Chipmunk Rock #7
Muchas veces nuestra imagen de la música electrónica (al menos la mía) evoca algo equiparable a la imagen del científico loco, encerrado en su laboratorio repleto de máquinas con antenas y pequeños paneles, ganchos y tornillos; trabajando en una monstruosidad mecánica sin nada de presupuesto y con los materiales disponibles. O con el presupuesto que obtiene del CRIMEN. Y el resultado final es un autómata chatarrero, steampunk, el producto de su fetiche por los viejos sintetizadores. Es una imagen fantástica e irreal, la del científico loco, una herencia de Tesla, quizás, y de sus sueños siempre truncados.
Por el contrario, si el diseño y la tecnología nos enseñan algo, es que los objetos electrónicos tienden a la suavidad, a la simplicidad, que las curvas y el blanco, lo homogéneo y tranquilizador, es el futuro del diseño industrial. Que estos productos son justamente eso, productos, hijos de sesiones de mercadeo y de estudios demográficos y de ingentes cantidades de dinero inyectadas en costosos proyectos realizados por empresas que se dedican a manufacturar nuestros sueños tecnológicos. Que no hay nada de individual en ellas. Que las cosas se achican hasta caber el universo en tu bolsillo e imitan las partes blandas del cuerpo, no la incongruencia de Frankenstein.
Me gusta “Warm Leatherette” porque en su simpleza, en su estructura de beats repetitivos y cortantes, en su escasez de recursos, en su atmósfera de dormitorio y computadora personal, en su letra que evoca a la vez la velocidad aerodinámica de un automóvil y su retorcida estructura después de un choque, es a la vez limpio y sencillo, lacerante y chirriante. Como el producto perfecto de la última época en que se podía añorar un pasado industrial, anguloso y pesado y ansiar un futuro digital, curvilíneo y microscópico a la vez e intentar combinarlos. Como el espectro (y la utopía) que aún nos persigue de tanto en tanto de la tecnología y la música electrónica, una y la misma, realizada por genios locos y no por Djs internacionales de beats blandos.
Radiohead Revisitado
Hace 3 semanas aproximadamente crucé el charco y me fui al Quilmes Rock, en una extraña escapada de dos días, para presenciar el show de Kraftwerk y Radiohead. Al otro día, dormido y medio «raro», fui a un cyber y escribí la review del show, que apareció esa misma semana en el semanario Brecha (donde ahora a veces escribo).
La que escribí sobre el show fue lo siguiente. Le quité el comienzo donde daba una introducción a ambas bandas que me parece innecesaria aquí. Ah, y quizás noten que el tono es un poco diferente al que usualmente utilizo en el Blog:
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Los recitales de Kraftwerk pueden considerarse, en sì mismos, una obra conceptual. Los cuatro integrantes, parados en línea recta, con laptops idénticas, “tocando” los temas. Detrás, una pantalla gigante con imágenes que acompañan las canciones y en sincronía con las letras y conceptos de cada tema. En el show en Buenos Aires, la banda optó por un set de éxitos de todos sus discos, incluyendo sus temas más conocidos como «The Model», «Trans-Europe Express», «Autobahn», «Radioactivity», etc.
Lo más interesante del concepto detrás del show se podría resumir en la frase «el futuro no es lo que era antes». Las imágenes que acompañaban cada tema eran decididamente retro, artificiales, demostrando las limitaciones de lo digital. En «The Model», las imágenes eran filmaciones blanco y negro de modelos de los años 30/40 mientras que en “Autobahn” se trataba de imágenes de pre-guerra de la famosa autopista germana . Había una autoconsciencia extrema en toda la presentación, la noción de haber creado algo altamente futurista en los 70s, y que esas cosas se habian quedado en eso años. También una reflexión sobre el concepto de show en vivo, e incluso de lo que es una interpretación: sin ir más lejos, durante la canción «The Robots», los cuatro miembros de la banda se retiraron y fueron reemplazados por robots/maniquíes, demostrando que ni siquiera ellos eran necesarios en un recital de Kraftwerk.
