El Cuadernito Inexistente (7)
1) Clientes del infierno. Como Palabras Textuales, pero en ingles, mucho más masivo, y con muchas cosas increíbles. Pueden perder un día entero aquí (via stephanie)
2) Fata Morgana es Google Maps sin el mapa, básicamente. Simpático.
3) Un hombre vive en un mundo futurista donde todas sus actividades son a través del ciberespacio. De The Onion, obviamente.
4) ¿Porqué a la gente se le ocurren pila de ideas mientras se ducha? No se me había ocurrido antes.
5) Ante la duda, jamás, JAMÁS conviertas pi a binario. (via krahd)
6) El Halo, para Atari 2600. Una descripción muy larga de como fue hecho aquí.
7) Siguiendo con el mismo concepto, varios screenshots de juegos re-construidos como si fuesen retro.
8) Muchos de los tuits de Kanye West, usados de frases para comics del New York Times.
9) Ayer se publicó la noticia de que un asistente de un avión se quemó la cabeza, mando a cagar a todos y se fue del avión mediante el sistema de escape de emergencia del avión. Un grande. Acá esta la noticia en metafilter, donde en los comentarios un usuario le escribe una balada folk a su honor. Un rato después, alguien graba la canción con esa letra. Que lindo el mundo en el que vivimos.
Visite Baltimore 10: Howard «Bunny» Colvin.
– Somewheres, back in the dawn of time, this district had itself a civic dilemma of epic proportion. The city council had just passed a law that forbid alcoholic consumption in public places, on the streets and on the corners. But the corner is, and it was, and it always will be the poor man’s lounge. It’s where a man wants to be on a hot summer’s night. It’s cheaper than a bar, catch a nice breeze, you watch the girls go by. But the law is the law. And the Western cops, rolling by, what were they going to do? If they arrested every dude out there tipping back a High Life, there’d be no other time for any other kind of police work. And if they looked the other way, they’d open themselves to all kinds of flaunting, all kinds of disrespect. Now, this is before my time when it happened, but somewhere back in the ’50s or ’60s, there was a small moment of goddamn genius by some nameless smoke hound who comes out the Cut Rate one day and on his way to the corner, he slips that just-bought pint of elderberry into a paper bag. A great moment of civic compromise. That small wrinkled-ass paper bag allowed the corner boys to have their drink in peace, and it gave us permission to go and do police work. The kind of police work that’s worth the effort, that’s worth actually taking a bullet for. Dozerman, he got shot last night trying to buy three vials. Three! There’s never been a paper bag for drugs. Until now.
– I thought I might legalize drugs.
– Bunny: You see that building there? It’s the old Stryker building. It was a funeral parlor. Last stop before the cemetery for west side white folk. Back When there was still some of those around. Right about the time that, uh, Jim Crow was breakin’ up. Back in the early ’60’s. Someboday asked old man Stryker, they said «Stryker, you gon’ change your policy and start buryin’ black folk?» And Stryker said «yeah, on one condition: I can do ‘em all at once.» [Bunny laughs]
Carcetti: That’s sick.
Bunny: But you know somthin’? I had a lot of respect for that man. ‘Cause unlike most folks, I always knew where he stood.
– Bunny Colvin.
Antes de que diga cualquier otra cosa, Bunny es el puto hombre. Es, quizás, el personaje más noble y dedicado a hacer el bien dentro del estamento en el que se encuentra. Y, por ello mismo, no es coincidencia que Bunny sea un reformador social, un tipo dispuesto a apostar todo a las nuevas maneras de hacer las cosas.
Ahora bien, a Bunny lo conocemos ya grande, curtido, a punto de retirarse. No sabemos nada de su pasado ni de su comportamiento antes de la tercera temporada, pero por su carácter, podemos deducir que fue siempre un policía honesto y un gran líder. Porque Bunny, estructuralmente, es un Comandante de distrito, el jefe de toda una sección del Departamento, un jefe, un capo. Lo que implica también que ha tenido que tragar mucha mierda y cuidar muchas posiciones para llegar ahí. Sin embargo, cuando lo conocemos, Bunny es fundamentalmente un policía decente, un tipo de gran corazón, otra persona que a pesar de todo lo que suponemos que ha visto no ha perdido el alma.
