La Primer Familia del Futuro.

1. The Living Monolith

Se sabe, se rumorea por los pasillos editoriales: no sos un verdadero fan de los comics de superhéroes si no querés, en algún momento de tu vida, escribir los 4 Fantásticos.

O sea, vamos, si no sabés PORQUE tenés que querer escribir los 4 Fantásticos, la verdad que puedo entender que seas uno de los miles de jóvenes infelices que se han vuelto fanáticos bajo la oscura contemporaneidad superheroica. Que te guste Stratosky, por ejemplo. Y que para vos los 4 Fantásticos sean una especie de pieza de museo herrumbrada, un comic seguro, familiar, Disney, maricón, del cual lo único que vale la pena son los chistes estúpidos sobre los miembros de los protagonistas.

Entiendo que en tu triste mundo de mutantes con garras y Avengers malvados y noir chino sin colmillos los Fantastic Four parezcan el abuelito venerable a quién nadie escucha. Pero estás equivocado. Seriamente equivocado.

El problema de escribir los Fantastic Four es: ¿cómo escribir el comic que hizo que Jack Kirby y Stan Lee inventarán el estilo BIG! MAD! ACTION!? Como superar, no, que superar, como aspirar siquiera a limpiarle las botas a tipos que en rápida sucesión te daban Annihilus, Dr. Doom, Black Panter, The Inhumans, Galactus.

Y, por otro lado, la dificultad emparejada es que los Fantastic Four también giran alrededor de ese concepto gastado, de popularidad decadente, que es la familia. Hoy en día la familia no rinde. Y mucho menos una familia como la de los FF que se quieren, a pesar de que peleen, que son un paradigma de normalidad y felicidad, inclusive a pesar de sus deformaciones. Lo interesante del concepto de este costado de los FF es justamente esto: toman el paradigma marveliano del personaje (defecto + heroísmo a prueba de balas= identificación outsider + aspiración del lector) pero lo toman como un punto de partida para algo que los trae aún más juntos. Los Fantastic Four son (junto con Capitán América) probablemente los únicos héroes amados de Marvel, los únicos que se aproximan más al paradigma DC. Y si bien el Capitán es fácil de encasillar en aventuras de guerra y espionaje, estos no. Estos solo funcionan dentro de un ambiente extremadamente fértil e imaginativo.

Son los únicos que no se sienten outsiders (bueno, Ben un poco si) porque lo que los une es tan fuerte y tan puro. La única manera en que esta contraparte ñona se puede vender a esa porción de la población que son los lectores de comics de superheroes, tipos cínicos y desagradecidos que prefieren la muerte al crecimiento, es con el dulce aditivo de que los Fantastic Four son EXPLORADORES DE LO FANTÁSTICO. Está ahí en el nombre. El primer comic que compré en mi vida estaba protagonizado por los Fantastic Four. Era un What If de cuatro historias. En cada una de ellas, todos poseían el poder que caracterizaba a uno de ellos. Y eran el reverso de su espíritu: 4 historias en su mayoría depresivas, qué, sin embargo, exploraban hasta el límite lo que significaba ser un aventurero que al mismo tiempo es una especie de explorador victoriano, mapeando nuevos territorios. Monster Island, todos tristes, Sue convertida en un Man Thing cualquiera al que le rodaba una lágrima. Shield, una historia de superespias invisibles. Cuatro antorchas humanas que parecen mas bien X-Men, feared and hated by the world. Era una zambullida completamente inesperada en el universo y en esos personajes y me marcó el cerebro para siempre.

Mark Waid lo captó muy bien en el primer número de ese run encantador, con dibujos de Mike Wieringo, que comenzaba con un Mister Fantastic que paseaba a los lectores a lo largo de las infinitas posibilidades de ser una familia que explora lo desconocido. ¿Y qué importa si ponen en riesgo su vida cuando aquello que encuentran es tan maravilloso? Reed Richards era de celuloide, un dibujito animado, y nos decía que jamás iba a morir mientras saltaba adentro de un átomo (no recuerdo la imagen, pero esa era la sensación: Reed Richards de ojos grandes y lustroso uniforme azul y quijada perfecta). Todo el run de Waid es, de alguna manera, un flirteo con la muerte que nunca llega. Doom es la perdición pero, a la vez, comienza a ser una especie de extraño miembro de la familia, al ayudar a dar a luz a Valeria. Y cuando finalmente la muerte llega (producto de Doom, como no podría ser de otra manera, que es como un catalizador, como un elemento ajeno que dinamiza las relaciones en la familia y genera cosas nuevas) Waid y Wieringo optan por una solución Deus Ex Creator que es sin embargo muy satisfactoria: Jack Kirby como Dios, dándole la vida de nuevo a The Thing con una movida de plumín.

Es que Waid juega todo el tiempo con la dualidad familia-fantástico que está en la base de los Fantastic Four. Y si uno lo piensa bien es una de las dualidades que se pueden encontrar en la base de la mayoría de los héroes de Marvel. Pero mientras en muchos de ellos la familia es una cosa perdida, o una comunidad construida en base a la necesidad, en los Fantastic Four es una elección, un regalo. Y, además, su etapa lidiaba con la familia más importante de todas, con los padres separados Jack y Stan, que jamás pueden estar muy lejos. Cuando un escritor llega a Fantastic Four, da vueltas alrededor de una serie de tropos y de personajes: Doom, Namor, los Frightful Four, Annihilus, casi ninguno se resiste a tomar el toro por las astas y escribir una historia con Galactus. La mayoría de estas historias son basura, porque lo único que quieren es recapturar el shock and awe de su primera aparición, pero sin percartarse de que ya no es la primera aparición de Galactus, que hemos perdido el aura en el camino, que las expectativas son diferentes y que ya no basta con ese gigante en casco purpura que juramenta comerse la tierra sino que ahora hace falta tener algo que decir sobre él, sobre su universo y sobre lo que representa. Que en otras palabras hay que ser personal en una industria que generalmente te pide que solo seas repetitivo, que vendas tu alma y recicles ideas y personajes.

O sea, es muy cruel: imagínate que sos un niño que crece leyendo comics entre cualquier momento de 1962 a 1983, ponele, que consumiste los Fantastic Four de Kirby y Lee, el producto genuino, que de alguna manera esas ideas y personajes entraron en tu cerebro y lo cambiaron para siempre, ocuparon un espacio de ideas que antes estaba vacante (y que podría estarlo para siempre). Yo, que estoy acostumbrado al comic de superhéroes posmoderno, no puedo ni siquiera imaginarme como debe haber sido leer una historieta que presentaba UN NUEVO CONCEPTO CADA NÚMERO, que estaba ahí, desplegando los ladrillos fundamentales de un nuevo universo frente a tus ojos. Como no vas a querer llegar ahí y volver a hacer todo eso, recapturar la gloria. Yo quisiera escribir de nuevo todos los comics de Grant Morrison, si pudiese y tuviese su genio. Lo cual es una forma de decir que escribiría cosas influenciado por su estilo y que reproduciría un estado de cosas, justamente lo opuesto a lo que Morrison representa. Y, sino, imagínate, que sos un creador ya distanciado de la época dorada, pero que tiene que enfrentarse con algo peor: con dos ídolos fundidos en bronce que proyectan su sombra sobre todo aquello que vino después. Incluso si sos un creador indie, tenés reverencia por Lee & Kirby, especialmente por los Fantastic Four. Entonces, ¿qué pasa con un título cuando tiene que vivir así: algo venerado pero raramente mejorado, una propiedad que duerme en la irrelevancia, como un templo cubierto de telarañas de granito?

