El Mayor Espectáculo Sobre La Tierra (pt. 1).
(Debido a la longitud, decidí cortar mi post sobre Secret Invasion y Final Crisis en dos. Hoy subo la primera parte, centrada en la miniserie de Marvel y en la promoción de ambos eventos. El viernes, la segunda, centrada en Final Crisis.)
Ahhh, nos encontramos una vez mas, al final (muy al final) de la temporada veraniega para las dos editoriales mainstream, o sea, Marvel y DC. Y su temporada veraniega implica, casi sin excepción… ¡crossovers!, ¡enormes y gigantescos crossovers! Donde Spider-Man cambiara sus guantes, esta vez…PARA SIEMPRE. ¡Lo prometemos! O donde un querido héroe del universo DC (seguramente Red Arrow o Geo-Force) realizará ¡¡¡EL ÚLTIMO SACRIFICIO!!! (¡de verdad! ¡lo juramos!).
Si me aproximo a estos eventos con un alto grado de cinismo es porque ello es inevitable. La tendencia a la sinergia en los universos superheroicos ha ido acelerándose durante los últimos 5 o 6 años (así como la cantidad de información que existe se multiplica como conejo) de un modo tal que muchos lectores se ven sobrepasados y agotados por tantas batallas definitivas. Los eventos no serían tan molestos si la cantidad de números que los compusiesen entrasen dentro de algo similar a la “normalidad”, pero con los años también se ha producido la hinchazón, como una pústula violenta, de la cantidad de comics que, cada verano, llevan logos como Moebius Crisis! o Operation: Pancake. Civil War sin dudas fue un pico, con sus ¡107! partes; al igual que el infame Countdown, una inmunda serie semanal de 52 capítulos publicada por DC durante un año, responsable en gran parte de la caída de la imagen de la compañía, que iba acompañada de miles y miles de spin-offs, la mayoría completamente ridículos e innecesarios y unos cuantos (Countdown: Arena, te estoy mirando a vos) directamente ilegibles.
Lo curioso en esta temporada consistió en que, como no sucedía hace bastante tiempo, los eventos de ambas compañías, llamados Secret Invasión en el caso de Marvel y Final Crisis en el caso de DC, largaron directamente en competición entre si. Y, por otro lado, que ambos eran no solo el producto de una estrategia de marketing (aunque, seamos honestos, en estos casos ese es el motor principal) sino también como el resultado del trabajo de años de sus dos arquitectos principales: Brian Michael Bendis en Marvel y Grant Morrison en DC.
En el caso de Bendis, SI era la culminación del trabajo que venía realizando desde el relanzamiento de los Avengers como New Avengers. Según el pelado de Nueva York, esta serie cerraría una serie de argumentos que habían quedado colgados desde la primera historia en ese título, la famosa fuga de la prisión que reunía a los NA. Además, se había tomado gran parte del último año y medio en “set-upearla”. ¿Y cual era su premisa?. Bueno, básicamente, los Skrulls, esos aliens que cambian de forma, verdes y ligeramente ridículos, venían a invadir el universo Marvel, en el cual, de hecho, habían estado infiltrándose durante años. Mejor equipados, con más poderes y armados con la certeza de una profecía que clamaba que la tierra siempre había sido suya y que su conquista sería fácil, que era una parte fundamental del Imperio Skrull. La premisa tenía todos los elementos para convertirse en una sutil exploración de la paranoia, para que haya cambios realmente duraderos (juro que me pase casi toda su publicación seguro de que, al menos, los Skrulls se quedaban con un paisito) y para remozar a estos villanos cuya importancia (nunca demasiado alta) había descendido hasta el ridículo en los últimos años.
Por el lado de Grant Morrison, el épico Final Crisis representaba por un lado la culminación de su trabajo superheroico en DC, yendo hasta la prehistoria de Animal Man. El mismo la llamó un “greatest hits” de su carrera, importando conceptos, estructuras narrativas y un par de personajes y lugares de su arsenal de escritor. Había conexiones, como se ha dicho, con Animal Man, con JLA, con Flash, un poquito con All Star Superman, otro poco con Batman, pero sobre todo con Seven Soldiers. De hecho, esta última serie se podría considerar su preludio, ya que el hilo argumental más importante que queda colgado en esta es la caída (en el sentido cosmológico: a través del tiempo y el espacio) de Darkseid, el tirano cósmico creado por Jack Kirby; la aparente muerte de los New Gods, sus contrapartes buenas; y la resurrección de Mr. Miracle, el espíritu de la libertad y uno de los pocos capaces de detenerlo. Y Final Crisis comienza con Darkseid y sus dioses malvados habiendo poseído cuerpos diversos en el DCU y listos para desatar su reino del mal sin que los superhéroes ni siquiera lo sepan. Por algo la promocionaron con la frase “El Día Que el Mal Ganó”.
