El Proyecto JLA (Parte 01).
(Siendo un análisis extremadamente prolongado de cada relanzamiento del famoso grupo de superhéroes escrito por alguien que debería utilizar su tiempo en cosas más productivas).
Ha sido un largo año de rayos y centellas en el cual el New 52 ha demostrado no ser todo aquello que se esperaba que fuese. En su momento, cuando salió el número 1 de la Justice League, una idea germinó en mi cerebro: ¿Qué tal si hago una reseña de cada relanzamiento de la Liga de la Justicia? Era un proyecto que encajaba perfecto en mi amor por todas las cosas seriadas, los problemas de continuidad y la idea de que un mismo concepto puede disfrazarse de distintas cosas a medida que pasa el tiempo.
Luego me olvidé de ello, y a medida que leía el nuevo DC la verdad que mis ganas se disiparon. Pero en algún momento del año pasado el proyecto reflotó y escribí una cosa larguísima, en la que descubro varias cosas y me decepciono otro tanto. Como es muy largo, va a ir en tres posteos consecutivos. Aquí va el primero, que cubre sus encarnaciones clásicas.
The City And The City.
Así que te mudas a una nueva ciudad y, luego de vivir un par de semanas ahí, alguien te dice que los chicos del delivery de toda la urbe en realidad forman parte de una secta entrenada de ninjas que salta de techo en techo llevando tu pedido. A partir de ese día los mirás con cuidado y ellos te observan desconcertados, como diciendo “¿que le pasa a este enfermo?”. Tus intercambios comerciales en la puerta del departamento se vuelven pequeñas actuaciones de sospecha y paranoia. Por las dudas, siempre dejás una generosa propina.
100 Años de Historieta Argentina.
La mayoría de ustedes no lo sabrá porque en general estos dos universos no se chocan mucho, pero a lo largo de este año estuve colaborando con una serie de artículos cortos para celebrar los 100 años de la historieta argentina en el sitio web de Comiqueando, la revista de comics más reconocida y antigua de Argentina.
Publicados entre Marzo y Diciembre, la serie terminó hace dos días y me parece entonces una buena ocasión para linkearlos por completo, ya que no solamente van a poder leer lo que (con mayor o menor suerte) escribí yo, sino también grandes textos de Laura Vázquez, Pablo Turnes, José María Gutierrez, Andrés y Diego Accorsi y otros excelentes críticos de comics argentinos, que completan un panorama más que interesante de la historieta vernácula en estos 100 años. Dios sabe que es un panorama mucho más rico que el que yo imaginaba cuando comencé a escribirlos.
Sin más preámbulo, los links, espero que los disfruten:
– Parte 1.
– Parte 2.
– Parte 3.
– Parte 4.
– Parte 5.
– Parte 6.
– Parte 7.
– Parte 8.
– Parte 9.
– Parte 10.
Lombroso, Landru & Landrú.
En el siglo XIX, por ejemplo, nos encontramos con el uso instrumental de la fotografía en según que prácticas administrativas privilegiadas y en los discursos profesionalizados de las nuevas ciencias sociales – antropología, criminología, anatomía médica, psiquiatría, salud pública, urbanismo, saneamiento, etcétera- (…) En la terminología de aquellos discursos, las clases trabajadoras, los pueblos colonizados, los criminales, los pobres, los habitantes de infraviviendas, los enfermos o los locos eran designados como los objetos pasivos (…) de conocimiento. Sometidos a una mirada escrutadora, forzados a emitir signos, pero apartados del control del significado, esos grupos eran representados e intencionadamente mostrados como incapaces de hablar, actuar u organizarse a sí mismos. La retórica de la documentación fotográfica en este período (…) es por tanto una retórica de precisión, medición, cálculo y comprobación, que separa sus objetos de conocimiento unos de otros, huye de la apelación emocional y la dramatización y hace depender su posición de reglas y protocolos de carácter técnico (…) Como estrategia de control, su éxito se ha exagerado en exceso; pero como estrategia de representación, sus argumentos y consecuencias permanecen en buen parte vigentes
Cesare Lombroso fue un teórico italiano, pionero en el naciente campo de la criminología. Lombroso creía que los criminales podían ser reconocidos mediante sus deformaciones físicas, que la criminalidad era una forma de imbecilidad hereditaria que se traslucía en los rasgos, en los labios simioides, el cráneo prominente, el ceño hirsuto, la piel rugosa y las uñas largas, el tamaño de las orejas. Impulsado por el fanatismo positivista de mitades a finales del siglo XIX y su manía por medir todo y compilarlo en grandes tratados que demostraban más allá de toda duda que el ser humano era un ser de hábitos regulares, Lombroso tuvo una gran prédica por Europa, justificando los prejuicios largamente arraigados de un continente que finalmente iba a conquistar al mundo.
