Esto pasó de verdad

Un llamado a la memoria y la conciencia colectiva antes de que sea demasiado tarde.

Encontrar esta lista en mi reader fue muy impresionante. No solo porque entre esas 50 canciones se puede escuchar algo de la peor música hecha hasta ahora, sino porque es como ver al fantasma de mí mismo a los 16 años y adentrarse en un pozo oscuro de música que nadie quiere recordar y efectivamente nadie recuerda. Fue darme cuenta que conocía tal vez a todas las 50 bandas incluidas y que hasta recordaba claramente una buena parte de los temas después de tanto años.

No estoy hablando de bandas que la pegaron relativamente, de cosas que escucharon algunos pocos. No. Estoy hablando de mucha de la música más exitosa de esos años. Cualquiera que como yo fue adolescente en esa época (y sé que muchos de los que están leyendo lo fueron pero voy a hacer de cuenta que no para evitarles tener que admitir cosas vergonzosas, aunque sea a ustedes mismos), aunque no me crean, posiblemente escuchaba algo de todo esto.

Me acuerdo muy bien de la temporada 98-99. Fue el momento en el que toda la música que creía que escuchaba sólo yo pasó a ser conocida por todo el mundo. Había comprado el primer disco de Korn cuando tenía 12 años, poco antes de que saliera el segundo y había tenido que recorrer varias disquerías especializadas antes de encontrar una donde supieran qué les estaba pidiendo. Escuché mucho ese disco. También escuché mucho los dos siguientes. Escuchaba a Marilyn Manson desde antes de “The Beautiful People”, desde antes incluso que “Sweet Dreams” y cuando salió Antichrist Superstar ya tenía los dos discos anteriores y lo compré inmediatamente. Estaba en séptimo grado y no conocía ni a una sola persona que escuchara esas cosas. Dos años después era todo diferente.

Dos años después todos mis amigos escuchaban esa música. Dos años después de Antichrist Superstar hasta las abuelas conocían a Marilyn Manson (y posiblemente creían que comía cachorros vivos arriba del escenario o algo así). Follow The Leader de Korn había salido hacía poco, el video de “Got The Life” estaba todo el día en MTV. Y estoy diciendo que realmente todo el mundo los conocía. Todos mis compañeros de colegio conocían a estas bandas aún si no les gustaban. Y pronto se le sumarían más bandas. Y se empezaría a hablar de nu-metal y se sucederían varias generaciones de bandas copiando la misma fórmula, progresivamente peores y más genéricas. Y llenaban la rotación de MTV junto al mall punk de Blink 182 y Sum 41 y cover irónicos de hits de los 80s y el rock post grunge de Creed y otras atrocidades que pueden ver en la lista. Esta era la música de esa época, aunque no lo recuerden, aunque no lo quieran recordar, así es como sonaba el fin de los 90s, el principio de los 2000, la vuelta del siglo.

Passantino dice en la lista que en esa época Korn era el tipo de banda que uno se imaginaba que iba a recordar años después y entender por qué había sido importante, y tiene razón. Puede haber sido un brote psicótico colectivo pero por un breve momento hace ya más de una década, esta música sonó como el sonido de una generación. Todos los adolescentes que habían llegado tarde para Nirvana y el grunge creyeron momentáneamente haber encontrado su voz generacional y un montón de bandas de chicos blancos vestidos con equipos deportivos rapeando mal empezaron a recibir sus certificados de multiplatino de un día para otro. ¿Pero qué pasó con todo eso? ¿En qué momento los jóvenes despertaron de su alucinación y toda esta música pasó al olvido? ¿Por qué?

Sí, todas las épocas tienen bandas olvidadas, pero estamos hablando de una época entera que se hundió en la oscuridad, que fue eliminada de la memoria de la cultura pop tan fuertemente que ya no proyecta ninguna sombra sobre ella. Salvando las distancias y con todas las reservas necesarias comparémoslo con el grunge que es el ejemplo más cercano. El grunge terminó, pasó de moda, tuvo su backlash, pero nunca desapareció de la memoria pública. Hasta pueden relativizarlo todo lo que quieran como mucha otra gente, pero eso es admitir que sigue lo suficientemente vivo en la conciencia popular como para al menos poder discutirlo y relativizarlo. Nadie relativiza la importancia del nu-metal porque nadie jamás discute el nu-metal.

La diferencia principal es obvia. Cuando Kurt Cobain citó a Neil Young en su carta suicida bien podría haber estado hablando del grunge porque la misma bala que lo mató a él terminó definitivamente con el género que él mismo había puesto de moda. El grunge tiene una fecha de muerte oficial y es el 5 de abril de 1994. Toda una generación tenía su propio mártir pop y el resto de las bandas desaparecieron o fueron olvidadas en los dos o tres años siguientes (la gran excepción sería Pearl Jam que logró ser canonizada más allá del género y la rotación de MTV). Nadie tuvo la oportunidad de ver como como sus bandas favoritas perdían su popularidad lentamente y terminaban tocando hits viejos para fans nostálgicos ni de acusar a un Cobain gordo y cuarentón de haberse vendido o de copiarse a sí mismo en su quinceavo disco. Buenos recuerdos para todos.

