerte ni parece estar ultra-masterizado, y las progresiones y pulsos de los temas están llevados de una forma instintiva, más que por alguien que busca una idea concreta.
Los temas son composiciones muy sueltas, desprolijas, increíblemente colgadas y serenas. Y hay un montón de detalles inesperados y agradables, como la encantadora y despreocupada linea de bajo en «Leave It» y la bateria procesada al final del tema que nombra al disco. Y en el segundo tema, un cover del hit ochentero «Everybody’s Got to Learn Sometime» (el mismo que hacía beck, totalmente irreconocible), el corte instrumental se estira como un chicle, donde cada acorde sostenido dura muchísimo más de lo que debería de durar. El efecto es rarísimo, incómodo e hipnótico, y resume el gusto por la experimentación y el buen gusto en las ideas de este disco.
Me sorprendió cuando leí que Alex Willner (artista detras del nombre The Field) utiliza para componer el programa Jeskola Buzz, que es un programa freeware muy feo pero poderoso que ya esta hace unos cuantos años. Explica bastante quizás su sonido y su forma de componer. Siempre me gustó como se puede asociar a veces la herramienta para componer y la obra. Pero lo importante, ajeno a esto, es que debería de haber más músicos con las ideas de The Field.

The Field – Yesterday and Today


Sobre los productores

«A producer is someone who thinks they can make what a band is doing better. From there it’s a question of if he/she is right and if the band is willing to work under that assumption. The job of the producer is to be right and to get the project finished in the best way possible. I’m convinced that this happens rarely, and the best producers are the ones who get close.»
– Alan Sparhawk, de Low, en esta entrevista. Me pareció un tipo muy inteligente y centrado. Otra entrevista, aquí.


John Kricfalusi, que además de ser uno de los animadores más grandes de las últimas décadas es una de las personas más apasionadas y conocedoras de la animación que van a encontrar por ahí, posteó hace unos meses un artículo/manifiesto con el nombre de Why Cartoon Animation Steered Off Course donde hace un recuento histórico sobre la época dorada de la animación y expone su tesis de como fue perdiendo el rumbo hasta estancarse definitivamente en algún momento de los 50s.

A varios les sonará demasiado extrema la tesis de Kricfalusi así resumida, pero en ese caso deberían leer ya mismo el texto y toda su argumentación. También deberían aprovechar para conocer o revisitar algunas de las maravillas de esa época y an a ver porque fue el punto más alto de la animación más libre e imaginativa, basada en el movimiento antes que en lo visual y lo hablado. Nunca me imaginé (tal vez tendría que haberlo hecho) que mis ideas sobre la animación eran tan parecidas a las de Kricfalusi.

Algo que me llamó la atención y que no esperaba es que además de pegarle los palos obligatorios a Walt Disney, que es siempre el gran villano de la historia justificadamente, también le pega a Chuck Jones y dice que con el paso del tiempo sus trabajos se fueron volviendo cada vez más tiesos y su estilo de dibujo cada vez de peor gusto. No estaba seguro de que eso fuera cierto, sobre todo porque no estaba muy conciente del orden cronológico del trabajo de Jones, pero revisando un poco entendí a que se refería y es muy cierto. Si miran Daffy Duck and the Dinosaur del 39, la animación y el movimiento son maravillosos. Después miren The Dover Boys del 42, que no les va a mostrar mucho, pero creo que es mi Jones favorito (aunque no tiene mucho trabajo en el movimiento). Scaredy Cat del 48, el momento en el que Kricfalusi dice que Jones estaba haciendo sus cosas más divertidas pero su animación empezaba a decaer, es divertidísimo, pero el movimiento es casi inexistente y lo divertido pasa por las situaciones y no por la animación. Para finales de los 50s estaba haciendo cosas como What’s Opera Doc? yRobin Hood Daffy que aunque fueron las más aclamadas fuera del mundo de la animación y son muy recordadas, no son tan divertidas como las viejas y la animación es francamente fea.

También gracias al artículo revisité la obra de Bob Clampett y es increíble que no sea tan recordado y celebrado como Chuck Jones y Tex Avery ya que posiblemente tenía más talento que los dos juntos. Lamenté un poco que no mencione a los Fleischer, pero es una queja de puro fanboi porque en realidad no es un recuento histórico exhaustivo. Y aunque sea casi una vulgaridad decirlo voy a decirlo igual, en un mundo más justo, donde se apreciara más el verdadero genio que la habilidad para complacer ejecutivos de cadenas televisivas, John Kricfalusi sería reconocido como el genio que es en vez de ser un paria dentro de la industria.

Bonus Track: el genial blog de John K | el nuevo blog de John K donde postea dibujo suyos de personajes de Hanna Barbera.