El toque de Radiohead fue lo opuesto ya que, de alguna manera, había cierto énfasis en la idea de ellos como banda, como cinco jovenes tocando canciones. El show fue muy intenso, y bastante «desprolijo» (en el mejor sentido de la palabra), tocando los temas de una forma primitiva e instintiva.
Los temas fueron de prácticamente todos sus discos y todas sus épocas, demostrando que hay una continuidad y coherencia en su carrera incluso entre los momentos más pop (como en «Planet Telex» y «Creep», el hit con el que subieron a la fama hace ya mas de 15 años) y en los temas más avant-garde como «The Gloaming» e «Idioteque», temas gélidos y electrónicos.
La oportunidad de ver a las dos bandas una a continuación de la otra permitió advertir que mientras Kraftwerk utiliza la tecnología para llegar a un orden y prolijidad absoluta, a los Radiohead les interesa el opuesto. En «The Gloaming», por ejemplo, los ritmos se cruzaban y se cortaban, y en algunos momentos los temas parecía que realmente se estaban desarmando y reconstruyendo digitalmente, efecto amplificado por las imágenes que proyectaban que también parecían tener «errores». Otro punto muy interesante del show fue la forma lúdica en que tocaron los temas, donde participaban todos pero haciendo cosas diferentes a las usuales: canciones como «House of Cards», del último disco, era básicamente sólo Thom Yorke en guitarra electrica y voz y una percusión mínima que tocaban el resto de los miembros. En «Everything in Its Right Place», el guitarrista/tecladista Johnny Greenwood solo se dedicaba a manipular, procesar y deconstruír la voz del vocalista. En cuanto a diálogo con el público, la agrupación inglesa se mantuvo muy austera, aunque se destacó una muy adecuada dedicatoria en español de unos de los temas a las víctimas y desaparecidos del golpe de estado, del cual a ese día (24 de marzo) se cumplían 33 años.
Los dos shows fueron un buen resumen de la relación entre las bandas, el rock y la tecnología, en sus dos extremos y posibilidades distintas. Kraftwerk, con su show auto-conscientemente anticuado y emotivo, Radiohead abrazando la tecnología y mostrando su lado mas sórdido, el error y la distorsión.
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Media seca la reseña, ¿No? Eso fue lo que escribí, pero también está lo que no daba escribir o se iba de la propia «reseña». La realidad es que disfrute mucho más de Kraftwerk que de Radiohead, por dos razones, una mi relación con ambas bandas, otra mi relación con los shows en vivo.
Kraftwerk sono increíble, y lograron realmente emocionarme con «Radioactivity», y creanme que lo último que hubiese esperado en un show de los germanos era bueno, emocionarme. Nunca fui muy fan de Kraftwerk y recién dos semanas antes del show completé un poco su discografía. Antes solo conocía el Man Machine y el Trans-Europe Express. Los escuche mucho y confirmé que son buenísimos. En vivo no defraudarón, además de que pude verlos desde muy cerca.
Con Radiohead bueno… Fui super fan de ellos y fue la primera banda digamos «alternativa» que escuche. Recuerdo escuchar muchas veces «Paranoid Android» cuando tenia 14 años y no poder entenderla, me parecía rarísima, ¿que estaban haciendo estos pibes acá? Recuerdo no poder escuchar «Exit Music (for a film)» porque me resultaba demasiado lúgubre y deprimente. Fueron una banda importantísima para mi. Pero ese ya no soy yo. Bah, Un poco sí, vamos, pero no del todo.