Algo perdido en la jungla, un lugar al que se acercan los peregrinos a depositar su ofrenda simbólica y seguir viaje, que vende poco e impacta menos. De vez en cuando algún grupo urbanista se aventura en la selva y decide que es tiempo de renovarlo, que ahora colocarán ahí un shopping o un centro cultural o un parque aprovechable para toda la población, pero los colores están mal y el estilo es modernista y espantoso, no coincide con ese barroquismo energético de la puesta original, entonces arman un par de habitaciones mal pintadas, encima de lo anterior, lo deforman un poco y finalmente lo abandonan, de nuevo, en la jungla, y por algún misterioso poder ese espacio vuelve orgánicamente a su punto original, dejando lo de siempre: un hombre que se convierte en fuego, uno que se estira, uno de roca, una mujer que se vuelve invisible y algunos niños traviesos.

2. Jonathan Hickman y la angustia de la influencia.

Exactamente eso le esperaba a Jonathan Hickman al momento de tomar la serie, hace un par de años. En primer lugar, tenía que recoger los pedazos estallados de un experimento que salió bastante mal: el run de Mark Millar y Bryan Hitch en la Primera Familia. Fresquito de Ultimates, Civil War, creyéndose el dios en la tierra, Millar decidió que era hora de tomar la piedra angular del universo Marvel e imprimirle su magnífico y cool estilo. Aún recuerdo las entrevistas diciendo que en cada número iba a haber un nuevo personaje, que era hora de poner a los Cuatro Fantásticos en el panteón y el estrellato de Marvel Comics de nuevo, que basta de tratarlos como si fuesen el último orejón del tarro.

Y eso era lo segundo terrible: Hickman agarra los FF con Dark Reign, uno de esos status quo que parecen salidos de un libo de ideas prontamente reversibles.¿ A quién se le hubiese ocurrido que “los villanos dominan el mundo” podía durar más de 10 a 14 meses? ¿Y qué lugar le correspondía a un grupo de personajes amorosos y buena onda en ese lugar donde lo que era cool era ser Venom?

El run de Millar, además, no podía haber sido peor: lo que comenzó con grandes expectativas rápidamente fue deteriorándose hasta que Millar dejó los últimos números a la buena de dios, la historia que estaba intentando contar deshilachándose y sin importarle el final, con un Bryan Hitch (que cada día dibuja peor) que no llegaba los tiempos saltando como rata por tirante.

Y lo peor: la serie no tenía chispa, Millar intentaba ser cool y posmoderno pero tenía demasiado respeto, sabía demasiado bien de que estábamos hablando cuando hablábamos de los Fantastic Four y no podía burlarse de eso. Entonces tenía a Doctor Doom como antagonista final, tenía un Galactus muerto, pero Galactus al fin. La perfecta metáfora del run de Millar fueron todas sus declaraciones y pomposidad alrededor de la muerte cierta de Sue, la Mujer Invisible, solo para que al final sea una Sue del futuro, sin ningún tipo de consecuencia real para la historia y el mundo ficcional. Y lo peor, lo que seguramente más le dolió a Millar fue el hecho de que no fue un éxito ni por cerca, que fue su primera serie que no llego a cifras astronómicas de ventas. Millar mismo pareció ir perdiendo el interés, al final, el Doctor Doom sobrevivía durante MILES de años sin una explicación muy clara, entre paneles, solo como un requisito para tener una vuelta de tuerca de último momento que lo involucre. Era perezoso y descuidado y poco inspirado.

Lo interesante que hizo Hickman fue que retomó todas las piezas que estaban desparramadas y comenzó a experimentar entre esos dos extremos que definen a los Fantastic Four: exploración y familia. Entonces, agarró algunos conceptos que había dejado desperdigados Mark Millar (un Galactus del futuro enterrado bajo Nueva York, el mundo paralelo adonde enviaron a los responsables de esto, unos Defenders futuros) y los modifica, casi te diría los evoluciona, para que encajen mejor al lado de los viejos conceptos de Kirby y Stan Lee. Trae de nuevo al Dr. Doom, desarrolla enormemente a Valeria Richards (creación de Claremont, expandida por Waid), comienza a repuntar un Franklin al que durante mucho tiempo se había reducido (por sus poderes inmanejables en una historia de ficción, poderes que provienen de la época Byrne) a ser solo un niño molesto, la serie comienza con Nathaniel Richards, el padre de Reed creado por John Byrne y que también aparece bastante en el ocaso de Tom Defalco. Hay cierta tendencia a hacerse eco de la aproximación holística que impuso Morrison en su trabajo con Batman, con la diferencia que la historia de los FF, por su creación y naturaleza, es mucho menos divergente en tonalidades y temáticas que la de Batman.

Y en gran medida esa consistencia tiene que ver con que FF gira alrededor de una familia. Nunca es muy FF si no están los 4 principales (más abajo discutiré, contradictoriamente, con esta idea al argumentar que Spider-Man funciona). O si faltan, la historia tiene que girar alrededor de esta falta, el agujero que deja y la manera en que nuevas incorporaciones (como cuando nace un nieto) agrandan la familia y rellenan el vacío y la tristeza.

Hickman refuerza ese microcosmos que balancea su rescate de viejas ideas y personajes al intentar darle una nueva vuelta y ampliar el universo en el que se mueven los cuatro protagonistas. Entonces vuelve Doom, pero es un Doom disminuido. E introduce cuatro ciudades destinadas a estar en guerra que abrevan en elementos de Namor, Annihilus, el Mole Man y los Inhumans, pero mezclándolas con otras cosas del universo Marvel como el High Evolutionary y los caballos cósmicos de Power Pack (si, caballos cósmicos) y las tortugas que cambian de forma que eran enemigas de ROM el robot-caballero espacial que Marvel licenció a una compañía juguetera en los 80. Y deforma tanto los aportes de Millar que parece a propósito.

El otro elemento consiste en la ampliación de la familia: Hickman inventa The Future Foundation, una apuesta a futuro de Reed que busca rejuntar a las mentes brillantes más jóvenes de su generación. Entonces hay un par de nuevos atlanteanos, un par de hombres topo evolucionados, el Dragon Man, ese androide de Diablo, mejorado para poder pensar y vuelto abstemio, Alex Powers, de Power Pack, un clon del Wizard. Se van a vivir al edificio Baxter y comienzan a pensar en formas de mejorar el mundo. Y ahí la dinámica comienza a cambiar para algunos personajes.

Si hay un tema en el run de Hickman hasta ahora es la tensión entre el cambio y la comodidad, el duelo entre lo correcto y lo altruista y lo familiar y lo egoísta y la posibilidad de modificar el mundo a coste de un gran precio: a cambio de aquello que te hace humano. En definitiva: ¿frente al universo gigante y ajeno y lleno de posibilidades, elegirías a tu familia? Esta dicotomía está planteada en el primer arco más claramente, en el cual Reed Richards se encuentra con un “concilio” interdimensional de Reeds que “han arreglado todo”: la hambruna, la guerra, los supervillanos, el mundo entero. Pero en los mundos de esos Reeds hay solo eso, Reeds, y no Fantastic Four de ningún tipo. Han abandonado todo aquello que los conectaba con las tristes vidas mundanas a favor del bien máximo. Entonces Reed huye y destruye el portal, el único incapaz de dejar de lado a su familia.

