El Proyecto JLA (Parte 03).

JLA #01 (1996).

Finalmente, llegamos al segundo relanzamiento que vale la pena de la Liga post-Crisis. Y el último, por ahora. Le entregan a Grant Morrison, quién en aquel entonces todavía no era una super-estrella, las llaves del auto familiar. Y éste realiza, por primera vez en un escenario tan grande, su tradicional operación de nuevo-y-viejo. Rescatar lo viejo que vale la pena, el concepto principal, y rodearlo de ideas nuevas, de una pintura totalmente moderna, que confunde a los puristas pero oculta un corazón clásico.

La JLA de Morrison (y ahora es JLA, como si eso sencillamente significase TODO, ya no importa si es de América o si es de Justicia, es una sigla, un sello, una agencia gubernamental, un mantra) es un retorno a la idea de los Superhéroes Más Grandes Del Mundo. Pero acompañados de desafíos (y un estilo taquigráfico de escritura) acorde a los grandes momentos que se supone que viven estos seres. La Liga de Morrison está hecha de situaciones en las cuales todo parece perdido, de grandes frases, de escenas en las cuales con uno o dos gestos corta al núcleo de los personajes, de rescates de último minuto. Como el “I know who you are” del primer arco, o la bala al cerebro de Darkseid, o el ojo parpadeando bajo el lago.

Para acompañar este retorno a la grandeza, Morrison redujo en principio el elenco a los “Siete Grandes”, uno de los detalles más recordados de esta época, pero que olvida que prontamente la pobló de múltiples personajes secundarios. Y lo curioso es que esas adiciones son totalmente de su época: Steel, Aztek, Zauriel, Oracle, son todos personajes solo posibles a mitad de los 90s, que la vuelven totalmente de su tiempo, de una buena manera. Como toda serie de Morrison, todo apunta a un final pre-ordenado al principio, al combate contra un enemigo final. JLA, sin embargo, es una serie donde  Morrison estructura los arcos de una forma continuamente creciente. Siempre pensé que es en esta serie donde el escocés de algún modo inventa aquello que luego será conocido como el estilo wide-screen de comics, un par de años antes que The Authority. La diferencia es que Ellis tenía un concepto y a Bryan Hitch, mientras que Morrison solo tenía una idea difusa y a Howard Porter (cuyo dibujo plástico, brillante, colorido, carente de perspectiva y de narración clara es quizás el defecto más grande de este período).

El primer número es un affaire bastante tranquilo en el que se nos presentan a los nuevos villanos, se ataca a los héroes y se los junta a todos en un mismo lugar (exceptuando a Aquaman, que aparece recién en el próximo número). En comparación con los comics actuales, sin embargo, es una aventura rapidísima. A la vez, todo el primer arco saca parte de su inspiración (y sus títulos!) del sustrato de ciencia ficción absurdo que también cubrió a la primera JLA, la de los sesentas, con sus Kanjar Ro’s, Gamma Gongs, Desperos y Starros. Todo lo viejo es nuevo de nuevo pero de una manera que resalta lo maravilloso y obvia lo aburrido. En el medio del número, está la clásica destrucción del viejo equipo post-Zero Hour, que en la práctica ya no existía más.

Hay una cierta generación de lector que creció en los 80s y se vio arruinado por la rápida sucesión de la Liga de Giffen y la Liga de Morrison. Pensamos, por un breve tiempo, que la liga podría ser sobre ALGO, que podría ser un comic divertido, o un comic grandioso, y no solamente la colección de un montón de personajes taquilleros. Los próximos relanzamientos se encargarán de probarnos lo contrario.

La base que estableció Morrison durará bastante tiempo, siendo continuado con diverso éxito por Mark Waid y Joe Kelly, a pesar de que con el tiempo serían víctimas de la erosión tan común en la Liga que hace que la mayoría de los personajes importantes desaparezcan para ser reemplazados por segundones. El último clavo en el cajón de esta versión sería Identity Crisis, que haría estallar la imagen de los héroes más puros del mundo yendo al pasado y violándolo, específicamente la etapa del satélite, la más recordada de la JLA clásica. Si Morrison intentó volver a Gardner Fox con una sensibilidad futurista, Identity Crisis avanza a los 70s y los deforma en sintonía con un absurdo deseo de relevancia, en un comic que siempre estuvo mejor cuando solamente trataba sobre héroes brillantes y sonrientes. Luego vendría Superboy Prime y sus puños y no habría mejor momento para realizar un nuevo relanzamiento.

Justice League of America #01 (2006).

Este relanzamiento se sucede a Identity Crisis e Infinite Crisis, esos dos pedazos de mierda con forma de “historia” que machacaron insistentemente sobre la disolución de la “trinidad” (otro concepto innecesario) de Batman, Wonder Woman y Superman mediante la sospecha, la paranoia y el actuar salvajemente fuera de personaje.