Es probablemente esa decencia intrínseca y no la posibilidad del retiro cercano y de tirarse una canita al aire, lo que lo impulsa a poner en marcha su primer gran proyecto de reforma: abrir tres “zonas liberadas” en lugares abandonados y completamente dilapidados de Baltimore (lugares de ladrillos descascarados, de fachadas desmoronadas, de calles sin faroles de luz, cercados por pastos gigantescos, lugares a donde probablemente ni los delincuentes se acerca por el persistente aura de entropía que los rodea) para que allí se concentre todo el comercio de drogas, un lugar donde toda su violencia pueda ser contenida sin dañar al resto de la población. Este sector, que rápidamente hace descender el crimen en el resto del distrito, es bautizado Hamsterdam por parte de sus habitantes y concurrentes.
Es que Bunny es uno de esos tipos que saben que hay una diferencia entre ley y justicia, que la ley existe sobre todo para proteger a los ciudadanos y que, cuando esto no sucede, entonces hay que excederla para que su espíritu se respete. Y es un tipo que, justamente, vemos en su plenitud, en el momento final de su estadía en la fuerza, que está agotado de ver como todas las iniciativas policiales y “el juego de los números” (la manipulación de estadísticas para hacer disminuir los índices de delito) no solo no han logrado hacer descender la criminalidad, sino que incluso han criminalizado y discriminado a aquellos a quienes debían proteger. Es un tipo que está harto de ver como se le mueren policías, como los ciudadanos están cada vez más desvalidos, como han llegado a ver en la policía algo que temer, como la policía ha perdido el contacto con la comunidad.
Bunny, con su cuerpo de gigantón, su pelada brillante, su sonrisa sincera y gigante, su cara de tío bueno, es esencialmente uno de esos policías que a veces se ven en los comics y las películas de época, de uniforme y macana patrullando el barrio, hablando con los niños y las ancianas, recto y sonriente pero inflexible con quienes lo merecen.
Su primer intento de reforma social, entonces, es producto del observar este ideal que venera completamente desvalorizado y devaluado. Y el mayor responsable de esto, nos dice The Wire directamente, es la guerra contra las drogas. La guerra contra las drogas, como dice Bunny, arruinó este trabajo. Lo arruinó porque puso el acento en la represión antes que en la protección, porque volvió a todo el mundo un sospechoso, porque transformó al policía en un ejército invasor en su propio país. Porque en definitiva es una guerra que lo único que hace es marginalizar al pobre y perpetuar un ciclo vicioso en el que los nuevos jóvenes solo tienen por futuro y expectativa ingresar en el mundo de la calle y de la droga, para terminar presos o muertos.
Obviamente que este plan no saldrá nada bien, pero por un momento, por una temporada, nos hacen creer que existe una alternativa, una opción para ese mundo de violencia hermética, asfixiante. Y esa salida está personificada en ese negro de maneras pausadas y gran corazón, que cuando llega el momento de la caída, lo acepta como un hombre y se hace cargo individualmente de todas sus consecuencias.
En la siguiente temporada, por consiguiente, la situación de Bunny es muy diferente y se asemeja a la de muchos personajes que a lo largo de la serie intentan desafiar la manera establecida de hacer las cosas: despojado de poder y de acción, degradado y vuelto una parodia de quién alguna vez fue. Afortunadamente, tendrá otra oportunidad de intentar cambiar las cosas, está vez participando de un programa experimental de enseñanza en escuelas secundarias.
Tiene sentido que Bunny tome esta dirección en su vida y en la serie. Como hemos visto, una de sus mayores preocupaciones en su vida es la de proteger a aquellos que no tienen poder, ha absorbido demasiado bien el ideal de su casta. Bunny es de aquellos que creen que el cambio llega modificando el modo de pensar de las próximas generaciones, un clásico liberal (en el sentido izquierdista en que es utilizado por los norteamericanos) que por su extraña condición de policía puede aplicar esas teorías y no perderse en devaneos teóricos. No por nada uno de sus enfrentamientos más amargos será con Carcetti.
El segundo experimento de cambio social de Bunny Colvin tendrá un final igual de agridulce y un desarrollo aún más terrible y descorazonador. Porque si bien Hamsterdam fue un fracaso, al menos ahí Bunny tenía dos cosas que no tendrá aquí: una autoridad indiscutida y una tropa que, para bien o para mal, estaba dispuesta a obedecerlo. En la escuela es nadie, es peor que nadie, porque es justamente una figura de autoridad y aquellos que deben hacerle caso no son policías a los cuales se les ha inculcado la idea de la cadena de mando sino un grupo de mocosos que se encuentran mucho más cerca de la vereda de enfrente a la que estaba parado Colvin en sus días de polizonte.