Otra cosa que está muy presente en estos Fantastic Four, que hace que sean bastante adeptos al paladar actual y que, una vez más, remite al Batman de Morrison (entre otros, claro), es su insistencia en “grandes actos”. El primero claramente está dado por los números que van del 570 al 588 y que culmina con la “muerte” de la Antorcha Humana. Este es una especie de armado de los bloques fundamentales y las novedades y remixes que Hickman va introduciendo en la continuidad de la Primera Familia. La segunda etapa se abre con el lanzamiento de FF (Future Foundation) y con el agujero que deja la desaparición de Johnny Storm. Agujero que cubren invitando a Spider-Man a unirse, en una movida que ha sido considerada controversial y antinatural por mucha gente, ya que destruye el concepto de “familia de sangre” que permea a los FF. Pero Spider-Man es una elección natural, es un amigo antiguo de la familia, el superhéroe favorito de Franklin (al menos hasta que su tío se sacrifica por él), amigo de Johnny Storm, con una relación casi de madre e hijo con Sue y capaz de seguir el tren de pensamientos de Reed. Aquí el nuevo status quo de Hickman se apodera de la serie introduciendo tensiones, especialmente con Ben Grimm. Y hasta el momento viene siendo un poco más decepcionante que la primera etapa, sobre todo por su lentitud (todo gira alrededor de un solo arco argumental). El tercer acto ya se vislumbra e involucra el relanzamiento de Fantastic Four con su número 600 (algo que era obvio que iba a suceder, dada la atracción de las compañías de comics por los números redondos) y especulación sobre el retorno de Johnny Storm (una muerte muy poco duradera, incluso para los estándares del comic).

Al mismo tiempo, este comic habla bastante de la circunstancia actual de los comics de superhéroes. Hickman está intentando hacer una serie fantástica y de “gran aventura” en un panorama donde predominan los superhéroes vistos a través de una lente de espías y agencias de gobierno, relacionados todo el tiempo con las agencias de poder y de control. Los Fantastic Four son superhéroes completamente independientes, filántropos, abiertos (¡tienen un maldito edificio!) y parte de su desincronía con el Marvel de Quesada tenía que ver con eso. Por otro lado, Hickman evidentemente tiene una potente relación de influencia con Grant Morrison, cosa que no es descabellada, ya que Hickman claramente, por su trasfondo y sus series anteriores a entrar a Marvel, se quiere presentar como un escritor de comics “inteligente” “de ideas”, que busca retorcer las franquicias en las que trabaja. A diferencia de Morrison, sin embargo, muchas veces sus ideas parecen meras florituras estéticas que se emparentan más con su trasfondo en el diseño que con un conocimiento cierto de cómo realizar una historia emocionalmente satisfactoria. Está aprendiendo, sin embargo, y el arco de la muerte de Johnny Storm y sus consecuencias demuestran bastante profundidad y emoción genuina. Volviendo al punto: uno de los personajes nuevos que introduce es el Anti-Priest, un sacerdote de la iglesia de Annihilus que quiere realizar una especie de “rapture” en la tierra que involucra la invasión y reconfiguración de los seres humanos como huéspedes para la raza insectoide de la Zona Negativa. Y este Anti Priest se parece mucho, pero mucho a… Grant Morrison. ¿Qué es lo que nos está diciendo acá Hickman? ¿Acaso que la tan cacareada idea de Mozz de que estamos en una etapa transicional hacia el ideal del superhéroe, que nuestros cuerpos pueden evolucionar y relacionarse con lo ficcional a través de estos conceptos es en realidad solo un caballo de troya ridículo que precogniza nuestra perdida de humanidad? ¿Qué en realidad tenemos que conservar nuestros rasgos fundamentales, relacionados con aquello que está más cercano, la familia? Si es así, es un pobre mensaje, pero está bien que exista un escritor que reconozca que ya es hora de comenzar a intentar, como se pueda, reemplazar a Morrison como el idea man de los comics de superhéroes norteamericanos. Después de todo, no va a durar para siempre.

Sin embargo, si con Morrison algo parecería pelear, la otra gran influencia de Hickman es inescapable como el tirón de gravedad de una estrella en descomposición y, a pesar de todos sus intentos de ampliar el universo, no puede escapar del hecho de que todo surge de Jack y Stan. Todo. El punto de partida es ese, lo que hay son permutaciones, variaciones, diferencias, manejadas con mayor o menos aplomo y calidad. Un Galactus muerto, nuevos Inhumans, un Dragon Man reformado, nuevas razas atlanteanas. Todo viene de la fuente que fueron los Fantastic Four 1-103. Quizás esa es la maldición y la bendición de estos personajes, lo que los hace tan hermosos: todo está ahí, en ese acto de creación originario, irradiando, contaminando lo sueños de quienes los escriben y dándoles vergüenza, sabiendo que nunca serán tan buenos, pero desesperados por intentarlo de cualquier modo.


Chasing Quitely. (O: dos días en Crack Bang Boom)

Resulta que hace unos cuantos meses me enteré de que había una convención de comics en Rosario (la segunda que se organiza ahí, gracias a los excelentes oficios de Eduardo Risso) en la que venía Frank Quitely, uno de mis artistas favoritos, conocido por All Star Superman, New X-Men, We3 y otros, por su estilo fluido, sus diseños de personajes controversiales y hermosos y por ser uno de los mejores storytellers actualmente trabajando en el negocio.

Luego de mucho dudar, decidimos ponernos en marcha, viajar a la hermosa ciudad fluvial de paseo y turismo y visitar la convención con el objetivo de que me firme mi Absolute All Star Superman y me haga un dibujito, un Jimmy Olsen, un sketchito de nada. También pensé en armar mi primer sketchbook temático, pero luego me olvidé y no compré el cuadernito.

Esta es la triste crónica de lo sucedido.

Sábado.

Luego de levantarnos temprano y sufrir los ruidos de nuestra habitación con vista a la calle (muy bonita, pero se escuchaban todos los colectivos, basureros y niños en rollers que gritaban por la calle), nos levantamos, damos una vuelta, compramos un par de giladas, comemos en un lugar de calidad media (buena suprema, fea paella) y finalmente yo me marcho a la charla de Quitely en el reconvertido (aparentemente hace poco) cine El Cairo. Una muy bonita sala, donde CB Cebulski, gordo piola pero que le rechazó la carpeta a mi amigo personal @rigilk, terminaba de contar cosas sobre que pretendían hacer con las ediciones digitales, porque lo habían vuelto Frankenstein al Punisher y etc.

Luego de un breve movimiento e intercambio de público, mucha gente abandonando el auditorio luego de que Cebulski terminara, llegó Quitely y se sentó adelante flanqueado por su traductor y con Andrés “La Papa” Accorsi haciendo el trabajo de coordinación y preguntación de la charla. A pesar de mis miedos, el auditorio no estaba lleno, aunque si tenía una buena cantidad de gente. Yo llegué frenéticamente a pedir mi entrada creyendo que todos los habitantes de Rosario iban a hacer cola para hacerse firmar las nalgas por Frank Quitely.