El nu-metal, todo ese rock alternativo tardío, todas las bandas de mall punk y ska berreta para MTV, todas los covers irónicos, todo eso ni siquiera era un género, era un conglomerado representativo de una época de confusión, unido menos por la música que por tener un público en común, la gente que después llamaron moshers, lo que acá llamamos “alternativos” (no me reprochen sutilezas respecto a ese término, yo estuve ahí, no las desconozco, las estoy ignorando voluntariamente). Que es lo mismo que decir que eran todos los que no escuchaban teen pop. No podemos asegurar cuando nació, nadie puede determinar cuando murió. Pero, ¿murió realmente?

Algo con una existencia tan dudosa no puede tener una muerte certera y para problarlo todavía hay gente escuchando estas cosas, pero permanecen en la oscuridad. No hay dudas que no está vivo pero él mismo no lo sabe. Un género no-muerto. La mayoría de estas bandas no se separaron, todavía están ahí afuera condenadas a seguir editando eternamente discos que nadie nunca va a escuchar como Sísifos de la generación MTV. Así los fans, al contrario de los del grunge, sí vieron a sus bandas favoritas desaparecer del ojo público, pasar de moda, perder su base de público, sacar discos pésimos y cansados, intentar patéticas estratagemas mediáticas para atraer un poco de atención, separarse y juntarse a explotar la nostalgia en menos de una década (Limp Bizkit sólo sirve como ejemplo de todos esos puntos y algunos más). Hasta vieron a Korn recurrir en un último intento desesperado de entrar a algún panteón de respetabilidad a ese eterno punto de encuentro entre el público moderado y los artistas con crisis de identidad, MTV Unplugged.

Supongo que estamos en el momento justo para recordar esto con nostalgia y es cierto que vi últimamente por ahí más menciones a esta música que lo que vi por años, pero no veo la nostalgia. Yo mismo mientras estoy escribiendo esto les aseguro que siento muchas cosas pero ninguna ni se parece a la nostalgia. ¿Quién podría sentir nostalgia de No Doubt? ¿Cómo podría existir un revival de Smash Mouth? No puede pasar, no tenían suficiente de nada como para que alguien los extrañe. La primera vez fue una farsa pero una segunda vez sería una tragedia. ¿Cómo se hace un revival de Sum 41? ¿Cuándo fue la última vez que los escucharon? Háganlo ahora. Vean esto, escuchen bien como suena ahora e imagínense un revival:

“I’ll never fall in line, become another victim of your conformity” cantaba el frontman más feo de la historia del rock canadiense, palabras grandes para alguien que pronto pasaría a ser conocido como “el enano que se casó con Avril Lavigne”. Y el rap. El rap. Todos querían rapear y no tengo palabras para describir lo mal que lo hacían. El rap metal/nu metal lo llevó al límite combinando lo peor de ambos mundos. Blancos de clase media rapeando mal y sin flow con la misoginia y la homofobia habituales en el hip-hop combinadas con rebeldía y angustia de adolescente tardío. Tal vez hayan sido los primeros de toda una generación de músicos blancos que cooptaron la música y la cultura negra a lo largo de toda una década en la que el hip-hop y el R&B se convirtieron en el estado normal de la música popular en Estados Unidos. Tengamos en cuenta que son incluso anteriores a Eminem y que aunque Kid Rock haya sido uno de los peores MC’s de la historia Devil Without a Cause fue 11 veces disco de platino y el disco de Eminem que más vendió tiene 9 platinos.

Otro mérito es haber sido el último acercamiento del metal a la masividad (y estoy convencido, no me obliguen a justificarlo, de que va a ser históricamente el último) cerrando una década que había empezado con dos hitos de la renovación del metal, Cowboys from Hell de Pantera y la reinvención de Judas Priest con Painkiller (interesantemente, las dos bandas habían prácticamente desaparecido para cuando el nu-metal apareció). Por supuesto que todos los metaleros clásicos lo odiaron, pero eso no cambia nada.

También coincidió con el nacimiento de la era Napster (1999-2001) marcando el final de la era de los discos multiplatino y haciendo de esta la última generación en vender millones de discos en formato físico. Fue la última generación en hacer música sin contar con internet y la primera en ver sus efectos. También creo que fue la última generación en la que las tendencias dominantes en la música a nivel masivo y comercial eran claramente reconocibles, pero al mismo tiempo, como dije más arriba, era una escena fragmentada y heterogénea, en la que muchas cosas muy diferentes terminaron amontonadas juntas, a la que ni siquiera le pudieron encontrar un nombre de verdad ni pudieron identificar y categorizar fácilmente a los fans (comparar de nuevo con el grunge), y esa es la tendencia que continuó el resto de la década.