La cuarta temporada es terrible por el modo en que plantea que las escuelas, como están organizadas, son solo fábricas que reproducen exactamente el sistema sin intentar modificar la vida de ninguno de aquellos niños que están atrapados en él. Es tristísimo ver como esos jóvenes están condenados a la calle, como se los va amoldando para que lo único que quieran sea abandonar esa institución a la que solo le interesan los números y las estadísticas, protegerse de los gobernadores y los inspectores escolares. La escuela está tan obsesionada con la burocracia como la policía, frente a ello el caos cuasi natural de la calle es una forma de liberación.
La homeóstasis del sistema es, además, dolorosamente patente en el durísimo trabajo que hace Colvin, intentando con mucha compasión y tranquilidad y paciencia llegarles a esos chicos que están tan retraídos y encasquetados en sus vidas que les indican que lo mejor a lo que pueden aspirar es a estar muerto de una manera rápida antes de los 30. La mayoría del tiempo es recibido con hostilidad, indiferencia y odio.
Finalmente, el proyecto será cerrado por una confluencia de desinterés por parte del gobierno local, falta de recursos, desconfianza de las autoridades de la escuela. Un complejo mecanismo de pinzas institucional que se cerrará sobre la esperanza de Colvin. Los efímeros avances que Colvin había realizado se desvanecerán en el aire y, en algunos casos, degenerarán en algo peor. Solo rescatará un efímero y personal triunfo de todo el asunto, la “adopción” de uno de los niños de su clase especial, en un desenlace que, en manos menos hábiles hubiese sido un final de película de Hallmark pero que, acá, está resuelto con tal elegancia y caballerosidad, en un mano a mano entre dos hombres con mucha historia (con mayúsculas) sobre sus espaldas, que conocen los códigos de la calle y de la ley, en una de las mejores escenas de la serie.
Este triunfo solo demostrará que Bunny cambia el sistema a un nivel microscópico, conclusión cuyo corolario es que termina expulsado de todas las instituciones a las que perteneció. Es sorprendente que todo su periplo, sin embargo, no lo vuelva un hombre derrotado y amargado, sino que siga siendo el mismo tipo optimista e, incluso, que todo su arco nos parezca tener un final feliz. Es que en The Wire, las pequeñas y casi insignificantes victorias son las únicas posibles y tenemos que agradecer y estar felices por lo poco que vamos a obtener.
Visite Baltimore 09: Shakima «Kima» Greggs.
How complex a code can it be if these knuckleheads are usin’ it? Then again, what does it say about us if we can’t break it?
How come they know you’re police when they hook up with you. And they know you’re police when they move in. And they know you’re police when they decide to start a family with you. And all that shit is just fine until one day it ain’t no more. One day, it’s ‘You should have a regular job.’ and ‘You need to be home at five o’clock’.
Stand around some shiny shit and get paid. Work murders and starve. What kinda shit is that?
Millenium been n’ gone and we still fucking around with Smith Corona.
– Kima Greggs
Si hay algo donde The Wire quizás hace agua es en el territorio de las protagonistas femeninas. No es que no las haya (Ronnie, Beadie, Snoop son buenos ejemplos) sino que la mayoría de ellas no tienen grandes arcos dentro de la macro-historia de The Wire e incluso, por momentos, parecen accesorios de los hombres. Diría que esto es así porque los mundos que cubre The Wire son eminentemente masculinos (la policía, la droga, el puerto) pero luego recuerdo que en realidad su tema es la ciudad moderna y llegó a la conclusión que las explicaciones posibles son dos: o los autores (todos hombres), a pesar de toda su buena voluntad, no lograron quitarse las anteojeras frente a la femeneidad, o simplemente el mundo es mucho más machista y desigual de lo que nos mentimos que es.
De entre todos los personajes femeninos, sin embargo, hay 3 que sobresalen: Ronnie, Kima y Snoop. Ronnie por momentos se pierde y desdibuja (y, por otro lado, si hay algo que recordamos es a ella en relación con, ya sea McNulty o Daniels) y Snoop, si bien encantadora, es mucho menos compleja que Kima, que para mí es la gran estrella femenina de la serie.
