Un buen show.
(una serie de apuntes y observaciones sobre los shows de música en vivo en el Río de la Plata)
– El año pasado Bruce Springsteen dio uno de los shows más memorables que tuve la oportunidad de presenciar, una avalancha musical que dejó a las miles de personas que presenciaron el show con el corazón gordísimo y contento. No voy a decir ninguna novedad: The Boss es un performer brillante, un experto, un atleta: Siempre corriendo, sonriendo, agitando, cantando y aporreando su guitarra como si fuese su último día en el mundo. Es obvio que le encanta tocar en vivo y seguramente es lo que más le gusta hacer en su vida, pero también es un hecho que no en todos los shows estará exactamente igual, del mismo ánimo. Algún día estará un poco enfermo, otro día tendrá un monitoreo mediocre, o estará de mal humor por quien sabe qué. Pero estoy segurísimo que cualquiera de esos días, Springsteen daría un show exactamente igual al de cualquier otro día, por que el loco sabe que está haciendo un show y tiene que entregarle todo a su público. Es gente trabajando, con amor.
– No fui a ver a los Pixies al Rock n’ Fall, con su nueva bajista, pero recuerdo el show anterior hace unos años y me pareció fantástico. Fue un show de reunión – a quien vamos a engañar – pero de cualquier forma, tocaron muy bien, las canciones sonaban perfectas, y había una energía linda en escenario. Como todos los shows de Pixies, no se movían casi nada, tocaban quietos, estáticos: Ese es su show.
En fin, Kim Deal decidió irse de los pixies, consiguieron a otra bajista que duro unos meses y la rajaron inmediatamente. ¿La razón? La muchacha agitaba en vivo, arengaba al público como loca y en un show se tiró al público re sacada. El manager le dijo que no podía hacer eso. Por que Los Pixies no hacían eso. Y tenía razón. Como dije, no fui al último show en Montevideo pero por lo poco que vi, su nueva bajista Paz Lenchantin se mueve y agita acorde y en coherencia con el resto de los músicos.
– Hace unas semanas conocí a los Sleaford Mods, extraña y fantástica banda inglesa que hacen una especie de post-punk mezclado con spoken word, todo sumamente inglés, todo muy working class.
Luego de ver un videoclip, por curiosidad, busqué un video para ver como era su show en vivo. Lo que me encontré fue genial: Un micrófono, el cantante haciendo su recitado, y una mesa, con una laptop, y el otro integrante de la banda tomando una birra parado. Ni le da bola a la pc, que seguramente este con el windows media player tirando la pista, pero está ahí, parado, mirando al cantante de a ratos. Me pareció perfecto y refrescante.
– Antes de tocar por primera vez con los chilenos Dënver, con Flavio de Carmen Sandiego vimos algunos videos de ellos en vivo, a ver que tal. Para nuestra sorpresa, había una teatralización en escenario: Mariana movía los brazos ¡daba bailecitos! ¡Tocaba el teclado dramáticamente en cierta parte de una canción! ¡Blasfemia!
«Los chilenos tienen una relación muy distinta con el pop que la que tenemos nosotros», me decía Flavio. Luego tocamos con ellos en Chile, donde también tocamos con Fakuta, que durante una canción no tuvo el más mínimo reparo en hacer una pequeña coreografía con sus 2 coristas. Era bonito y natural. Son cosas que acá uno nunca vería en un show normal.
– ¿Por qué? Porque es de puto, porque está mal. Vos te subís al escenario y tocas tu instrumento, loco. Nada de caras, por que es todo posta, por que sos del barrio, venís a tocar y te bajás, y arriba y abajo del escenario tiene que ser lo mismo, o al menos fingirlo. ¿De donde salió esa connotación tan negativa a la performance? ¿Cuando comenzó? Fue culpa del punk? ¿De Sumo y Redonditos de ricota? ¿de la futbolización, de la creación de El Aguante? ¿Desde cuando se tiene que alabar eternamente a Lou Reed pero está mal imitar a Brian Ferry y a David Byrne, que son igual de idolatrados por los cánones del Rock? ¿De donde sale todo ese miedo a actuar, a moverse, a teatralizar, a acompañar la música con otros movimientos?
– Hay algunos casos y excepciones a la regla, que contarían pero como que no. La Tabaré en Montevideo siempre tuvo su lado teatral / cirquense, mientras que Babasónicos tuvieron siempre la claridad de cagarse en todo en sus inicios, cosa que cumplieron, y nunca le temieron al ridículo, aunque lo que hagan ahora sea una porquería. Sin ir más lejos, Pedro Dalton de Buenos Muchachos se permite unos malabarismos muy influenciados de Tom Waits y Nick Cave, y lo hace muy bien, pero sigue sin ser más que una excepción a la regla. Una banda nueva, joven, no tiene otra opción que estar ante ese yugo invisible, esa regla no escrita de que hay que tocar de cierta forma, encarando el escenario de una forma específica. Las otras formas están prohibidas. ¿Qué onda? Es obvio que no planteo que todas las bandas tengan que ser así – sería absurdo y ridículo – pero es muy llamativo como hay tanta falsa creencia de que la no-performance es más «auténtica» o «valiosa» que cualquier otra forma de comportarse en un escenario. Y eso es una mentira. Un show es un show, siempre es falso, siempre es una actuación. No importa cuanto quieras mostrar que no es así.
está bueno lo que contás, ezequiel. me interesa mucho ese tipo de debate… de hecho, tengo de base esa contradicción… porque estoy marcado más por duran duran que por lou reed… y es por eso que no pude entender la reacción negativa del teatro de verano hacia los vampire weekend. son cosas.
Pregunta: ¿Pasa eso en Buenos Aire también?
joer por culo