La charla tuvo muchas anécdotas y momentos interesantes, de los cuales destaco los siguientes:

– Contó que cuando comenzó a trabajar en Estados Unidos, scouteado por DC, obviamente, y su primer trabajo fue Flex Mentallo, Morrison lo había pedido específicamente por su “visión inocente y poco formada sobre el comic de superhéroes”. Que había leído comics de superhéroes de joven, pero se le había pasado y nunca más los había vuelto a tocar ni con un palo, a pesar de trabajar de dibujante, posiblemente porque en 2000AD no hay superhéroes.

– Contó que Alan Gran le propuso hacer “The Scottish Connection” porque los dos son escoceses y que él se sentía emocionado de trabajar con Grant. Que DC le metió mano un montón al guión, que al principio era más detectivesco y casi no aparecía Batman. Que al final, cuando se lo mostró a su madre, ella dijo “tu dibujo está muy bien” “¿y la historia?” le preguntó. “La historia es una basura” fue su respuesta. Cuando le contó eso a Grant, el tipo le dijo “si, la historia es una mierda, pero no te dije nada porque quería que estuvieses emocionado al dibujarla”.

– Contó que cuando comenzaron The Authority con Millar lo veían como un comic más bien de culto, una cosa que tenía muy buena prensa pero no las ventas espectaculares que o bien tenía y no se habían percatado, o tendría una vez que la agarrasen ellos. Que su objetivo era hacer cosas cada vez más zarpadas, indecentes, sangrientas e irreverentes con un comic de superhéroes. Que cuando crearon el grupo de personajes que se parecían a los Avengers, Joe Quesada y Bill Jemas les dijeron que estaba buenísimo lo que estaban haciendo, que si querían los hagan más parecidos. Que el “Capitán América” tenía un pentágono en el escudo y “Thor” una capa igual a Thor. Pero que en DC Comics les bajaron el pulgar y les pidieron que los hagan más diferentes y que, además, les comenzaron a censurar diversas cosas, con lo cual su arco en The Authority, en vez de ser cada vez más sacado, terminó siendo cada vez más calmo y tranquilo.

– Contó que The Invisibles era su serie favorita cuando salía y que durante un tiempo se sentía secretamente dolido de que Morrison no lo hubiese convocado para dibujarla. Y que finalmente cuando este le dijo que le estaba reservando el número final, se sintió muy halagado.

– Contó que siempre se sabía que no iba a ser el dibujante “regular” de New X-Men. Que todo el mundo sabía que no podía dibujar un comic por mes, que se esperaba que el dibuje los primeros números nomás para demostrar el cambio radical en look y tono de los X-Men de Morrison. Que fue muy raro cuando los fans comenzaron a quejarse de que porque no llegaba a dibujar un comic por mes y quiénes eran esos verduleros que lo reemplazaban. Que en una convención, en una mesa llena de artistas de X-Men de diversas épocas, mientras los fans llegaban con sus carritos llenos de comics para que se los firmen Claremont, Lobdell, Madureira o Romita Jr, se sacaban fotos, les pedían dibujitos, a Morrison y a él se les sentaban lejos, les daban dos o tres cositas con asco y los miraban como diciendo “no me contagies”.

– Contó que se fue de New X-Men porque le salió la posibilidad de trabajar en el hardcover de Endless Nights. Que Karen Berger lo venía persiguiendo a Gaiman hacía años para que vuelva a Sandman y que finalmente lo convenció cuando Gaiman le dijo “convocame a este dream team de artistas internacionales”. Que a su historia la iba a dibujar Moebius, pero al final agarró algo mejor, se colgó y nunca la hizo. Que ahí le pidieron que lo supla, de apuro, y hasta le permitieron entintarse y colorearse, algo que jamás le habían dejado hacer desde sus primeros trabajos en 2000AD y que a partir de ahí se volvió más común. También dijo que no se entinta o colorea más porque ese trabajo se paga mucho menos que el de dibujante y que tiene que parar la olla en su casa.

– Contó que cuando Morrison le vendió We3 como “es un conejo, un gato y un perro con armaduras” él primero pensó que era una broma y luego pensó “Quizás esta es la primera idea de Grant Morrison que no es buena”.

– Lo mejor que dijo sobre All Star Superman tuvo que ver con la adaptación animada. Cuando le preguntaron por ella se hizo un gran silencio y Accorsi lo miró como diciendo «bueno, dejémoslo acá, entiendo». Luego Quitely se recompuso y dijo que quería contar como había sido su experiencia. Dijo que le había llegado el DVD y que había comenzado a verlo con sus tres hijos. Que a los 5 minutos quedaba solo uno «y creo que la seguía viendo porque me tenía lástima» y que, finalmente, a los 15 minutos apareció su madre, que lo había ido a visitar y le dijo «¿no me hacés una taza de té?», ante lo cual él se levantó, apagó el DVD y nunca más la volvió a poner.

– Finalmente los fans hicieron preguntas, en general buenas, se notaba que la gente estaba ahí porque le gustaba el tipo y no porque era un artista internacional más. Lo más interesante de ésta sección fue que Quitely dijo haber hablado con Kristan, esposa y manager de Morrison, y que ésta le había dicho que el Mozz estaba trabajando en el guión para “Pax Americana”, el primer one shot de Multidiversity, la famosa serie anunciada el año pasado sobre las distintas tierras del universo DC. Lo interesante es que el one-shot es una especie de continuación / reinterpretación / versión de Watchmen pero con los personajes originales de la Charlton. Y que probablemente cuando retornase de Rosario ya lo tuviese en su casa para comenzar a dibujar.

Luego de terminada la sesión, se apresuraron a correrlo de la sala, un tanto brusca y desagradablemente, mientras un montón de fans se abigarraban a su alrededor con copias de sus trabajos buscando una mínima firma. Yo ni siquiera tenía la cámara así que me perdí de sacarle fotos detrás de su mesa. Los organizadores anunciaron que el día domingo iba a estar firmando y realizando sketches en la convención, así que yo, viendo el quilombo y sintiendo que estaba molestando a un tipo que no tenía pautada esa situación en este marco, volví a guardar prolijamente mi Absolute All Star Superman, que había cargado desde las 10 de la mañana, en mi bolso y pensé “mañana me firma y me dibuja alguito”. Iluso.

Domingo.

Luego de que la señora del hotel nos dijese que no podíamos dejar nuestro humilde (pero pesado) bolso ahí porque “no iba a haber nadie que nos atienda a la tarde cuando tuviésemos que pasar a buscarlo”, nos dedicamos a vagar por la ciudad mientras lo llevábamos de a dos, cada uno agarrando una tirita. Quisimos ir al museo de arte contemporáneo y estaba cerrado. Fuimos a la costanera, nos sentamos a tomar un café, comimos en un muy bonito restaurant “d’immigranti” y finalmente caímos a la convención tipo 15 hs, yo muy ilusionado por encontrarme con mi héroe y finalmente hacerme firmar el Absolute que había cargado desde las 11 por segundo día consecutivo.

En la convención hacía calor. Mucho calor. Y había varios stands con cosas interesantes para comprar, pero sobre todo españolas. Qué extraño mundo el de las ediciones españolas, tan lindas, tan completas, libracos goooordooos con tapas duras y todo lo que hizo un equipo creativo en una serie, colecciones de libritos de bolsillo cronológicas de la Legión de Superhéroes, hermosas reproducciones en tamaño grande de Green Arrow / Green Lantern. Si no fuesen españolas las compraría con tanto gusto.