Kima es uno de esos personajes impredecibles y multifacéticos que tiene The Wire en cantidad. Una policía lesbiana que no soporta a los imbéciles (pero que es mentora de varios de ellos a lo largo de la serie), con una relación establecida que la empuja a la maternidad, aunque no está completamente convencida del asunto. Bardera y borracha pero fiel. Con una ética y una disciplina de trabajo puramente femeninas (esa encanto de las mujeres obsesivas, trabajadoras, preocupadas por el detalle, fastidiosas).
Dentro de la estructura de la serie, Kima es el reflejo de Bodie en la policía: un soldado con código que no está dispuesta a cruzar ciertas líneas, líneas que se impone pero también forman parte de su imagen ideal de lo que la policía debería ser. La diferencia con Bodie es que Kima tiene una estructura que la protege y la ampara continuamente. De hecho, Kima es uno de los escasos personajes de la ley que corre un riesgo real en toda la serie (en la primera temporada le disparan en un confuso trabajo de infiltración). En The Wire quienes sufren y mueren no son los policías sino la gente verdaderamente desprotegida: calle o civiles. Ese disparo es uno de los arcos dramáticos (en el sentido de OH THE DRAMA) más altos de la primera temporada. Un momento en que The Wire se aproxima un poco a la emocionalidad de una serie tradicional pero que es insuflado de una realidad y grosor muy superior mediante la enorme escena entre Jimmy McNulty y el mayor William Rawls en la que este último lo putea y lo exonera de culpa al mismo tiempo, y también mediante la transmisión muy real de la solidaridad de estamento, de esa angustia y violencia tan extraña (para alguien que nunca ha sido policía, supongo) producto de saberse parte de un grupo que está en la línea de la muerte.
Luego de este incidente, y de la primera temporada como un todo, Kima sufre una mcnultización a lo largo de la segunda y la tercera temporada, aceptando los consejos del irlandés y precipitándose en las buenas y viejas maneras del precinto oeste. El desencadenante del cambio es algo que a la vez define y espanta a Kima: su condición maternal. Kima es una de las grandes profesoras y, en líneas generales, protectoras de la serie. En primer lugar, con los insondablemente cabeza hueca de Herc y Carver, y sus concepciones bastante imbéciles (pero no por eso menos reales) del trabajo policial, que tendrán destinos opuestos a lo largo de la serie. Uno de ellos absorberá la ética y el espíritu de Kima, el otro no. Con Bubs tiene una relación casi fraterna y, de todos los agentes de la ley que tratan con él, es la única que demuestra un interés sincero, un atisbo de ayuda a un desclasado. De hecho, es el contacto que hace que Bubs comience a trabajar con la Major Crimes Unit.
Pero esta tendencia no es suficiente a la hora de encontrarse ante un hijo propio. Kima da un giro hacía lo opuesto que le proponen. Despunta ese rasgo obsesivo que dice que ella solo quiere ser policía. Algo de esa aspiración se encuentra en la raíz de su relación e identificación con McNulty.
Sin embargo, en uno de esos momentos en los que The Wire reconoce sus propias falsedades acerca de la realidad que quiere retratar (en este caso: Rogue Cop McNulty), Kima no está destinada a ser McNulty 2. Tiene una configuración psíquica diferente, más responsable, más caritativa, menos egoísta, más recta, con una concepción del trabajo policial que excede largamente su propia importancia. Es una mujer de pocas palabras, que, como hemos dicho, no soporta a los imbéciles, ¿Por qué se transformaría en uno?
Por ello, para la temporada final, Kima es uno de los pocos personajes que está en paz con sí misma y su lugar en la vida o, por lo menos, lo está intentando. Y esto se refleja en dos hechos y escenas puntuales donde se observa su compromiso con su propio futuro y su posición como agente de la ley. Por un lado, el momento en que decide ser la voz de la conciencia del Departamento de Policía en general y la División Homicidio en particular y revelar la movida más arriesgada del tándem McNulty – Freamon. Con la suficiente honestidad para que semejante actitud no despierte ningun rencor.
El segundo momento involucra a Kima y su hijo adoptivo, mirando por la ventana a una Baltimore oscurísima y helada, lo sostiene en sus rodillas, él tiene una cara de sapito asustado, ella parece estar ahí pero alerta simultáneamente, pescando rastros en la noche. Miran por la ventana, decía y Kima dice: “Goodnight moon, goodnight stars, goodning po po’s, goodnight fiends, goodnight hoppers, goodnight hustlers, goodnight scammers, goodnight to everybody, goodnight to one and all”.