En los próximos meses tocan en Buenos Aires Incubus, RATM y nada menos que Limp Bizkit y no tengo idea de qué sentir al respecto pero estoy seguro de que hay una buena razón para recordar esta época y esta música, no cometer los errores del pasado otra vez. Sí, piénsenlo por un segundo, Fred Durst va a estar cantando «Rollin'» en un lugar para casi 10.000 personas próximamente y acá cerca. Piensen que Ross Robinson sigue libre y produciendo con total impunidad. Vale la pena recordarlo, aunque tal vez haya ido demasiado lejos poniendo ese video de Sum 41.


Eureka! Escuchando los favoritos de Jim O’Rourke (parte 2)

Seguimos con la segunda parte. Consideremos que esto que esto de hacerlo en dos partes separadas fue un poco un error, ya que me deje algunos discos aquí que aunque a primera escucha parecían más simples de describir, terminaron complicándome bastante la cabeza. Pero empecemos.
Otra cosa interesante que noté es como cierto patrón o «concepto» atrás de esta lista. Obviamente, todas estas listas de discos siempre tienen un núcleo o idea, pero acá hay cosas que no me esperaba. En cierta forma, esta lista tiene un objetivo en plan educativo. Por el otro, hay algunas elecciones de discos un tanto «extrañas» y pueden ser para mostrar discos más oscuros o raros de algunos artistas más populares. Y en todos los discos hay una capa de avant-garde y de experimentación, que no hay duda que es lo que más le interesa musicalmente en general al viejo Jim.

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Van Dyke Parks – Song Cycle

¿Quien es?
Van Dyke Parks es muy famoso, más que nada como compositor, arreglador y productor. Trabajó en el Fifth Dimension de los Byrds (discazo) y en el complejo Smile de los Beach Boys, así como en decenas y decenas de más discos, desde Grace Kelley, pasando por U2, Joanna Newsom, Rufus Wainwright, Laurie Anderson, Fiona Apple, Saint Etienne y decenas de artistas más.
De cualquier forma, no tenía nidea de que había sacado discos bajo su nombre. Antes de darle play al disco, me podía imaginar algunas cosas: Psicodelía, Pop, y Cuerdas, muchas cuerdas.

¿Qué Onda?
Bueno, tenía razón. Hay psicodelia, pop y un montón de cuerdas. Pero esto no es un disco sencillo ni nada por el estilo. Aunque dura solo 33 minutos, por el amor de dios QUE DISCO DIFÍCIL DE ESCUCHAR. Son 12 pistas, pero cada pista son como 3 o 4 canciones unidas, que cambian de genero, se retuercen, mutan todo el tiempo. Es extremadamente difícil separar una canción de otra, y la sensación general que da el disco es que es un borrón de como cien canciones como si uno estuviera jugueteando constantemente con el dial de una radio FM, y vaya pasando de una idea a la otra de forma aleatoria. Un poco el mismo efecto que ocurre con los primeros discos de Ariel Pink, aunque bastante más dramático (..y unos 40 años antes).

El álbum esta repleto Americana, con un montón de pequeños guiños a fragmentos de viejas canciones folk, tradicionales y coutry, mucho banjo, clavicordios, found sound e instrumentos clásicos. Según la Wikipedia, Dyke Parks intentó hacer una fusión entre música popular y música clásica, haciendo un cóctel psicodélico con música justamente en las antípodas de la psicodelia. Lo errático del disco y la voz, llena de flanger y distorsionada de Parks son el pegamento de dudosa calidad que mantiene todo algo así como unido.

En fin. Pensé que iba a ser uno de los discos más accesibles pero sin duda es el disco que más incómodo me pone. No puedo definir si es bueno o no, si me gusta o no. Supongo que será bueno, supongo que es un disco bastante admirable. Lo escuche decenas de veces. Intenté escuchar cada tema por separado, lentamente. Es muy complicado. Me pone nervioso. No se.

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(me encanta que la única tapa que encontré es este vinilo mugroso)
Iannis Xenakis – Electro-Acoustic Music

¿Quien es?
Empecemos diciendo que si te llamas Iannis Xenakis estas destinado a hacer grandes cosas. Ahora, quien es: Compositor, arquitecto, muy metido en la avant-garde, griego-francés, colega de Karlheinz Stockhausen y otros saladitos de la música contemporánea de los cincuentas a los sesentas. Como arquitecto, trabajo con Le Corbusier, y diseñó cosas como esta.
Una cosa muy interesante es que xenakis siempre fusionó bastante sus dos intereses, y hay mucha influencia de la arquitectura en su obra musical, lo cual podemos contemplar en varias de sus maravillosas partituras, que rompen con cualquier idea convenional de partitura, digamos. Fue uno de los pioneros de la música electrónica, y el uso de conceptos de matemática y física en la música. Un capo.