Pero las similitudes entre una y otra terminan ahí, porque en composición, temas, desenlace y organización son tan diferentes como la noche del día. Y aquí es donde la cosa se pone compleja, porque si hablamos en términos puramente comerciales y de producción (y en general no se puede evitar, con criaturas tan diabólicamente comerciales como los eventos, hablar en estos términos, así que saquémoslo del camino ya) Secret Invasión fue un éxito enorme comparado con Final Crisis.
¿Porqué? Bueno, en primer lugar, porque los ejecutivos de Marvel hicieron un trabajo mucho mejor vendiendo de que se trataba la serie (aliens contra el planeta tierra difícilmente sea un concepto muy elaborado y difícil de comunicar), porque la serie principal salió a tiempo, porque los creadores destinados a ella la completaron de principio a fin, sin ningún artista de relleno, algo por lo cual habría que bendecir a Leinil Francis Yu, el dibujante de la misma, y porque, sencillamente, vendió mas.
Por otro lado, los ejecutivos de Marvel la vendieron excelentemente como una continuación de la Gran Historia Interminable Del Universo Marvel Bajo Joe Quesada (su editor en jefe). O sea, SI fue visto por los lectores como la continuación de Civil War y House of M, de toda la mega historia que viene desarrollándose en los últimos 3 o 4 años del reinado del gordo Q. Fueron astutos para venderla como fundamental y que los fans lo tomen como algo emocionante y no como una tarea pesadísima que se tenían que imponer para “estar al día”. Y, la verdad, tuvieron suerte de que se entusiasmen porque en adición a la miniserie de 8 números, el evento tenía un total de ¡91! tie-ins (revistas individuales que se conectan a la serie principal), repartidos entre todos los títulos que publicaba Marvel en ese momento.
De ese modo, Secret Invasion era una serie que se vendía por dos bandas: como la conclusión de la tarea de un escritor aclamado y como el siguiente paso, en términos narrativos, del universo.
Mientras tanto, la promoción de Final Crisis, en comparación, parece ser el producto de un choque entre un zeppelín, un submarino y un auto lleno de payasos. Promocionada originalmente como aquello a lo que estaba conduciendo el aborto de Countdown, develaron su título y su equipo creativo, compuesto por Morrison y el dibujante de estilo realista y oscuro J.G. Jones, en Mayo del 2007, un año antes de su fecha de salida, en una maniobra que parecía destinada a levantar al caído semanario, que fue renombrado Countdown To Final Crisis. Más adelante se supo que la serie iba a estar compuesta de siete números más gorditos que un comic regular y que, entre el número tres y el cuatro, iba a haber un hueco de un mes en la publicación que iba a ser rellenado con algunos especiales. Al mismo tiempo, la serie principal iba a estar acompañada por dos mini-series que se enfocaban en historias “paralelas” de igual importancia, Final Crisis: Revelations (sobre el Spectre y The Question y yadda yadda yadda) y Final Crisis: Legion of Three Worlds (intentando desenredar la continuidad de la Legion de Superhéroes). A esta se les agregaría una tercera, Final Crisis: Rogues’ Revenge, sobre los enemigos de Flash, que originalmente iba a ser publicada fuera del evento pero que terminó incorporándose al mismo.
Esta organización parecía una directa consecuencia del desastre de Countdown y del descubrimiento por parte de Dan Didio (editor en jefe de DC) de que los fans iban a comprar solo una cantidad limitada de mierda, no importa cuan atada estuviese a un evento. De ese modo, su expansión era diametralmente opuesta a la de Secret Invasion: en vez de 100 números, Final Crisis se reduce a una treintena y se tomó la decisión de hacer que acontezca en un “vacío” desconectada del resto del universo DC. Es decir, no había ningún numero de las series mensuales que conectara con el evento. Esto es un arma de doble filo, porque los fanáticos iban a preguntar, incesantemente, «¿que tipo de influencia tenía Final Crisis sobre la historia que estaba pasando en Superman 254?».
El problema fue que Countdown había sido desarrollado a partir de los primeros bocetos de Final Crisis, tomando ideas que se iban a desarrollar en la serie de Morrison, con la promesa de dejar ciertos jugadores en lugar para esta. Pero, oh sorpresa, la mayoría de Countdown contradecía enormemente lo que después se vería en FC. Y, por supuesto, los fans comenzaron a quejarse de las discrepancias de la continuidad. Y hasta Morrison salió a decir en una entrevista que “En el 2006 pedí un moratorio sobre los New Gods, así podía crear anticipación para su regreso en una nueva forma… en cambio, los personajes fueron pasados como hepatitis b a prácticamente cada escritor de DC para que jueguen con ellos como quieran, lo cual, sinceramente, me hace muy difícil introducirlos con cualquier sensación de novedad, misterio o grandeza”.
Básicamente, el error colosal de DC fue crear una serie innecesaria que contradecía su futuro evento, solo por codicia y estupidez. Al intentar jugar la carta del “evento como historia del universo” e ignorar que tenía que jugar la carta del “evento como conclusión del trabajo del escritor” se pasaron de la raya y crearon lo que puede ser descrito, caritativamente, como un desconche de continuidad. La gente se quejaba por la dislocación entre Countdown y Final Crisis pero lo que pasaba es que, gracias a la ineptitud de DC, estaban buscando en el lugar equivocado: la respuesta estaba, simplemente, en los comics de Morrison.