Visite Baltimore 08: Reginald «Bubbles» Cousins.
(Here be spoilers. Beware)
– How y’all do what y’all do every day and not wanna get high?
– Ain’t no rules for dope fiends.
– Bubbles: This pay how much?
Kima: Let’s treat it like a real job. Say $5 an hour, $30 on a day, max.
Bubbles: That’s less than minimum wage.
McNulty: But there’s no withholding, Bubs. It’s tax-free.
– Ain’t no shame in holding onto grief, as long as you make room for other things.
– Bubbles.
Todo el mundo ama a Bubs. Es difícil no hacerlo cuando es uno de los personajes con más corazón e inocencia de todo la serie, cuando se pasa gran parte de ella siendo una víctima, un outcast, un pobre tipo que se merece una mejor vida.
Bubbles es un adicto a la heroína flacucho y petiso, con cara y pelo de insecto, que conoce a todo el mundo en la calle y “trabaja” como informante de la policía. El tipo es un guiñapo sucio que vive tirado bajo un puente o en casas abandonadas, que se reúne con los peores desperdicios a inyectarse y babear, con jeringas sucias y llenas de sangre coagulada, y sin embargo no hay nada enteramente desagradable ni denso en su persona. Porque al mismo tiempo es inteligente, rápido, con conocimiento y practicidad y se las ha ingeniado para sobrevivir sin matar ni cagar a nadie, inclusive enseñando a jóvenes callejeros sin experiencia a bancársela en las calles y a procurarse los mejores medios para mantener su propia adicción. De algún modo, en medio de toda la mugre, no se perdió a sí mismo ni se transformó en una mala persona.
Por eso es que todo el mundo quiere a Bubs, porque cuando ves The Wire y aparece uno está automáticamente de su lado. Pero la tragedia de Bubs es que así como todos lo quieren, nadie puede ni quiere ayudarlo a salir de su circunstancia social. Bubs es, como representante de los drogadictos y los homeless, el eslabón más bajo que vamos a conocer en la serie, un desclasado y marginado real, que no tiene ningún tipo de red o estructura de contención, y los policías con los que negocia (McNulty, Bunk, Kima) solo pueden tenerle lástima y tirarle unos mangos, nunca sacarlo de su situación. Todos estan atrapados en sus obligaciones hacia la institución que sirven, y esas obligaciones pueden ser insoportables, pero siempre serán mejores que no tener ningún tipo de apoyo en el cual recaer.
Bubbles es una de esas piezas de cruda realidad que The Wire inserta por encima del lenguaje televisivo. No hay salvación mágica para los hobos simpáticos e inteligentes. Lo que hay es más indiferencia.
El trayecto de Bubs por la serie es irregular y diverso. Siempre parece estar a punto de rescatarse pero al final nunca lo hace. La tentación es más fuerte que él continuamente y, por añadidura, la vida border que lleva es la única que conoce y sabe vivir. Y The Wire nos deja claro continuamente que su salvación sólo depende de sí mismo. Luego cae, pasa por momentos de confianza en sí mismo y momentos de desolación, de tristeza absoluta. Roba caños y metales, monta un negocio de expendio callejero en un carro de súper, es golpeado por dealers y matones, se babea y está totalmente insensibilizado con gente desconocida, es arrestado, le vende información a la policía, es defraudado por ciertos agentes de esta fuerza y, finalmente, consigue casi el único final completamente feliz de la serie. Ese final es uno de los momentos en que The Wire se acerca a una serie “normal”, pero hemos visto a Bubs sufrir y luchar tanto (la quinta temporada es un periplo terrible que ilustra el modo en que Bubs aprende a dejar atrás, con dolorosa y desesperante complicación, su culpa y angustia y soledad frente al mundo) que ese final nos parece totalmente merecido, ganado.
Bubs es, además, uno de los tantos maestros que tiene la serie. Suele tomar jóvenes bajo su ala, como junk buddies y porque cualquier empresa es mejor de a dos y, también, joder, porque quiere cuidarlos y, dentro de sus magras posibilidades, protegerlos de la vida que él mismo experimentó. El problema es que Bubs no puede ofrecerles ningún tipo de protección real y es incluso más débil que ellos. Es un vano intento de su parte de formar algún tipo de unión dentro del sector social para el cual comunidad es anatema y que está más desprotegido y atomizado de todos.