¿Qué Onda?


John Fahey – Requia

¿Quien es?
Fahey es bastante conocido para los cultores del indie-alternativo de los ochenta y noventas. Guitarrista instrumental, que toca su guitarra de cuerdas de acero de una forma muy original e interesante, con muchas afinaciones abiertas y arpegios, utilizando figuras más bien sencillas. Es muy bello lo que hace, y fue muy pionero en su época cuando arranco solo, con su propio sello DIY, en los sesentas. Más por el final de su carrera, fue descubierto por O’Rourke y su carrera resurgió, tomando un lado más avant-garde y agresivo. El disco que Jim nos recomienda es de 1968 y es un disco un tanto particular en toda su discografía.

¿Qué Onda?

Philip Glass – Einstein on the Beach
The Frogs – The Frogs

Scott Walker – Tilt/Climate of Hunter/Til the Band Comes In


Visite Baltimore 13 (Finale): Algunos Ausentes.

Tomorrow ain’t promised to no one.

I ain’t much for sentiment.

What the fuck you know about what I need on my mind, motherfucker? My name is on the street? When we bounce from this shit here y’all gonna go down to them corners, let them people know: word did not get back to me! Let ‘em know Marlo step to any motherfucker: Omar, Barksdale, whoever. My name is my name!

– Marlo Stanfield.

Marlo, realmente, nunca me cayó bien. Cumple una función importante dentro de la serie, es el salvaje con cara de loco que aparece para señalar que todo está podrido en el negocio de la droga, es el resultado final de un proceso de selección natural completamente retorcido y espantoso. Tiene un par de escenas muy buenas: aquella famosa de “My name is my name!” y su escena final, un momento de verdadero frio en los huesos, que hace que las calles de Baltimore, de noche, parezcan el lugar más infernalmente terrible de la tierra. El problema de Marlo es que, desde el principio, es un villano. Y nunca trasciende su condición de villano unidimensional. Es el mal, el sociópata, el tipo inflexible. Uno puede admirar su determinación y ambición (cuando le dicen que el cementerio está lleno de tipos que fueron rey y él contesta que lo importante es que lo fueron) pero no puede llegar a amarlo. Todo el tiempo estas esperando que le pase algo horrible. Igual demuestra que The Wire, con muy poquitos elementos, construye un villano de esos por el cual se mataría más de un guionista de comics.

Making robberies into larcenies. Making rapes disappear. You juke the stats and majors become colonels.

If that idiot worked for us, he’d be a deputy commissioner by now.

– Roland «Prez» Pryzbylewski.

Prez es un desastre, el policía más caótico de la fuerza, un patoso, un inútil. Es un personaje enternecedor, y está muy bien que lo que comienza siendo un repulsivo cana de pistola rápida y golpes bajos crezca hasta un lugar en que uno lo respeta, lo aprecia y lo quiere. Al final de la serie tiene una barba, la indicación visual más obvia y ridícula de madurez, pero siendo Prez un niño grande finalmente parece moverse sin miedo a que el suelo se abra bajo sus pies. Cita a los Rolling Stones en la primera temporada (“Brown Sugar”, para ser precisos, y les pido perdón a todos aquellos a quienes ya les conté esto borracho). Es adorable y conflictuado, pero su arco argumental es un clásico “coming of age” y finalmente no sabía que decir sobre él.

I don’t care if they were speaking Mandarin Chinese with a cocksucker’s lisp!

Motherfucker, you are a cunt-hair away from indictment and you see fit to argue with me?

After all my puttin’ my foot up people’s asses to get the numbers down, he comes along and in one stroke, gets a 14 fuckin’ percent decrease. Fuckin’ shame it’s gonna end our careers, but still.

– William Rawls.

Miren, lo voy a admitir de entrada: William Rawls es un personaje chiquitito, dentro de la macro-saga que es The Wire. Pero es una debilidad. Amo a este hijo de puta. Rawls es, al principio, el jefe de operaciones del departamento de homicidios, el archienemigo de Jimmy McNulty. Es un tipo que disfruta deliciosamente de joderte, poner palos en la rueda, ajustar las estadísticas y, en general, evitar cualquier tipo de trabajo investigativo real. Tiene una sonrisa sardónica que despliega cada vez que te dice que no, que nunca jamás, que sos un chupapijas inmundo que se va a pasar el resto de su carrera anclado a un escritorio. Pero lo hace con tanto, tantísimo placer, el tipo realmente disfruta a lo grande jodiéndote. Es el hijo de puta que querríamos ser pero no nos animamos. Y, perdida por ahí, hay una escenita con Rawls, un flash, en un bar, que demuestra que The Wire levanta monumentos de caracterización con 3 segundos fugaces, que no se mencionan jamás.