Mientras tanto, Bendis agradecía a sus editores por haberle permitido realizar esa historia y decía cosas como “Se que hay un montón de gente que piensa que Joe y yo somos amigos, y que yo puedo hacer lo que quiera, y absolutamente no es el caso. Por eso trabajo ahí. No necesito trabajar con “amigos”. Necesito alguien que me diga que mi trabajo apesta – antes de que se imprima”. O como dijo Warren Ellis hace un tiempo en su Twitter: “No se como Joey Q puede twittear tanto desde las reuniones de escritores de Marvel cuando sostiene tantas pijas en sus manos”.
Y la promoción (y el recibimiento) de Final Crisis terminaría de deshilacharse cuando J.G Jones dejase de cumplir con sus fechas de entrega y se multiplicase, como por un prisma, por una legión de dibujantes. ¡Carlos Pacheco! ¡Marco Rudy! ¡Doug Manhke! ¡Tu hermana!.
Sin embargo, si nos concentramos en términos de historia y contenido y subtexto, Final Crisis es infinitamente superior a Secret Invasión. Ambas son historias sobre historias, historias que en realidad hablan más sobre el universo al que pertenecen que sobre si mismas, pero la manera en que este recurso esta utilizado en cada caso es muy diferente y allí radica el interés y la curiosidad. Así que, sin mas preámbulos, nos sumerjamos en ellas a ver que tienen para decirnos.
Superskrullia!
(Secret Invasion #1-8, New Avengers #40-#47, Mighty Avengers #12-19)
Secret Invasión es una historia sobre historias por dos motivos: en primer lugar, porque los skrulls atacan movidos por una profecía. ¿Y que es una profecía sino una historia del futuro con final pre-determinado?. Pero también lo es porque, en segundo lugar, Bendis decidió utilizar los tie-ins de New Avengers y Mighty Avengers, los únicos escritos por él, para explorar y detallar la historia previa de los skrulls y de algunos personajes importantes antes de la invasión. Como “cada personaje tiene su historia” (o “cada personaje es un mundo”) Bendis se dedicó durante 8 meses a mostrarnos imágenes de la cinta de detrás de escena, intentando darle mayor importancia y personalidad a los invasores.
(Silly Putty)
Estos van a ser los únicos tie-ins que consideraré con respecto a Secret Invasion, a pesar de que existen como 80 más. Este resto (por mis lecturas selectas) parece caer en dos categorías: interesante historia paralela a la acción principal (en este caso se destaca el de Incredible Hercules (del cual hablaremos un poquito más adelante), o héroe-x-se-enfrenta-a-algunos-skrull-al-azar-para-defender-su-porción-de-universo-Marvel. Los del primer tipo son, en general, divertidos. Los del segundo tipo son, en su mayoría, superfluos.
Entonces, los skrulls tienen una profecía, ¿no?. Esta profecía dice que luego de que su imperio y su planeta natal sean destruidos, renacerían en la tierra, el Planeta Prometido. Los humanos debían “abrazar el cambio” que traían, porque era mas beneficioso que cualquier otra cosa. Este ángulo brindaba la muy interesante opción de explorar a los skrulls como nunca antes, de darle forma a su religión y presentarlos como villanos con motivación, no tan malvados. Y esto es algo que Bendis admitió de entrada en entrevistas, que quería hacer de los skrulls villanos con razones con las cuales los lectores puedan identificarse. También abría la incógnita de que los héroes del universo Marvel, siempre propensos a los errores y que venían de tener su propia guerra civil, quizás no eran lo mejor para su propia tierra.
Sin embargo, apenas iniciada la serie todas estas buenas intenciones se van al carajo. La agenda religiosa de los skrulls prácticamente no es tocada en la serie principal, en donde todo se reduce a unos cuantos hippies mugrosos (y obviamente delirantes y sin idea de lo que esta sucediendo) apareciendo en el número seis para intentar abrazar skrulls porque “¡traen el cambio, fascistas!”. De hecho, la mayoría de la religión skrull es detallada en el tie-in de Hercules, una historia divertidísima donde el protagonista y un grupo de dioses se unen en The God Squad para atacar el panteón skrull, compuesto por un dios masculino que no cambia nunca de forma y una diosa femenina que muta continuamente (¡Hola, Dave Sim!), y a los interminables dioses que los skrulls habían dominado al conquistar sus mundos.
Lo otro que queda claro a través de esta analogía religiosa es que los héroes del universo Marvel están completamente dispuestos a aniquilar a cualquier persona que piense diferente a ellos, ya que durante toda la serie lo que sorprende es la tranquilidad con la cual estos héroes matan y mutilan skrulls, como si fuesen no-entidades, sin en ningún momento intentar razonar con ellos o comprender su punto de vista.
(Guarda, Stark!)