Una Cita Sobre El Arte.
– Cuando se toma un camino equivocado – dijo – mientras más oficio y dotes naturales se poseen, se hacen cosas cada vez más detestables. Se avanza más y más en el error.
Pero Isabel estaba decidida a elogiar la pintura de mi padre.
– ¡Que absurdo! – dijo – Tu no habías elegido un camino equivocado.
Mi padre admitió que él, estéticamente, había sido muy ambicioso. Pero esa misma actitud le exigía sacrificios y luchas que no tuvo el valor de afrontar:
– Y hacerlos con exaltación, con entusiasmo. Tener esa expresión rebelde y optimista de que hablaba mi mujer y que yo he perdido para siempre.
Isabel pensaba en sacrificios y luchas materiales. Según mi padre, se trataba de luchar contra el miedo, la inercia, la rutina, los sentimientos convencionales, las ideas hechas, la facilidad. El artista debe vivir en perpetuo antagonismo.
– Usted postula una rebelión sistemática que conduce a la soledad – exclamo Núñez – Y no es bueno que el hombre esté solo, como dice el Génesis. El artista no debe sustraerse al espíritu de su tiempo.
– Habría que saber – replicó mi padre – si lo que sobrevive de una época no es aquello que parecía más en pugna con la época misma. Un periodista inglés ha escrito que cuando los sociólogos hablan de la necesidad de conformarnos al espíritu de nuestro tiempo, olvidan que nuestro tiempo es la obra de unos pocos que no quisieron conformarse con nada. Sí, ya sabemos. No conviene apartarse de los demás, aislarse. Pero en las sociedades burguesas el artista ha perdido toda función y tiene que aislarse, necesariamente. Quizá la obra de arte sea la venganza del individuo aislado.
A Núñez le parecía una concepción exagerada e inhumana. Pero mi padre aludió a ciertas manifestaciones de la música y de la pintura modernas. Lo que había en ellas de nuevo, de específicamente nuevo, era una nota inhumana, anárquica:
– Son la reacción del artista a la hostilidad más o menos encubierta del medio en que actúa. Hoy por hoy, esa hostilidad es el único estímulo del artista.
– Usted exagera – replicó Núñez.
Pero mi padre hablaba sin ánimo de protesta. Estaba de acuerdo, además, en que toda obra de arte lleva en sí un germen disolvente. Al ofrecernos una visión de las cosas que hasta ese momento no teníamos, nos propone un orden nuevo, incesantemente nuevo. La sociedad, desde su punto de vista, hacía bien en mostrarse hostil a los artistas.
– No me negará usted – agregó – que en su indiferencia hay mucho de hostil. Mejor dicho, es siempre hostil, hasta cuando finge ponerse de parte de ellos, porque entonces protege el arte mundano o académico, es decir, continúa persiguiendo indirectamente a los artistas verdaderos. Trata de aplastarlos por todos los medios.
– Es una injusticia – dijo mi madre.
– ¡Bah! Los débiles sucumben, tanto mejor. En mi caso, por ejemplo, como no me sentía con fuerzas para la lucha, preferí renunciar a la pintura.
– El señor Heredia se puso de parte de la sociedad – dijo Núñez con sorna.
Mi padre contestó sonriendo:
– No se imagina hasta que punto. Soy fiscal del crimen.