Historia Elemental del Hip Hop Vol. 1
Bueno. Corría agosto del 2013 y una serie de revistas de internet comenzaron a publicar artículos donde celebraban los 40 años del hip hop, la realización de la famosa primera fiesta en el Bronx donde DJ Kool Herc había “creado” el hip hop al emplear dos bandejas para aislar y pasar solamente los “breaks”, la parte instrumental que era preferida por los bailarines, de canciones de soul y funk a la vez que, con un micrófono con eco conectado a los parlantes, hablaba sobre la música y agitaba a la concurrencia.
Hacía poco que me había comenzado a obsesionar con este estilo musical, y sabía que Dario también escuchaba bastante, entonces se me ocurrió una idea absurda: ¿por qué no hacíamos cuatro compilados, uno por década, para celebrar el cumpleaños? Hablé con Ezequiel (quién también es responsable del hermoso diseño de las tapas que engalanan a los compilados) una noche y le propuse y luego se lo comunicamos a Darío, Esteban y Jotafrisco. Armamos un google docs, le pedimos consejo a Marty Zurita para no olvidarnos de nadie esencial y comenzamos a organizar una lista de los artistas más importantes, de los cuales luego deberíamos elegir uno o dos temas. A todos ellos quiero agradecerles, porque sin su esfuerzo colectivo todo esto hubiese sido mucho más difícil.
Sin embargo, nunca imaginé que el proyecto iba a insumir grandes porciones de mi tiempo libre por el próximo año y medio.
2014: Una Ficción de Sonido.
(La «tapa» del compilado de este año pertenece al inmenso Brandon Graham y a su gloriosa reinterpretación del Prophet de Rob Liefeld, que recomiendo enfáticamente)
Todo compilado es una ficción. Cuanto antes uno lo acepta, uno aprende a disfrutar de forma más completa toda selección de canciones, ya sea del año, de la década, del milenio o de un artista en particular. Siempre hay viejos favoritos que quedan afuera y elecciones bizarras que uno no colocaría allí. En un punto, un compilado generalmente es un diálogo con «La Historia», con lo que pasó y con lo que queremos que quede escrito en piedra y se preserve para el futuro. De alguna manera esa concepción es la que me mantiene realizando esta tarea que a primera vista parece absurda (más allá de que cierta gente parece disfrutarlos) de armar una selección de canciones por año. Me gusta la sensación de cierre, me gusta encerrarme con una pila de discos y auriculares y elegir lo que (para mi y en ese preciso momento) son los temas de esos 365 días que pasaron. Es una manera de trazar el tiempo, de mantener una bitácora de yos pasados, de dejar un registro de donde estaba en el momento en que escuché cada una de ellas.
Inmaduros.
Este iba a ser un post en el cual «contestaba» a este artículo de Bret Easton Ellis sobre los millenials y su fragilidad emocional. Me había imaginado que el artículo de Ellis era una diatriba interminable y violenta contra los jóvenes y lo vacuo que son las nuevas generaciones, como han arruinado el legado cultural de años con su solipsismo y su entrega a Internet (está esa famosa frase de Kurt Vonnegut que dice que no hay nada más terrorífico que darse cuenta de que tus compañeros de secundaria manejan el país; yo agregaría como corolario que no hay nada más descorazonador que darse cuenta que tus contemporáneos se han vuelto un montón de viejos chotos que les gritan a los jóvenes que «salgan de su jardín»).
El Sonido Original de Alfa Centauri.
(Fotografía de Chris Saunders)
En algún momento de Retromania (un libro enojoso, fragmentario y escrito desde la perspectiva, por momentos, de un viejo choto, pero como todas las cosas de Reynolds, lleno de ideas que te intrigan y valen la pena) Simon Reynolds dice que toda escena es una construcción retrospectiva, que todo género musical es una forma de ficción y de reorganización de la historia. Los géneros que menciona como paradigmáticos son el northern soul y el garage rock, términos inventados en los setenta que no fueron utilizados en su momento, pero que sin embargo terminaron definiendo retrospectivamente un estilo de música de los sesenta.
En cierta manera toda agrupación, toda clasificación es una forma de ficción, incluso cuando se realiza en el mismo momento en que la música se está produciendo. Solo basta preguntarle a Simon Reynolds sobre las consecuencias inesperadas y el escarnio que le trajeron inventar el término “post-rock” y cuantos músicos que terminaron en esa etiqueta se sentían realmente representados por la misma y no por, no sé, “armchair-jazz” o “soft improv”. Como dice Hagbard Celine en The Illuminatus Trilogy: “Cada ideología es un asesinato mental, una reducción de procesos dinámicos vivientes a clasificaciones estáticas, y cada clasificación es una Condenación, del mismo modo que cada inclusión es una exclusión”.
Un buen show.
(una serie de apuntes y observaciones sobre los shows de música en vivo en el Río de la Plata)
– El año pasado Bruce Springsteen dio uno de los shows más memorables que tuve la oportunidad de presenciar, una avalancha musical que dejó a las miles de personas que presenciaron el show con el corazón gordísimo y contento. No voy a decir ninguna novedad: The Boss es un performer brillante, un experto, un atleta: Siempre corriendo, sonriendo, agitando, cantando y aporreando su guitarra como si fuese su último día en el mundo. Es obvio que le encanta tocar en vivo y seguramente es lo que más le gusta hacer en su vida, pero también es un hecho que no en todos los shows estará exactamente igual, del mismo ánimo. Algún día estará un poco enfermo, otro día tendrá un monitoreo mediocre, o estará de mal humor por quien sabe qué. Pero estoy segurísimo que cualquiera de esos días, Springsteen daría un show exactamente igual al de cualquier otro día, por que el loco sabe que está haciendo un show y tiene que entregarle todo a su público. Es gente trabajando, con amor.
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