Pero dejando esto de lado, volvamos al otro punto novedoso y potencialmente interesante de Secret Invasion: la manera en que Bendis la estructura para lograr un máximo impacto en la mini-serie propiamente dicha y relegar toda el material suplementario necesario para entender la historia de los invasores y su infiltración a los números de los Avengers. Pareciera que Bendis quería corregir algunos de los errores percibidos en el último evento escrito por él, House of M, el cual había sido casi universalmente considerado como lento y aburrido. En este caso, Bendis relegó lo lento y aburrido a los títulos de los Avengers, mientras que la serie principal quería ser una especie de banquete de acción y pirotecnia para el lector con ADD. Así, a lo largo de los números de New Avengers y Mighty Avengers nos enteramos de varias cosas, siendo las más importantes como fue el ascenso de la nueva reina skrull, como reemplazaron a algunos de los héroes (con énfasis en Hank Pym y Spider-Woman), como lograron volverse invisibles a cualquier detección, que hicieron durante los eventos anteriores como House of M y Civil War, y como Nick Fury arma un equipo de superhéroes desconocidos para detenerlos. Además, nos re-cuentan algunas historias de los Avengers de los últimos años, pero metiendo una buena dosis de skrulls para explicar algunas discrepancias.
(Nick Fury y sus Comandos Pijudos)
El problema, básicamente, es que en general estas historias suplementarias son bastante poco interesantes, que sufren del molesto tick bendisiano de estirar escenas y set-ups hasta el infinito, pero ahora de una forma estructural. Uno lee como 20 números de Avengers y no se queda con la sensación de que los skrulls son más interesantes, solo que se tomaron un montón de tiempo hasta lanzar una invasión que seguramente fracase. Los únicos que tienen algo de personalidad son la Reina Veranke y Criti Noll, Spider-Woman Skrull y Hank Pym Skrull respectivamente. Todo el resto quedan como la típica raza de aliens sin diferencia entre uno y otro, un montón de seudo entidades que creen firmemente que van a ganar, pero ninguno de los planes que nos muestran parece ser suficientemente grande o definitivo como para lograr su objetivo. Además, mostrar todo esta preparación es ridículo cuando los planes ya se han visto en marcha en la serie principal. Es una explicación que no hemos pedido. Los tie ins parecen querer funcionar al mismo tiempo como exploración psicológica de los aliens y como mecanismo para hacernos sentir que ahora los héroes están jodidos, y fallan en ambos sentidos porque nunca los eventos que se muestran en ellos parecen emanar de la voluntad de un personaje, si no de una lista de ítems que había que rellenar: “¿Cómo hacen para ocultarse los skrulls? ¡Cubierto! ¿Qué hacía Nick Fury? ¡Cubierto!”. All filler, no killer.
El otro problema en contra de este material suplementario proviene de la serie en sí. Secret Invasion es, básicamente, un conjunto de escenas de pelea que suceden en un período de tiempo muy corto. En primer lugar, los Avengers en la Tierra Salvaje durante la mayor parte de seis números, dando vueltas como estúpidos y encontrándose con duplicados que portan su apariencia en los años setenta (p.ej: Luke Cage con afro exclamando “Sweet Christmas!”), diseñados para generarles paranoia. En segundo lugar, una lucha en Nueva York contra las fuerzas invasoras skrull, afrontada por héroes secundarios y los nuevos soldaditos de Fury. En tercer lugar, la batalla final en Central Park. El problema es que, como los skrulls casi ni tienen personalidad no nos importa que a) los asesinen o b) pierdan.
Bendis, por otro lado, (a quien no detesto particularmente, Alias y Daredevil son bastante buenas) no sabe escribir escenas de lucha “tradicionales”. Más bien se diría que se especializa en escenas de lucha anti-climáticas. Nunca he visto una que se sienta grandiosa o coreografiada, todas parecen chatas y sin vida, porque el caos y la diversión de una escena de lucha en un comic de superhéroes, con su sensación de mil-cosas-por-segundo, su movimiento, no se presta bien al gran talento de Bendis, que es la utilización del diálogo para generar un ritmo en imágenes generalmente estáticas. Es algo que siempre me fastidió leyendo sus New Avengers y está continuamente presente en esta miniserie. Los personajes parecen trancados, envueltos en melaza, inclusive cuando en su primer número estallan mil cosas en el horizonte. Los grandes momentos de acción tienen solo eso a su favor: que son grandes. Pero también parecen una mezcolanza de juguetes sin real consecuencia. De cualquier modo, Francis Yu hace lo mejor que puede, y debo decir que la limpieza de trazo de esta mini serie la hace uno de sus mejores trabajos.