Our job is to report the news, not to manufacture it.

You know what a healthy newsroom is? It’s a magical place where people argue about everything, all the time.

The pond is shrinking. The fish are nervous. Get some profile. Win a prize. Maybe find a bigger pond somewhere. Whiting, Klebanow, Templeton – they snatch a Pulitzer or two and they’re up and gone from this place. For them, that’s what this is all about. Me, I’m too fucking simple-minded for that. I just wanted to see something new everyday and write a story with it.

– Augustus «Gus» Haynes.

Hay que decirlo: la historia del diario en la quinta temporada es lo más flojo de la serie. Es una pena, porque tiene promesa, porque muchas porciones de la trama funcionan, sobre todo cuando se entrecruzan con las historias de los personajes que conocemos de las temporadas anteriores. La amplificación del delito, la construcción de la noticia, la circulación de la información, la percepción pública, son todas tesis interesantísimas, que están planteadas en este arco argumental. Pero ese es el problema: seguramente por limitaciones de tiempo (es la trágica temporada recortada de 12 episodios a 10), los personajes nos parecen más unidimensionales que aquellos que venimos siguiendo hace una, dos, tres o cuatro temporadas. Son más de cartón. El jefe del diario estúpido que no entiende el periodismo. La periodista joven y prometedora, en el camino del “bien”. El periodista ambicioso a quién solo le interesa su firma y su notoriedad. Y el editor buenazo. El hombre con la elegancia de la corrección precisa, de la noticia reporteada de manera honesta y directa. De la historia. Con los contactos que se labran de años de confianza y charlas. Ese es Guy Haynes. Es un buen personaje, seguro el mejor de todo el conjunto del diario, pero su exterior es muy similar a otros hombres que hemos conocido en The Wire, sobre todo a Bunny Colvin. Por suerte tiene algunas escenas muy buenas, cuando lo vemos finalmente abandonar la redacción y recabar información “the old fashioned way”, en bares, con todo aquel que lo conoce y quiere hablar. Su cara de escepticismo también lo paga todo, una cara que dice que lo ha visto y lo ha escrito todo, y que generalmente ganan los malos. Es una pena que a pesar de todo eso, no logre saltar de la pantalla, conmovernos totalmente. Lo conocemos y nos cae bien, pero es una amistad superficial, acartonada.

Buy for a dollar, sell for two.

Fool, if wasn’t for your friend Sergei here, you and your cuz both would be cadaverous motherfuckers

You know what kills more cops than bullets or liqour? Boredom String… they can’t stand that shit! Just keep it real boring

You think I’m gonna send any of my people up against Brother Mousone? Shit, that nigga got more bodies on him than a Chinese cemetery.

– Joseph «Proposition Joe» Stewart.

Proposition Joe es la cara más viboresca y acomodaticia del negocio de la droga. Un gordo gigante con rastas que parece respirar todo el tiempo por la boca, que se sienta en su negocio de arreglo de radios y electrodomésticos a meterle destornillador y pinza a cachivaches acabados. Él mismo podría ser un cachivache, si no fuese porque tiene una admirable habilidad para proteger su trasero. De algún modo uno siente que tiene un orgullo de laburante en lo que hace, a pesar de que sea la venta de droga. Que para él es, justamente, un trabajo, una manera de sobrevivir. Por algo lo mete a su sobrino en el negocio, y lo banca, a pesar de que es un inútil violento y despreciable. Como si fuese la empresa familiar. Es su changuita, su pequeño taller de estupefacientes. No por nada es un experto en el lavado de dinero. Por eso también tiene esa aversión a la violencia y el asesinato político. Por algo es “Proposition” Joe, el dealer al que los otros dealers acuden para que instaure una especie de espacio liberado sobre el cual podrán discutir y dialogar. Es como un diplomático del negocio de la droga.
Pero, también, es un manipulador increíble, con una capacidad increíble para poner a unos contra otros y alejar las mirillas de su patio trasero como si tuviese superpoderes de sugestión e hipnosis. Por algo Omar, uno de los pocos que le hace la guita, lo primero que le advierte es que no intente ninguna mierda retorcida con él, o que le iba a poner una bala en la cabeza.
El problema de Prop Joe se hace presente cuando se vuelve blando, cuando comienza a querer adoptar un sucesor, cuando ve en Marlo, equivocadamente, a un pibe que quizás podría sucederlo. Cuándo su costado familiero le gana a su costado calculador y manipulador. El negocio de la droga no perdona el sentimentalismo, y todo se resume dolorosamente en la última frase que le dice Marlo: “I wasn’t made to play the son”.