Me encuentro con Accorsi y me dice que Quitely andaba dando vueltas por la convención, que el tipo habla un montón, chupa y baila. Aparentemente salió con ellos la noche anterior. Me deprimo un poco más pero me recompongo pensando que todavía no subió a firmar, que ojalá se emocione al ver que tengo una edición tan cara de su trabajo, en un país bananero y espontáneamente decida que no puede dejarme ir sin un dibujo, una dedicatoria.

Finalmente llega, sube a una tarima llena de plumines y lapiceras y la gente comienza
a hacer cola para que les firme. En el medio anuncian que los dibujos van a ser realizados con número. Corro hasta el stand de recepción y pido uno. Me dicen que, en realidad, ese número no da derecho a un dibujo, sino que da derecho a participar en un sorteo mediante el cual se adjudicarán una cantidad limitada de dibujos. Me pongo muy nervioso.

Hago la cola, llega el momento de pasar frente a él y pedirle una firma. Los otros hermosos nerds a mí alrededor se asombran cuando pelo el Absolute. El tipo me mira con buena onda, pero obviamente no se conmueve ni siente una ancestral empatía conmigo. Yo estoy tan abatatado que ni me animo a pedirle que me dedique la firma. Capaz que es mejor así. Me garrapatea “Frank Quitely” sobre el cachete de Superman en la página 3. “Thank you very much” alcanzo a espetarle. “You’re welcome” me contesta con una sonrisa. Tengo la cámara pero me parece muy cholulo sacarme una foto con él.

Llega la hora del sorteo. Estoy, de entrada, desesperanzado. Nunca tuve suerte en estas mierdas. Tengo el número 25. Sale el 22 y el 24. Solo cinco números. El mío no sale. Veo mientras los afortunados saltan y se emocionan y se paran admirados mientras él dibuja y les da un poco de charla. Evidentemente no son sketches, sino comissions hechas y derechas, a página entera.

Finalmente salimos del lugar, nos encontramos con @rigilk a quién Eduardo Risso acaba de criticar la carpeta bastante duramente, nos acordamos de que es domingo y nos tomamos un taxi a la terminal.


Algunos Breves Pensamientos Sobre El Eterno Retorno en Dc Comics.


(La imagen del aviso: la nueva JLA de Johns y Lee)

1) Ayer DC Comics anunció, corriendo el velo de misterio que se había posado sobre su status quo post Flashpoint (el crossover que está ocupando su grilla veraniega) que va a rebootear todo su universo y relanzar TODOS sus títulos desde el número 1. Cosa que obviamente levantó polvareda. Sorprende la “audacia” de decidir relanzar de cero títulos legendarios como Action Comics y Detective Comics, los más antiguos de la editorial y de la industria como todo y que ya se estaban acercando al número 1000. Por supuesto que muchos se han ofendido y muchos más se ofenderán, incluyéndome en un primer momento. Pero me parece que hay matices a esta observación y que la movida responde a un interés editorial más preciso y no-tan-destructivo que lo que a primera vista aparenta.

2) Lo que creo, en primera instancia, es que éste, más que un hard reboot de todas las propiedades desde cero, es un soft reboot de ciertos elementos del universo que no funcionan del todo bien. Y, también, que es un producto de los cambios en las altas esferas creativas que sufrió DC el año pasado. La llegada de Jim Lee y Geoff Johns como co-publisher y chief creative officer, respectivamente, buscaba rescatar al costado creativo de la editorial del micro-micro-management de Dan Didio, que se había expresado catastróficamente entre Countdown y Final Crisis y la había hecho perder muchos lectores. A partir de ese momento se comenzó a percibir un intento de recomposición de las relaciones con los creadores y un fuerte deseo de criar nuevos talentos capaces de reemplazar a Geoff Johns y a Grant Morrison como los capitanes del crucero DC. Por eso le han dado tantas series nuevas a Jeff Lemire o Chris Robertson y han contratado a Paul Cornell de modo exclusivo. Ahora bien, si Johns está al mando de toda ésta operación, y todos los indicios apuntan a que así es, ya que es su miniserie, sus personajes y las declaraciones sobre el post-Flashpoint lo han puesto en primera plana, careciendo, sorprendentemente, de declaraciones fastidiosas de Didio, entonces es muy poco probable que vayan a joder con sus series, especialmente con Green Lantern, gallina de los huevos de oro. Lo mismo para Batman, no se van a meter con Morrison y la intrincada madeja que está tejiendo. Básicamente, porque estas dos franquicias dan guita, venden mucho y porque son, para bien o para mal, las flagship de la editorial en los últimos años. Tampoco creo que se vayan a meter con la Legión, con Firestorm, Aquaman o Deadman, todos personajes tocados con la varita de Johns en los últimos años, reformulados, rescatados o retraídos a un pasado de gloria. ¿Pero qué pasa con Superman, Wonder Woman, los Titans, la JLA, la JSA incluso Flash, todas franquicias que en los últimos años han venido de capa caída, con marchas y contramarchas y cambios de dirección y de equipo creativo? Bueno, para eso está Flashpoint. Probablemente esas sean rebooteadas, reseteadas o sencillamente toqueteadas para limpiarlas un poco y proveerles de un nuevo punto de partida.

3) No creo, entonces, que veamos un reboot completo y radical, empezando de cero. Pero hay que tener en cuenta que, por otro lado, ya es hora de un reboot para el universo DC. El último realmente importante (Crisis on Infinite Earths, Infinite Crisis no cuenta, porque fue para-mundial, o sea, trajo de nuevo el multiverso pero no afectó la trama general de la tierra 0, el punto focal donde viven nuestros héroes) ya tiene más de 25 años. Y el anterior a ese, la Silver Age, sucedió justamente 25 años antes. Es la única forma, lamentablemente, de re-enfocar un universo tendiente al caos. Y nos vamos a tener que acostumbrar a ello, a que siempre las mismas historias sean contadas otra vez, con nuevos creadores que, quizás, agreguen cosas nuevas, y siempre siempre siempre descendiendo en el caos. Porque un universo compartido, en términos superheroicos, es entropía tarde o temprano.

4) Por otro lado, el razonamiento de DC es sólido en términos empresariales. Y bastante astuto. La industria del comic norteamericana viene teniendo, desde principios del año pasado, una tendencia a la baja en sus ventas y al estancamiento y hasta crisis de sus circulaciones y flujos de dinero. Finalmente, la crisis generalizada los alcanzó y, especialmente DC y Marvel, no saben muy bien qué hacer para remontar. La idea de lanzar 52 nuevos números uno responde a eso: vender y mucho. Está empíricamente comprobado que los lectores de comic compran mucho más si es un primer número, y la maquiavélica idea de DC es aumentar de un batacazo todas sus ventas con una masa inmensa de números uno. Esto es algo nunca hecho antes, habría que ver cómo funciona, pero en primera instancia yo no tendría motivos para desconfiar de su éxito. De algún modo este elemento, tan frio, tan calculador, tan contraproducente para la seriedad de la industria, me produce una cierta admiración. Porque ha sido práctica corriente en los últimos años, de ambos lados: cerrar series, relanzar de cero, luego renumerar esa serie nueva de acuerdo a la numeración histórica del personaje desde sus orígenes (o sea, se suman todas las revistas que tuvo Hulk y se llega, ponele, al número 600, se lo pone en la tapa y se lo vende como número aniversario, a los dos años se cierra esa serie y se la relanza de 1, a los dos años se la renumera y así). La audacia y, básicamente, completa desfachatez de hacerlo a un nivel macro me parecen bastante sintomáticas de lo que está pasando con los “panfletos” en la industria y, básicamente, me parece una hija putada sincera. Este aumento será, sin embargo, de corto plazo, pero para suplir ese efecto shock me parece que han tomado la otra decisión realmente revolucionario de estos anuncios.