Sin embargo, el mayor problema estructural es que al final de Secret Invasion los skrulls no ganan. De hecho no llegan ni de cerca a ganar. Todo el supuesto poder e inexorabilidad que se suponía que portaban, los miles de planes y estrategias que tenían (algunos de los cuales son buenos, como la infiltración total de La Iniciativa, el campo de entrenamiento para superhéroes producto de Civil War) al fin y al cabo no sirven para nada. De hecho, Bendis realiza un cambiazo tremendo, porque al final quien se beneficia de la invasión es Norman Osborn, el enemigo de Spider-Man psicotico y con pelo raro, que mata a Veranke y reemplaza a Tony Stark como súper policía del mundo. Mientras tanto, Stark, gracias a su completa falla para prevenir la invasión, se vuelve el enemigo público número uno. De algún modo yo me había creído (y quizás la broma me la están jugando a mí) que los skrulls iban a tener una presencia continua en el universo Marvel. No quieran venderme la doctrina de las grandes consecuencias y la continuidad estrecha si estas, cuando se producen, vienen de la nada y no han sido previamente establecidas en la historia. Al final, los skrulls terminan siendo personajes secundarios de su propia historia, que parece mas bien centrada en avanzar un casillero más adelante en la Gran Historia de los Estados Unidos Represivos del Universo Marvel. Es una serie sobre cerrar definitivamente Civil War, sobre como, si pensabas que ese resultado era malo, ahora todo es mucho peor. A diferencia de esta, que tampoco aprecié demasiado pero que tenía la virtud de cambiar radicalmente las reglas de juego del universo Marvel, Secret Invasion parece una profundización de su tristeza.
(Norman Osborn Wins The Invasion!)
Bendis abandona (o demuestra una ignorancia completa de) el subtexto político o religioso, o inclusive paranoide (los skrulls reemplazan a un montón de héroes de segunda, vamos, ¿a quién le importan un comino Spider-Woman o Hank Pym?, pero un cambio de peso, como Luke Cage, hubiese invalidado años de historias más decentes) en función de una pieza de continuidad que, en el fondo, solo habla del Universo Marvel como lugar continua y progresivamente más oscuro que ama poner a sus héroes en situaciones difíciles. Y eso ya lo sabíamos. Ya lo dijo Kurt Busiek, en muchas menos páginas y con más gracia, en la magnífica JLA / Avengers. Lo único que pone en evidencia es que su viraje en los últimos años a un zeitgeist “realista”, profundamente influido por el estilo Ultimate, con historias centradas en manipulaciones políticas, en juegos de poder y en personajes más “al nivel de la calle”, también lo ha conducido más bien hacia una derecha aburrida y simplona, hacia un espíritu más bien opresivo.
Esto me descorazona y me aburre, quizás porque ese es un universo en el que no tengo demasiadas ganas de participar. Un universo superheroico donde todos son soldados o agentes encubiertos, donde las decisiones se toman y los momentos definitivos pasan por grupos de personas sentadas alrededor de una mesa, donde nadie confía en nadie y todos son traidores. ¿Donde esta el sentido del asombro, la riqueza, la imaginación y el infinito?. ¿Acaso pueden perdonarme por pedir que mis comics de superhéroes no consistan en un arreglo anti-climático tras arreglo anti-climático en una ridícula pantomima de cómo Bendis (o Millar) creen que se comportan las facciones en pugna alrededor del poder?. Se siente gris, depresivo y, sobre todo, cansador.
No estamos hablando acá de una serie con sustancioso comentario político y subtexto que se apropia de algunos tropos del género superheroico, como Winter Men o el Black Panther de Priest, estamos hablando de una serie en la que un tipo cree que por yuxtaponer explosiones y un cambiazo completamente superficial de figura de poder (que parece traído directamente del único lenguaje que maneja, el del noir: “ahora yo soy el rey de la pandilla”) representan un cambio sísmico por el que nos tenemos que preocupar o una especie de inteligente comentario político sobre quien domina el universo Marvel.
No tiene ninguna profundidad, no me deslumbra con sus fuegos artificiales, es como que solo “esta ahí”, una pieza más en el interminable y perfectamente aceitado mecanismo irreal que es el universo Marvel, arrastrándolo hacia delante. Y uno se siente como uno de esos esclavos que remaban en galeotes en el siglo XVI, doloroso, monótono, rutinario, interminable.
La Segunda Guerra Mundial en versión para ton-tons (macute) y antropomorfizada por Angus McLeod. Estúpida y divertida, hay algo en las expresiones tan sencillas de los países que me hace reír. Y me encanta como hablan Japón y Rusia.
(Vía The Ephemerist)
El Multiverso Es Un Lugar Extraño.
(o: 5 comics curiosamente metaficcionales)
1. Batman, Josh Simmons.
El creador indie Josh Simmons, famoso por sus comics de horror, le roba Batman a Warner Brothers y produce un comic de 16 páginas tremendamente inquietante que ilustra, como en una de esas historias imaginarias de otros universos, una de las muchas maneras en que la carrera de Batman podría terminar. Un Batman solitario y delirante se arrastra por los techos de Gotham City para castigar a los criminales, solo que esta historia te hiela la sangre y te pone la piel de gallina de un modo que nunca podrían hacerlo diez mil páginas de un Batman ultra-violento “oficial”. Su combinación de cotidianeidad y rutina decadente (“I’ve been Batman for a long time”) junto con el aire de completa irrealidad y locura que sobrevuela al comic producen una sensación de terror psicológico insuperable.