Visite Baltimore 12: Michael Lee & Duquan «Dukie» Weems.

– How do you get from here to the rest of the world?

– There ain’t no special dead. There’s just dead.

Dukie: You remember that one day, summer past? When we threw them piss balloons at them Terrace boys? You remember, just before school started up again? You know, I took a beatdown from them boys. I don’t even throw a shadow on it. That was a day. Y’all bought me ice cream off the truck. You remember, Mike?

Michael: [long pause] I don’t.

– Dukie.

– Ya’ll always taught me..Get there early.

– Why not?….i mean..Marlo aint suck no dick right? so if Marlo knows he aint suck no dick then what the fuck he care what Junebug say, what anybody say..Why this boy gotta get dead just for talking shit.

– Why you even wanna do this? What is you thinking Duke? You think if you start carrying somebody ain’t gon try you? Naw…somebodys always gon try you…and if they know that you carrying they gone make you come out with it. And once you come out with it you gotta be willing to go all the way. *gunshot* You can’t bring it out unless you willing to use it. *gunshot* Can’t be no doubt. *3 gunshots*

– Mike.

En el gran análisis de las instituciones y los grupos sociales de una ciudad que hace The Wire (y que podría ir así: policía – delincuentes – puertos / trabajadores – políticos – escuelas – diarios, y una sexta temporada hipótetica y jamás filmada pero que me hace soñar despierto sobre los inmigrantes latinoamericanos) la cuarta temporada es la más amarga y más pesimista, así que no es coincidencia que hable del sistema educativo y lo que sucede con los niños que ingresan a él.

Seguimos la historia a través de 4 niños: Michael, Dukie, Namond y Randy. Todos vienen de trasfondos ligados de un modo u otro a la calle, la ilegalidad, la violencia y el maltrato, pero sus destinos serán muy diferentes. Lo que siempre está claro, sin embargo, es que la escuela no es ninguna salvación para ellos, que no existe el camino de perfeccionamiento, “crecimiento intelectual” (porque, en definitiva, los 4 son realmente inteligentes y no tienen lugar para los conocimientos estándar que no le sirven para nada de la escuela), ascenso social burgués y clase media. Lo único que los encauzará por la vía del bien es un milagro o la influencia de terribles fuerzas externas cuyo interés en alguno de ellos exceda los límites de la legalidad, llegue al cruce de las líneas sociales de acero.

De todos ellos he elegido a Michael y Dukie, en primer lugar, porque son los que más tiempo están en la serie. En segundo lugar, porque son diametralmente opuestos pero a la vez complementarios, porque son ejemplos de cómo una vida rodeado de drogas y violencia pueden desviarte hacia el lado de la indefensión o el lado de la dureza. En tercer lugar, porque son los dos personajes que The Wire sigue más despiadadamente mientras se internan en la gran picadora de carne de la sociedad, ocupando lugares para que se perpetúe el sistema, la sangre y el horror.

Michael es hijo de una adicta y un padre desaparecido o inexistente que tiene que hacerse cargo de su hermano menor, Bug, hijo de su madre y un hombre oscuro cuya presencia pesada y espesa se avizora desde el inicio de la temporada. Esta crianza lo ha vuelto un tipo que no confía en nadie, que no acepta un favor, que siente que está completamente solo en la vida y tiene que mantenerse de ese modo. Es un clásico chico duro de buen corazón como demuestra en la relación con sus amigos y especialmente en la relación con su hermano. Michael es, además, un muchacho grandote, de esos capaces de pegarte una buena paliza a pesar de ser, nominalmente, niños.

Dukie, por su parte, es un perdedor nato, un chico que parece destinado a la mala suerte y la negligencia. Sus padres también son drogadictos, pero a un nivel muy superior y mucho más duro que los de Michael. Drogadictos perdidos, que le roban la ropa y la comida y ni siquiera se preocupan por su higiene o por su salud. Es un milagro que haya llegado a la adolescencia. Y, sin embargo, Dukie es ultra inteligente, sensible y rápido. Podría ser un gran intelectual. Un flacucho, tímido, completamente inadaptado a las calles. Él no pertenece a ese mundo tanto como sus amigos. Es un nerd dentro de un ambiente social muy peligroso y hostil.

La trayectoria de ambos en la serie es espejante y similar. En un primer momento ambos reniegan de ofertas de ayuda, ya sea por orgullo o por vergüenza. Mike se pasa la mitad de la cuarta temporada renegando del negocio de la droga e intentando forjarse un lugar independiente, mientras que Dukie se acerca muy lentamente y con gran pudor a Pryzbylewski, el policía más torpe y desafortunado del mundo devenido profesor. Hacia la mitad de la cuarta temporada, sin embargo, Michael tiene que pedirle un favor a Marlo, el sociópata que ha reemplazado al tándem Bell –Barksdale. Y cuando uno se entromete en ese mundo, ya no hay vuelta atrás. Es venderle el alma al diablo en cuotas y Michael inicia su camino hasta terminar siendo muscle de la operación Marlo (el muscle es el que lleva las armas, el que protege a los vendedores, el que le pega un tiro a las molestias).