5) Ésta decisión va en contra de la política corporativa largamente arraigada de DC de ir tranquilos, con la corriente, con su anquilosada y conservadora organización empresarial: cada nuevo número de TODA la línea de comics de DC Comics saldrá el mismo día de su publicación en forma digital, disponible automáticamente para el disfrute en cualquier medio electrónico, Ipad, celular inteligente o quién sabe qué. Esto es realmente revolucionario. Es la primera editorial grande que abraza el formato de distribución digital en forma masiva y que ofrece todo su nuevo producto simultáneamente en él. Es, en primer lugar, una aceptación de la muerte tácita del “panfleto”. Ya nadie quiere una revistita de 22 páginas repleta de anuncios que luego es reemplazada por un libro mucho más resistente. Todos quieren leerlas en sus computadoras. Pero es, además, un vuelco sísmico en la relación con los retailers, con los vendedores de comics que forman parte de la columna vertebral de la organización y la venta de comics en Estados Unidos, que, en verdad, proveen a las editoriales de la gran mayoría de su cash flow. Para mí lo que DC está haciendo es comenzar a soltarles la mano, por un lado, a advertirles que tienen que evolucionar o morir, que el futuro está en ser tiendas de libros especializadas en comics y que, quizás, el direct market como lo conocemos está mucho más cerca de la muerte que lo que pensábamos. Obviamente que Diamond sobrevivirá, es demasiado grande y seguirá distribuyendo otras basuras (y trades). Pero el futuro parece incierto e interesante. DC Comics está intentando suplir sus canales de distribución tradicionales y alcanzar a un mercado que percibe como mucho más grande, que es el de las descargas legales. Si ese nuevo segmento es suficiente para suplir las ventas (un comic digital sale bastante menos que uno real) que se espera que se pierdan a medida que se vayan extinguiendo los panfletos (porque en realidad eso es: un acta de defunción desfasada) solo el tiempo lo dirá. También es un intento de superar y reemplazar a Marvel en la cima de la industria, con el doble batacazo de un aumento en lo digital y en las ventas en papel, y que irá a hacer Marvel ahora es algo que habrá que ver con atención (yo pronostico cambios similares en poco tiempo, a Marvel le importan aún menos los retailers).

6) ¿Creativamente? Creativamente, como todo relaunch, va a ser una bolsa de gatos: algunas cosas estarán bien, otras serán un desastre, muchas series “importantes” probablemente tendrán problemas de periodicidad (¿alguien se imagina una JLA dibujada por Jim Lee que salga a tiempo? No, yo tampoco) y dudo MUCHÍSIMO que de acá a un año Action Comics y Detective Comics (al menos) no retornen a sus numeraciones originales. Desde que salió el aviso se sabe que se viene un comic nuevo de Superman con guiones de Grant Morrison, se rumorea a Deadman en Adventure Comics, un nuevo comic de Batgirl con Barbara Gordon y una nueva visión, más diversa étnicamente y con personajes más jóvenes para el universo DC. Pero eso, lamentablemente, no creo que sea lo realmente importante de este anuncio (¿no vieron que casi ni mencionaron equipos creativos?), lo novedoso está detrás. Lo que estará bien serán las series que ya vienen bien y un par de hallazgos interesantes que se sostengan con equipos creativos coherentes. Que es todo lo que siempre podemos esperar. Tendremos que seguir sufriendo y saber discernir entre la inmensa cantidad de basura que vendrá, pero bueno, la labor del lector de comics de superhéroes siempre fue esa.


Masotta.

(Oscar Masotta, el tercero desde la derecha, en 1958.)

Superhombres, mundos remotos, desdoblamientos de las personalidades y personajes inmortales, recomienzo infinito de anécdotas nuevas sin progresión real del tiempo histórico, personajes que conservan la misma edad a lo largo de veinte o treinta años de apariciones de la tira, fieras y faunas exóticas, ciudades e instrumentos de supertécnica, etc.: se comprende la tentación de explicar el fenómeno de la tira dibujada, su éxito y su popularidad, su carácter de mensaje de masas, a partir de sus efectos y en términos psicológicos (identificación, proyección) o sociológicos.

El “esquematismo” contemporáneo y la historieta, Conciencia y estructura, Pág. 230. 1966.

La historieta es un medio “inteligente” y estético al nivel mismo del contacto: hace posible una cierta contemplación de lo que hace posible constituir el relato. La restricción que obliga al dibujante a traducir hechos de series perceptuales distintas a un verdadero paisaje lunar sin sonidos, ruidos, ni movimientos, y donde las carencias son convertidas en exageraciones y las imposibilidades en efectos, se halla en los fundamentos de una inteligencia comparativa y de una imaginación del espesor del signo. Existe en la historieta y al estado naciente una estética semejante a la que fue introducida en la historia del arte por Schwitters y Duchamp, una táctica analizadora que descompone siempre los mensajes en sus parámetros. La diferencia consiste en que mientras la estética del dadaísmo considera siempre el contexto real como el parámetro que debe ser alcanzado por la transformación, la historieta conserva los resultados de sus traducciones en el interior del marco imaginario.

Reflexiones pre semiológicas sobre la historieta: el ‘esquematismo, Conciencia y estructura, Pág. 286. 1967.

El proyecto de LD –una reflexión militante sobre la historieta- puede parecer complejo, más aún, contradictorio. Ante todo, porque se puede reflexionar sobre la historieta sin que las historietas nos gusten. Y porque tal vez en ninguna época más que en la nuestra, ni de modo más agudo, las cuestiones relativas al gusto se han hecho más chocantes en relación a aquellas referidas a la política, a la ideología, a la moral. Pero nosotros pretendemos escapar tanto a un ideologismo puritano (que siempre nos reprochará que gustemos o gocemos de las cosas) como de un esteticismo aburrido y vacío.

Presentación de LD – Literatura Dibujada. Número #01, Noviembre de 1968.

Contra un decorado de objetos irreconocibles pero duramente perfilados, aparece un universo de relaciones que se resumen y se congelan en un triángulo básico: la gata Krazy, que ama al ratón; éste, Ignatz, que solo busca ladrillos para tirarlos a la cabeza de la gata; y “The Offisa”, el perro, guardián del orden, enamorado de Krazy, el encargado de conducir incansablemente a Ignatz a la cárcel.
(…)
La tradición cuenta que un ratón, enamorado de la beldad, y aconsejado por un adivino, había escrito su declaración de amor en un ladrillo que lanzó a la gata, quién después de recuperarse del desfallecimiento aceptó encantada la proposición del ratón.
(…)
Se entrevé entonces la significación del triángulo, donde el perro, a fuerza de penar al ratón, pone al descubierto completamente el absurdo idealismo de la regla jurídica, mientras que el único realismo reside en el amor de la gata; y la frialdad del ratón es función del instantaneísmo de sus deseos y de su ignorancia de la tradición y la historia: es lo que lo vuelve homogéneo al policía y a la ley.

La historieta en el mundo moderno, Pág. 29-30. 1970.

En primer lugar, la publicidad y las tensiones internas de una sociedad, que al incrementar su industrialización, liberaliza sus costumbres; resultado: afluencia del “girl strip”.