2. In Pictopia!, Alan Moore y Don Simpson.
Si creen que Alan Moore es un viejo cascarrabias que solo amaba el pasado ahora, ¡deberían haberlo visto en 1986! En esta historia publicada en la antología Anything Goes! de Fantagraphics (que tenía como objetivo reunir fondos para que la editorial se defendiera en uno de sus muchos juicios, en este caso contra Michael Fleisher), Moore imagina una ciudad poblada por creaciones de tinta y papel, en la cual solo los superhéroes tienen color. Extraordinariamente oscura y deprimente, es quizás la declaración más fuerte de Moore en contra del género, brillantemente ilustrada por Simpson imitando diferentes estilos (la cara-desesperada-a-lo-Kurtzman de una de las últimas páginas es magnífica), y termina siendo mucho más interesante que sus últimas entrevistas.
3. Wolverine: Dying Time, Jeffrey Brown.
Muy similar al caso del Batman de Josh Simmons, Brown se roba un ícono corporativo porque tiene demasiadas ganas de decir algo a traves de él. Nunca publicada, al principio parece solo apropiarse de ciertos elementos de los X-Men clásicos de Claremont para luego llevarlos a un lugar devastador que pone en clara evidencia la absurda trampa del eterno retorno que es una parte fundacional de los comics de superhéroes. Digamos que hasta la última página uno espera un giro milagroso que nunca se cumple, clavándonos en la panza toda la tristeza de lo que sucedió y revelándonos como los estúpidos que somos. Y ahora tengo ganas de leer Bighead.
4. Superman Villains Origins, Stuart Immonen.
En 1998, mucho antes de que se vaya a Marvel (¿para siempre? snif…) Stuart Immonen era parte del equipo de creadores de Superman, en aquellos años extraños post-Byrne y post-muerte. Y resulta que un numerito completamente descartable, uno de esos extraños especiales Secret Origins que solía publicar DC en los 90, le dio la oportunidad de realizar esta maravilla: los orígenes de algunos de los villanos más prominentes (en ese momento) de Superman realizados como si fueran tiras de Little Nemo. Hermosos, demuestran la simpleza de línea, casi caricaturesca, que se volvería la marca de Immonen y tienen ese sabor a fábula que nos hace olvidar del mal, incluso cuando aparece la muerte de Superman.
5. Les Schtroumphsons: The Waffleman Affair, Ty Templeton.
O los Simpsons conocen a Hergé y Peyo. Un homenaje de Ty Templeton que funciona demasiado bien y que tiene la gracia extra de “tener una traducción directa de los autores”, lo cual resulta en una multitud de frases falsamente acartonadas, como si fuera una traducción real, una especie de eco lingüístico de la dureza del dibujo. El dibujo, sin embargo, es el plato fuerte: todo lo brillante y colorido que se podía esperar de un Hergé con la máxima capacidad de sus poderes. Observen las aventuras de Bartbart y Lislis en una tierra donde todos fuman y comen pommes frites. ¡Incluye aparición especial de Jean Claude Van Damme!
Zorro In Arkham.
Batman 681 salió hara cosa de un mes y es la “conclusión” de Batman R.I.P.(1), el arco argumental al que los 20 números anteriores de Morrison en el título iban conduciendo. Como gran parte de las historias de Batman de Morrison es gloriosa, caótica, brillante e inesperada, y frustró las expectativas de mucha gente, pero a pesar de ello, constituyó una de las experiencias en comics mas estúpidamente divertidas, entusiastas y atrapantes del año.
Como experiencia fue insuperable: hacía mucho que no me enganchaba tanto con una historia y los acertijos en su desarrollo. La manera en que esta construida (y el modo en que fue publicada y leída, de forma serial, una de las pocas veces que este formato de hecho mejora la experiencia de lectura) volvieron a Batman R.I.P. un misterio detectivesco enormemente adictivo, un “whodunnit” que producía ansiedad y emoción a cada vuelco. Morrison, consciente de su arco final, plantó a lo largo de la serie un millón de pistas, falsas y no, que pedían a gritos ser rastreadas y encajadas en nuestras explicaciones hipotéticas, las cuales cambiaban con la publicación de cada número, dándole más importancia a una teoría por sobre otras, para inmediatamente darnos vuelta las tablas, y modificar completamente nuestro esquema imaginario. Es un buen misterio, bah, que nos mantuvo atrapados mes a mes y el manejo del suspenso propulsa la lectura adelante.
II.
Lo básico de la historia es lo siguiente: hay un genio criminal, a la altura de Batman, que esta dispuesto a destruirlo. Este genio del mal es conocido solamente como The Black Glove y su plan maléfico se viene desarrollando hace años, dando vueltas y plantando trampas alrededor de Wayne, esperando dar el golpe mortal que lo dejaría un hombre quebrado. Es la historia de Batman que se le nota a Morrison que quiere contar desde los días del ultra-competente e impresionante Batman de la JLA: el héroe mas preparado e inteligente del mundo (aquí resaltan que el superpoder de Batman es no perder nunca, una idea encantadora y bastante cierta) contra el villano mas demoníaco de todos.