Bubbles, como todos los personajes de The Wire, no tiene “origen secreto”, no hay un capítulo donde se nos explique cómo llegó a donde está. Los personajes de The Wire existen, sencillamente, mientras están en la pantalla, no importa su pasado y no hay una explicación misteriosa, traumática y psicológica para su comportamiento. Sin embargo, siempre hay pistas, detalles del trasfondo que indican que esos hombres y mujeres tuvieron una vida antes de llegar a la serie. Las visitas tardías de McNulty a sus hijos, la aparición de un tío comatoso de Avon, la abuela de Omar. Siempre son personas concretas que corporizan el hecho de que esos personajes vienen de algún lado. En el caso de Bubbles, esas personas y nombres no son entidades, son susurros. Una sugerencia de un hijo y una ex esposa, un suspiro de una hermana eternamente enojada con él. Esto causa que la condición de Bubs tenga algo de fantasmático, de espectral. Es un hombre que ha caído tan bajo que no tiene lazos con el mundo “oficial” de más allá de la calle. Es por ello, también, que no existen soluciones mágicas a su predicamento: frente a una persona que es casi una no-entidad, un conjunto de rasgos sin anclaje social, la respuesta más común y esperable de los otros personajes de la serie es ignorarlo. Porque, en el fondo, es casi como si no estuviese ahí. Si hasta el hecho de que su “nombre oficial” sea su apodo de la calle denota su espectralidad. La tragedia está en que nosotros, espectadores, no podemos evitar empatizar y rogar por un desenlace feliz. Esa falta de origen, por otro lado, señala que no hay nada de extraordinario en él y que cualquiera que tome algunas decisiones desafortunadas puede caer por el agujero del conejo.
Bubbles es conmovedor porque corporiza una imagen que vemos todos los días en cualquier gran ciudad, un tipo durmiendo en la calle, con ropa sucia y costras de mugre en la piel, con barba repleta de tierra, tirado en un colchón comido por las pulgas o en un cartón, una imagen que despierta una fugaz mezcla de mórbida curiosidad con lástima, que son luego barridas por una ola de indiferencia; y rellena esa imagen con rasgos, pensamientos, historias y personalidad, transformando lo que vemos comúnmente como un número en un personaje extraordinario que debería hacernos sentir un poquito más culpables cada vez que nos ponemos los visores anti-homeless.
Las Islas Invisibles
Bienvenidos a otra edición de terrible cuelgue wikipediano. Ya tuvimos mapas antiguos, montañas, y ahora seguimos con las islas, lo cual me hace darme cuenta que tengo cierta afinidad por los temas geográficos.
Creo que fue a causa de un post en metafilter que nombraba un estudio sobre la sexualidad en Samoa, que terminé leyendo sobre esas pequeñas islitas del Pacífico. No había nada muy interesante en realidad, aunque me llamó la atención como puede funcionar una cultura viviendo así tan aislada del resto del mundo. Ahí fue cuando empecé a revisar otras islas y naciones cercanas. Rápidamente encontré a Tuvalu y las cosas se pusieron muy interesantes.
Tuvalu es, después del Vaticano, el estado menos poblado de mundo. Tiene tan solo 12.000 habitantes. Son 5 islitas y 4 atolónes. Acá tienen un link a google maps mostrando uno de los atolones. El terreno de los atolones es muy malo y no sirve para el cultivo. La elevación más alta de Tuvalu es de tan solo 4.5 metros, lo cual hace que toda la nación pudiera hundirse en el caso de que el nivel del agua suba. Tampoco tienen agua, y el agua para beber se consigue exclusivamente de la lluvia, lo cual produce escasez.
En Tuvalu no hay recursos, así que básicamente viven de la ayuda de Inglaterra, así como de Nueva Zelandia, Australia, y Estados Unidos. Los únicos trabajos estables y asalariados son del gobierno. Una de sus fuentes de ingresos es, bizarramente, la venta de los dominios .tv que son de su país.
En cierta forma, Tuvalu esta detenida en un extraño tiempo semi-colonial. Hay un sistema comunitario, donde cada familia se dedica a una tarea específica (pescar, construir casas, etc). Hay pequeños negocios del gobierno donde venden comida y alimentos.
Siguiendo por la polinesia, tenemos a Nauru, que es la nación-isla más pequeña: tan solo 21 km de diametro. Aca pueden verla en google maps.