Dukie, en cambio, llega lo más cerca que va a estar de emprender el camino de ascenso social burgués. Se destaca, se vuelve un pequeño geniecillo del aula, ayudado por Prez, logra un cierto grado de dignidad. Pero un día sus padres desaparecen así como así y lo único que le queda es mudarse con Mike. Y luego quieren adelantarlo un año, sacarlo de su precario sistema de soporte, quitarle la única figura paterna que tuvo algo de sentido para él.

La cuarta temporada está repleta de padres sustitutos y maestros temporales y es notorio que los únicos que logren convertirse en buenos padres (o al menos, padres efectivos) sean Colvin, con su dedicación a prueba de balas, y Marlo (o, más bien, Snoop y Chris, los matos que instruyen a Michael), quién ofrece a Michael una especialización en el camino más obvio y terrible.

Además, durante toda esta temporada planea sobre los muchachos el espectro de la muerte que cosecha Marlo, de los cuerpos encerrados en casas abandonadas, de las cuales hay millones, dándole a Baltimore el aura de una verdadera ciudad fantasma, de real horror, de ratas detrás de las paredes. Ese monstruo invisible los toca a todos y modifica irreparablemente sus vidas, sobre todo la de Randy, que nunca volverá a ser el mismo.

La quinta temporada encuentra a Michael y Dukie viviendo con un cierto grado de estabilidad, juntos, Mike trabajando para Marlo y Dukie intentándolo aunque sabe que jamás será lo suyo, siendo basureado por todos los otros chicos que trabajan con él. Al mismo tiempo, ejerce de niñera de Bug, en uno de los roles más desvalidos de la serie. El dilema de ambos a lo largo de esta temporada (en la cual ya han dejado muy atrás la escuela) será el cómo salir de las circunstancias en las que se han visto envueltos por sus propias acciones y por el irresistible juego de pinzas de las obligaciones e imposiciones de estructuras más antiguas y devoradoras que ellos.

En quien lo veremos más claramente será en Dukie, que intentará primero perfeccionarse en el mundo de la droga y luego ingresar en el mundo del trabajo, con grandes fracasos en ambos ordenes. Uno no puede más que estar triste, muy triste, y desesperado cuando lo ve practicar con una pistola, intentar aprender a boxear, buscar trabajo y ser rechazado en todos lados por su edad e inexperiencia. Todo se resume en esa escena con el entrenador de box en el que éste, con todo el dolor del mundo, le dice que tiene “otras habilidades” y que tiene que llegar al mundo que está más allá de las esquinas, pero que no tiene ni idea de cómo enseñarle a llegar ahí.
Michael, mientras tanto, comienza a desarrollar una conciencia, y a sentirse incómodo con el accionar de Marlo. Lo que Michael hace para escapar es un tiro por elevación que implica la libertad más pura… dentro del mundo de la droga. Es demasiado inteligente para morir, pero su salvación (su salida) termina siendo, al igual que Omar, funcional al sistema que lo retorció.

El final de Dukie es muchísimo más triste porque no coincide en nada con su promesa y porque, finalmente, todo lo que hace es caerse entre las grietas, desaparecer, volverse una no persona (no es casual que el mismo lugar donde se sitúa Hamsterdam, donde terminan los drogadictos y donde se tiran cuerpos, sean las casas tapiadas, asimilando junkies con cadáveres y desapariciones).

La cuarta temporada empieza con un grupo de niños que se reúnen en lo que parece el patio o pasillo exterior de un galpón abandonado, lleno de escombros y oxido y yuyos, un lugar que exuda abandono y que habla de una ciudad en decadencia que consume todo lo que fue bueno. La última toma de la cuarta es ese mismo galpón, vacío.


Visite Baltimore 11: William «Bunk» Moreland.

Moreland: I’m just a humble motherfucker with a big-ass dick.
Freamon: You give yourself too much credit.
Moreland: Okay then. I ain’t that humble.

Det. William Moreland: Them Greeks sure have some weird-ass names.
Det. James ‘Jimmy’ McNulty: Hey, don’t knock the Greeks. They invented civilization.
Det. William Moreland: Yeah, and ass-fucking, too.

-Jimmy, I just bought brand new lawn chairs and a glass patio table. Now you don’t buy no shit like that if you’re plannin’ to lose your job and go to prison.

-Drink up and die right.

-You can go a long way in this country killin’ black folk. Young males, especially.