A lo largo de los seis números la emoción de la lectura procedía, por un lado, de la lucha ajedrecística entre Batman y The Black Glove y, por otro, del misterio de la identidad de este (La lista era interminable: ¿Batman?, ¿Thomas Wayne?, ¿Alfred?, ¿el hermano perdido de Bruce?, ¿el mismísimo Satán?). El final contestó la primera cuestión decisivamente del lado de Batman, pero en cuanto a la segunda terminó siendo bastante ambiguo y extraño, no dando una identidad clara al Black Glove y deslizando que podría ser Thomas Wayne, podría ser el Diablo y podría ser el mismo Bruce, cosa que decepcionó a varios, incluido a mi en una primera lectura, pero que luego se me antojó como perfectamente acorde al Batman de Morrison.
Este mismo es completamente ambiguo: todo se balancea entre la posibilidad de locura y la hiper-sanidad de Batman (¿es Bruce Wayne un loco o un tipo que esta en sintonía con su mundo y cuya respuesta al asesinato de sus padres, vestirse de murciélago y combatir el crimen, tiene mucho sentido dado su medioambiente ficcional?), la realidad o irrealidad de las aventuras del Black Casebook (una libreta donde el murciélago relata sus aventuras mas bizarras, esas que tienen elfos, bandas de alienígenas musicales o serpientes marinas), el deseo de dejar una marca en el personaje y la realidad de su existencia como una propiedad intelectual de DC Comics y de la producción de comics de Batman hasta el fin de los tiempos, aunque los escriba Beppo, el Súper Mono. Del mismo modo que la interminable y larguísima historia de Batman condiciona y arrastra a Bruce Wayne, el hecho de la continuidad de la publicación condiciona a Morrison.
Y es por eso que su último numero, en el cual las tablas se dan vuelta y se revela que Batman lo sabía desde el primer momento, en el cual vemos a un Batman hiper eficiente, determinado, preparado, malditamente genial, simplemente funciona, porque, como dijo mi amigo Domínguez, revela que, en el fondo, es solo otra aventura más y que el Black Glove es otro villano destinado a ser outsmarted por la mente poderosa como una ciudad de bombillas-cerebro del detective más grande de la galaxia
III.
A diferencia de All Star Superman, su hermano apolíneo (y no es que Batman sea dionisiaco, en realidad se acerca a Hades), el Batman de Morrison adora la inconclusividad, una cierta confusión acerca de su resolución, una aceptación alocada y frenética de la infinitud de sus aventuras. Aceptación, por otro lado, completamente explícita en una historia cuya primera página es esta:
All Star Superman, quizás por su condición de proyecto fuera de la continuidad, provee una visión definitiva, icónica y multidimensional, que integra en profundidad de fractal, a Weisinger, Byrne, Shuster, Maggin, Jurgens y mil creadores más, pero en una figura elevada, completa, dando un comic con una estética rápida, emotiva, limpia, brillante.
En Batman resalta la fractura, lo aparentemente irreconciliable, los elementos de una historia que se apilan como cajas de comics en sótanos húmedos. Batman ha sido, de acuerdo a los días y los años, el oscuro aventurero de la noche y el ridículo héroe chistón con pancita y el incongruente héroe espacial y el detective obsesionado y una mitad del dúo dinámico, simpático y paternal y el aventurero trota mundos y el amante de una femme fatale y el maestro de artes marciales porque es Batman, idiotas, es tan increíble que tuvo mil vidas, cada una mas sorprendente que la anterior. Mientras que Superman es síntesis, Batman es acumulación, caos.
El único tema que se pierde un poco a lo largo del run de Morrison es la idea presente en los primeros números (y prolongada por la aparición de los tres espectros de Batman) de una superación de cierta imagen de Batman asociada al personaje los últimos 20 años, solidificada por Miller y, ahora, por las películas de Nolan: un monomaniático vigilante obsesionado con la guerra contra el crimen, con la venganza y el dolor (físico, psíquico). Sin embargo esto aún no concluye y tengo fe en el relanzamiento luego del largo invierno en el cual se sumerge la serie hasta junio del año que viene, período en que será escrita por Denny O’Neill, Neil Gaiman y finalmente Tony Daniel y luego del cual, se rumorea, habrá un nuevo Batman y Mozz volverá acompañado de…Frank Quitely! Esperemos que retorne recargado y superador, dispuesto a contar historias nuevas y chispeantes como pop-rocks (algo de ello había anunciado en entrevistas ya antiguas, donde decía que luego de Batman R.I.P. se venía una época de nuevos villanos y aventuras rocambolescas). O sino cazare a Dan Didio y lo matare como a un perro.
IV.
Por otra parte, en cuanto a como esta escrita y estructurada, es una de las obras más extrañas y confusas de Morrison, que ya desde Seven Soldiers viene apostando a la cacofonía y la rapidez, al amontonamiento de escenas en un espacio mínimo que se mueve a la velocidad de la luz. Su Batman es una conjunción de detalles y pistas falsas desplegadas en un estilo entrecortado e incansable, que nos da pistas y pedacitos de información en escenas que parecen incongruentes o innecesarias, que salta rápidamente de un momento a otro, con un ritmo de staccato, y deja porciones de la historia o momentos fuera de panel, de una manera intencional, obligándote a pensar y reconstruir.