Tiene 14.000 habitantes y básicamente es una gran piedra de fosfato. Está rodeado de arrecifes de corales, por lo cual es una isla que no tiene puerto. El desempleo es de 90%, y casi todos los que trabajan, al igual que en Tuvalu, trabajan para el gobierno. ¿Que hace toda esa población desempleada? Aparentemente solo come y come, porque Nauru es la nación más obesa del mundo: El 90% de sus habitantes tienen sobrepeso, y el 40% de la población sufre de Diabetes. Yay.
Supongo que me habré colgado con este tema debido a que uno no se puede imaginar muy bien como sería vivir en una isla tan aislada, uno como buen citadino tradicional de país colonizado por europeos. Es todo bastante alienígena y extraño. Y hay decenas y decenas de paises o pequeñas provincias ahí, perdidas. Hablaba con Dario al respecto, y me decía “¿Pero conoces de Surinam? Sabes que es acá en Sudamérica? ¿Sabes que ahí hablan Holandés?”
Pero bueno, volvamos a las islas, y al siguiente objetivo del viaje, que fueron las islas del Caribe. Hay cientas y hay un montón interesantes. La mayoría igual son colonias, muchas inglesas. Una de mis favoritas es Montserrat.
La población de Montserrat es muy chica, unas 4000 personas. Llegó a tener 14.000 habitantes pero ocurrió algo. Algo así como que un volcán de la re puta madre entrara en erupción y dejara la mitad de la isla totalmente inhabitable, incluyendo su capital, Plymouth, cubierta de 12 metros de lodo. Así se destruye una ciudad, estimados.
En google maps se puede ver Montserrat, y se puede notar clarísimo como quedó la mitad de la isla convertida en un manchón gris y muerto. El volcán a la fecha sigue activo.
¿Algo más sobre Montserrat? ¡Sí! George Martin armó un estudio ahí, donde se grabaron un montón de discos en los 80s. El estudio convirtió la isla en un lugar bastante popular, por el atractivo de grabar un disco en una isla paradisíaca en la concha de pato. Ahí se grabaron discos de Elton John, The Police, Rolling Stones, Duran Duran, Rush y The Police. Oh, los ochentas. Lamentablemente un huracán horrible destruyó un montón de edificios en 1989, incluyendo los estudios.
Sigamos. Tenemos a San Martín, otra isla caribeña, que está dividida en dos: la mitad norte es francesa, la sur es holandesa. O sea, se llamaría en realidad «St-Martin / St Maarten».
Hay cierto folklore sobre la división entre ambas zonas. Según la leyenda, cada mitad eligió a una persona para que vaya caminando de un extremo a otro de la isla, y marcando una línea que separará ambos lugares. La francesa terminó siendo más grande, supuestamente por que el caminante frances había tomado vino en su trayecto, mientras que el holandés cerveza, lo que lo volvió más lento.
San Martín es una de las ‘islas de lujo’ que hay en el caribe. Casinos, tiendas, playas nudistas, free-shops y mucho, mucho dinero.
Cerremos con mi favorita, la isla de Saba. Saba es la isla más pequeña de las Antillas Holandesas. tiene 1.400 habitantes. Y así se ve desde un avión:
(link a google maps aquí)
Hace unos siglos, era una isla de piratas y punto de traspaso y mercadeo. Luego se fue poblando lentamente con muchos ingleses, escoceses, holandeses y africanos.
Saba tiene un montón de cosas interesantes. Por ejemplo, en saba hay solo una calle. Se llama, apropiadamente, “The Road”. Se construyo en 1940 y tardaron como 10 años para que al fin apareciera el primer vehículo a motor. Andar en auto por “The Road” parece ser algo muy peligroso y la calle esta repleta de curvas.
Otro dato interesante es cierta endogamia, a causa de su población. Son muy pocas familias, y parece que se repiten mucho los apellidos, siendo los más populares Hassell y Johnson. Saba, además, tiene el aeropuerto más pequeño de mundo. La pista mide 400 metros y solo 3 modelos de aviones pueden aterrizar.
Saba se dedica mucho al turismo, particularmente al buceo, a causa de sus arrecifes de coral. Esta aislada, y es muy poco conocida todavía, por eso sus costas y terrenos estan muy cuidados y son casi vírgenes. Parece un lugar tranquilo, y así se ven sus casas y sus calles, y con esta foto cierro el post. Si alguien quiere ir, que avise.