-The Bunk is strictly a suit and tie motherfucker.

– The Bunk.

William “Bunk” Moreland es un personaje calladamente importante. Un observador tranquilo que une varios preceptos. Un policía elegante y con pinta de músico de jazz, siempre vestido de trajes pinstripe y fumando puros. Un suave, un tipo que en general está relajado y de buen talante y que intenta no tomarse del todo en serio el marasmo que es ser policía en Baltimore pero que, sin embargo, se preocupa, y mucho, le importa, es capaz de enojarse con la furia de Dios cuando ve que el mejor ejemplo para un montón de pendejos es un ladrón y asesino que solamente es un poco mejor que los demás, o al ver que su mejor amigo y dolor en las bolas constante se ha metido en otro quilombo donde, inevitablemente, se vera arrastrado.

Bunk es un policía que aprecia el viejo y buen trabajo detectivesco, sentarse mirando toneladas de papeles, visitar las escenas del crimen y notar lo que otros han pasado por alto, reconstruir una en impecable detalle (sino, mirenlo en la primera temporada, en ese momento famoso, en la que él y McNulty analizan una escena de homicidio completamente arruinada y oscurecida por los anteriores investigadores mientras repiten incesantemente la palabra “fuck”). Es un tipo que cree en el trabajo honesto y que está orgulloso de lo que hace, algo que demuestra en la forma en que se conduce, con seguridad y certeza, en la manera en que viste sus hermosos trajes, en cómo observa los cuerpos tirados en las esquinas y casas de Baltimore, con sus cejas llenas de desconfianza, su media sonrisa sardónica y la ansiedad dibujándose en el rostro.

Esa es la cosa con Bunk: es un tipo que ama lo que hace y que ama la vida en general. Por eso disfrutamos tanto las escenas de The Bunk emborrachándose junto con McNulty al lado de las vías del tren, bajo un puente, en descampados (todos sitios espantosos, lúgubres, llenos de yuyos, fantasmas y oscuridad, con meadas en las paredes y basura en el piso, lugares adonde no irían jamás si no fuesen policías), o cuando ya completamente ebrio le hace ojitos a alguna que está en el bar y se babea y se va con ella, o cuando la mina lo llama a McNulty para que lo vaya a buscar porque esta borracho, desnudo y llorando en su baño. Y nada de esto parece afectar seriamente su vida matrimonial. The Bunk la pasa bien, The Bunk disfruta, es uno de esos tipos capaces de iluminar una habitación apenas entra.

Al mismo tiempo, el trayecto de Moreland en The Wire es bastante lineal y sin sobresaltos: comienza en Homicidios y termina en Homicidios. Nunca se mete en problemas, nunca hace enojar a los jefes, nunca agita el avispero. Bunk es el perfecto ejemplo de otra mentalidad posible dentro de la policía: la que dice que uno tiene que ser un buen policía pero no hasta el límite de hacer algo que te ponga en la mira de tus superiores, algo que caiga mal, pensar que la policía puede cambiar al mundo o que debería ser más proactiva o embarcarse en alegres quijotadas contra grandes vendedores de drogas de las que nada bueno puede salir. Bunk cumple con el trabajo pero no hace alharaca, patina por la vida con la misma facilidad con la que termina vomitando luego de haber bebido lo suficiente. Tampoco es que sea un chupamedias de los jefes, no, no, no, ese no es The Bunk, no es Jay Landsman. Más bien pareciera que se hace cargo completamente de una de las proposiciones básicas de la serie, tácita pero siempre presente: no te hagas ilusiones, no creas que podes cambiar el mundo, intenta pasar por la vida haciendo el menor daño posible e intentando proveer la mayor cantidad de felicidad y bondad posible, pero no creas que vas a liderar una revolución.

The Bunk es, a fin de cuentas, uno de los personajes más equilibrados y felices de The Wire. La tragedia y la deshonra lo tocan de lejos, no tiene ninguna obsesión que corroe su vida y su entorno social, pero a pesar de ello tampoco es un hijo de puta amoral a quién no le importa nada. Solo es un realista que conoce sus límites y sus objetivos y por lo tanto los cumple y sigue su camino.

Es el tipo que muestra la manera sensata y razonable de vivir dentro de las instituciones, pasando ligeramente desapercibido pero cumpliendo un trabajo importante que nadie más haría en su lugar. Su escena más memorable llega en la quinta temporada y gira sencillamente alrededor de su negativa a acudir a una reunión ridícula y sin sentido, pero sin embargo obligatoria. ¿Para quedarse haciendo qué? Viendo papeles y comparando expedientes, haciendo “trabajo policiaco de verdad”. Es que The Bunk es así, un tipo tan simpático y encantador que no podes evitar quererlo a pesar de (o quizás gracias a) que no está hecho para la tragedia.