La historieta en el mundo moderno, Pág. 37.

(Sobre Prince Valiant)
Prevalece en la historieta en verdad una pintura no escolástica de la Edad Media y un aire pagano de vida, un cristianismo democrático que se halla en la base, se sabe, de un cierto socialismo utópico.

La historieta en el mundo moderno, Pág. 58.

(Sobre Peanuts)
Schulz, que es amado por todo el mundo, ha sido aceptado por marxistas y cristianos.
Los pibes de Schulz, seres inseguros que desean ser amados, no solo son individuos psicológicos, sino que lo son obviamente. El desciframiento del comportamiento del personaje, en clave psiquiátrica y psicoanalítica, es ofrecido al lector con el comportamiento mismo.

La historieta en el mundo moderno, Pág. 75.

Dick Fulmine fue realmente un superhéroe “a la italiana”, que no sobresalía más que por su fuerza física: de enorme caja torácica, mentón cuadrado y un rostro dibujado según un esquema que hoy nos parece combinar admirablemente los de Clark Kent y los de Mussolini.

La historieta en el mundo moderno, Pág. 129-130.


¿The Greatest Show On Earth?

Sobre Blackest Night y Siege.

1) Partamos de una base que todos conocemos: el comic es un arte narrativo que se basa en el desplazamiento del tiempo en el espacio. O sea: un cuadrito, al lado del otro, al lado del otro, van representando momentos temporales al tiempo que configuran una página sobre la cual tenemos que desplazarnos. Es el único arte en el cual la espacialidad narrativa está tan presente, que cuenta con unidades de sentido cuya composición nos pone más difícil o más fácil la lectura. La manera en que están ordenados los cuadritos condiciona la velocidad de lectura y un buen artista es capaz de acelerar o demorar nuestra visión con pura plasticidad. Es por ello que la virtud cardinal de cualquier artista de comics, antes que ser un buen dibujante, es ser un buen story-teller (o un buen story teller empeñado en oscurecerlo).

2) En segundo lugar, hay que detenerse sobre la absoluta originalidad de ese experimento de narrativa que son los universos DC y Marvel. Prácticamente ninguna otra porción de cultura popular fantástica funciona de la manera en que, por composición de la industria, tradición y formato de producción, estos funcionan. Las características han sido reproducidas hasta el hartazgo pero vale la pena volver a mencionarlas aquí: miles de manos, personajes cuyas hazañas son seguidas durante décadas, continuo crecimiento de su bóveda intelectual, que es acompañado por un descarte de personajes por temporadas más o menos largas, enrevesadísima continuidad en donde todo (o nada) puede valer simultáneamente de acuerdo al humor del creador y editor de turno. Buffy no funciona así, Harry Potter no funciona así, Lord Of The Rings no funciona así. Quizás los ejemplos que más se acerquen sean Doctor Who o el Star Wars más amplio, que Lucas con su anal retentivismo no aprueba.

3) El tema es el siguiente: al mismo tiempo que el comic como unidad consiste en una narrativa que se expresa en un espacio temporal, los universos superheroicos consisten en una acumulación de narrativa en la cual la unidad básica es el comic book, publicado en un momento que se encadena con otros, mes a mes, acumulando a lo largo del tiempo (real, cronológico, histórico) una gigantesca historia que no es jamás totalmente descartada. Cada comic es un átomo en una construcción gigantesca que sigue creciendo e intimida por su complejidad, por su proliferación de personajes, por sus detalles, por sus eventos interminablemente renovados porque algo hay que publicar y algo hay que contar.

4) El mega-evento, entonces, no es una anormalidad. El mega-evento es la condición natural de un universo en el cual las referencias han crecido hasta tal punto de colapsar sobre sí mismas. Lo que los fanáticos quieren, ven y reclaman en el mega evento es un deseo de que la temporalidad COMPLETA de la historia de sus respectivos universos colapse sobre sí misma en un solo espacio: una mini-serie de entre 6 y 12 números. Eso es lo que fue Crisis, originalmente y por eso tuvo tanto éxito. Detrás de las altisonantes declaraciones de cambios cataclísmicos y modificaciones en los personajes lo que se oculta es un deseo pueril: queremos verlos a TODOS juntos, queremos sentir que nuestra juventud desperdiciada consumiendo ínfimas porciones de datos (como la identidad del Bug Eyed Bandit o la relación exacta entre el Absorbing Man y Titania) se vean validados por una aparición en ese gargantúa ya refinado que es el cross-over. Que se nos muestren como asuntos importantes. Que se nos haga el juego.

5) La función ostensible del cross-over, o sea, el establecimiento de un nuevo status quo en un determinado universo superheroico, fue en un principio un hecho primario pero hoy en día funciona secundariamente. El cross-over es la única forma narrativa posible mediante la cual se puede manejar con cierta racionalidad el avance de semejante monstruo de miles de cabezas que es un universo superheroico. Por la manera en que este ha acumulado piezas diversas que constituyen su cuerpo entero (cada falange de sus dedos = una historia complicadísima que debe ser reconocida en orden para dar un paso) la acumulación de personajes en un solo espacio tendiente a la saturación es la forma aceptada para mover al siguiente casillero a la entidad conocida como “Universo DC” o “Universo Marvel”.

6) Obviamente, un cross-over que llevase este pensamiento a su conclusión lógica, donde esta densidad colapsase sobre sí misma, sería incomprensible. Miles de personitas corriendo de acá para allá, cada una afectada de diversa manera por El Evento Que Nos Pone En Peligro, cada una entreverada en su propia historia, sin orden ni concierto. Una verdadera “Comedia Humana” superheroica se asemejaría bastante a la vida: caos y coincidencia, aleatoriedad e incomprensión. Es por ello que “Final Crisis”, con todas sus fallas, es un experimento de una bravura increíble porque apuesta justamente a esa destrucción progresiva del sentido. El comic superheroico como forma a caballo entre la novela realista del siglo XIX y la novela moderna del XX.

7) Es por ello, por la tentación del caos crepitante (además de por una industria naturalmente conservadora) que se ha impuesto un orden narrativo tradicional para estos eventos. Este consiste en lo siguiente: naturalidad (cada héroe en lo suyo, parece un día normal) – primeras señales de que algo anda mal (alguien desaparece, muere o es atacado) – revelación de la amenazarápidas y devastadoras conquistas de la amenaza que parece tener un plan infalibledescubrimiento por parte de un puñado de héroes de sus debilidades o de alguna pieza de información que les permitirá dar vuelta la tortillarally de las fuerzasataque finaltriunfo que deja algunos cabos sueltos que permitirán que la maquinaria de movimiento perpetuo editorial continúe adelante. El éxito y la alegría que uno extrae de un cross-over esta dado por cuan efectivamente se encuentre montada esta estructura típica.

8) Por otro lado, la muerte todavía es considerada un elemento narrativo de peso, destinado a introducir un verdadero “evento”, a puntuar una historia con aquello que, por ser irreversible en la vida real, todavía carga un halo de importancia en el universo ficcional. Todos los cross-overs, además de sus amenazas al status quo, incluyen una o varias muertes, como para remarcar que lo que se cuenta es de algo importante, para enojar a algunos o entusiasmar a otros. Siempre se dice que estas muertes son importantes para la narrativa, pero en el fondo son elementos contingentes. En realidad pueden tener significación para un período de tiempo de 5 o 10 años en la historia total de Marvel o DC, lo cual las vuelve importantes. Pero siempre serán revertidas. En algunos casos esto será motivo de tristeza o de alegría, pero siempre teñida, en nosotros los fans, con un grado de amargura.