Lo que más me afectó seguramente haya sido el tema del público. 20.000 personas. Simplemente me es muy difícil estar disfrutando de un show de esa magnitud, a excepción de que estemos hablando de algun show muy high-energy (como Daft Punk) o algo muy rockero, pero lo de Radiohead se picó solamente en 4-5 canciones. Estaba muy apretado, apenas podía ver al escenario, y por como funcionaba el show las pantallas no mostraban exactamente lo que pasaba en escenario, solo primeros planos de los integrantes. Por lo tanto quedarse viendo la pantalla no era muy opcional. Nada, lo hubiera disfrutado el triple si lo hubiese visto sentado en un teatro o similar. Eso, sumado a un estado de sobriedad increíble, más mi relación con Radiohead concluía a que ante la pregunta de «PA VISTE A RADIOHEAD COMO ESTUVO FUE INCREÍBLE» yo contestase «si si, estuvo muy bien».
Hubo momentos muy buenos, los cuales también fueron reveladores porque estuvieron acompañados con la nostalgia un poco. Tocaron «No Surprises», tema que nunca me conmovió particularmente pero el hecho de que lo tocaran y yo que no lo escuchaba ese tema hace años fue onda «pa, este tema esta re-bien». Lo mismo con «Planet Telex», por ejemplo. Pero ta.
Es medio raro, sentir esa diferencia o distancia, de perspectiva, del 95% de la gente que lo vio comparada con la mía. Las charlas que se repiten y el «Fuaa como ESTUVO!!» acompañado de un falso entusiasmo mío. Es como que me hubiese quedado congelado mentalmente en el tiempo, en ese momento al final del show, cuando comenzaron a tocar «Creep», y ahí empecé a alejarme del show, contra corriente, acercandome a los baños químicos.
Nostalgia 98
Con ‘Sometimes’ arranca el No Code, el cuarto disco de Pearl Jam, del que yo consideraría el período más hermético de la banda. Luego iría el Yield, que escuché muchísimo. Luego, empecé a escuchar otra música y les perdí el rastro. Cuando fueron a tocar a Buenos Aires, ya había olvidado totalmente que había sido mi banda favorita cuando tenía 14-16 años.
‘Sometimes’ – me gusta imaginarme – es de ese tipo de temas que una banda arranca en plan «Hey, tengo este arreglito en guitarra», donde cada uno pone su aporte, todas las piezas encajan mágicamente y que luego deciden dejarlo en su forma más espontánea y austera. Dura 2 minutos y medio, los cuales una buena parte se invierten en una intro y final. En si, el tema es un crescendo delicado a su parte principal, que no es un estribillo pero funciona como tal, donde eddie vedder hace una lista de cosas que ‘a veces’ hace. Es una idea clásica, y que funciona. A la canción siempre le vi un lado medio optimista-religiosa que ya es sabido que siempre me puede y me gusta.
Cuando salen charlas acerca de Pearl Jam, se habla de sus shows en vivo incendiarios, de lo irritante que puede ser el tono de voz de Eddie Vedder, de los solos de guitarra, de sus miles de discos en vivo, del «Ten», su primer disco. A mi me viene a la mente siempre esta canción.
A Sleepy Golden Storm
Leonard Cohen – Hey, that’s no way to say goodbye
Escuche el «Songs of Leonard Cohen» por primera vez en unas vacaciones, por el 2001 o 2002. Todavía no había cumplido 18 años y por alguna cuestión del destino estuve varado en el balneario de Piriápolis durante dos meses.
Mi vieja estaba trabajando en un local de comida armenia. Los dueños, una pareja joven, intelectuales fanáticos de la lingüística y los idiomas, tenian una interesante discoteca en las que estaba este disco, junto con el «Five Leaves Left» de Nick Drake, el «Kind of Blue» de Miles Davis y varios otros discos que iban entre el folk y el jazz y alguna otra cosa más progresiva. Inevitablemente, el disco de cohen y de drake los tengo muy asociados a ese período stuck in Piriapolis que quizás fue el más alienado de mi vida.