Este estilo de escritura funciona mejor, mucho mejor, en R.I.P. que en números anteriores, sobretodo porque la base esta asentada, Morrison ha plantado ya los elementos que referirá en su “último” arco argumental, y estos se suceden como ráfagas de metralleta. De ese modo, la riqueza de detalles plantada en los números anteriores explota, dándonos momentos geniales como esta visión del Batman de Zurr En Arrh:
O esta conversación con Batmite, el ridículo elfo de la quinta dimensión:
O la apariencia del Club Of Villains:
O cualquier cosa que dice Damian, el hijo de Batman, uno de esos personajes que por su mezcla de arrogancia y capricho, solo Morrison parece escribir bien:
Morrison rescata y aporta un montón de cosas al universo compartido, como es su costumbre: la revitalización del Club Of Heroes, Damian, los man-bats ninjas (un concepto de esos que funcionan por pura acumulación, que parece hecho a la medida del Universo DC), los tres fantasmas, el Dr. Hurt, el Club Of Villains, un Joker verdaderamente terrorífico y glam… Todos juguetes hermosos, originales y relucientes que seguramente serán arruinados por los hacks y los idiotas como Prometheus.
Morrison expresó que con Batman R.I.P. estaba apuntando a un “frenético goth pulp-noir; punk-psicótico, sombras expresionistas y cambios de escena entrecortados y pesadillescos, inspirados por las raíces de Batman y por el chasqueante ondear de su asombrosa capa”. Pensando en una analogía musical, inmediatamente se me ocurrió Soft Cell: dramatismo y exageración de neón (la imagen en mi cabeza era la tapa del Non Stop Erotic Cabaret), histerismo y ritmos cortantes debajo de los cuales hay historias grotescas, de sexo perverso, de enanos vestidos en colores fluo, de cuero y agujas.
Su aspiración a la incompletitud, la aceptación de lo infinito de Batman, su tangencialidad y su acercamiento totalmente inclusivo y por momentos epiléptico puede ser leído también como su mayor falla, y es de hecho lo que más ha molestado a los *puristas*, pero yo creo que es parte de su encanto y además, muy claramente, esta es una obra que hace de esas características el centro de sus preocupaciones, que esta construida sobre la imposibilidad de terminar una narrativa definitivamente.
El otro punto débil de Batman R.I.P. y, en general, de todo el Batman de Morrison es el arte. No es que sea ilegible, pero Tony Daniel es la perfecta definición de un artista mediocre, un tipo sin mucho estilo (a pesar de que hace intentos y se nota que quiere mejorar) y que es, en el mejor de los casos, servicial. Es como el último Jim Aparo filtrado por Jim Lee: medio aburrido y “flashy” de las maneras Image, con splash pages que no funcionan del todo y una narración que por momentos se vuelve confusa o que esta enmarcada en imágenes que le deben haber parecido cool en el momento de dibujarlas pero que no conducen demasiado bien al ojo alrededor de la página.
V.
Yo llamaría a Batman R.I.P. un triunfo esquizofrénico o un éxito secreto, no una versión perfecta, porque esta construida como la antítesis de ello, como una obra que hace de la infinidad y la acumulación de vidas de un personaje su tema. Y que, además, sobresale como un comic de superhéroes alimentado por la excitación y el atolondramiento (algunos le llamarían “thrill-power”) de un Batman triunfante, incansable, brillante, eternamente un paso adelante del próximo súper-criminal.
«But that’s the thing about Batman.
Batman thinks of everything«.
(1) Porque faltaban los dos números de coda, el 682 y el 683, que son un «clip-show con Darkseid detras del viewmaster» de toda la historia de Batman, una genialidad en donde Morrison condensa decadas de historias en un solo cuadrito y que se lee, realmente, como una despedida perfecta para el único personaje con tantas decadas de continuidad como años de la industria del comic norteamericano. Y que cierra con este discurso:
«I need a disguise», he said, and I thought he had finally gone mad with grief, especially those next words… But when I saw what he meant, when I watched how he surrendered himself to an ideal…How he used each ordeal, each heartache and failure, to become a better man, in the service of others…What could I do but stand in humble awe?. And keep his wounds clean and his uniform tidy. And send him safely on his way.
«I shall become a bat»«Alfred», he said not long ago. «If anyone ever asks for an obituary, tell them Batman’s big secret was the classic whodunnit?. Only it’s not about who killed Batman but who kept him alive all these years». And he stopped there, leaving the rest to me.
The whereabouts of Batman remain unknown.
And yet…I can see him now, in the grip of implacable forces, innumerable foes. Somewhere without hope. In a place where all seems lost.
And I know this…The enemy will look away, for just a moment, underestimating him for that single fraction of a second too long. And no matter how dark the night…There will be no hiding place for evil.