Encargada la Liga a Brad Meltzer (también responsable de Identity Crisis), uno de los tipos con éxito más inexplicables de la faz de la tierra, su objetivo sería reconstruir aquello que rompió con un estilo de escritura de cuarta: esa confianza, esa “amistad”, entre los héroes más grandes de DC. Y ese propósito lo resuelve sentándolos durante 22 páginas a discutir el futuro plantel de la Liga de la Justicia en la Baticueva. Una cosa insufrible e insoportable donde los personajes se llaman continuamente por su nombre de pila, donde se pasan fotos en donde están un montón de héroes y votan, deciden quién entra y quién no, como si fuesen el comité de una multinacional en una especie de búsqueda de trabajo. Pero sacándose la ficha continuamente porque ESTA GENTE SE CONOCE Y SE QUIERE MUCHO.

Hay pocas palabras para describir el asco que me produce este relanzamiento de la Liga. Meltzer es un patán sin talento, que escribe como si nunca jamás hubiese visto a personas reales hablar, cuya comprensión del género superheroico se reduce a la formula “spandex + lágrimas”. Encima está acompañado por el infame Ed Benes, un tipo que jamás debería haberse elevado de dibujar cosas como Bloodsport o Brigade o alguna otra serie de Image de los 90s, pero por algún error del destino, la mitad de los 2000s lo encuentran en la devaluada posición de artista hot. Dibuja como era de esperar de él: cuerpos absurdos, mucho cross hatching, caras con emociones implausibles, culos brillantes. Ed Benes es un atentado contra tus ojos y dibujaba el título más importante de DC Comics.

Además, la formación del equipo de Meltzer está empapada de nostalgia, nostalgia por lo peor de una época de la Liga (el satélite) que, como vimos, si bien es mejor que sus primeros años, tampoco es ninguna maravilla. Le encanta Red Tornado. De hecho todo el primer arco argumental está construido alrededor de Red Tornado. Red Tornado, gente. El clon de la Visión que crearon para que los chicos modernos tengan su propio androide con sentimientos en el Universo DC. En primer lugar: en mi corazón hay solo lugar para un robot con sentimientos y ese es ROBOTMAN. En segundo lugar, Red Tornado nunca tuvo una personalidad, ni una gracia, ni un rasgo distintivo. Bah, quizás solo su traje (que es un buen traje desperdiciado en un personaje de mierda). Es curioso pensar que es el único personaje de la Liga clásica que no fue re-habilitado y re-aprovechado de una manera moderna en la época de la caracterización superheroica contemporánea, o sea, la que se abre luego de Daredevil de Miller. ¿Y saben por qué es eso? Porque es un personaje de mierda. Es un llorón con una esposa aburridísima y poderes sobre los vientos y una hija que nadie sabe de donde salió. En este comic su esposa se pasa al menos 10 cuadritos con lágrimas corriéndole por los cachetes.

Después el equipo está compuesto por perdedores o sujetos interesantes a los que Meltzer intenta volver lo más aburridos posibles. Vixen, sin un rastro de su crecimiento en Suicide Squad, Black Lightning en el rol de “heroe-que-hizo-cosas-malas-y-sabe-moverse-en-el-inframundo-criminal-pero-tiene-conciencia”, Black Canary sin sal, Hal Jordan (y todos sabemos que Hal Jordan es el personaje más aburrido del mundo) y otros que no recuerdo. Bah, si, recuerdo a Red Arrow, ese intento risible de rehabilitar a Roy Harper, el ex sidekick de Green Arrow cuya mayor gracia es haber sido adicto a la heroína. Pero la manera en que lo escribe Meltzer, dios mío, como un cancherito con chivita que hace chistes sobre viejos y es muy cool a pesar de tener una hija. Dios santo, todo en esta Liga de la Justicia está TAN MAL.

Al abandonar la acción cósmica, no encuentra nada para reemplazarla, e intenta reemplazarla con lugares comunes de autoayuda y con la peor caracterización del mundo. La Liga siempre fue un acto de balance entre caracterización y acción (como cualquier grupo de superhéroes) pero a Meltzer no le interesa escribir acción y es HORRIBLE en la caracterización. Entonces queda una cáscara sin sentido, que huele a años setentas recalentados, al recuerdo difuso y equivocado de una época de gloria que no fue tal. Meltzer se iría luego de 12 números y la serie caería en un limbo de desprestigio, progresiva caída de ventas y micro-management por parte del equipo editorial de DC Comics, que la vería envuelta en eventos absurdos, desviaría sus historias continuamente y básicamente la haría caer en la irrelevancia, a pesar de los valerosos esfuerzos de Dwayne McDuffie y James Robinson.