Cuando volví de las vacaciones me bajé este disco y lo seguí escuchando bastante. Siempre me pareció muy bueno, austero y con unos arreglos muy raros (esos coros femeninos, la percusión en «So Long, Marianne», los gritos demenciales en la canción que cierra el disco). Después me alejé de él y hace unos meses lo volví a re-escuchar. Me parecío igual de bueno, y por alguna razón me detuve en el tema este, «Hey, That’s No Way To Say Goodbye». Recordaba que tenía una melodía muy buena, y me gustaba ese final cortado medio tosco, que esta a medias entre «soy vago y lo termino por acá» y un «el tema ya es perfecto así, ni siquiera necesita final».
Pero recién hace poco re-leí la letra y me di cuenta de lo genial que es y una línea en particular me movió el suelo totalmente.
I loved you in the morning, our kisses deep and warm,
your hair upon the pillow like a sleepy golden storm,
yes, many loved before us, I know that we are not new,
in city and in forest they smiled like me and you,
but now it’s come to distances and both of us must try,
your eyes are soft with sorrow,
Hey, that’s no way to say goodbye.
I’m not looking for another as I wander in my time,
walk me to the corner, our steps will always rhyme
you know my love goes with you as your love stays with me,
it’s just the way it changes, like the shoreline and the sea,
but let’s not talk of love or chains and things we can’t untie,
your eyes are soft with sorrow,
Hey, that’s no way to say goodbye.
Esta letra tiene muchos puntos buenos, imágenes como la descripción del pelo de la pareja en la cama, la costa con el mar, y la caída a tierra de la línea que da nombre a la canción.
yes, many loved before us, I know that we are not new,
in city and in forest they smiled like me and you.
Yo digo, ponele, que hay que tenerla clara para poder comprender esa realidad abrumadora de que bueno, no somos nuevos. Y no solo no somos nuevos sino que los amores anteriores sonrieron con en esa sonrisa dormida y perfecta que pueden tener los amantes a la mañana, y que es algo que hay asimilar y vivir con ello. Y encima este concepto va en una canción que en realidad no se enfoca tanto en esa realidad, algo que en realidad entiendo pero me cuesta definir con palabras. Una relación de amantes oscilante, quizás, o tal vez una pareja estable de años. Solo quedan clara las imágenes, ideas, ligeramente inconexas, y que no, que esa no es forma de decir adiós.
Love don’t cry
Camera Obscura – My Maudlin Career
A primera esucha lo que impacta más de esta canción es su sonido. A primera escucha una canción típica y tradicional de la agrupación escocesa, pero su producción es la mejor interpretación que he escuchado de la Wall of Sound* de Phil Spector. Todo suena con cierta lejanía, montañas de reverb, la guitarra con fuzz, la batería bien en el fondo. Pero a las sucesivas escuchas es como que todo el tema esta construido alrededor de esa idea sónica. El protagonista del tema en si es un arreglo de piano genial que se repite constantemente durante todo el tema nunca para. El tema sigue subiendo, constantemente, y cuando más parece reventar, en el medio de un solo de guitarra y una explosión, la canción termina en un fade-out inesperado. Últimamente las canciones no terminan así.
Yeah Yeah Yeahs – Skeletons
Quizás los YYYs tendrían que convertirse en una banda de MOR: Sus mejores temas siempre son las baladas cansadas y tranquilas. En el último disco abandonan las guitarras completamente y estan en un plan bastante más pop y pegador, que me recuerda ligeramente a algunas cosas de los Pretenders (lo cual es muy bueno). Este tema se lo podría considerar el «Maps» del nuevo disco, muy tranquilo y basado en una progresión de acordes repetitiva armada toda con teclados y secuencias. La frágil voz de Karen O encima repite mántricamente «love , don’t cry / skeleton, me», dos líneas sencillísimas que se pueden diseccionar semánticamente hasta el hartazgo. Es buenísimo cuando no entendés realmente por donde va una canción pero internamente podes ver claro que es lo que intentaban hacer o expresar. El ambiente es sereno y religioso, la banda sonora de alcanzar una epifanía emocional.