9) Y, así, finalmente, llegamos a lo que ostensiblemente es el tema de este post: «Blackest Night» y «Siege», los mega eventos de DC y Marvel (respectivamente) publicados entre finales del año pasado hasta mitades de este. Ambos son, como el año pasado, dos eventos que se supone fluyen orgánicamente del trabajo que sus autores habían realizado con el género en los últimos años (Brian Michael Bendis en el caso de Marvel, Geoff Johns en DC). El mecanismo perverso del cross-over, además, no permite su existencia en el vacío. Es imposible concebir un cross-over guionado por un don nadie, concebido de la nada misma. Tiene que ser el desarrollo del trabajo de su “creador” más destacado, lo cual obviamente implica una anticipación y emoción mucho mayor. El epítome de la despersonalización narrativa (obvio, los personajes importan, pero en realidad lo que interesa es el UNIVERSO) recubierto del aura dorada del creador individual, que en realidad es solo el canal por el cual transcurren los hechos y se alzan los ladrillos de la acumulación de propiedad intelectual de la compañía.

10) Del cross-over se pueden decir muchas cosas, menos que no sea efectivo. O sea: a pesar de este desglose cuidadoso y obsesivo de sus particularidades, no diremos que no nos emociona a la hora de su aparición, que, mínimamente, queremos saber lo que va a pasar. Queremos saber porque la observación de esos personajes ha ocupado una porción de nuestras propias vidas. Hemos caído, somos adictos, y el espiral de la narración superheroica nos interpela en búsqueda de un final que nunca llegará. Esa gratificación siempre diferida es aquello que nos hace pensar quizás ahora esté bueno.

11) Decía, entonces, que son producto del trabajo realizado en los últimos años por Bendis en los Avengers y por Johns en Green Lantern. De parte de Bendis, esto significa básicamente esa telenovela de espionaje y resistencia que construyó alrededor de Luke Cage y sus vengadores urbanos, escapando primero de la tecnocracia legislativa de Tony Stark y luego de la corrupción neocon de Norman Osborn. O sea: la salida a esa espiral de continuo falso realismo con ánimos de relevancia política que fue el universo Marvel en los últimos 5 años. En el caso de Johns, es el gran climax a su ampliación del universo Green Lantern hacía confines cada vez más inverosímiles que involucran anillos de diversos colores y una plétora de alienígenas al servicio de ejércitos fundados en la creencia en un sentimiento (¿religiones new age armadas?). Como se ve, dos visiones totalmente contrapuestas. Bendis es gris, cemento y concreto, responsabilidad y lucha, mientras que Johns es color, exageración, poder de voluntad y mágicas fuerzas naturales. Una postal de sus respectivos universos.

12) «Blackest Night» se suponía que, además, era una exploración de lo que significaba la muerte en un universo superheroico. En la gran cosmogonía Johnsiana, los sentimientos son 7 y cada uno tiene su batería de poder y su escuadrón de guerreros, pero la negación absoluta de ellos es la muerte (lo cual es un poco raro, pero funciona mejor de lo que debería). El problema es que semejante esbozo metafísico que podría haber significado un apuntalamiento metafórico interesante es pasada por alto. O sea: básicamente el maloso principal “puso en reserva” las miles de muertes de personajes principales en los últimos años del DCU para “aprovecharlas” y volverlos Linternas Negros (como los Pitufos) en su momento de gloria. Y la serie termina con una de esas aclaraciones recursivas, destinadas a que les falten el respeto de que “la muerte es muerte ahora”. El tema, aquello que tanto Johns (como Quesada en su primera época como editor en jefe) y tantos otros no perciben, es que una exploración de la muerte en Marvel o DC debería incorporar aquello que esta tiene de particular, que básicamente es su condición de puerta giratoria. Intentar ocultarlo o corregirlo es una empresa destinada al fracaso. Habría que SUBRAYARLO. Que denotar que siempre existe la posibilidad de que se vuelva, pero que en el fondo no se sabe a ciencia cierta. Que MEJOR que esa angustia interminable de vivir en la incertidumbre continua. Un universo sin duelo, sin procesamiento del dolor, un universo en que en cualquier momento se puede volver como gemelo malvado o zombie. Yo banco a Johns, pero el problema es que, comunmente, su ejecución no está a la altura de sus ideas.

13) Me doy cuenta que no he resumido el “argumento” de las dos principales sagas. Lo hagamos rápido. “Blackest Night”: llega la muerte en forma de batería de poder, resucita a un montón de héroes y villanos caídos que vuelven en un formato sádico y despreciable hasta que finalmente Hal Jordan y los cuerpos de color encuentran la forma de derrotar a Nekron (el avatar de la muerte). Consecuencias: un montón de héroes revividos que deben encontrar su lugar en el mundo. “Siege”: Norman Osborn finalmente sucumbe a su locura y su hubris y se decide a invadir Asgard (que se encuentra flotando sobre el medio oeste norteamericano), engañado por Loki y con el objetivo de solidificar su poder como súper policía del mundo. Consecuencias: Osborn en cana, Steve Rogers como el nuevo súper policía y una promesa de un mañana más brillante y heroico.

14) Si “Blackest Night” intenta ser metafísica, “Siege” intenta ser política. Su idea básica es que luego de años de gobiernos ficcionales (interesante y retorcido hallazgo el de Marvel: objetivamente la figura de autoridad es aquella que está a la cabeza de la fuerza de seguridad, no hay realmente “presidentes”, esos putos, en el comic de Marvel) que han coartado las libertades individuales finalmente el peor de todos comete un error mortal que hace caer por su propio peso y corrupción su administración. Quizás es una metáfora diferida del fin de la era Bush, pero semejante pretensión, la verdad, me produce vergüenza ajena de solo tipearla. Quizás lo más notorio sea la admisión de que ahora se viene una época “heroica”. ¿Y qué nos pasamos leyendo los últimos 5 años? Un nuevo subgénero, inédito: héroes en sótanos mugrosos. El intento de comentario político se ve desbaratado desde el momento en que a) está desfasado, b) su resolución solo promete un nuevo estado del campo intrínseco a la lógica del comic de superhéroes, c) el villano gigante del final es The Sentry (por otro lado, lo único bueno de este cross-over: la muerte de The Sentry finalmente libera a los lectores de tener que soportar a ese aborto espantoso y patético de personaje).

15) En definitiva, muchachos, ¿que hemos aprendido? Que los cross-overs, a pesar de sus intentos de tematizar sus eventos, solo pueden hablar de su mismos, porque la especificidad de los universos Marvel y DC vuelve incompatible cualquier comparación con el afuera. A duras penas se asemejan a otras formas de ficción fantástica, ¿qué carajo se van a asemejar a la vida real, la política, la muerte y el amor? La perversidad es que seguiremos leyéndolos (comprándolos no porque…bueno…uds saben), persiguiendo aquello que siempre diferirán: un final, un cambio en el status quo que otorgue un cierre feliz. Cuando funcionan, nos elevan el espíritu y nos muestran un mundo en el que podemos cambiar todo el sistema que nnos rodea con voluntarismo. Cuando fracasan, nos hacen pensar en nuestra inexorable mortalidad, en el momento en que el universo real consumirá todo.