Por otro lado, si uno ve la tapa del número 1 (esa agrupación gigante de héroes donde se mezclan Superman y Batman con Star Spangled Kid y el nuevo Blue Beetle) parece premonitoria de una despedida del DCU post-Crisis. Ese DCU conflictivo, hecho de retazos y parches de continuidad pero a la vez inmensamente creativo y particular. Quizás los mejores 25 años de la editorial a nivel de producción de ideas y de autores. El próximo y último relanzamiento ya será en un panorama muy muy cambiado.

Justice League #01 (2011).

Y finalmente llegamos al comic que me hizo dar ganas de escribir todo esta masa de cosas, el relanzamiento dentro del marco del New (ya cada vez menos New) 52, hace un año y medio. El comic más vendido del 2011, creo. ¡Jim Lee! ¡Geoff Johns! ¡Los seis grandes más Cyborg! ¡Darkseid! ¡Parademonios!

Y bueno, nada, es un comic mediocre, como casi todo el New 52. No es espantoso como la JLA de Meltzer, pero tampoco es muy genial. El primer número está dedicado a Batman y Green Lantern y como se encuentran y se llevan mal y cazan un parademonio y buscan a Superman en Metrópolis. El arco inicial es una clásica “reunión de fuerzas” en la que se enfrentan a una amenaza superior que todos ellos y terminan triunfando y aprendiendo a confiar el uno en el otro. Ah, cuanto han cambiado los tiempos desde que en su lanzamiento la JLA se enfrentaba a Starro, porque ahora su némesis es nada menos que Darkseid. Es un poco triste la sobre-exposición de Darkseid en el Universo DC, la falta de otro villano cósmico a su escala, el continuo desaprovechar gracias a trucos baratos de alternativas como el Anti Monitor, Nekron o Parallax. En fin. Y saludos a Geoff Johns por escribir un Darkseid que no tiene ABSOLUTAMENTE NADA de amenazante. Es un pedazo de granito que se para en un lugar y tira unos rayos, pero no queda nada del tirano intergaláctico cuya sola presencia debería ser suficiente para darte pesadillas. ¿Donde están las frases memorables, la sensación de que una vez que Darkseid te mira a los ojos toda tu individualidad es borrada para siempre, la reptante degradación? Para Geoff Johns Darkseid es solamente un musculoso de otro planeta. Y para eso ya tenemos a Mongul.

Johns intenta reconstruir la JLA sobre la base de la amistad, una vez más, y como en toda construcción de este tipo elige iniciar la historia en el momento en que todavía se tienen desconfianza y crecen a depender el uno del otro. El problema es que todo parece tremendamente forzado. El pacto de amistad se sella en una escena absurda en que Batman se desenmascara frente a Hal Jordan y le dice quién es. Somos sometidos a la escuela de caracterización Geoff Johns, en el cual todos los personajes son reducidos a un rasgo característico que luego es machacado una y otra vez convirtiéndose en toda su motivación. De algún modo, en la idea de amistad dentro de un equipo y en cierta caracterización que resalta lo peculiar de cada personaje, ésta Liga parecería tomar una página de los New Avengers de Bendis, una vez más atrasando con los tiempos. Es otro ejemplo de la rara mezcla de viejo y viejo del New DCU. Es como un hombre de setenta años vistiendo las ropas de un tipo de cuarenta. Una pátina de pintura noventista ya rancia sobre ideas de los ochenta.

El problema es que un universo ficcional es una cosa frágil, y cuando reseteas y reacomodás las piezas, al principio nunca va a parecer una cosa natural. Y tarde o temprano, el orden natural se reimpone. Este primer arco sirve, además, como origen de Cyborg, que ahora es un miembro imprescindible de la Liga, a pesar de que nunca se nos muestre el por qué con acciones. Es el clásico implante que intenta refrescar con la renovación de una pieza un conjunto de ideas nada nuevas. Es un pedazo de aglomerado fácil de cambiar de nuevo.

Lo que creo haber descubierto escribiendo esto es que la Liga es un animal muy extraño: no tiene concepto y funciona mejor cuando 1) o esa falta de concepto está a la vista y no se intenta hacer nada con sus personajes (la JLA de Morrison) o 2) cuando se la cambia tanto que su concepto es otro y prácticamente podría no ser la Liga (Giffen). No podés tener a Superman, Batman, Wonder Woman y etc. y pretender cambiar su dinámica o volverlos amigos o amantes. Si podés contar grandes historias cósmicas totalmente vacías de sentimiento. No podés tener avance y espectáculo al mismo tiempo. Al menos no en la Liga. Y esa es la espada en la que generaciones de guionistas procedentes de las fabricas de carne de la industria del comic norteamericano se van a seguir inmolando por siempre.


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